HISTORIAS DEL AYER...
 

 

-1.¿Ceuti o Caballa? - 2. El foso de San Felipe  - 3.Gente de mi Bario - 4. La Ayola -  5. Don Valentin Cabilla  - 6. La batalla del Espanto - 7. Los Erizos -

-8.Una travesura -9. Mi charla con Federico Gaona - 10.El Tétanos - 11.Don Gabriel y la Acción Catolica - 13.Andres el Pipa - 14.La caseta del Chorrillo -

- 15. La Facultad  de  Medicina  - 16. Realillo -  17. La  boda  - 18. Los "Cabezudos"  - 19.El  Hombre  Pez  -  20. El   Arar  -  21.El  día de la "Mochila" I -

- 22.Procesiones en el callejón del Asilo   - 23.El cementerio marino  - 24. La Restinga - 25. El día de la "Mochila" II - 26. El juego de la "Mula" - 27.Mi viejo

barrio I - 28.Los Mantequeros - 29.Lospiratas - 30.Mi viejo barrio II  -31.Las fabricas de conservas - 32.Mi amigo Luís Amuedo - 33.El cañón de Luis -

- 34.Juegos  infantiles  - 35. El CAS  - 36.Los guateques - 37."El Chavaró" - 38. "El Perlanis" -39. Los Diteros  -40. Los primeros televisores - 41. Maribel -

- 42.La playita  del  Tintero  -  43. El fin  de  un  filón  -  44. Aquellas  canciones  - 45. El Mirador  -  46.Superticiones  marineras -  46.El  resurgir de Ceuta -

- 47.Recuerdos  de  mi  niñez - 48.¿Ayer u hoy? - 49.Mi abuela y el tío Sebastián - 50.Las plazoletas - 51.La Ribera - 52.El Obrador - 53.Aquellos Carros -

54.Aquellos viejos profesores - 55.Los bares de mibarrio - 56.Aquellos bares de Ceuta - 57. Playa del Chorrillo - 58. Fuente Caballo - 59. Aquellos 18 de

julio - 60. La isla del Perejil - 61. El gran "Torón" -62.El día de San José - 63. El Victoria - 64. Cartillas de racionamiento. El hambre de los años 40 -

65. El Ciudad de Toledo - 66. Los hemanos Lesmes - 67. Mi equipo del alma - 68. Recuerdos de Ceuta I - 67. Día de la Mochila III - 68.Las doradas -

- 69.Europa Press - 70.Los domingos de mi niñez- 71.Pequeña historia de los Correos I -72. Historia de los Correos II -73. Historias de los Correos III-

- Paseo por la Calle Real IV.Reyes-Azcarate(dr)-

 

 

¿CEUTÍ  O  CABALLA?

 

    Me contaba mi abuelo José, que cuando el inicio de sus venidas a Ceuta para pescar allá por el año 1904, en Ceuta, los africanos, que así llamaban los pescadores venidos de la Península a los nativos, utilizaban el sistema de pesca denominado “la espera”. Este sistema consistía en estar sentado en una atalaya o montículo de manera que pudiera otear la mar y detectar “las manchas” o los pájaros-las aves marinas que acuden a devorar los peces-. A estas acumulaciones de peces la denominaban «arda*», que podían ser de boquerones, jureles, sardinas o caballas generalmente.
    La población marinera se concentraba en la zona comprendida entre Puente Almina-hoy Plaza de la Constitución- y Puente del Cristo.
    Desde Puente Almina hasta levante, la orilla era escabrosa y poco apta para el varado de busetas-tipo de bote muy utilizado por entonces-. Desde Puente del Cristo a poniente, está limitado por el Foso y el puente levadizo, que a la caída de la tarde se elevaba aislando a Ceuta del resto del continente.
    En la Bahía Norte, el mayor número de embarcaciones estaban varadas en los bajos del Puente Almina, en la playita del Foso-donde estuvo últimamente el CAS, con anterioridad playa del Ceutí, y más antiguo aún, allí estuvo ubicado un tintero de artes de pesca  y la vivienda de Sebastián López-. En la Bahía Sur, era la Ribera el lugar de varado, a la espera de que los oteadores descubrieran los peces para a toda prisa botar la embarcación e ir a su captura.  
    La zona comprendida de Puente Almina, Rebellín, Marina y Paseo de Colón, era el lugar de residencia del resto de  los habitantes de la ciudad, como funcionarios militares, comerciantes y gentes de oficios de la época. Éstos, cuando pasaban por la calle de la Muralla-Paseo de las Palmeras,- o por la Brecha-calle Independencia-, y veían a cualquier oteador solían preguntar: ¿esperando las caballas? En esos tiempos la abundancia de estos especímenes era notable. Luego en referencia a ellos, solían decir:  «¡ Los de las caballas!..».y poco a poco fue derivando en: ¡los caballas!...
    En cierta ocasión, comentándolo con don José García Cosío, este me confirmó la teoría; y así  efectivamente, a la población marinera ubicada entre Puente y Puente, el resto de ceutíes los llamaban caballas; apodo que con el tiempo se fue generalizando y hoy, aunque nos lo llamen a todos los nacidos en esta tierra, es un título selecto que no todos poseen.          
      

                                                Algeciras, 12 de abril de 2008


                                                     
                                                                         José Mª  Fortes Castillo

 

   *  Arda: Con el turno sin luna-Obscuro-, los oteadores y los pescadores podían observar los destellos que el fósforo del lomo de los bancos del pescado azul hacía refulgir, dando la impresión que el mar en la penumbra de la noche: ardía, y de ahí, arde, y finalmente: arda. De tal manera, que pescar al arda, significa: que las traíñas pescaran sin los botes de la luz, oteando la ancha mar en busca de los destellos luminosos que los peces alumbran en las noches sin luna.

 

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EL FOSO DE SAN FELIPE

 

Mi gente, la gente de mi barrio, siempre cuando nos referíamos al Foso de San Felipe decíamos “la Corriente”, así la conocíamos todos y para todos nosotros el Foso era la barriada existente entonces entre el Angulo y los pabellones militares de las Puertas del Campo.
En el maravilloso Callejón del Asilo ningún chaval era buen nadador hasta que  hubiera llegado nadando hasta la peña de los cien, como primer paso y posteriormente hacer la reválida y cruzar la corriente “en contra”. Yo nunca fui capaz de hacerlo de niño. Luego la experiencia y mi gran maestro Pepe Torres, me hizo  ver los trucos que hay para evitar los lugares de mayor influencia de la “joia” corriente.
Los domingos de verano mi padre tenía por costumbre coger el bote de “El Lobo” para pasear  por la playa. Un día que el levante era muy fuerte no quiso asomar la proa por el Chorrillo y nos quedamos en la Corriente, en la playita que se formaba en el recoveco bajo las viviendas que existían en el Parque de Artillería donde vivían mi tía Juana, Baldomero Castillo y algunos más. 
Mi padre como él decía “criao en el rebalaje”, también echó los dientes entre la Ribera,  Goraza y el Chorrillo y  conocía todas las prestaciones que la Corriente ofrecía. Pepito, yo de pequeño venia aquí a coger coquinas y almejas con mis amigos. No sé si quedarán pero voy a intentarlo.  Como el Foso aún mantenía aquella hermosa virginidad los corrucos y las coquinas comenzaron a llenar la popa del bote.
Ya en casa comentándolo con mi tío Jesús, llegaron a ponerse de acuerdo para en el futuro ir a mariscar al Foso.
Que hermosura, que riqueza, que maravilloso era aquel rincón. Cada quince días, coincidiendo con las mareas allí estábamos los tres. Bueno yo estorbaba más que ayudaba especialmente porque resistía poco tiempo en el agua y si a ellos les cubría por la cintura a mi me llegaba el agua al cuello. La cuestión es que ese mismo día por la tarde nos reuníamos la familia en casa de los abuelos para dar buena cuenta de aquellos sabrosos bivalvos que mi abuela preparaba con gran maestría.
Cada lugar daba diferente almeja y en la curva del Foso en una salida de aguas residuales que últimamente desaguaba allí y que por entonces era salida de pluviales se formaba una mini playa  donde cavando extraíamos las almejas chochas de un sabor exquisito.
Luego llegó el desarrollo, con la nefasta instalación de la red de saneamiento  y aquel paraíso sufrió una metamorfosis de tan negativas consecuencias que hoy solo sirve como canal de comunicación entre las dos bahías.
Tanto mi padre como mi tío, al cabo del tiempo fueron dejando esa costumbre tanto por la edad como por la indiscutible paliza que se daban pero yo de vez en cuando no podía resistir la tentación de llevar a casa un “puñao” de corrucos, coquinas o almejas, con el fin de que mi padre siguiera disfrutando de tan maravillosa exquisitez.
Creo que a ese lugar he llevado a todos mis primos a enseñarle a coger almejas y seguir la tradición que yo aprendí de mis mayores. Pero ya os digo, el hombre moderno, el ser mas apocalíptico que ha poblado el planeta,  se encargó de prostituir el lugar e impedir que mis nietos pudieran disfrutar de tan maravilloso rincón, que tan feliz hizo a su abuelo.


   
 Algeciras, 19 de abril de 2008.

  José María Fortes Castillo.

 

 

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GENTE DE MI BARRIO

 

    Como miembro del selecto grupo de antiguos vecinos de aquel histórico barrio del Callejón del Asilo, no he podido resistir la tentación de incorporarme al equipo de narradores de anécdotas y hechos ocurridos en el transcurso de mi vida, repartida entre las calles Teniente Gómez Marcelo y Sánchez Navarro.
    En la década de los años cuarenta, los personajes más notorios lo formaban un grupo compuestos por Rocío con su hermana Nieves muy amigos de Chavaró y su hermana Loli Barrera.
    De estos dos últimos, él murió hace pocos años y todos nos acordamos de sus andanzas por el antiguo Muelle del Comercio, donde era el terror de los camarones y los cangrejos reales. Loli tengo noticias de que aún vive y Dios permita que sea por muchos años como historia viva de nuestras calles.
    De Roció recuerdo que en cierta ocasión se fugó a Tánger con su novio y hubo un revuelo tremendo en el barrio. Lógico dado que en aquellos tiempos ir de viaje con un novio no estaba catalogado como algo muy normal y más lógico aún era que ella no destacaba precisamente por su feminidad. Aquella familia creo recordar se marcharon a Tánger y ya no he vuelto a saber nada de ellos.
    Otros personajes eran Barbina, Bernal, Quico “el loco” y los hermanos Juani y Ramoní, estos dos últimos fueron los más aventajados discípulos de Al Capone.
    En la Plazoleta del Chato (se le llamaba así porque en ella vivía un electricista totalmente chato conocido como “el chato la luz”) tenia su casa la “Perlana” que tenia dos hijos Federico (policía armada) y el otro conocido como “el Perlani” era un busca la vida que lo deportaron de Ceuta por vender fotos de mujeres luciendo sus atributos. Federico era una persona muy seria pero su hijo era un pinta que se llamaba Rafael pero todos lo conocían como “el Sopa”.

 

Algeciras 9 de abril de 2009

 

                         José Maria Fortes Castillo

 

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LA AYOLA

 

    Un domingo del verano del año 1960. A primera hora, ocho de la mañana, como todos los domingos nos encontramos en la puerta principal del templo de Nuestra Señora la Virgen de África, con el propósito de oír misa desayunar y de inmediato reunirnos en la Adv. Martínez Catena –que mal suena ¿verdad?, cuando siempre la hemos conocido como LA CARRETERA NUEVA– ya cambiados de ropa y con el equipo acuesta. Aquella casita ubicada en la acera de enfrente al Caballa era donde vivía Pepe Torres, nuestro cuartel general y el lugar donde dábamos los guateques.
    Con Mariano Marco partíamos camino del CAS donde recogíamos todo lo necesario para la jornada de pesca submarina a bordo de LA AYOLA.
    Aquella mañana soplaba un suave viento de levante y saliendo del foso, de inmediato se oye la voz enérgica y dura de Torres -capitán, piloto y contramaestre-- ¡Icen velas!. A continuación Mariano engancha la mayor y la eleva para que se infle y ruja junto al mástil. Al mismo tiempo, yo como encargado del foque hago la misma operación y de golpe nos sentimos arrastrados por el dios Eolo al “roqueo de Arcos Quebrados en busca de las piedras elegidas por las que Torres sentía especial predilección  Unas situadas frente a la casamata existente en la playa.
    El viaje corto pero intenso de sensaciones lo recuerdo con nostalgia. Aquel “status” de libertad, disfrutar de aquellos extraordinarios amigos, los dos tan diferentes y al mismo tiempo tan entrañables, me invaden de añoranza. Hoy me hace pensar que tuve en mi juventud la gran suerte de poseer dos compañeros de aventuras que me ayudaron en gran medida a ser un joven feliz . Los  llevo en mi corazón como reliquia de un pasado que no volverá pero tampoco se borrará de mi mente. Siempre que los recuerdo que es a diario –tengo una foto en un lugar predilecto de la casa donde estamos los tres en la Ayola, regalo de Torres-, elevo una plegaria a Dios y le doy las gracias por hacer que nos conociéramos y mantuviéramos tan maravillosa amistad.
    Una vez llegados al lugar y después de arriar velas, echamos mano a los remos y Torres oteando el horizonte en busca de las marcas que señalan el lugar elegido conduce la Ayola con mano maestra y nos sitúa encima mismo de la piedra. Mariano me mira y dice – es la reencarnación de Nelson -, Torres con aires de suficiencia exclama; si no fuera por mi, no seríais capaces de salir del Chorrillo. El caso es que era verdad, con las marcas se quedaba con tanta clarividencia que viendo una sola vez el lugar se le quedaba grabado para siempre.
    Mariano y yo éramos en ese apartado bastante limitados, quizás por la confianza que teníamos depositada en el gran Pepe Torres.
    Allí solíamos ir porque a esa piedra en levante, siempre le sacábamos varios sargos y el entorno era muy rico en lubinas.
    Pero lo importante no era que la pesca fuera más o menos fructífera  lo que de verdad interesaba era la jornada que vivíamos tres amigos inseparables y que sin necesidad de porros ni los venenos que hoy toma la juventud éramos tremendamente felices en estrecho contacto con la madre naturaleza.
    Esa unión en parte se debía a un barquito que construimos entre los tres y en definitiva la Ayola fue la gran protagonista de nuestras vidas, dado  que fue el escenario de nuestros mejores momentos.

 

José Mª. Fortes Castillo

Algeciras, 29 de abril de 2008

 

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DON VALENTIN CABILLAS

 

    En el mismo instante que mi primo Manolo Castillo me comunicó que la web de todos los que aman a Ceuta se llamaría “CEUTA EN EL CORAZÓN”, no tuve ninguna duda sobre a quién dedicaría mi primer escrito. Si hay alguna persona que haya  amado a Ceuta por encima de todo,  ese honor se lo lleva Don Valentín Cabillas Caba.
    Don Valentín nació en Ceuta, un 24 de octubre de 1913, en la calle Camoens, número cinco. Hijo del secretario general de la Delegación del Gobierno en Ceuta, a muy temprana edad pasó a vivir a la casa sede de dicho organismo.
    Siendo muy joven, pasó a vivir al Paseo de las Palmeras, donde transcurrió casi toda su vida, excepto sus últimos años que los vivió en la calle Independencia –“La Brecha”- como él decía. Se mudó a esta calle porque estaba dentro de su territorio; entre puente y puente.
    Solo recordar a don Valentín, se me llenan los ojos de lágrimas. La persona más desprendida, más desinteresada y noble, que he conocido en mi vida. Si don Valentín, hubiese ahorrado todo el dinero que donó a los más necesitados, seguro que habría amasado una fortuna.
    Don Valentín, fue apoderado de la compañía Transmediterránea, durante 35 años. En el año 1942, siendo presidente del Ceutí, se reunió en el bar Sin Nombre –“Casa Lucas”, con Santiago Roviralta, presidente del África Sport, fusionando las dos sociedades y naciendo la S. D. Unión África Ceutí. Sociedad que presidió hasta 1974, que dejó la sociedad por motivos de salud.
    Durante su presidencia, el Ceutí como sociedad deportiva, fue un gran ejemplo para todos y orgullo de los ceutíes. La Copa Stadium que le concedió la Delegación Nacional de Deportes, como reconocimiento a la sociedad que más secciones deportivas practicó ese año. O el campeonato mundial  por naciones de pesca submarina celebrado en Tánger -la Federación Española ante la falta de acuerdo entre las federaciones Catalana y Balear, curso una invitación al Ceutí para que presentara un equipo como España B-, dándose el caso de quedar CAMPEONA DEL MUNDO por equipos. Este equipo lo componían: Juan Bravo, Manolo Ribera, Manolo Pumares y Manolo Martínez.
    Fueron famosas las verbenas que en el revellín del Angulo se celebraban  con los más famosos artistas de la época; como Raphael, el Dúo Dinámico, Gelu, Alberto Cotes y tantos otros que a precios populares, don Valentín ponía al alcance del disfrute de los ceutíes, sabiendo que la mayoría de las veces tenía que poner dinero de su bolsillo. El era feliz viendo disfrutar a su pueblo.
    Tengo en mi corazón grabada una anécdota que quiero contar porque define a aquel gran hombre. Don Valentín era miembro destacado de la Obra de San Vicente de Paul, encargándose particularmente de la visita a los más necesitados. En el antiguo Barrio de las Latas, vivía una familia con una niña minusválida que llevaba años postrada en la cama. Esta niña, fan de Raphael, le pidió a don Valentín un autógrafo del cantante, dado su próxima actuación en el Ceutí. Pues bien, encargó en Comercial Africana una colección de discos del cantante y un tocadiscos -lo recogí yo personalmente-. Cuando llegó Raphael al Club, le hizo dedicar todos los discos a la niña y de inmediato, tomamos un taxi, presentándonos en casa de la niña. Raphael se prestó a ello sin poner la más mínima pega. Cuando la niña vio al cantante y de inmediato hacerle entrega, como regalo propio -así lo pidió el presi-, no me es posible explicarlo -quien tuviera el saber de Manolo y Fini-, lo que si es cierto, es que aquella risa nerviosa del angelito, me dejo marcado. Fue la primera vez que vi llorar al presidente. La segunda y última sucedió con el fallecimiento de su sobrina Mari África.
    Es difícil en tan poco espacio contar quien fue don Valentín. Fundador de la Cofradía de Caballeros de Santa María de África. Alma mater de su coronación. Hermano Mayor de la Real Cofradía del Santo Entierro, fundador de la Cofradía del Nazareno, fundador de la obra de San Vicente de Paul, y junto con don Bernabé Perpén y el jesuita padre Louza fundó la Asociación de San Francisco Javier.
    Me falta espacio, pero de aquel gran HOMBRE se podría escribir un libro. El trajo distracción a la juventud ceutí, facilitándole la práctica del deporte y el ocio, en años muy difíciles, en la Ribera y el foso de San Felipe junto al párroco don Bernabé, palió mucha hambre y fue la persona que cuando la ibas a buscar siempre está allí.
    No me cabe duda, que don Valentín esta en el cielo, porque de no existir la gloria, tendrían que haberla creado para ÉL.

     

 Algeciras, 12 de octubre de 2008

José María Fortes Castillo

 

 

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LA BATALLA DEL ESPANTO Y EL ALMIRANTE GUERRERO

 

   Recién terminada la guerra, en 1942 se fusionaron dos sociedades deportivas muy arraigadas al Callejón del Asilo, el Africa Sport y el Ceutí. Esta unión se llevó a cabo en “Casa Lucas” que así era como conocíamos los vecinos al bar Sin Nombre. De esta fusión nació la conocida Unión África Ceutí. Con don Valentín Cabilla como presidente, entre la junta y socios fundadores se encontraban, Cayetano Fortes, Jesús Fortes, Miguel Castillo, Pepín Botmati, Manolo  Vallejo, etc., todas ellos vecinos del Callejón del Asilo. Cuando el Ceutí inició sus actividades deportivas, se creó la sección de waterpolo, especialidad en la que era reina y señora el Club Natación Caballa.
      En una feria de aquellos años, el Caballa invitó al Ceutí a celebrar un partido en el Muelle del Comercio, donde disponía de dos balsas, que enfrentada una a otra y a través de colcheras formaban el “campo” para la práctica de este deporte.
     El Caballa lo componían jugadores como los hermanos Bernet, Gonzalez Romano, Rios, todos ellos consagrados y muy superiores a los neófitos Joaquín Luis Castillo, Juan Vallejo, Pepe Rayo, Marcelo y otro hermano que no recuerdo el nombre, los dos hijos de Rafael Guerrero -el Boguita- y otros que siento no recordar.
      El partido fue un acontecimiento importante, a tal punto que casi todo el Callejón se concentró en aquel lugar, unos por tierra y otros embarcados. Como era lógico el Caballa goleaba al Ceutí por superioridad técnica y más veteranía de sus jugadores. Pero no contentos los árbitros, que eran los hermanos Cerdeira-socios del Caballa-, pitaban siempre en la misma dirección, contra el Ceutí. Esto originó las protestas del delegado del Ceutí Cayetano Fortes, a quien respondieron de mala manera  e inventándose una falta técnica más la expulsión de un jugador del Ceutí que se negó a salir del agua por lo que fue agredido por un contrario. Siguieron arreciando las protestas de los nuestros y las provocaciones de los directivos del Caballa. Hasta que de un bote, como si de Don Juan de Austria se tratara, se oyó la voz de Rafael Guerrero (Boguita padre), ¡AL ABORDAJE!.
     Aunque las aficiones estaban igualadas en número, no así en coraje y artes marinera. Aquí ningún ilustre llegó a perder el brazo, pero uno de los Bernet trató de subir al bote insignia de nuestro Almirante, mas al poner las manos sobre la borda recibió un remazo de un hijo de este que le fracturó varios huesos de los dedos.
    Al final, los dos árbitros que estaban en tierra vestiditos de un blanco inmaculado, pronto estuvieron en el líquido elemento bebiendo más agua de la deseada a la vez que  la mayor parte de la hinchada contraria corría llena de espanto.
    Ellos ganaban el partido por ser mejores, pero el ejército “ASILEÑO” al mando del Almirante Guerrero se proclamo vencedor de la mayor batalla marítimo-terrestre que jamás conocieron los tiempos en nuestros muelles.
    Esta historia se la he oído contar a muchos de los mayores que participaron en ella y según contaban, al margen de nuestro gran Almirante, los héroes más destacados de tan magna batalla fueron sus hijos, mi tío Joaquín Luis Castillo y Pepe Rayo, que dieron estopa hasta a las pavanas.
    Un ¡HURRA!.  Por todos aquellos héroes que no permitieron la humillación del mejor Barrio del Mundo.

 

            Algeciras, 10 de abril de 2008
                                                                                                    José Mª. Fortes Castillo.

 

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LOS ERIZOS

 

Desde muy pequeño, recuerdo que con frecuencia  mi tío Jesús Fortes, Cayetano -hijo de Ángela- y Antonio su yerno, traían una en un vaso de cristal para posteriormente echarla en el arroz, las papas con fideos o cualquier otro plato que precisara de este sabor o dos cajas de erizos de la cual dábamos buena cuenta los vecinos que acertaban a pasar por la puerta de Ángela o de los Vallejos que era el improvisado comedor.
 Mi abuelo José -entonces mi abuelo Joaquín también vivía en el Patio-, era muy dado a depositar las huevas de los ricos erizos extraordinarios.
Esta costumbre arraigada al patio se fue perdiendo con el tiempo y posiblemente sea yo el único que mantiene la tradición del erizo como del “pescaito oreao”. De ello puede dar fe mi primo Manolo.
Actualmente vivo en Algeciras y aquí se comen los erizos hasta con púas al igual que en toda la provincia de Cádiz, siendo una pena que esa tradición se perdiera tanto en el Patio como en toda Ceuta, cuando los erizos de la Goraza -roquedo del lado de poniente del Mirador, hoy Club Natación Caballa-eran inmejorables.

                   

 

 

Algeciras, 9 de abril de 2008.

 

 

 

                                                                             José Maria Fortes Castillo

 

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UNA TRAVESURA

 

    En tiempos de mi juventud-hace ya años-,  era costumbre que en la Semana de Pasión  todas las imágenes del templo de Nª Sª de África se taparan con una tela morada, a la vez que el «Cristo del Puente» se trasladaba al interior de la iglesia.
    También acostumbraba don Bernabé Perpén cuando se ausentaba su hermano don Isidro, a encargar a cualquiera de los que solíamos  estar por la sacristía, la misión de dar un repaso por el interior antes de cerrar el templo con el fin de verificar que nadie quedara dentro por distracción o con otro objetivo. A mí me tocó muchas veces y la verdad es que imponía aunque yo nunca he sido muy asustón.
    Cierto día le dieron ese encargo a Luisito Pausa y Pepe Serón con la mala suerte -para ellos- que nos enteramos Paco de León y yo; de tal suerte, que quedamos  de acuerdo en  darles un buen  susto y a ello con diligente empeño nos dispusimos al instante. Entrando por la puerta principal a la izquierda, ahí estaba el Altar de San Rafael, santo que portaba en la mano un bastón. Yo le quité el paño que lo cubría y me lo coloque y al momento en la penumbra aparecen los dos muy agarraos el uno con el otro. Paco me hace señas con el codo y yo que tenía en la mano el bastón que terminaba en curvatura lo estiré y noté que enganché a uno por el cuello-resultó ser Luisito-, el alarido se oyó en la Almadraba. Los dos gritaban y corrían entre los bancos como si de los cien metros valla se tratara. Nosotros cuando oímos venir gente apuntando por el Cristo Yaciente, nos perdimos por la retaguardia, escondiéndonos entre los bancos y pasando a la otra nave; para luego, cortando por la puerta de acceso del Altar a la sacristía unirnos al ejército de defensa.
    Luis, estaba medio muerto en Casa Lucas; y Serón, con el vientre descompuesto en el interior del bar.
    Cuando salió Serón, don Bernabé le preguntaba que había visto; y él, contestaba que nada; que notó como sujetaban a Luis y de inmediato se puso a gritar…
-Yo, que iba hacer, sino salir corriendo-decía Serón.
    De nuevo, en la iglesia, ya un montón de gente acompañado por dos guardias municipales y las luces encendidas, vieron que el bastón estaba roto y el paño de San Rafael en el suelo. Por lo tanto comprobaron que algo había ocurrido fuera de lo normal, pero que sin embargo, gracias a Dios nunca se supo la verdad…
 
       
          Algeciras, 22 de abril de 2008.                                                                                                                                                                                                                                                                               
                                                                                     José Mª. Fortes Castillo

 

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 MI CHARLA CON FEDERICO GAONA

 

    Hace días llamé a mi amigo Federico Gaona con el fin de conseguir el teléfono de otro gran amigo del Callejón, Manolo Lara-hijo de Carlos el practicante-y hablando de nuestra niñez estuvimos “colgao” del teléfono dos horas y cincuenta minutos-casi na-, lo mejor es que el tiempo se hizo cortísimo.
    En la conversación le comenté que escribiría algo de mis memorias “Asileñas” para remitírselas a nuestro jefe de imprenta, Emilio Pérez. Me perdí…         
    ¡Ay! Pepe, ¿te acuerdas cuándo jugando a “guachi” me cogiste por detrás y te quedaste con medio jersey en la mano? Lloraba amargamente porque no tenía otra cosa que ponerme y tu madre, cuando me vio tan desconsolado me regaló uno tuyo color granate. Aún recuerdo lo contento que estaba con mi nueva prenda y deshacerme del otro que estaba más pasao que el toldo del Barato.
    Si escribes-me dijo-, acuérdate también con la ilusión que esperábamos todas las mañanas en el patio, que apareciera el niño de uno de los Lobos-barcos de mi abuelo-con uno o dos salabares de pescado. Enseguida el Chache-así llamaban a mi abuelo-, comenzaba a llamar a los vecinos o vecinas que acudían con un plato en la mano para llevar a casa su lote de boquerones, sardinas, jureles o caballas. En la postguerra los años no fueron fáciles y el hambre era inseparable compañera de muchas familias.
    Es lamentable que tantos se empeñen en exteriorizar aquel conflicto bélico, pero más lamentable aún es cuando unos lo definen como glorioso alzamiento; y otros, como heroica resistencia. Para mí es la mayor vergüenza que puede tener un pueblo. Una guerra entre hermanos, no es nada glorioso ni heroico; es algo que deberíamos ocultar en el lugar más recóndito de nuestros recuerdos y mentalizarnos para que nunca, nunca, vuelva a ocurrir.
    Me he puesto melodramático pero lo saco a relucir porque fue uno de los temas que sacamos Federico y yo. El tío-que es una enciclopedia viviente-,  me recordó también a Pelayo.
    Pelayo, era un médico con sobrados merecimientos como para figurar en nuestros corazones. Nada de Don Pelayo, ni doctor, ni pamplinas, él exigía que le llamaran Pelayo a secas.
    Todos sus ratos libres los dedicaba a tomar copitas y jugar sus partidas de mus en el Bar el Estrecho, en compañía de Rafael Guerrero, Cayetano Fortes y Bueno, el de la Compañía de Mar. Este juego solo era interrumpido si alguien venía a decirle que algún familiar o amigo estaba enfermo. En múltiples ocasiones la consulta era el mismo bar.
    Por todos era conocido como el “médico de los pescadores”. Jamás cobro un duro a una persona necesitada-él decía que con su profesión ganaba suficiente-, y sí daba dinero a los pacientes más humildes para comprar medicinas.
    Desde aquí elevo al Cielo un “Padre Nuestro” por su alma, y seguro estoy que ocupará un lugar muy cerca del Sumo Hacedor.

 

      Algeciras, 14 de abril de 2008.

                                                                                                

 José María Fortes Castillo

 

 

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EL TÉTANOS

 

    Corría el año cincuenta aproximadamente y era un Domingo de Resurrección. Entonces a las diez de la mañana, se anunciaba la resurrección de Nuestro Señor, con  el doblar de campanas, tanto de la Iglesia de Nuestra Señora de África como de la Catedral. Los niños, que esperábamos impacientes el momento,  arrastrábamos  latas por todo el barrio. Era un momento de euforia y algarabía, que el tiempo ha ido borrando de nuestras costumbres. Pero dado, que mis primos Manolo y Fini, me han encomendado que me caliente los cascos recordando momentos de mi niñez y lo plasme en esta nueva página, me ha venido a la memoria aquellas antiguas Semanas de Pasión, donde el Jueves Santo a partir de las tres de la tarde, se iniciaba un silencio total que duraba hasta las diez de la mañana del Domingo de Resurrección.
    Desde las tres del medio día, tenían prohibida la circulación, los pocos automóviles que por aquellos entonces existían en Ceuta. Las “camionetas”, que así conocíamos a los autobuses, sólo  les estaba permitido circular por el exterior, teniendo como parada final, las ubicadas en las Puertas del Campo.
    Los pocos que poseían aparatos de radio, lo tenían todo el día apagado ya que solo era posible oír las noticias de Radio Nacional de España a su hora habitual y el resto de dedicaba a música sacra. Por lo tanto no es de extrañar la impaciencia que teníamos ese Domingo de formar todo el ruido posible y desahogarnos de tanto silencio.
    Aquel  domingo,  yo corría desde la plazoleta del Chato hacia Plaza de África y al volver una esquina Paco de León que venía en dirección contraria, plantó todas sus latas en mis espinillas. Sangrar no lo hice mucho, pero todo el mundo me recomendaba que fuera a la clínica de urgencias sita en la calle de la Muralla. La idea no era mucho de mi agrado, pues todo los relacionado con los practicantes y medicina en general  me ha dado siempre un pánico atroz. Pero claro, si todos al unísono y con mayor insistencia, el mismo agresor en unión de los dos mellizos, me recomendaban que  podía morir por el tétano ya que las lastas estaban oxidadas, no tuve más remedio que personarme, en lo que para mí era “la cámara del terror”.
    Después de las curas pertinentes, Santiago el practicante pronuncio la frase tan temida  –tienes que ponerte la antitetánica–  yo creo que pronuncié un  –bueno si usted lo dice-, el hombre me dijo que serian tres y se pondrían en el vientre. Dirigiéndose a un armario, extrajo un aparato que al verlo, pregunté: ¿eso es la jeringa?, -sí, exclamo Santiago- ¡madre mía! Aquello, no podía ser una jeringa. Parecía una máquina de hacer churros, y proporcionalmente a la jeringa, seria la cantidad de líquido que me tenían que inyectar. En aquel instante,  me sudaban hasta las uñas de los pies, yo, “cagao perdió”  le sugerí que sería mejor avisar a mi madre, porque ella no sabía nada y el hombre lo comprendió.
   Cuando trinqué la puerta, donde me esperaban los colegas, lo primero que hice,  fue mandar a la mierda a todos juntos y aprovechando que Dios había resucitado, fui a rezarle y pedirle que me librara del temido tétano y de paso, de la monstruosa jeringa antitetánica también.
      Según decían los expertos, se corría el peligro durante tres días. Tres días que el Santo Padre de la época, Pio XII, no rezó ni la mitad de lo que lo hice yo. Esas setenta y dos horas las pase entre la iglesia de África, la Catedral y el Cristo. Cualquiera que me  hubiera visto no tendría dudas al pensar – ese niño tiene vocación de cura-.
            Pasaron los tres días fatídicos y de nuevo me convertí en el “pequeño diable” con el que me bautizó la yaya Teresica.
                                                          
                                                                    

   Algeciras, l4 de octubre de 2008


                                                          

José María Fortes Castillo

 

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D. GABRIEL DÍAZ SÁNCHEZ

 

    Don Gabriel Díaz, apareció por la Parroquia de Nuestra Señora de África aproximadamente por el año 1952. Por entonces era cabo de La Legión y en comandita con D. Bernabé Perpén organizaron la entonces decaída Acción Católica. Los primeros pasos se dieron aprovechando que la antigua sede de la misma organización se ubicaba en lo que hoy es la Cripta y allí tenían una mesa de pimpón con varias mesitas pequeñas y sillas.
    Posteriormente se compraron juegos de damas y parchís y como es lógico no podía faltar el fútbol. El mejor «enguao» para atraer a la chiquillería.
    Recuerdo que las primeras alineaciones del equipo la componían en exclusiva gente de El Callejón del Asilo, Ribera y calle Larga: los Juan Pachichu, Jesulito, Quini, Juan José, Ricardo Barranco, Gabriel León, Pepín y Alfonso Gómez y el que subscribe como es natural.
    Don Gabriel era una persona culta, muy culta, el ejemplo está que tras su jubilación en Madrid  se hizo cargo de la revista «La Legión» como redactor jefe primero y director después. Cargos que indudablemente no están al alcance de cualquiera.
    Se sabía que era de Jerez y que estuvo en La División Azul, pero su vida anterior a su aparición por la Parroquia siempre fue un misterio. En cierta ocasión lo vi en el puente del Chorrillo, frente a la imagen que hay en la muralla de Nuestra Patrona llorando amargamente. Estaba bebido, algo inusual en él. Aquel día supe que como buen legionario, un gran dolor le mordía como lobo el corazón.
    La fama de D. Gabriel fue en aumento y las redes de su apostolado se extendieron por toda Ceuta y acudieron al Centro de Acción Católica de África no solo niños en edad infantil. Por allí se dejaron ver muchachitos mayores que nosotros como: Antonio Prieto, Antoñín Gomes, Aténcia, Casiano, Boni, Cristóbal Marín, etc., que ilusionados por el fútbol, fueron también rebaño del Buen Pastor.
    Poco a poco se incorporaron niños del Foso de San Felipe, entre ellos mi buen amigo Antonio Candón que jugaba al fútbol como los ángeles, los hermanos López –el Chicha y el Petaca-, del Patio Hachuel, del Paseo Colon, Fuente Caballo-de ese lugar no tengo más remedio que nombrar un grandísimo amigo, como lo es Enrique Blanco Albarracín “El Kubala”-, hasta plaza Azcárate llegó el resultado del trabajo de un buen hombre que más tarde junto a mi tío Jesús, entonces secretario de la Unión África Ceutí, organizaron el primer campeonato infantil de fútbol de Ceuta donde participaron: la Estrella de África de nuestra parroquia,  el Ceutí, el Rata, San José, etc.
    Más adelante se creó en categoría juvenil el Abyla, tres equipos en categoría infantil: Estrella de África, Cruzado y los Fenómenos. Pero no quedaba ahí la cosa, también con D. Valentín Cabilla –otro personaje histórico de Ceuta y nuestro entorno-, puso en marcha la Hermandad de la Adoración Nocturna que velaban al Jesús Yacente desde las quince horas del Jueves Santo día y noche hasta su salida en procesión que por entonces se hacia los sábados.
    Por el Centro comenzaron a acudir tantos niños que aquello era de locura y para mantenerlos callados y aquello no fuera una casa de locos les contaba historias mitad verdad, mitad inventada pero todo con una narrativa propias de un hombre de grandes vivencias y gran preparación intelectual. Más de dos años duraron las aventuras y desventuras de «Fanfán el invencible y la corte de los mendigos de Paris».
    Entre los niños acudían algunos sin saber leer ni escribir y convenció a D. Bernabé para que le cedieran por la tarde después de las clases oficiales, el Colegio del Callejón del Asilo, con el fin de erradicar en lo posible el analfabetismo, en niños que por su edad les daba vergüenza acudir a clases primarias
    Se casó con una señorita del Foso de San Felipe y con posterioridad se marcharon a Madrid ya cuando yo vivía en Granada.
    Lo último que supe de él fue en una revista «La Legión» donde constaba como director, pero esto ocurrió hace unos quince años y desde entonces no se de él.
    Un gran hombre que se dedico al apostolado e inculcó en aquella juventud ceutí aquel decálogo que mandó colgar a la entrada del Centro que decía así, el aspirante de Acción Católica es: Piadoso, Puro, Obediente, Leal, Valiente, Humilde, Trabajador, Cortes, Alegre y Apóstol. Como era él.
    Siempre te estaré agradecido, igual que otros tantos niños a los que guiaste de forma tan magistral para que estuvieran más pendiente de los Círculos de los jueves, de las  Sabatinas o del partido del próximo domingo en vez de otras aficiones que algunas veces desvirtúan la dignidad humana. 
  

        ¡Gracias, don Gabriel!   

                        

José Mª  Fortes  Castillo        
 

 

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ANDRÉS «EL PIPA»

 

    Por la década de los cincuenta las viviendas adjuntas a mi casa –en la fotografía que encabeza  mi artículo de ANÉCDOTAS podréis apreciar que ya estaban apuntaladas—fueron derribadas con el jolgorio de la chiquillería, dado que mientras retiraban los escombro nosotros encontrábamos el escenario perfecto para jugar.
     Era costumbre en el Ayuntamiento que los guardias de más edad prestaran un servicio  cómodo. En aquellos tiempos el de más edad era Andrés “El Pipa” y como es lógico le concedieron ese privilegio. El  servicio más llevadero era el de la tarde, la zona de Plaza de África y Callejón del Asilo Viejo. Ejemplo inequívoco de que allí no vivía mala gente y además estaba cerca del palacio municipal si precisaba cualquier necesidad imperiosa o ponerse al abrigo de la inclemencia del tiempo.
    El caso es que el bueno de Andrés como buen funcionario prestó ese mandato de sus superiores con diligencia y buen hacer hasta el punto que su popularidad crecía por día. Le llamábamos el Pipa porque casi siempre llevaba una en la boca y casi siempre apagada. Hasta su jubilación, fueron varios años los que todas las tardes veíamos a Andrés deambular de aquí para allá, con su uniforme color azul marino y gorra de plato, cumpliendo con sus deberes  en Nuestro Barrio, a tal punto, que nos conocía a todos y sabia donde vivía cada uno.
    Para nuestras travesuras esto era un problema gordo ya que de nada te servía correr. El sabía quien eras donde vivías  y quienes eran tus padres.
    En cierta ocasión que jugábamos en el monumento a los caídos por Dios y por España –en vez de poner por la estupidez de algunos españoles- apareció Andrés y nos echó de allí, para de inmediato ir a casa y decirle a mi madre que estaba encaramado en la cabeza del águila con el riesgo de caer y matarme. Mi madre me zurró la badana como era lógico y lo de lógico lo digo porque como buena Castillo hacia honor a su fama de pegones –al parecer lo heredaron de mi abuela Juana-.
    A los pocos días jugábamos en el derribo junto a mi casa y estando encaramado en el lugar más alto, vi, que Andrés abría la puerta de la casa derribada y entró en ella.                Probablemente  atraído por el enorme griterío de la chiquillería. Yo de inmediato por otro lugar salté a la calle y dirigiéndome a la puerta la cerré colocando un trozo de madera entre las dos manecillas, de manera que abrirla desde dentro resultara imposible. Los demás amiguitos eran jóvenes y ágiles y en pocos segundos estábamos todos en la calle.
            Seguimos jugando en otro lugar, olvidándonos del pobre Andrés hasta que acertó a pasar por allí otro guardia municipal llamado Astudillo; y él, desde la ventana le rogó que le abriera que lo habían dejado encerrado. Aquella vez Andrés no se conformó con quejarse a mi madre –al parecer hubo algún chivatillo- y me multó con veinticinco pesetas.
            Así era mi Callejón del Asilo Viejo, niños muy traviesos y un guardia municipal entrañable que una vez se enfadó con toda la razón del mundo, pero que en el fondo era nuestro Ángel de la Guarda.

        Algeciras, 30 de abril de 2008

                                   José Mª Fortes Castillo

 

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LA CASETA DEL CHORRILLO

 
    Revisando el listado de los nuevos afiliados a nuestra Hermandad, he leído, con satisfacción y alegría la incorporación de dos grandes amigos: Manolito «Chau chau» y Juan José «El máquina».
    Manolo es más joven que yo y fue más amigo de mi primo Joaquín, pero no obstante hemos ido a pescar juntos en varias ocasiones y no dejo de tenerle gran estima.
    Juan José Ramírez López, si es de mi edad y como es lógico he compartido más  horas de vivencias con él, además que estamos unidos por parentesco –su madre y mi abuela eran primas-.
    Juan José siempre fue un tipo muy alegre y dicharachero. Siempre tuvo gracia al hablar por su alegre expresión y sus ocurrencias. En cierta ocasión, hicimos ya de noche, una visita al chiringuito que había en el Chorrillo –entonces le llamábamos caseta-. Estaba regentada por un tal Dioniso y un letrero pintado en la muralla la definía como «Caseta de Educación y Descanso».
    Como no era temporada de baño, por las noches frecuentaban el lugar algunas mujeres de vida alegre –mi primo Manolo me dice que de manera amable las defina como cortesanas, mujeres del amor, mujeres de la noche; o también, mujeres abrazadas a una sacrificada labor  social en aras de una mejor salud mental de los varones; y al cabo, por tanto me apunta, que sería menester el tratarlas de manera adecuada, y a tenor de lo sacrificado de sus acciones, deberíamos pronunciarnos en llamarlas: quitapenas o sostenes-nunca mejor dicho-del alma; albaceas de la melancolía;  maestras del arte .amatorio y de aumentar la líbido de manera natural -sin Viagra-, cuando ésta decae allá por los cincuenta en el sexo fuerte…; hetarias; letradas del roce y de encandilar los ojos en los muchachos aún vírgenes…; o simplemente con el nombre secular y más hermoso: de  putas… Sí, putas… al modo como Gabriel García Márquez, las nombra en su libro: «Memoria de mis putas tristes»; o a la manera de la «Legionaria»,puta-narradora”, que al desnudar Fernando quiñones su alma, también desnudaba la desvergüenza de los poderosos y la bragueta del pueblo...
     El caso es que entre ellas, había una muy guapa -que aún pasado el tiempo, permanece en nuestra  retina-, pero con el problema de tener la pierna cortada a la altura de la rodilla y utilizaba una pata de palo. Esto no era óbice para que no tuviera el mayor de los éxitos entre el personal congregado…
    Estábamos allí, tomando algo varios amigos, cuando uno fuera de la reunión no hacía más que rascarse y, entonces, Juan José le dijo:
    -¡Chiquillo, con las ladillas te vas a desollar los huevo!.
-A continuación él, le espetó:
     -¿Qué dices de ladillas  Juanjo?,  ¡son polillas!, no ves que he  estado con la de la pata de palo.
    El caso es que Alejandro «el chato »nos echó de allí al carecer de los seis duros que costaba la compra del amor.
    Otra señora que visitaba el lugar, era María. María era nuestra vecina dado que residía en el Hotel España, ¿os acordáis? Le llamábamos «el portaviandas» por su estrechez y altura. Esta señora se presentó un día totalmente sola en la Iglesia de África, con un hermoso bebé en los brazos con la intención de bautizarlo. Don Bernabé nos llamó y preguntó quien estaba dispuesto para hacer una buena obra. Al unísono todos contestamos: ¡Yo!, era para hacer de padrino y el elegido fue Diego Victory, por ser el de mayor edad.
    Después de la realizar el Sacramento, todos pusimos algo de dinero y nos fuimos al hotel a celebrarlo. Siempre lo recordaré como un gesto noble y del que de alguna manera te sientes orgulloso. Este gesto llegó a los oídos de  don Gabriel, y en unos de los «Círculos» que se celebraban los jueves lo expuso como ejemplo y aún recuerdo sus palabras cuando dijo:
    -¡Estas acciones son las que dignifica al  hombre!
    No sé qué sería de aquella mujer, pero siempre que la recuerdo la veo como una gran SEÑORA, sí, con mayúscula…

 

   En  Algeciras, a 10 de mayo de 2008

                                               José Mª Fortes Castillo

 

 

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LA FACULTAD DE MEDICINA DE MI PATIO

 

    Mi niñez, no cabe duda, fueron tiempos difíciles para todos por la necesidad imperiosa de alimentos que brillaban  por su ausencia, más si cabe, en aquellas familias que se cargaban de hijos y el padre tenía la responsabilidad de llenar los estómagos de tantas bocas hambrientas.
    La solución más utilizada quizás con el ánimo de engañar al hambriento, o justificarse ellos mismo–los pobres padres–era el uso del purgante1.
    A mí me lo dieron,  que yo recuerde, una vez y es como si me lo hubieran dado ayer. Tendría cinco o seis años. Fue en el comedor de mi tía Fina. Yo cerraba la boca desesperadamente, pero daba igual,  los mayores eran grandes expertos en hacértelo tomar tanto si querías o no; así que  empleaban la táctica de taparte la nariz y al querer respirar, tenias que abrir la boca y: ¡toma ya!, te hacían tragar aquel inmundo brebaje, que mezclado con la desesperación de la asfixia que te entraba,  me hicieron pasar uno de los peores momentos  de la infancia que recuerdo.
     Lo único agradable-para mí-que tenía el purgante era que ese día te quedabas sin comer para mantener el estómago limpio; como quiera que de niño nunca tenía apetito y comía por obligación me lo pase  “pipa”, pero eso sí pagando un tributo demasiado caro: el maldito purgante.
    La doctora en “purgantería” era Pepa Blanca-de niño la odiaba por su especialidad médica-y era la que se encargaba de recomendar a la mamá de turno que su hijo precisaba un purgante.
    En cierta ocasión, recuerdo, que Pepa, le decía a Josefina-esposa de Rafael Gaona-, a Antoñito lo veo muy “demacrao”, yo creo que le debías de dar un purgante, y Antoñito Gaona, con esa gracia que le caracteriza, le respondió:
    - Yo, un purgante, yo lo que necesito es un buen plato de potaje hasta arriba, o un bollo de seis reales lleno de atún.
    En otra ocasión Manuela la “Valenciana”, le recomendó a mi abuela que al estar yo tan delgado, porque comía muy poco, me tomara todos los días una cuchara de aceite de hígado de bacalao, que me daría ella; para lo cual, tenía yo que desplazarme todos los días a su tienda, y para minimizar  el mal sabor de boca que  el dichoso aceite dejaba, inmediato a la cucharada,  Andrebet, me tendría preparada una copa de vino dulce.
     Los primeros días fueron bien, pero Manuela era una mujer muy atareada; y yo, cuando iba tenía que esperar un rato hasta que me diera la cucharada. Cierto día tenía prisa, porque los mellizos habían aparecido por el patio con un buen “puñao” de red de pescar, que  desechada por las barcas de pesca, nos hacíamos capas y turbantes para jugar. Ante la tardanza decidí marcharme y Andrebet, como de costumbre, me dio la copita de vino. Qué bien,  tomé lo que me gustaba y evité el repugnante aceite. Esto me gustó de tal manera que a partir de aquel día-entregado a la astucia de Ulises-, me dejaba llevar de la siguiente manera: entraba de manera sigilosa, miraba a uno y otro lado, y de puntillas para que Manuela no se diera cuenta de mi presencia, salía al momento, para que Andrebet me diera el vino.
     Así pasaron los días hasta que un día mi abuela le dijo a Manuela que no notaba mejora en mí a la hora de comer. Manuela, confundida y con un sofoco que le hacía encender las mejillas, le contestó:
    -¡Pero que dices María, Pepito, hace muchos días que  no aparece por aquí!...
     El caso es, que cuando mi abuela llegó a la casa, entre ella y mi tía Isabelita, me dieron la del pulpo,  al derecho y al revés  y para dar y regalar…


         
                     Algeciras, 23 de abril de 2008


                     José Mª. Fortes Castillo.
                                                        

 

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EL REALILLO

 

    No penséis que cuando titulo este articulo como «El Realillo», es un canto a la memoria  del cuarto de Peseta, más conocido recientemente por veinticinco céntimos. ¡¡No!!. Este escrito es un homenaje a Manuel, conocidos por todos como «El Realilo», posiblemente el mejor patrón de pesca que ha conocido Ceuta en cuanto a tecnología y conocimientos del litoral ceutí.
    Manuel, vivía en la entrañable Ribera y como buen lobo marino, gustaba del vino y creía firmemente en las supersticiones.
    En cierta ocasión, mi padre me hablaba de los patrones de pesca de aquella época. Donde la incultura reinaba por doquier y de la que no eran ajenos estos profesionales. Sin embargo, dentro de sus limitaciones culturales, poseían la inteligencia tan poco común, de llevar grabado en sus cerebros tanto los pesqueros como las piedras que podían poner en peligro la integridad de los artes de pesca. Al mismo tiempo, estudiaban sobre el lugar las tendencias de las mareas. Punto importante al momento de calar, donde el hacerlo bien o mal, tiene como  resultado  una buena o mala pesca. Hoy con tantos aparatos electrónicos es sencilla esa labor, pero hace setenta años, el patrón era quien tenía que suplir esas carencias con experiencia e inteligencia, no al alcance de todos.
    Desde muy pequeño, mi padre supo transmitirme el gran concepto que él tuvo de los patrones de pesca. Y entre ellos sin géneros de dudas, el más pintoresco y notablemente famoso, fue «El Realillo».
            Una tarde, tendido el arte en Plaza de África, estaban remendando mi abuelo, Joaquín “El Chaparreta” y Pepe Rayo, y apareció por allí nuestro don Bernabé Perpén, que trató de convencer a mi abuelo, para que alguna vez apareciera por la iglesia. Mi abuelo, con la gracia que le caracterizaba, le decía a nuestro párroco:
    -Don Bernabé, «Dios hizo la iglesia para las mujeres y para los hombres las tabernas». Don Bernabé insistía y mi abuelo le dijo:
     -Mire, la última vez que entré en la iglesia, lo hice soltero y salí casao y ya no me atrevo a entrar otra vez no me vaya a ocurrir otra desgracia.
    El sacerdote, que estaba sentado sobre un faldo de red,  no tuvo más remedio que reírse. Y siguió riendo cuando se encaminaba a su templo.         
    En ese preciso momento, apareció por allí «El Realillo» que venía de la Ribera y de inmediato le dijo a mi abuelo:
    -El valor que tiene usted José, ¿Cómo permite que se siente en el faldo de red un cura?, esta red hay que lavarla antes de calar con ella si queremos coger un pescao.
            En ese preciso momento, y dado que en aquella acera se ubicaba una parada de autobús, de uno de ellos se apeó Santiago –un practicante que ejercía su trabajo en la clínica de urgencias, que era cojo y que varios años después vivió en el Patio, cuando los Vallejo de trasladaron a Zaragoza- y el buen hombre, no se le ocurrió otra cosa que andar pisando la red. Manuel montó en cólera y gritaba así:
    -Menuo mal fario le están metiendo al arte; primero un cura y ahora un cojo. Este arte no coge ya ni lisas, yo hoy no salgo “pa la ma”. Me voy a mi casa.
            Al cabo de un buen rato, mi abuelo bajo a la Ribera, al objeto de convencer a Manuel para que fuera a pescar. Al llegar a la casa su señora nos dijo que no estaba, y alguien nos indicó que se había ido por el Agujero.
   -Este se ha ido a Casa Macario o al Resbalón -comentó mi abuelo.
    Allí fuimos y allí lo encontramos. Negándose totalmente a salir a pescar, amparándose en el cenizo que habían metido Don Bernabé y Santiago, aunque de verdad, las condiciones del «Realillo» no eran las más idóneas para ir al mando de un barco.

 

            Algeciras, 15 de junio de 2008.
                                                                      

José María Fortes Castillo.

 

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LA BODA

 

    Era a mediado de la década de los cincuenta, posiblemente mil novecientos cincuenta y seis. En la Parroquia de Nuestra Señora de África, se cocía algo grande. Se iba a celebrar una gran boda. De esas de las que ponían el templo de punto en blanco. Como es lógico cuando veo todo ese alboroto pregunto ¿Qué pasa?, esta tarde a las ocho se celebra la boda de… por ética y para no herir sensibilidades, prefiero obviar los nombre de los contrayentes. Espero me disculpen.
    Por la tarde, ya estaba yo en la sacristía, con el fin de no perderme detalles del magno acontecimiento. Me imagino que no tendría otra cosa mejor que hacer, puesto que nunca fui muy aficionado a estos acontecimientos.
    El caso es que me vi entreabriendo la pequeña puerta de la sacristía, que daba directamente al altar y me puse a observar la ceremonia desde tan privilegiado lugar. Pasado unos minutos, apareció dando empujones,  una señora vecina de plaza de África, la cual era muy conocida y popular, al mismo tiempo, que dotada de un hermoso físico, donde sobresalía notablemente su gran «pechonalidad».
    La buena señora, sin tener el más mínimo respeto al orden de llegada, fue desplazándome lentamente, utilizando como arma de choque su lindo trasero, hasta colocarse delante de mí. La verdad sea dicha, no le costó excesivo trabajo, dada que mi resistencia fue tan breve como gratificante. Allí estaba yo, tan feliz y tan entusiasmado, que no me di cuenta de la entrada de Luisito y algunas personas más, entre ellas un soldado que en algunas ocasiones tocaba el órgano. Y como de órganos se trataba, al parecer Luis -yo hasta aquel día, desconocía su gran afición a aquel instrumento musical- tocó el órgano del soldado. Este montó en cólera y no tuvo otra ocurrencia, que dar un fuerte empujón al improvisado músico.
    Aquello terminó con mi tan agradable «status», y de pronto me vi arrastrado hacia el Altar. Cosa extraña… si la puerta se abría hacia dentro, ¿qué hacía yo en posición horizontal, encima de la buena señora, que a su vez estaba encima de la puerta  y debajo de Luis?  Son cosas que nunca sabremos…
    Si nuestro gran don Bernabé, en ese preciso momento, hubiera tenido en su mano una pistola en vez del Cáliz, se hubiese liado a tiros con todo nosotros. Al menos es lo que exteriorizaba su cara.
    Al final, como siempre salí perdiendo. Me chafaron un gran momento y estuve más de un mes sin aparecer por la iglesia y todo aquello por un sutil toque de órgano. Que poco sensibles somos a la música.
              
                       

Algeciras, 18 de junio de 2008.


        José María Fortes Castillo

 

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LOS CABEZUDOS

 

    Desde siempre tuve la ilusión de vestirme de cabezudo, pero en casa me ponían trabas y no fue hasta con dieciséis años más o menos cuando lo conseguí.
    Me tocó hacer de toro en compañía de mi amigo Quina, y él de entrada, se puso delante embistiendo a diestro y siniestro. Lo que me parecía que para él era muy divertido, para mí era todo lo contrario, agachado enganchao a su cinturón y oyendo a la gente gritar ante el peligro de una cornada a mí no me divertía demasiado.
    Aún no había comenzado el desfile y le dije que tirara hacia el patio del Ayuntamiento que tenía una idea. Ya en el patio,  salí del toro y fui a Casa Lucas, le pedí a Servando  que me dejara un sifón y le expuse mi idea, que le pareció estupenda, porque de siempre le ha gustao el cachondeo más que a mi nieto un helao.
    De nuevo metido en el toro, agarrao al cinturón de Quini con la mano izquierda y con el sifón en la derecha, nada más salir de nuevo a Plaza de África, el toro se para, levanta la pata izquierda y suelta un chorretazo liándose la grande: ¡Que viene el toro!
     La gente corría de un lado a otro riéndose tratando que el toro no los mojara. Pero mi fiel compañera, «la mala suerte» hizo de nuevo su aparición. La última vez que levanté la pata, el chorro dio de lleno a una señora muy pintorreada en medio de la cara. Juro por el Cielo que no apunté a ella. El marido que era un armario de cuatro puertas se vino para nosotros, y claro en estos casos lo inteligente es correr; y allí dejamos en medio de la calle al toro, y aunque grande, el tío no corría mucho y pusimos tierra de por medio.
            Mi maldita «mala suerte», con lo bien que lo estábamos pasando, sólo pude ser cabezudo veinte minutos.
            Digo esto, porque después de todo el lío intentamos recuperar dentro del ayuntamiento el toro, para continuar más tarde, dado que nuestros amigos nos garantizaban que el tío se había ido ya, y  la pobre señora tenía la cara peor que los cabezudos, con toda   la  pintura y rime corrido.
            Cuando regresamos al Ayuntamiento a solicitar de nuevo el toro, también tuvimos que salir corriendo porque Astudillo, el guardia, nos quería detener. A los cabezudos le pagaban quince pesetas y al toro por ser más incómodo veinticinco. Me quedé sin los cinco duros, sin divertirme  y todo se lo debo a mi «mala suerte» que hizo que una señora pusiera el careto donde no debía.


            Algeciras, 21 de abril de 2008

                   

                                                          José Maria Fortes Castillo       

 

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EL HOMBRE PEZ

 

    Tenía diecinueve años y como era costumbre, estaba con Mariano Marco y José Torres. Un domingo como cualquier otro, lleno de aventuras y felicidad, que la compañía de estos dos grandes amigos me otorgaban.
    Aquel domingo, en la antigua playita del CAS, nos encontramos con Don Juan Bravo. Siempre sentí un gran respeto y especial admiración por este hombre. Lo consideraba como al maestro de los maestros del submarinismo y más admiración aun, cuando a partir de aquellas fechas, nos invitaba a acompañarles junto a Don Salvador Fossatis y Don Manuel Ribera a las expediciones submarino-arqueólogas, en busca de ánforas y cepos romanos o cartagineses. Estas excursiones por si, merecen un capítulo aparte.  Por lo tanto prosigamos con aquel domingo.
    Cuando partíamos con la Ayola, Don Juan, nos ofreció gastar las botellas de su propiedad de aire comprimido, que estaban llenas hasta vaciarlas, como es lógico y preceptivo con la condición de dejar en el club los fusiles de pesca.
    De inmediato cumplimos la recomendación de dejar las armas y partimos hacia el Chorrillo en busca de una nueva aventura. Esta vez el nerviosismo me hacía temblar. Por primera vez en mi vida, me iba a utilizar una escafandra autónoma.
    Una vez equipado, sentado en la borda de la Ayola, me dejé caer de espaldas, hasta contactar con el líquido elemento.  Cuando inicié la inmersión y comprobé que respiraba igual que un pez, mi sorpresa fue inenarrable. Estaba a unos diez o doce metros de profundidad, cota, a la que aun llegan con toda nitidez, los rayos de nuestro astro rey. Yo, en aquel mundo maravilloso deambulaba de piedra en piedra en busca de no sé que, quizás creyéndome Poseidón, tratando de encontrar a su hermosa sirena y esposa Anfitrite o a su bella Libia.  
    De una piedra, vi salir un abadejo como alma que lleva el diablo. No creyéndose que mi instinto depredador lo había dejado en la Ayola. Me sentí otra persona, incapaz de maltratar tanta belleza y envidiando a todos aquellos seres que tenían la posibilidad de ser parte de un mundo increíble y tan cercano a nosotros.
    Aquella sinfonía de colores tan llena de vida, grandiosidad y tragedia, me tenía embriagado. Un pequeño centollo era despedazado por un pulpo, mientras a su alrededor la vida seguía impasible.  Igual que en tierra, se cumplía esa ley no escrita de comer y no ser comido. 
    Que me gustaría poderos narrar todo aquello tan bello y aquel momento de tan extrema felicidad  con la exquisitez y buen hacer de mi primo Manolo. Porque yo lo vi,      mucho más bello que se narrarlo.
                                                                      

        Algeciras, 17 de mayo de 2008-05-17
                                                                

José Maria Fortes Castillo

 

 

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EL ARAR

 

    En uno de mis viajes de Algeciras a Ceuta, tuve la fortuna de encontrarme con Don Salvador Fossati. Este encuentro sucedió hace aproximadamente veinte años. Don Salvador era el hombre, que a cualquier persona sedienta de saber, le encantaba estar a su lado. Yo como era lógico no podía desaprovechar la oportunidad de aprender algo interesante en el transcurso de aquel viaje.
    El tema de conversación –él hablaba y yo oía, cuando habla el catedrático el alumno se mantiene en silencio –que salió a relucir fue el “DESNARIGADO”. Me contó don Salvador lo archiconocido por todos, como que era un pirata argelino, que con frecuencia arribaba a las costas de Ceuta, con ánimos de abastecerse de víveres y dedicarse al pillaje. El sobrenombre le venía por la falta de nariz que perdió de un sablazo.
    Me contó, que en cierta ocasión le prepararon una emboscada. Luego de detener a algunos de sus rufianes, este logró escapar en compañía de algunos miembros de su tripulación, amparándose en la frondosidad del bosque del monte Hacho, donde estuvo escondido un par de días, hasta que logró huir.
    Entonces el monte Hacho, estaba poblado en su gran mayoría, por un árbol autóctono ceutí conocido como ARAR.  Su nombre biológico es “Tetraclinis articulata”, especie norteafricana conocida como –sabina mora- y en Marruecos donde abunda, como “Aaraar”.
    Este árbol, de madera recia y dura, que posibilita incluso el pulido, fue talado discriminadamente  hasta llegar casi a extinguirse.
    Antiguamente, Ceuta era una población donde abundaban los reclusos y por entonces, la gente era muy dada a practicar trabajos artesanales como la talla. Muchos  pobladores de aquella Ceuta, practicaban estas artes y utilizaban como materia prima la madera del arar. Como digo anteriormente, de este árbol se extraía la madera para las tallas, mangos de herramientas y cuerpos de estas, que los artesanos  vendían a los mercaderes que arribaban a la ciudad.
    Este artículo, probablemente no tendrá mucho interés para los CABALLAS que nos reuniremos el próximo agosto en Ceuta, pero creo que es interesante conocer como se ganaban la vida parte de los ceutíes. Porque nosotros los CABALLAS nos la ganábamos pescando.


        
          Algeciras, 23 de mayo de 2008
                                                                                                                                                                                                       
                                                                                   José MARÍA Fortes Castillo                                                              

 

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LA MOCHILA I

 

    El día de la mochila en Ceuta. desde que en el año 1992, el que fue primer concejal de Medio Ambiente en el Ayuntamiento, el doctor don Andrés del Río, tuvo la idea de organizar y controlar la desbandada de ceutíes tanto a García Aldave como al Monte Hacho, fue un día especial para mí. Yo lo llamaba el día de los sentimientos encontrados.
    La pegada de carteles los días previos, la organización de los puestos estratégicos, para el reparto de bolsas de basura era probablemente la fecha de más trabajo en la Concejalía.
    Andrés del Río, era el típico político que confiaba plenamente en su equipo y no solía dar órdenes estúpidas, al objeto, de que todos viéramos que en realidad allí quien de verdad mandaba era él «como hicieron algunos posteriormente», esta forma de ser, te obligaba a centrarte más en tu trabajo y velar, porque todo saliera bien. El buen resultado de mi trabajo me obsesionaba.
    Por otro lado, recuerdo que Carmelo –el guardabosque- como le gustaba que le dijeran y yo, pedíamos al Cielo que lloviera durante tres días, el día de la mochila, el anterior y el posterior. De forma que fuera imposible subir al monte. No, no es ganas de fastidiar la fiesta a nuestros paisanos, pero deben comprender, que cada cual tiene sus obligaciones y la nuestra era velar por el bien del monte.
    En el mes de agosto, las piñas de los pinos, se abren y caen al suelo los piñones, donde un número elevado de ellos consiguen enraizar y en noviembre tienen forma de un pequeño paraguas invertido pero de una tremenda belleza, que de alguna forma venían  a sustituir a sus antepasados que en esa época estaban bastante caducos.
    El día de la MOCHILA, servía para que el gran número de personas que visitaban el monte, lo arrasaran por completo y si esto era poco. Luego, teníamos que enviar al lugar las cuadrillas de limpieza, que en cumplimiento de su trabajo y recogiendo la basura, volvían a pisar o arrancar junto a los residuos abandonados los pocos brotes que se salvaron del día anterior.
    No debo tener mucha influencia en el Cielo, pues de los nueve años que estuve en Medio Ambiente «los anteriores a mi jubilación», no llovió ni un solo día que coincidiera con el uno de noviembre y eso no es lo peor, llevo siete años jubilado, sintiendo las mismas inquietudes y sigo rezando como entonces, pero el Sumo Hacedor me responde con un sol radiante.
     Veras, que por dejarme mal este año llueve…

 

    Algeciras, 20 de octubre de 2008
                                                                   
                 José María Fortes Castillo

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PROCESIONES EN EL CALLEJON DEL ASILO

 

    Perdonar si soy tan reiterativo con la Ribera. Es algo superior a mis fuerzas. Pero seguramente por mis venas debe de correr salitre de aquella playa tan llena de recuerdos.
    Hace días, tratando de recordar algunas vivencias de mi juventud, me vino a la mente las procesiones que organizaba mi amigo Gabriel León Castillo, en compañía de sus compañeros de juegos y vecinos como él, de aquella entrañable barriada.
    Desde muy niño, a Gabriel se le notó el arte del que estaba dotado y su espíritu cofrade. Además de poseer una imaginación extraordinaria. En tiempos de penurias, es cuando la inteligencia del hombre alcanza su grado más sublime, y es aquí el claro ejemplo.
    Las décadas de los cuarenta y cincuenta, pocos niños tenían la fortuna de recibir un regalo de Reyes. Sus padres andaban más preocupados de alimentarlos y medio vestirlos, objetivos difíciles en aquella época, que procurarles un juguete.
    Pues bien, medios descalzos o casi desnudos, Gabriel León formó un escuadrón de honor con banda de tambores, de la cual él era el profesor y el redoble.
    A falta de tambores de juguete, se apañaron latas de aquellas de cinco kilos, que abundaban en las numerosas fabricas de pescaos que existían en el Agujero de la Sardina. Colindante con la Barriada de la Ribera.
    El escuadrón de honor, a falta del mosquetón “Mouse” que poseía por aquellos entonces el Ejercito Español y que aún echaban humo, del canallesco uso al que lo sometieron, para matarse entre los propios hermanos. Tomó la decisión de no manchar las manos de su escuadrón infantil con sangre derramada por los españoles y les dotó con la más pintoresca de las carabinas. Las espadas de las agujas palá. <<más conocido como pez espada>>
    Así que ya tenemos a los tambores con su lata de atún de cinco kilos y dos palos y el escuadrón con sus inocentes carabinas. Pensar por un momento lo abundante que era este pez en el Estrecho.
    Mientras los chavales ensayaban todos los movimientos propios de las procesiones, Gabriel fabricó una parihuela donde no podía faltar la Gran Señora de los Mares, La Santísima Virgen del Carmen. De inmediato, quien sufría las consecuencias, eran los jardines de los pabellones que se ubicaban entre la entrada a La Ribera y el Parque de Artillería. Pero valía la pena robar unas flores si estas acababan en la parihuela que a su vez portaba a Nuestra Señora del Carmelo. En este caso, el fin justifica los medios.
    Y fue así como nuestro Callejón del Asilo, podía disfrutar de tan magno acontecimiento. Que la gran Señora de los Mares procesionara por nuestras calles es un honor que debemos a Gabriel León Castillo. Un ribereño de nacimiento y de corazón.

 

Algeciras, 21 de junio de 2008.
                                                       
                               José María Fortes Castillo

 

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EL CEMENTERIO MARINO

 

    Allá por el año 1957, mi amigo Pepe Torres, me comenta que podríamos ir a pescar por detrás del Cementerio de Santa Catalina -aun no habíamos formado el inseparable trío, ya que Mariano navegaba por otros mares-, pues conocía un sitio de mucha pesca.
    Mi querido amigo, me hace saber, que en aquel lugar arrojan los mulos y caballos que morían en Ceuta. Al animal fallecido, le ataban una cuerda al cuello, por un extremo y una gran piedra por el otro. La piedra se apoyaba en la popa del bote, y este, a través de la cuerda remolcaba al equino al lugar considerado oportuno, donde dejaban caer la piedra.
    Como podréis imaginar, el lugar no era el más apto para que mi primo Manolo se inspirara y escribiera con su sabia pluma, ese racimo de frases y descripciones tan bellas y románticas, sólo al alcance de los iluminados como él. Todo lo contrario. El lugar te hacía sentirte incómodo, a tal punto que me entraron ganas de irme para tierra. Solo la bronca que me hubiera echado Pepe Torres, me hizo desistir de huir de aquel macabro escenario. Sentía nauseas de todo lo que me rodeaba. Hasta temía bajar y así evitar que aquellas aguas inmundas, me contaminaran al entrar en contacto con mi boca.
    Y sucedió lo que más temía; del abdomen de un animal apoyado en el fondo del mar, asomaba una «peineta» -así llamaba Pepe la cola del mero-. Tímidamente lo llamé y le indiqué el hallazgo. Él, sin apenas oírme, bajó y pinchó el hermoso mero, que siendo más bien corto de tamaño, pesó ocho kilos largos, dada la gordura del animal, debido a la sobrealimentación.
    La jornada de pesca continuó, con otro mero más y algunos hermosos sargos, todos capturados por mi amigo y maestro. Yo creo que hice bastante con no morirme.
    Al final, las capturas se vendieron en el Delfín Verde. Lo que no supe nunca, es si aquellos meros sabían a mero o a mulo.


    
Algeciras, 30 de junio de 2008.

                                                                    José María Fortes Castillo

 

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LA RESTINGA                                                                                                

 

    En cierta ocasión, allá  por el año 1954, mi padre nos hizo saber que el próximo domingo iríamos de nuevo a la isla del Perejil.
    Siete años habían transcurrido de aquel maravilloso día que os narré, en un capítulo anterior, la primera vez que fue a la isla del Perejil. Dentro de la alegría lógica de aquel nuevo acontecimiento, en mi interior, algo me decía que aquella excursión, no tendría los encantos de la primera. El barco que utilizaríamos seria el Nuevo Lobo. Tan querido por mí como el Lobo Grande. Pero siempre tuve la herida abierta, que me originó el hundimiento de este último. Aquel triste invierno de 1949. Herida de la cual, aún mana un desgarrador dolor, que seguro será mi eterno compañero.
    Nada más conocer la noticia, corrí en busca de mi abuelo con la ilusión de navegar de nuevo junto a él. El Chache ya no era el mismo, desde aquel desgraciado desenlace. Pero yo esperaba que al igual que a mí, le hiciera ilusión la noticia. No pude convencerle. Todos mis intentos fueron en vano. Aquel día supe, que mi abuelo en muy poco tiempo, se había hecho viejo. Todas las triquiñuelas, que tan eficazmente utilice durante mi niñez, para convencerle de algo, en este caso me fallaron. Estaba convencido, que yo era la única persona capaz de hacerle cambiar de opinión. Tanto era el cariño que sentía hacia mí, y que yo egoístamente tanto exploté en mi beneficio, que cuando me convencí de lo inútil del intento, me di cuenta que mi abuelito había envejecido. El viejo marino, nunca navegaría más, sus singladuras habían acabado.
    El día de la excursión, en la escalerilla primera del Muelle España, nos esperaba el Nuevo Lobo -conocido por los pescadores como el Lobo Chico-. Allí nos reunimos, las familias de mi tío Jesús, mi tío Miguel, tía Juana, mis padres y don Juan Borras con señora e hijos.
    Cuando salimos a la bocana, mi padre que ejercía de patrón, rechazó la idea de ir a la isla del Perejil, basándose en el fuerte poniente que reinaba y tomó la decisión de ir a  Restinga.
    Entre la tripulación, nos acompañaba Juan Andújar -padre de mi tía Isabelita y abuelo de Francisco José y Juan Jesús-. El tío Juan, era patrón de papeles de todos los barcos de mi abuelo y al mismo tiempo un consumado especialista cocinando el “arroz a la banda”.
    Cuando desembarcamos en la playa a través del bote cabecero e instalamos el campamento, el espectáculo fue altamente gracioso. La familia Borras, llevaban una tienda muy hermosa -quizás la primera tienda de campaña que yo vi en mi vida-, y  nosotros tuvimos que hacer una valiéndonos de cajas de pescado y una vieja vela que se trajo del barco. Cotejando los dos campamentos, no había dudas cual se llevaba la palma, uno elegante y señorial y el otro parecía un campamento de refugiados.
    En un momento dado, apareció por aquel lugar, un grupo de vacas, que al verlas Jorgito -el hijo menor del señor Borras-, corrió a refugiarse en su tienda. Mas ésta, al ser de color rojo, no debió convencerle en demasía y corrió de nuevo hacia la nuestra que le ofrecía más seguridad.
    A todo esto, el tío, Juan Andujar, inició la elaboración del “arroz a la banda” con un gran gallo o pez de San Pedro. Al momento acudió allí doña Teresa, esposa del señor Borras, diciéndonos:
    -Yo me apunto a ese guisado, que dice comerme con solo olerlo.
    La verdad es que ellos llevaron toda suerte de manjares, que repartieron, pero la palma de oro fue para el arroz del tío Juan Andújar, del que dimos buena cuenta.
    Pasamos un gran día, pero en lo más profundo de mí, eché en falta a mi abuelo. Aquella playa tan solitaria, donde un serpenteante y bonito río dejaba de existir, para mezclar  sus aguas con el inmenso mar me cautivó. Pero durante el día, me hice muchas preguntas. Preguntas que quedaron sin respuestas, porque mi querido viejo lobo de mar, ya no podía acompañarnos.
    En aquel momento lo imaginaba, sentado en La Brecha, su lugar predilecto, aquel sitio que él también conoció cuando era arrabal de los pescadores, con la mirada perdida en el horizonte, tratando de divisar el puente del Lobo «Chico», que en él venía su nieto Pepito…

 

            Algeciras, 4 de julio de 2008.

 

                                                         José María Fortes Castillo

 

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EL DIA DE LA MOCHILA  II

 

    Es costumbre en Ceuta, que el primer día de diciembre «Día de todos los Santos», la gente se desplace al campo. Unos al monte Hacho y otros a García Aldave. Las raíces de esta costumbre no la sé, por más que he tratado de investigar.
    En mi infancia, recuerdo que todos los niños del Antiguo Callejón del Asilo Viejo, solíamos salir a la calle ese día, con una talega de tela a la espalda cargada de frutos y reuniéndonos en grupo, cantábamos aquella inolvidable canción:
    «Mi mochila, no se la come el gallo ni la gallina; nada más que mi barriga».
    La gente mayor, desde unos días antes, rendían visita –como siguen haciéndolo hoy- al Campo Santo con el objeto de limpiar los nichos y decorarlos con flores. Esto se suele hacer en casi toda España. Lo mismo, que se celebran fiestas populares   ese mismo día,  desde Galicia a Cataluña, pasando por Asturias, Cantabria y País Vasco. En Andalucía también siendo famosas las fiestas en La Alpujarra granadina o en Alcaucín –Málaga- como en Puerto la Luz.
    Todos estos lugares señalados, relacionan estas fiestas, con la recogida de las castañas. Esta costumbre, muy antigua y arraigada en España, la tenían los antiguos labradores, que festejaban la recogida del fruto como muestra de agradecimiento a la madre naturaleza. Hoy repito, se suele festejar en muchos pueblos de la geografía hispana, saliendo al campo para su recogida y donde se preparan guisos, donde uno de los componentes es sin duda la castaña.
    El castaño, es un árbol de la zona mediterránea septentrional y fue introducido para su cultivo en Canarias y Norte de África. El libro “ARBOLES Y ARBUSTOS DE LA ESPAÑA PENINSULAR”, de la Escuela Técnica Superior de Ingenieros de Monte, en la página 209, afirma que fue abundante su cultivo en la margen africana del Estrecho de Gibraltar «Sierra de Benzú». Efectivamente hay algunos salteados por nuestro monte, pero en una zona, a orilla de la carretera de impermeabilización,  que sirve de frontera con el país vecino, existió hasta hace pocos años un bosquezal de una treintena de ejemplares, que arraso la empresa encargada de aquella obra, sin motivos ni razones. Al día siguiente de la fechoría, presenté una denuncia, de la cual no me hicieron ni puñetero caso. Pasado un tiempo, me interesé de nuevo por la denuncia y la respuesta tajante y clara fue: «deja las cosas como están que será mejor para todos.»
    Así fue como los ceutíes, perdimos nuestro bosquecito de castaños. Aún me pregunto, si en los textos de ingeniería de monte, sigue la Sierra de Benzú como reliquia de los viejos cultivos del castaño en el norte de África. Probablemente en esos viejos castaños, estaba el origen de nuestra mochila y en esos viejos castaños también, este el ejemplo claro de la clase de gobernantes que hemos tenido.

                Algeciras, 21 de octubre de 2008

                                                                                                         José María Fortes Castillo

 

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EL JUEGO DE LA MULA

 

            Este juego es parecido a menastro. Por lo tanto consiste en que un niño se agacha y los demás, saltan sobre él.


Comienza:


            A la una, la mula.
            A las dos, la coz. -En este salto, se le da un ligero golpe en el trasero con el interior del pié derecho-.
            A las tres, otra vez. -Se repite el golpe-.
            A las cuatro, cilindro por lo alto. -El agachado se coloca de espalda y no de lado-.
            A las cinco, una mano plana y otra te la hinco. -Al saltar se apoya con una mano plana y la otra con el puño cerrado-.
            A las seis, degüello a mi buey. -Antes de saltar se le da al agachado, un ligero golpe en el cuello, con la mano de canto.
            A las siete, planto y replanto mi gran “caramochete”. -En este salto, se deja caer una prenda al suelo.
            A las ocho, cojo mi mocho con dientes de corcho.

-La prenda arrojada con anterioridad, hay que recogerla sin perder contacto con el agachado-


            A las nueve, empina la bota y bebe.
            A las diez, otra vez, sin manos y sin pié. -Hay que saltar sin tocar al agachado-.
            A las once, llamo al conde con campanillas de bronce. Tilín, tilín.
            A las doce, le pregunta. ¿Qué quiere usted señor conde?: ¿liqui, paliqui o culá?

 

-De las tres preguntas, la primera consiste en un ligero tortazo en la espalda, la segunda dar con el codo y la tercera es un culazo.


            A las trece, anochece.
            A las catorce, amanece.
            A las quince, María la “Tiritaña”, con un violín de caña, a las puertas de tomiza, adiós madre que me voy a misa.
            Y a las dieciséis, un pellizquito y “órcega”.

 

                                                                       José María Fortes  Castillo

 

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MI VIEJO BARRIO I

 

    Mi entrañable barrio, estaba ubicado en la vieja Ceuta, entre Puente y Puente. Aunque nací en el número doce de la calle teniente Gómez Marcelo. Toda mi niñez transcurrió en mi querido Patio. ¡¡Sí!!. Aquel amado y añorado patio, fue mi primer hábitat. Mi estancia en aquel lugar, fue tan encantadora como inolvidable. Desde siempre me sentí querido por todos los vecinos. Esto lo explica que en mi niñez, vivía en la casa número tres, con mis abuelos paternos, mi tío Jesús y mi tía Isabelita. Pero además en el número cinco, también vivían mis abuelos maternos y mi tío Luis. Como ambos tíos eran solteros, yo me convertí en su juguete y niño mimado. Los dos competían en hacerme la vida más feliz y yo con el egoísmo propio de los niños los explotaba. Pero ya hablaremos más adelante del patio. Hoy me quiero centrar en mi barrio.
     Lo ubico entre Puente y Puente, porque aunque hoy aun existe el Puente del Cristo, no ocurre lo mismo con el desaparecido Puente Almína, hoy denominado Plaza de la Perdición –perdón- Plaza de la Constitución -este amor mío a Ceuta y su tradición, a veces me hace perder la cabeza-. Puente Almína, es el entrañable nombre como hemos conocido todos los ceutíes el lugar. Bueno, en realidad lo conocíamos simplemente como “El Puente”. Lo cierto es que ya son pocos los que lo conocemos así, y con el tiempo, no quedará nadie. La verdad es que hoy parece todo menos un puente. Para que no quede en el olvido, lo que ese lugar representó en la vida de los ceutíes, es por lo que nace esta Web. Que su recuerdo no se limite a una simple fotografía.
      Aquel acogedor Puente, era el lugar que poseían para el ocio, los adultos de más de media Ceuta y muy especialmente los de mi Barrio. Desde el jardín de San Sebastián hasta el inicio del paseo de las Palmeras, eran decenas de personas, que echados sobre la muralla, pasaban el tiempo en interminables tertulias, mientras fumaban un “Elegante” o liaban un picadura, a la vez que  oían de la emisora del mercado los discos del Niño de la Huerta, Manolo el Caracol o Antoñita Moreno. ¿Por qué mandaron al cuarto de los trastos viejos  aquella bella costumbre?, ¿Quién ordenó quitar la emisora del Mercado de Abasto? ¿Quién se encarga de robarnos nuestras tradiciones? Nosotros, aquellos que vivimos el pulso alegre de este lugar de encuentro, y hoy nos asomamos a la abierta ventana de  «Ceuta en el corazón», deseamos  rescatar del olvido y   rememorar aquella vieja Ceuta. No sé que tenia de malo llamarse PUENTE ALMINA. El lugar que servía de punto de encuentro de tantos hombres, que después de las duras jornadas de trabajo, dejaban pasar allí el tiempo, intercalándolo con alguna que otra visita a Casa Macario, El Resbalón o la Bodega Fortes, donde el caldo del dios Baco minimizaba en parte aquella vida tan llena de penurias, pero al mismo tiempo colmada de ternura y añoranza. Una costumbre que generaron ceutíes de bien, y como aquel “caminito” de Carlos Gardel, quedó borrado por el tiempo...

 

                                        Algeciras, 31 de octubre de 2008

   José María Fortes Castillo

 

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LOS  MANTEQUEROS

    
     ¿Quién de niño, no se sintió asustado alguna vez, con algún relato de los mantequeros?, nuestros padres, echaban mano de tan manido argumento, en el momento que deseaban que no saliéramos a la calle. ¡Cuidado! Que viene el mantequero. Eso bastaba como aviso para indicarnos que el peligro estaba en la calle y la seguridad en casa. En el fondo, creo que nunca de verdad supimos quienes eran los mantequeros.
     Los mantequeros, también conocidos como “el hombre del saco” eran unos personajes de recia raigambre en  España á mediado y final del siglo XIX.
     Por aquellas fechas, las enfermedades eran difíciles de curar, dada las limitaciones de la medicina, y se creía, que al igual que se transmitían las enfermedades, también era posible transmitir salud de una persona sana a otra enferma.
     En junio de 1912, un periódico “El Defensor de Granada” publica unos hechos acaecidos en aquella ciudad, que relaciona a un tal Francisco Leona con una serie de asesinatos de pequeños. La policía, seguía la pista de niños desaparecidos, y las pesquisas, fueron a dar con dos hermanos,  Francisco Leona y su hermana conocida como “la tía Leona”.
 Al parecer, esta parejita, se dedicaba al rapto y posterior asesinato, de niños que consideraban rebosante de salud, por lo cual los elegidos siempre eran niños entraditos en canes <<los mellizos y yo, siempre estuvimos libres de ese peligro>> Generalmente acechaban y capturaban, los que vivían en zonas aisladas, con el fin de que el rapto pasara más desapercibido.
 Este individuo, que era tísico, creía que la salud que perdía por culpa de su enfermedad, podría recuperarla de nuevo, absorbiendo la sangra caliente y grasas de estas criaturitas.
No fue solo el caso de Granada. Por entonces, los ricos que estaban enfermos y vivían en esas creencias, contrataban a individuos sin escrúpulos, con el fin de que capturasen a niños ricos en grasa, con el fin de recuperar ellos la perdida salud. Así se explica la notoriedad que a finales del siglo XIX, adquirieron estos individuos que nuestros abuelos vivieron de cerca y nosotros en nuestra niñez, pero ya sin correr ningún tipo de peligro.
Los mantequeros <también conocidos como sacamanteca o el hombre del saco>>, generalmente no solía ser el enfermo, este era contratado, con el fin de facilitar al enfermo de tisis los niños para sacrificar. Operaban normalmente en zonas rurales, caseríos aislados donde el trato entre vecinos no era frecuente. Así se notaba menos la ausencia del pobre niño. La forma de proceder, consistía en golpear al niño sin matarlo, introducirlo en un saco y transportarlo a casa del enfermo.
Por lo tanto, queda aclarado que los mantequeros existieron, no en nuestros tiempos, pero desgraciadamente si en el de nuestros abuelos.

 

            Algeciras, 24 de agosto de 2008                                      


                                                                 José María Fortes Castillo.

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LOS PIRATAS

 

    Quizás en mis relatos, pequé un poco de reiteración cuando me refiero a mi abuelo José «El Chache». No quiero que piense nadie que no  conocí a mi  otro abuelo, Joaquín,  ya   que casi nunca hago mención de él.  No es por olvido. Jamás podré olvidar a quien fue prácticamente mi tutor hasta los quince años. De aquel gran hombre, serio, reflexivo, respetable y tan seguro de sí mismo, aprendí lo más importante: hacer frente a la vida.
    En cierta ocasión y debido a la instalación de la feria, el Ayuntamiento le concedió permiso a mi abuelo José, para poder remendar las redes en la Plaza de África. ¡¡Sí!!. Lo que os cuento, en la mismísima plaza de África, entre el Parque de Artillería y las oficinas del Gobierno Militar y no sucedió una sola vez, que fueron varias.
    Allí sentado en el suelo, con la aguja de red en la mano y su eterna camisa blanca. Sin dejar de remendar ni un segundo me contó la historia de mis ancestros; mi bisabuelo José Fortes y la de sus dos hermanos, Antonio y Luis «los Machangas».
    En el año 1870, mi padre y sus dos hermanos,  poseían un barco y se dedicaban al mercadeo. Compraban lo que le encargaban en Orán, para venderlo en la ciudad argelina y de allí traían toda clase de géneros, que podían vender en Almería.
    En una de sus arribadas a Almería, después de vender toda la carga y siguiendo la costumbre, se dedicaron a tomar copas, hasta llegar al estado de embriaguez típico en aquellos tiempos de la marinería.
    A la mañana siguiente, después de dormir la borrachera, partieron los tres hermanos dirección al muelle. Allí, comprobaron con sorpresa que su querido barco había desaparecido. Entre búsquedas, denuncias e indagaciones, pasaron el día con resultado totalmente negativo. La desesperación de verse totalmente desamparado -puesto que por entonces las autoridades no eran tan eficaces como hoy- les indujo a robar un barco, de forma, que así compensaban su pérdida.
    Al parecer, esta nueva herramienta de trabajo, no poseía las gracias marineras del barco anterior y cuando despegaban del muelle, el propietario los vio y denunció con tanta prontitud que fueron cazados enseguida por un barco de guerra.
    Los tres fueron encerrados en las bodegas de un viejo barco, que para tal menester, las autoridades navales poseían en el puerto de Almería.
    Aquel viejo cascarón, no supuso gran dificultad para estos tres enrabietados hermanos, que al mando del mayor José, lograron “fondar” una tabla, por donde lograron huir, pero con tan mala fortuna, que lo descubrieron y de nuevo apresaron a Antonio.
    José y Luis estuvieron declarados fuera de la Ley, acusados de piratería al igual que Antonio, sólo que éste, a buen recaudo, fue condenado a trabajo forzado en el Penal de Cartagena.
    Por toda Andalucía Oriental, fueron repartidos pasquines donde se decía que las autoridades premiarían a quien informara del paradero de estos dos piratas, con la cantidad de cincuenta reales por cada uno.
    La verdad es que no los cazaron y sí lograron los dos hermanos llegar a Cartagena en busca de Antonio que penaba allí sus culpas. Trabajaba en compañía de otros presos en una cantera. Lo hacían encadenados por parejas y la norma existente era que la pareja la formaba un preso de larga condena con otro que tenia pronta la fecha de liberación, con el fin de que uno de ellos se negara a una posible fuga.
    La fuga se llevó a cabo, a pesar de la negativa del compañero de Antonio que estaba encadenado a él por el tobillo.
    De nuevo en libertad, se dirigieron al Levante español y en algún puerto, sustrajeron un barco con el que navegaron otra vez los tres hermanos  piratas.
    Transcurridos dos años, al que se dedicaron a su antigua profesión, siempre con la precaución de no aparecer por Almería. Llegó el día que se cruzaron con su antiguo barco, al que abordaron por sorpresa, maniatando a sus cuatro tripulantes y poniendo rumbo a su Almería natal, donde por fin dejaron resuelto el problema con las autoridades
    Así me la contó mi abuelo del alma, y así os la cuento con la particularidad que yo me llamo José Fortes como mi abuelo y su padre “EL PIRATA”. ¡Qué orgullo…!

 

         Algeciras, 9 de junio de 2008.


                                                 
                                                                        José María Fortes Castillo.

 

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MI VIEJO BARRIO II

 

     Cuando los mayores pasaban las horas en aquel entrañable Puente Almina, nosotros los más jóvenes, deambulábamos de aquí, para allá, por el Paseo de las Palmeras. De Puente a Puente. Por el terreno autentico caballa, la zona conocida como “La Calle de la Muralla”.  Aquella vieja muralla, que con anterioridad fue baluarte defensivo y posteriormente utilizada por aquellos pescadores que oteaban el mar, a la espera de la “mancha” de peces, para de inmediato coger la barca e ir a calarla, con el fin de ganar el sustento de los suyos.
     Esa zona reconvertida con posterioridad, se denominó “Paseo de las Palmeras”, quizás como homenaje al gran número de este espécimen, plantado en la acera norte. De tal manera se construyó, que el paseo en verdad, era un larguísimo balcón al mar, que la juventud ceutí, eligió como lugar de ocio. Igual daba invierno que verano, todos los atardeceres, hasta la hora de retirada, todos los chicos y chicas, paseaban sin cesar por aquel espléndido balcón. ¿Cuántos matrimonios ceutíes se conocieron allí?, yo fui un de ellos. ¿Cuántos amores y desengaños conocerá el espíritu de aquel Paseo?, paseo que también los domingos y días de fiesta, al medio día era un hervidero de jóvenes, que entonces, alargaban sus idas y venidas hasta el muelle España.
     Este verano, en mi visita a Ceuta, alguien me dijo --…que bonito está ahora el Paseo de las Palmeras-- ¡¡¡sí!!! Conteste yo, la verdad que es una bella avenida. La han convertido en una bonita calle y muy moderna. Pero echo en falta algo. Le falta el alma, le falta aquel espíritu que hacía que los jóvenes de Ceuta nos enamoráramos de aquellas bonitas jovencitas. No ves que está vacío. Solo tiene tiendas, macetones y farolas preciosas, pero ya no es el Paseo de las Palmeras. Ya no es un balcón al mar. Antes paseabas y veías el mar, lo tenías allí, debajo de la balaustrada. Nos lo han robado. Antes el mar lo veías, como aquellos caballas, que andaban siempre a la espera, de que el “arda” de sardinas o boquerones, se acercaran allí, debajo de aquel hermoso balcón para ir en su busca y capturarlos, para con ellos mantener a los suyos.  
     Hoy está vacío, sin aquel espíritu, que nos enseñó a enamorarnos, a soñar y amar como solo se puede amar a una mujer ceutí.
    
                Algeciras, 2 de noviembre de 2008 


                                                         José María Fortes Castillo

 

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LAS FABRICAS DE CONSERVAS

 

     La industria más arraigada en Ceuta hasta hace bien pocos años, sin género de dudas, fue la conserva de pescado. Hasta el final de la década de los ochentas y como reliquia de un fructífero pasado, se mantuvo hasta el final la fábrica de Antonio Lloret, ubicada en el Agujero.
     En mi niñez, sin poseer datos ni documentos, solamente confiando en la memoria, recuerdo las siguientes fábricas: Carranza <<en la Ribera>> Cabanillas, Manolo Baro y la mencionada de Lloret <<en el Agujero, Folque y Feria <<en el Chorrillo>>, Consorcio Almadrabero y Benito de la Morena <<en la Almadraba>>, siete fabricas de conserva de pescado en una población como Ceuta que en los años cincuenta tendría aproximadamente unos cincuenta y cinco mil habitantes, refleja de alguna manera el gran auge que tuvo esta industria en Ceuta.
     Por los años cincuenta, la pesca de la melva era tan abundante en Ceuta, que la lonja no daba abasto de recibir barcos cargados hasta el puente de estos túnidos. El factor tiempo era tan importante, que al revés de hoy, la pesca no se desembarcaba en cajas. Dos marineros se encargaban de echar las melvas al muelle mientras iban contándola. Las arrojaban de cuatro en cuatro y el total de la cuenta, se multiplicaba por cuatro y esa era la cantidad desembarcada.
     Con las prisas. Muchas melvas caían al agua y sobre todo los domingos, allí estábamos Juan José Ramírez, Pepe Torres, Francisco López, Francisco de León y un servidor para registrar el fondo y extraerlas, las cuales vendíamos en cualquier fábrica de las que había en el Agujero. Aun recuerdo que nos pagaban a un duro la unidad. En época de estudiante, que equivale a época de penurias, aquel dinero me venía de perlas.
     La conserva del pescado en aceite, data del siglo XIX. El emperador francés Napoleón, consideraba que las guerras las ganaban los ejércitos mejor alimentados, de ahí que ordenó se investigara la forma de conservar la carne y el pescado de otra manera que no fuera en sal ni seco, que hasta la fecha eran  los sistemas conocidos, pero causaban mucha sed a los soldados.
     Nicolas Appert descubrió que el aceite, era especialmente bueno para conservar el pescado. Al principio el pescado con aceite se conservaba en frascos de vidrio, hasta que el inglés Peter Durand recurrió a la hojalata.
     Tras la vergüenza del treinta y seis, España quedó asolada y las necesidades eran muchas y pocas las posibilidades de paliarlas. Ceuta posiblemente, fue una de las ciudades españolas que más levemente sufrió esta crisis. En gran medida, por la abundante pesca que poseíamos y por el trabajo extra que las mujeres llevaban a cabo en las fábricas de pescado. Necesitadas por entonces de mucha mano de obra para su manipulado.
     En el año 1987, a un importante político de nuestra ciudad, tomando una copa en el bar de Las Balsas, le comente la posibilidad de salvar la última fábrica de pescado, conservándola como escuela taller, al objeto solo de abastecer el mercado local. Al estilo de lo que hacen tantos pueblos de nuestra geografía, con el fin de mantener viva una tradición y la cultura del pueblo.
Pepe, eso son tonterías, las fabricas se han ido cerrando por los costes de los materiales, dado que los de los aranceles se pagan el doble que las demás fábricas de la península. El de ida y vuelta. Por eso –le respondí- si nos limitamos al mercado local no ahorraríamos el de vuelta y podríamos ser competitivos y mantendríamos la tradición, además Antonio Lloret seguiría al frente de su fábrica como director técnico y así no tendríamos que buscar a nadie que se hiciera cargo.
     Lo típico, palmadita en el hombro y un –ya lo estudiare Pepe, no te preocupes- … y una mierda. Habrá tenido tiempo de estudiarlo el muy hijo de ¡¡¡Calla Pepe, que no te pierda tu amor por Ceuta!!!

         

       Algeciras, 24 de octubre de 2008

                                                                    José María Fortes Castillo

 

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MI AMIGO LUIS AMUEDO

 

     Entre los grandes amigos que tuve la suerte de disfrutar durante mi juventud, no cabe dudas que Luís Amuedo ocupa un lugar destacado entre ellos y que de alguna manera, dejó una gran huella en el álbum de mis recuerdos.
     Ya hago mención de él, en el artículo que titulo “Los Guateques”, porque como               venía de hacer un viaje a Extremadura, donde disfrutó de los guateques y le gustaron, pues ¡¡hala!!, aquí tuvimos que hacer guateques también por el empecinamiento de nuestro amigo Luisito.
     El amigo Luis durante aquella bendita  juventud, llevaba tiempo encandilado de una doble botella de 4,75 litros con regulador marca DRAGER que estaba arrumbada en unos almacenes de Comercial Africana, propiedad de Jacobo Benasayac, que a su vez era socio del hermano de Luis en varios negocios. El bueno de Jacobo se la negaba, alegando que llevaba más de tres años cargada y que era peligroso utilizarla. Pero claro no sabía con quien se jugaba los cuartos. Tan pesado tuvo que ser el amiguito Luis en sus peticiones, que muy probablemente y con tal de quitárselo de encima le diría;  llévate las botellas el regulador y todo lo que quiera del almacén pero por favor déjame tranquilo.
     Así era mi amigo Luis, nunca se daba por vencido y como en aquellos tiempos andaba tras un par de grandes meros que tenía localizados en la rebera de la almadraba, que se calaba entre La Peña y el Agujero de la Sardina. No tuvo otra ocurrencia, que tras la adquisición de las botellas que le habían regalado y en compañía de aquel otro gran amigo que fue Paco Méndez, dirigirse a la playa en busca de los meros que tanto anhelaba.
     La temeridad de Luis no tenía límites. No se paró a pensar que era un equipo que llevaba más de tres años sin ser utilizado y abandonado, sin pasar la más mínima revisión que avalara su utilización. Pero al mismo tiempo, él no tenía por entonces ni la más mínima idea de escafandrísmo. Pero Luis era un “concentrao” de Zipi y Zape, y sin el más mínimo reparo, se plantó en aquel lugar de la rebera, donde tras la inmersión, a los pocos minutos, Paco Méndez lo ver emerger de aquella treintena de metros con un gigantesco mero, pero totalmente descompuesto.
     Luego en la playa, más tranquilo pero con unas diarreas tremendas y gran dolor de cabeza da cuenta de su odisea. La membrana del regulador dado su estado de abandono, estaba envejecida y rasgada por un lateral, y el resultado lógico era la mezcla de aire agua. Imaginaos a Luis a 35 metros de agua y por cada aspiración tragando mitad de agua y la otra mitad de aire viciado. Se dice que para los padres hay hijos con más predilección que otros. Pues bien, yo creo que Luis, para nuestro Gran Padre debió ser unos de sus hijos predilectos, si lo mantuvo en este mundo sano y salvo cuando siempre estuvo haciendo oposiciones para irse al otro mundo y con notas de sobresaliente. Este capítulo lo vamos a dejar aquí, pero prometo que en el próximo os contare cuando al amigo Luis le dio por la artillería y estuvo a punto de matarse él, a cinco amigos y a un perro.

         

    Algeciras, 1 de enero de 2009

                                                                           José María Fortes Castillo

 

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EL CAÑÓN DE LUIS


     De nuevo estoy con vosotros para contaros lo que ocurrió una tarde en el patio de nuestro amigo Pepe Torres, sito en la carretera Nueva. Esta era una casa que pertenecía al Ministerio de Obras Pública y dado que el padre de Pepe era capataz de la brigada de mantenimiento de carreteras, le habían facilitado este pabellón para su utilización como vivienda. Antes de acceder a la vivienda, la casa poseía un hermoso patio, con un cuarto de desahogo donde Pepe guardaba todo lo relacionado con la pesca submarina, que era nuestro hobby en aquellos tiempos.
     Los domingos, no siempre coincidía con buen tiempo y no siempre, podíamos ir a pescar. Aquella tarde se daban esas circunstancias y nos encontrábamos reunidos Pepe Torres, Mariano y Salvador Marcos, Paco Méndez, Luis Amuedo y yo.  Un temporal de levante hacia que nos dedicáramos a dar vueltas hasta que llegamos al patio de Torres y allí, no sé cómo ni porque, apareció un cañón en miniatura que era una copia perfecta de aquellos que portaban los galeones en el siglo XVI. El dichoso cañón cayó en manos de Luis Amuedo que tardo poco en manifestar: esto se cargaba de pólvora por el mismo cañón, se retacaba y de inmediato se colocaba el proyectil. Por este agujero de la parte superior, salía la mecha que al prenderle fuego, a través de ella prendía también la pólvora que disparaba el proyectil. Toda esta lección de teórica correspondía tanto a Luis como a Mariano, que eran los dos cerebritos del grupo, pero diferentes en las formas; Mariano era moderado y Luis era el temerario. Y como temerario,  no tardo en preguntar ¿lo cargamos y lo hacemos disparar?, y ¡¡hala!!, mano a la obra. De donde sacó la pólvora no lo sé, si vi como hacía el proyectil de una plomada de pesca y como retacaba la pólvora dentro del cañón y con una mecha, fabricada de no sé que, se dispuso a hacer disparar el cañón.
     El cañón con su correspondiente carga, lo colocó sobre un taco de madera y todos nos escondimos, mientras “el loco de Luis” prendía la mecha. Al rato nos dice que la mecha se ha apagado y que aquello no funciona. Pero de inmediato rectifica y pregunta a Torres si tenía un poco de Alcohol. Torres entra en su casa y saca un frasco con lo solicitado por Luis, y este vierte una cantidad en un recipiente en forma de platillo, colocando el cañón encima y prendiéndole fuego. De nuevo, todos los presentes nos retiramos, quedando el artillero Luis al frente de la operación. Pasado un momento, de nuevo nos llama diciéndonos que el alcohol se había apagado y que el invento no daba resultado.
     Los que estábamos a cubierto en la calle, entramos de nuevo en aquel cuartillo, cuando de pronto; ¡¡¡¡boooooonnnnn!!!!, una tremenda explosión casi me revienta los tímpanos. El cañón, al no estar anclado en ningún lugar saltó por los aires, hecho pedazos y convertido en metralla. El proyectil salió disparado atravesando el mango de un serrucho y clavándose en la pared del patio. El perro de Torres, del tirón que dio de la cadena, abrió el cáncamo que la sujetaba a la pared y ladrando desesperadamente salió corriendo como alma que lleva el diablo. Que saliéramos ilesos de allí fue un verdadero milagro. Aún me pregunto ¿cómo en un lugar tan pequeño con seis personas en su interior, ni la metralla ni el proyectil tocó a nadie de nosotros?, cada vez que lo recuerdo se me ponen los bellos de punta.
     Con estos dos ejemplos, podréis haceros una idea, quien era Luis Amuedo. Un tío que no temía a nada, que no salía de una cuando se metía en otra, además poniendo en peligro su integridad y de paso también de quien estuviera a su lado.
      Si alguno de vosotros tiene la suerte de tener un amigo al estilo de Luis Amuedo, cultivarlo y conservarlo porque es “un pata negra”, pero cuidado, si algún día tiene una idea y se le ocurre decir; podíamos hacer…, no le dejéis continuar y responder inmediatamente con un rotundo ¡¡¡noooooooo!!! Si no queréis veros en peligro.

                     

Algeciras, 2 de enero de 2009

                                           José María Fortes Castillo

 

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                                                                     JUEGOS INFANTILES

 

    Probablemente, jamás hubiéramos tenido aquellas inventivas, de haber nacido en estos tiempos. El poder adquisitivo de los padres modernos, facilita que los niños de estos tiempos, no tengan la necesidad de acudir a un taller de mecánica, para pedir un par de cojinetes con el que fabricábamos un patinete. Aquellos patinetes, cotejándolos con los modernos de tracción eléctrica, serían ridículos. Hasta aquí todos conformes, ¿pero qué me dicen, del cariño con el que nos buscábamos la tabla adecuada y el palo que nos sirviera de manillar?, hoy el niño presume del juguete que le compraron sus padres, ayer presumíamos del que habíamos sido capaz de fabricarnos.
    Cuando veo a mis nietos, estar toda una tarde con los jueguecitos del ordenador, sin necesidad de salir a la calle a jugar, me pregunto, ¿estos niños, tendrán la oportunidad de presentar el día de mañana, a un amigo, como el amigo de toda la vida?...
    Estoy seguro, que de existir todos estos aparatos electrónicos, cuando nos criábamos en el Patio del Callejón del Asilo Viejo, cincuenta años después, no sentiría el cariño que tengo a Federico y Jesús Gaona, al igual que por Paco Benítez y aunque no vivía en el patio, por mi gran amigo Paco de León, que después de pasar muchos años en  Argentina y estos últimos en un pueble de Teruel, nos llamamos a menudo y últimamente chateando por Internet.
    Las muchísimas horas, que pasamos juntos en nuestra infancia, no cabe duda, es un motor que genera en nuestros corazones, un compromiso de amistad y cariño, que no sentirías sin aquel roce continuo. Por eso, ¿será la perdida de la amistad, otro tributo que tendrá que pagar el hombre moderno?, de verdad os digo, que prefiero un partido de fútbol con botones. Como aquellos que jugaba revolcándome en el suelo con mi amigo Paco de León o Quique Lozano, a estar cómodamente sentado en el sofá con un mando en la mano a esperar que mi nieto José Manuel de siete años, me dé una paliza.                                    

 

     Algeciras, 8 de julio de 2008.

                                                           
                                                                              José María Fortes Castillo

 

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EL CAS

 

     A mediado de la década de los sesenta, la playita sita junto al Puente Cristo, le fue cedida al CAS «Club de Actividades Submarinas». Dicha playa la tuvo cedida con anterioridad el Unión África Ceutí, pero cuando se separó la sección de submarinismo, el Ceutí se cedió la concesión que le tenía otorgada por parte de la Junta Obras del Puerto.
     Los primeros días, fueron maravillosamente alegres y distraídos. A pesar del tremendo lote que nos dábamos todos los domingos de trabajar, al objeto de limpiar primero, la tremenda cantidad de escombros y basura allí acumulada y acondicionar después el lugar como varadero, lo recuerdo con tremenda felicidad.
     Entonces, el club era simplemente el CAS, sin nada de Club náutico ni tonterías. Aquello era un grupo de amigos, con don Salvador Fossati al frente, que trabajamos como burros, con la ilusión de tener un lugar donde reunirnos junto al mar.
     Con anterioridad, el club estaba ubicado en la calle Espino, pero no era precisamente el lugar adecuado para un club de submarinismo.
     Con los mayores al frente dirigiéndonos, quiero recordar, al margen del presidente don Salvador, a Juan Bravo, Manuel y Rafael Ribera, Chico, Paco Luque, Antonio Alejo <<el musculitos>>, Juan Díaz, Antonio Morales, Evangelista y un largo etcétera, del que siento no recordar sus nombres, además de mis más allegados como eran Mariano y Salvador Marcos, José Torres, Luis Amuedo y Paco Méndez.
      Fueron momentos inolvidables, los que viví en aquella playita tan encantadora. Pepe Torres, era un especialista en la pesca con boyas. Esta pesca que practicábamos en invierno, consistía en preparar un número indeterminado de corchos <<aquellos redondos con un boquete en el centro que se utilizaba en las artes de la pesca de traíñas>>, que se les colocaba un nylon de unos veinte centímetros con un anzuelo del número seis y otro nylon de treinta centímetros con otro anzuelo del mismo número. Cuando la corriente “tiraba” en dirección a la bocana, era el momento ideal. Pepe se encargaba desde el mini-muelle que allí existía, de ir “enguando” con trozos de pan que arrojaba en medio del canal a las futuras presas. Los dos anzuelos de las bollas se cebaban con macilla hecha con el pan y se arrojaban en el centro del flujo de la corriente, la cual lo arrastraba hacia afuera, hasta que de pronto desaparecía. Entonces era el momento de ir en su busca y para tal menester, utilizábamos un esquife llamado “Ñas”, propiedad de un amigo de Pepe.
      La boya iba navegando con sus dos trocitos de la apetitosa macilla, y los peces que previamente habían acudido al lugar cebados por el pan, atacaban a la macilla con un apetito feroz, quedando enganchado en el anzuelo. Cuando la pieza era grande como un buen sargo, la boya desaparecía y tardaba un buen rato en aparecer, agotado el pez por la presión flotante que ejercía el corcho.
      Este tipo de pesca, era altamente distraída, no solo para nosotros. En mi relato sobre el Paseo de Las Palmeras, ya apunto que la juventud los domingos y días de fiestas, afluían notablemente tanto al Paseo como por el Muelle España, y aquello se convertía en un espectáculo del que todos disfrutaban y colaboraban, dado que la visión desde la rampa del muelle, era mucho más amplia que desde la embarcación.
      Casi siempre era yo el que se encargaba de recoger las piezas enganchadas, pero cuando me acercaba, el pez se hundía y desaparecía de mi vista, y con gratitud, esperaba aquellas gratas palabras –por allí, a la izquierda—y presto paleaba en aquella dirección, con la caña con dos grandes anzuelos en la punta preparada para subir a bordo bien el sargo o la chopa.         
        Para finalizar, toda la pesca se la regalábamos al señor Romero, que era un antiguo legionario que regentaba el pequeño bar del CAS. La verdad es que aquellos tintos y las tapitas de pescao frito nos sabía a gloria. Ya me contarás, con veinte años y toda la mañana haciendo ejercicio, te comías lo que te pusieran delante.
       Me pongo a pensar y la verdad es que añoro aquellos tiempos. Siempre he tenido la suerte de no envidiar a nadie, porque lo he tenido todo. En mi juventud, tuve al CAS y al Ceutí, además de un grupo de amigos extraordinarios, que me daban toda la felicidad que precisaba y de siempre una gran familia.

                                              

Algeciras, 19 de diciembre de 2008 

 

                                                                                         José María Fortes Castillo                                 

 

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LOS GUATEQUES

 

   Al principio de los años 60, cuando mi amigo Luis Amuedo, que había pasado unas vacaciones en Extremadura regresó a Ceuta, trajo un veneno en la sangre, “el guateque”. No tardó en localizar un toca-disco, propiedad de José Luis Aguilera y el domingo siguiente se organizó el primer guateque.        
     Luis, llegó a un acuerdo con su madre, de manera que abonando entre todos una cantidad, con la cual pagar a una mujer dedicada a la limpieza doméstica, que adecentara la casa, la que dejábamos no de muy buen ver.
     El siguiente paso era abastecernos de algo para beber, donde destacaba la ginebra o el ron, mas coca cola, tónica o fanta.
     Luis vivía en la Plaza de los Reyes, en la calle que conducía al cine África y allí nos reuníamos; Luis Amuedo, Mariano y Salvador Marcos, Pepe Torres, Paco Méndez, José Luis Aguilera y un servidor.
     La verdad es que pasábamos ratos muy agradables, en muy buena armonía, al ritmo de los populares de entonces como eran, los Beatles, Enrique Guzmán, Raphael, Los Brincos, <<con aquellas dos de sus primeras canciones “Cada cual” y “La vieja melodía”, Dúo Dinámico, Paul Anka, Domenico Modugno, Renato Carsone, etc. La costumbre de entonces, nos obligaba a iniciar el baile a las siete de la tarde, dado que las niñas, por regla general tenían que estar en casa a las diez.
     Desde un principio, aquella nueva distracción nos impactó muy gratamente, de forma que anhelábamos la llegada del domingo, por dos motivos importantes, por la mañana la pesca y por la tarde el guateque. Existía una pequeña competencia entre nosotros, a la hora de bailar lo más movidito, por el hecho de presumir y atraer la atención de las féminas. Pero todos en el fondo reconocíamos que el más sobresaliente sin duda alguna era Mariano Marcos.
     Recuerdo aquellos tiempos con una añoranza tremenda, tiempos llenos de felicidad que al ritmo de aquellos discos de 45 revoluciones por minuto, nos hacían la tarde  notablemente placentera, que nosotros con aquella maravillosa juventud, tratábamos de disfrutar al máximo, llevando casi volando en nuestros brazos una bella ceutí. Por algo Ceuta siempre ha destacado por traer al mundo mujeres bonitas.
     Cuando llegó el verano, cambiamos de lugar y nos trasladamos al patio donde vivía Pepe Torres. Allí con el aroma de la dama de noche, había más espacio para danzar, pero como siempre ocurre, poco a poco,  se fueron agregando más gente de forma que casi no se cabía, pero no obstante, seguíamos esperando la tarde del domingo con ilusión.
     La filosofía que se vivía en aquellos tiempos, donde casi todo estaba prohibido y censurado, ayudaba más al disfrute del guateque. Al inicio de la música, el coger por el talle  a una bella chiquilla y susurrarle al oído palabras amorosas, hacia que te sintieras más libre, zafarte de alguna manera de aquella disciplina cuartelera a la que nos tenían sometidos. Sentir como aquella bonita chica se movía en tus brazos, como la separabas de ti, para luego con un giro de muñeca hacerle dar una vuelta, para de inmediato volverla atraer, hacía que te sintieras bien en aquellos tiempos de penurias. Tenias la sensación que abrazar y atraer hacia ti aquella bonita chiquilla, era cometer un pecado, pero un pecado compartido con ella, como si fuera un secreto entre los dos, que ayudaba y mucho, en hacer todo aquello más fascinante.
     La verdad es que esos momentos nos ayudó a salir de una vida monótona y a relacionarnos más con el sexo opuesto, pero como se imaginan, dentro de unas limitaciones que hoy parecerían ridículas. Pero en contrapartida, también tengo que reconocer que existía un romanticismo que hoy desgraciadamente brilla por su ausencia, y cuando robabas el primer beso o recibías la primera caricia, era esto motivo para tener toda una noche de sueños maravillosos, en los cuales te veías como un príncipe azul en aras de alcanzar la mano de la más bella damisela. A las niñas, se las respetaba enormemente y no he conocido, al menos en nuestras fiestas, ningún caso que dijera lo contrario. Probablemente ser casi todos jóvenes de Acción Católica ayudaba mucho.

 

                                   Algeciras, 26 de noviembre de 2008 


                                                           José Mará Fortes Castillo

 

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                                                        EL CHAVARÓ


 
     En mi niñez, había en el Barrio dos personajes entrañables que nunca tuvieron un trabajo fijo, pero sabían buscarse la vida, de una forma u otra. Estos dos personajes eran completamente opuestos, pero sabiendo cómo sobrevivir en aquellos tiempos de penuria y tanta escasez. Estos dos eran Chavaró y el Perlani.
     Chavaró, también conocido como “Chava” en realidad se llamaba Salvador Barrera y fue con toda seguridad la persona que mas conocía el muelle del Comercio y a la vez, quien mas fruto le ha sacado.
      Disponía de un número elevado de salavares de varios tamaños. Los grandes para los centollos y los más pequeños los dedicaba a la pesca del camarón, sacando al mismo tiempo alguna que otra castañuela que abundaban en las escolleras del muelle.
     Por aquella época, había un par de marisqueros –así le conocíamos- que con sus chaquetillas blanca y su cesta llena de marisco, deambulaban de bar en bar ofreciendo sus productos, que consistían en camarones, gambas, cañaillas, percebes, castañuelas, galeras etcétera. El caso es que era una estampa muy típica de Ceuta y ha desaparecido.
     Chavaró conocía la escollera de un modo increíble, piedra por piedra y cueva por cueva, todo aquellos rincones los llevaba grabados en su mente. Calaba veinte o más salabares de camarones, en aquel laberinto de piedras y sabía perfectamente donde estaba cada uno, que periódicamente iba sacando y vaciando el producto obtenido. Yo le acompañé alguna vez y la verdad me dejaba maravillado.
     El marisco capturado, solía vendérselo a los marisqueros que después de cocerlo, los vendían como he comentado con anterioridad. Y es así como de joven se ganaba la vida el bueno de Chavaró.
     En una ocasión, estando yo pescando en el muelle, ya de mayor, llegó a mi lado con un chambel con el anzuelo “encarnao” con media sardina. Lo saludé y me dijo que iba a por un zafio, que me apartara un poco que estaba debajo de donde yo pescaba. Lo hice y lanzó el chambel. No tardó un minuto y saco un bicho de tres o cuatro kilos. Me dijo, Pepe es que hoy quiero comer patatas en amarillo con zafío. Me quedé de piedra, sabía que allí había un zafio y cuando tuvo necesidad de comerlo, se fue al lugar y lo cogió. Yo quedé petrificado, y esto os puede dar una idea de sus conocimiento del aquel hábitat. Me comentó que estaba colocado en Urbaser y que le iba la vida bien, De lo cual me alegre bastante.
     La última vez que lo vi, fue en víspera de Navidad, una comida que ofrecía Urbaser a sus empleados, y Eladio López, delegado en Ceuta de la empresa, nos invitó al concejal de Medio Ambiente y a mí. Noté que cuando lo miraba volvía la cara haciéndose el distraído, como hacía años que no lo veía me acerque a él y lo saludé. Se excusó diciendo que como estaba con los jefes, no me había querido saludar, lo que le reproché y tras unos momentos de charla lo deje, dado mis compromisos.
     Esporádicamente nos veíamos alguna vez hasta que un día alguien me comentó que había fallecido. Lo sentí, y debo reconocer, que dentro de su modestia y humildad siempre le admiré, porque indudablemente en el muelle fue El Rey.
     Siempre lo recordaré, rodeado de chiquillos. Aquellos chiquillos que llevábamos en la sangre ese veneno que nos contagiaba el barrio donde vivíamos; la pesca y el marisqueo. Él era el experto, el que conocía todos los secretos de aquel muelle tan cerca de casa y del que tanto disfrutábamos. Todos los chavales sabíamos que con “el Chava” podríamos aprender a saber hacer lo que más nos gustaba.
     Espero que en el Cielo, siga mariscando como lo hizo en su Ceuta y se haga ver y notar como en su barrio y en su muelle, entre los dos puentes.

 

            Algeciras, 26 de diciembre de 2008
                                                                                           

José María Fortes Castillo

 

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EL PERLANIS

 

    Otro vecino notoriamente célebre en nuestro barrio, fue el conocido como el Perlani. Nunca supe su nombre, puesto que todos le llamaban así y como el respondía tan pancho sin mostrar síntomas de enfado, creo que pocos fuimos los que conocíamos su verdadero nombre.
    Vivía en la parte baja del patio de los Aros, antes conocido como “el patio de chato de la luz”y era un autentico busca vida. Recuerdo que poseía una enfermedad, que le impedía embarcarse y hacer esfuerzos físico, inconveniente penoso en aquellos tiempos de escasez y penurias. Pero el hombre agudiza su ingenio cuando la apocalíptica hambre es compañera inseparable de su existencia.
En aquella vivienda, moraba con su madre, también conocida como la Perlana, su cuñado Federico, que era viudo y el único que aportaba un sueldo en aquel hogar, dada su condición de policía armada, y un hijo de este conocido como el Sopa.
Como indico con anterioridad, el Perlani era un busca vida y trataba de salir adelante de la forma que fuera y sacar unas perras donde no existía.
    Confeccionaba cigarrillos de matalahúva –anís- o de ramas de sidra, que los chiquillos comprábamos, a perra gorda -diez céntimos- los de anís y dos cigarrillos de sidra por una perra chica -cinco céntimos-. Otro instrumento que fabricaba eran lastiqueras -«tira chinas»-, estas costaban a peseta las de gomas de color negro y dos pesetas las de tirantas roja. También por el módico precio de dos gordas -veinte céntimos-, le podías comprar una pipa hecha de caña, que fabricaba con un trozo de caña de unos cuatro centímetros, donde en un extremo estaba el nudo y junto a el, le hacia un boquete donde ajustaba un carrizo de doce o trece centímetros. Con estas en nuestro poder, nos acercábamos al carrillo a comprar un cigarrillo de picadura, con el que rellenábamos la pipa y como comprenderán, lo inmediato era localizar un lugar lo suficientemente discreto para encenderlas sin que nadie nos viera. Normalmente casi siempre era elegida la puerta de la Catedral, detrás del águila.
Este pobre hombre, quizás empujado por la tremenda necesidad que padecía, se dedicó también a vender fotografías de desnudos, con tan mala suerte que algún mal nacido lo denunció, siendo detenido y deportado posteriormente. Algo que hoy no tendría importancia ninguna, fue motivo de la desgracia de un pobre hombre, que su mayor delito fue ser pobre entre los pobres.
    Al Perlani, indudablemente los chiquillos del barrio lo echamos de menos, puesto que era el maestro armero y quien nos pertrechaba de los elementos que utilizábamos en nuestras travesuras. Lo que si quedó patente, es que cuando faltó del barrio, el barrio fue otro. Aquellos adoquines que pateábamos miles de veces, lloraron de tristeza, cuando pasaron días y más días sin ver aquel que nunca faltaba dando vueltas por la calle Sánchez Navarro.

 

        Algeciras, 28 de diciembre de 2008

                                                                                           José María Fortes Castillo

 

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LOS DITEROS

 

    ¿Quién se acuerda de los diteros?. Si los mayores nos acordamos bien. Eran unos señores que con un grueso libro, conocido como “libro de dita”, deambulaba de calle en calle visitando a sus clientes.
Aquellos años de la posguerra, trajo consigo unos años de penuria y escasez, donde la gente, para hacer frente a sus necesidades y ante los ridículos salarios que recibían aquellos pobres trabajadores, que se rompían el espinazo de lunes a sábados, no veían más salida que recurrir al ditero.
Estos hacían de intermediario entre el comercio y cliente. Me explico; cualquier persona que precisaba una prenda de vestir -por ejemplo- le solicitaba al ditero la adquisición de la prenda elegida en el comercio que le indicaba junto a sus características. El ditero se presentaba en el comercio, adquiría la prenda y se la entregaba al cliente, la cual le iba abonando poco a poco según sus posibilidades económicas y como es lógico, con un beneficio económico para el ditero.
En el Antiguo Callejón del Asilo, había varias familias que practicaban este tipo de compra. Especialmente, estaba muy extendida entre las gentes de la mar. Esta costumbre venia dada porque el pescador no disponía de un sueldo fijo, sino que estaba sujeto a que la temporada de pesca fuera mas o menos fructífera, o que los tiempos le permitieran o no, disponer de la posibilidad de ganarse el sustento.
De joven, cuando veía al ditero ir en dirección de la Ribera, me apresuraba a ir a la Carretera Nueva y frente a la casa de mi amigo Torres, que coincidía con la salida del túnel, esperaba que apareciera este y en cuanto asomaba la cara por aquella entrañable playa, la primera persona que lo veía, se desgañitaba pronunciando la palabra ¡¡¡agua!!!. Esta palabra, alertaba de tal manera al vecindario, que todos los vecinos corrían como demonios en dirección al Agujero de la Sardina. La voz de ¡¡¡agua!!! no tenia ni edad ni sexo. De igual forma era pronunciada por una anciana como por un niño, pero siempre con el mismo resultado, a excepción de aquellos que la jornada de pesca le fue positiva y aquel día podían cumplir con el compromiso adquirido. Al final siempre pagaban, puesto que era la única forma de asegurar otra posible adquisición de una prenda de vestir, una manta, una cacerola o cualquier otro elemento imprescindible en el hogar.
El señor presidente de la Ciudad de Ceuta, don Juan Vivas, en su discurso el día del encuentro, señaló que aquella barriada era como el Corte Ingles. No le faltaba de nada, tenia ferretería, barberías, carbonerías, bazares, ultramarinos, perfumería, etcétera, pero se le olvidó decir que también teníamos nuestro propio ditero, que vivía en la calle Obispo Barragán número tres y se llamó Luis Ordoñez.
Sigo con el rumbo fijado por mi capitán Manuel Castillo y mi contramaestre Fini, de navegar a través del tiempo, en busca de personajes de aquel barrio, que aunque haga mucho tiempo de su fallecimiento, se hicieron notar de alguna manera y como cualquier otro vecino, tienen el derecho de seguir presente entre nosotros. Solo muere aquel que es olvidado, el recordado siempre estará con nosotros, como aquel buen hombre llamado Luis y era el ditero del Antiguo Callejón del Asilo.

 

Algeciras, 30 de diciembre de 2008

                                                                           José María Fortes Castillo

 

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LOS PRIMEROS TELEVISORES

 

     Reciclando en mis recuerdos, Manolo y Fini, me han hecho caminar por el túnel del tiempo, y me viene a la memoria, los primeros televisores que comenzaron a emitir por aquel Barrio del Asilo Viejo.
      Por los años 1973, cuando iniciaba mis relaciones con la que hoy es mi mujer, Rosi Amado. Ella vivía en el número cinco de la Asileña calle Obispo Barragán. En aquellos años, ya comenzábamos a levantar cabeza de los difíciles  anteriores, que la insensatez y la sinrazón nos llevaron a padecer, que como siempre, salimos los más perjudicados; los pobres, la clase obrera. Pues bien, como decimos, aquellas buenas gentes que con anterioridad lo pasaron tan mal, iniciaban una nueva etapa. Etapa que les ofrecía un “modus vivendis”, muy diferente. Entre las prestaciones que los nuevos tiempos ofrecía, recuerdo las lavadoras eléctricas, electrodoméstico novedoso por entonces, que podía ser comprado o alquilado por los menos pudientes. El propietario de aquellas lavadoras de alquiler, iba en una moto carro, repartiendo o retirando de la vivienda el aparato que había sido solicitado. Eran lavadoras muy simples, que solo se componía de una pileta donde en su interior, un rotor con tres álabes hacia un movimiento de vaivén, a través de un motor eléctrico. En un lateral de la pileta, dos rodillos metálicos con el exterior de goma, servía para escurrir las prendas después de enjuagadas.
      Por entonces, no existían los detergente, ni la lejía y mucho menos los suavizantes. Entonces se estilaba la sosa que la llamaban “soda” y los polvos de gas. Años más tarde, se comercializó el jabón en escama y fue notoriamente popular el “Escama saquito” de cuya canción, nos daba la tabarra diariamente la radio.   
       Pero el invento mas revolucionario sin duda alguna fue “la tele”, En aquella calle Obispo Barragán, el primer lo tuvo Francisco León, más conocido como Frasquito “el señorito”. Este señor, fue el que adquirió la tienda que era propiedad de Pepa “la zapatera” y en la calle fue todo un acontecimiento la importante adquisición, que corrió de boca en boca por la vecindad y la verdad, es que las dos hijas del adquiriente, contribuyeron para que ningún vecino quedara ajeno al histórico hito.
       A los pocos días, fue Rosita “la de Varo” la que dijo: ¡¡¡ah!!!, “po yo también”, y de esa manera, en el número cinco de aquella calle, entró el segundo televisor. “Aquel segundo televisor, al contrario del primero, que fue de una privacidad absoluta, se convirtió prácticamente en la tele de todos los vecinos. Cierro los ojos y aún veo a los mellizos de la familia Espinosa “los Pompos” y sus hermanas, o Encarna la de los calafates, o Mercedes y su esposo Juan Barrera, Agustina –que vivía en el interior del colegio-- y un largo etcétera, que con sus sillas a cuesta, lógicamente no todos a la vez,  gozaron de momentos inolvidables con aquellas actuaciones del Dúo Dinámico, Alberto Cortés, o los programas más populares de la época, como eran; Gran parada, Sábado 64 o Concertino que presentaba Torrebruno. 
      Hoy, cualquiera de aquellos vecinos, poseen en su casa hasta tres televisores, pero en el recuerdo, siempre tendrán presente, aquel televisor que compró Rosita y disfrutó todo un barrio. Barrio que siempre supo compartir penas y alegrías y aunque recuerde los berrinches que cogía mi suegra -- una vez acabado el programa y comprobaba en el estado que quedaba el comedor—en los que prometía, que eso no volvería a repetirse y que la tele del barrio se había acabado--. La verdad es que al día siguiente se volvía a repetir lo mismo. Nunca tuvo valor de echar a nadie y en la distancia que dicta el tiempo, considero que disfrutaba de todo aquello, aunque le dejaran el suelo lleno de cáscaras de pipas. Dios la tenga en su Gloria, que méritos para ello hizo en la Tierra.

                       

Algeciras, 17 de noviembre de 2008 

                                                                       José María Fortes Castillo

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MARIBEL

 

     Querido primo Manolo: Maribel fue una vecinita que tuve en la calle Obispo Barragán. Como sabes yo vivía en el número cinco y ella en el patio contiguo a mi casa que era el número siete.
    Siempre fue una niña muy callada y nada traviesa. Lo que más le gustaba era acercarse a los corrillos que se formaban con alguna frecuencia entre las mujeres del barrio. Por entonces, era costumbre en la calle y en el barrio en general, salir las noches de verano a la puerta de la vivienda, pertrechada con una silla baja en compañía de familiares o vecinos. Ya sabes que en aquellos tiempos se instalaban en el Puente Almína los puestos de sandias y melones y era costumbre tanto en la calle como en el barrio en general ir de noche a por una sandia de las grandes para comérnosla entre los vecinos que allí nos sentábamos. Maribel no se perdía una, en cuanto detectaba la reunión en cualquier puerta, no tardaba en ir a su casa a por la silla y siempre encerrada en su silencio, se sentaba entre nosotros esperando su ración del refrescante fruto.
En mi puerta recuerdo que la reunión la componían a parte de nosotros, Encarna Pajares y su esposo Juan,  Juan Barreras con su mujer Mercedes y mi primo Luis Ordóñez con Antonia su esposa que éramos los que vivíamos más cerca. Ella se acercaba porque tenía pasión con Cari hija de Luis y Antonia y precisamente cuando la he oído pronunciar palabra, era cuando iba en busca de ella a la que llamaba Cai. Creo que ha sido una de las pocas palabras que pronunció en su vida.
Me acuerdo bien, porque su madre María -la que conocíamos como «María la gorda»-, siempre la mantenía muy limpia y aseada y la verdad es que con la “tajá” de sandia se ponía perdida, lo que nos divertía a nosotros y ella disfrutaba como lo que era un angelito.
     Espero te haya servido esta misiva, para engrandecer el escrito que piensas hacer sobre Maribel, y con tu delicadeza y filosofía, seguro que harás una gran obra como todo lo que tocas.

                   

 

 

Algeciras, 29 de noviembre de 2008 
                                                                        
                                                                                          Un beso, de tu prima Rosi.               

 

 

                              

                                      LA PLAYITA DEL TINTERO

 

     Jamás he oído a nadie -al margen de mi padre y mis abuelos- hablar de la playita del tintero. Todos los que frecuentan esta Web, se habrán dado cuenta que uno de nuestro principal objetivo, es recordar lo que fue ayer nuestra querida Ceuta. Es por eso, que mis escritos están contemplados en la página de historias del ayer y con ellos, trato de hacer saber a todos mis paisanos lo que vi o me contaron al objeto de que no muera en el olvido.
     La playita donde hasta hace poco tiempo estuvo ubicado el CAS, que con anterioridad se la conocía como “la playa del Puente Cristo”, o “la playa del fosillo” con anterioridad. Especialmente en el mundillo marinero, era conocida como “la playita del tintero”.
     En esa playa, existía un barracón adjunto a una vivienda de la familia López Amate y en el barracón se almacenaban los artes de pesca que precisaban del tinte.
     El titular de aquel negocio, era un tío de mi padre llamado Sebastián López Sánchez, casado con Gracia Amate. Aunque él por entonces poseía dos barcos de pesca, también explotaba este negocio junto a su vivienda.
     Se preguntarán con qué objetivo se teñían las redes. Hoy los artes o las artes de pesca -son correcta las dos expresiones-, se fabrican con fibras sintéticas de altas resistencia a la corrosión y no precisan de grandes cuidados. Sin embargo, antiguamente las redes estaban fabricadas de hilo de algodón, muy sensibles tanto al sol, por su prematuro envejecimiento como al agua de lluvia, dado que su alto índice de acidez pudre el algodón.
     Aún recuerdo de pequeño que cuando llovía y el arte estaba embarcado, siempre cubierto por una gruesa lona, los marineros baldeaban continuamente el arte para mezclarla con el agua pluvial y así evitar la corrosión del las redes.
     El método que se utilizaba para proteger las redes era el tinte. El sistema consistía en hacer pasar el arte por una pileta que contenía el producto. La red penetraba en la pileta por un extremo y poco a poco, tirando de ese extremo, se hacía pasar el resto hasta el extremo opuesto, con ello el arte quedaba bañado en su totalidad.
     Mi padre me contaba, que de pequeño le encantaba ir a la casa del tío Sebastián y especialmente en verano, a disfrutar de aquella arena tan fina y rubia; yo aún  tuve la suerte de disfrutarla. Más tarde, el tío Sebastián y su familia se mudaron a vivir a la calle O`Donell número once, formando esquina con la “Brecha”; y  partir de entonces, se anuló el acceso y sólo los que poseían un bote -como nosotros-, tenían la suerte de disfrutarla; o cuando algo también más tarde y ya muchachos, escalábamos la muralla hasta acceder a ese maravilloso rincón. Posteriormente y como ya explico en otro escrito, mi condición de socio del CAS, me facilitó su uso y disfrute durante un tiempo.   
         
             
     Algeciras, 22 de enero de 2009-01-22
                                                                                        
                                                                                       José María Fortes Castillo

 

 

 

EL FIN DE UN FILÓN

 

     Antiguamente, cuando los transportes eran tan precarios y no se disponía de la actual tecnología que de alguna manera, facilita que materiales de construcción de origen lejano, pueda ser utilizado en los lugares más recónditos. El hombre no tenía otro remedio que echar mano de todo aquello que disponía a su alrededor.
     Viene esto a cuento, al comprobar en el estado actual de mi tan querida playa de la Ribera. Con la regeneración de áridos y la escollera protectora, es indudable que se ha ganado un escenario maravilloso para el disfrute estival de los ceutíes. Que Ceuta, disponga de una acogedora playa auténticamente urbana, es un lujo que no se podía desaprovechar.
     Para los nostálgicos como yo, que presumo de bañarme en ese lugar, desde muy pequeño. Cuando su condición de playa oficial, aún quedaba muy lejos y los únicos que la visitábamos éramos mi padre y mi tío Jesús con mi tía África en calidad de bañistas y Pepe Torres, Mariano y el que subscribe como pescadores submarinista. Además claro, de todos aquellos amigos nativos ribereños ¿te acuerdas Gabriel? Me impacta cuando aquellas maravillosas vivencias que tuve la suerte de disfrutar, tanto en mi niñez como cuando me tocó velar por su limpieza y salubridad, en mi época de responsable de playas, como funcionario de la Concejalía de Medio Ambiente primero y Consejería después, y trato de transportar aquellos momentos y no encuentro el mismo escenario.
     No veo la piedra del Espigón, retando a los temporales de levante, abriendo y partiendo en dos las gigantescas olas que entre los meses de diciembre a marzo atacaban con saña al mirador -otro patrimonio de los ceutíes, que nos sustrajeron de nuestro patrimonio paisajístico tan impunemente-; esta roca, después llamada del “Caballa” -por la cercanía del club del mismo nombre-, ha sido  siempre de punto de referencia de los bañistas de la “Rivera” e incluso del “Chorillo”, y ahora ya no encuentro cuando voy en verano, oculta bajo toneladas de piedra de escollera. Y tampoco encuentro, a pesar de mi insistente mirada, la “Laja”, aquella piedra que aún recuerdo cuando fui capaz por primera vez, de ir a ella por mis propios medios, allá por el año 1950.
     Podrá comprobar, quien se digne a leerme, que me he salido del objetivo totalmente. No es lógico que comente de entrada sobre los antiguos transportes y materiales de construcción y me salga por la tangente de la nostalgia que me causa una playa. No lo puedo remediar, amo tanto a la Ribera. La llevo tan dentro de mí corazón, que cuando pienso en ella el romanticismo y la nostalgia me invaden. De hecho mi casa donde vivo en Algeciras se llama “La Ribera”.
     Pero vayamos al objetivo de este escrito, y dejemos el romanticismo para mis primos Fini y Manolo, que ellos saben navegar mucho mejor que yo por esos mares.
     Muchas calles antiguas de Ceuta, estaban empedradas por canto rodado. La Ramblilla y el patio siguiente, número catorce de la calle Sánchez Navarro, posiblemente fueran los últimos reductos urbanos que más recientemente confirmaran esta costumbre muy arraigada en Ceuta. La brecha, en mis días de niñez, también contemplaba un suelo de este canto rodado. La Plaza Vieja, era otro lugar que poseía este  tipo  de  suelo  al igual que la rampa que existía  en el antiguo Parque de Artillería -hoy Hotel La Muralla- conocida como la subida al reflector.
     Todo este material se extraía de la playa de la Ribera, en la zona donde antes estaba la fábrica de pescado de Carranza y hoy es el Club Natación Caballa. Aquí estaba el filón que no se acababa nunca. Desde aquí, las bestias, cargadas de piedras iban y venían por el túnel hasta el lugar que las necesitaban.
     En cada levante, entre el mirador y el Caballa, se formaba un gigantesco escarpe, que pasado el temporal, nos encargábamos de extender hacia la piedra del Espigón, con el fin de poco a poco ir eliminando tantísimas toneladas de canto rodado que allí se acumulaba. Con esto se lograba que el resto de la playa fuera perdiendo este tipo de piedra, tan incómoda para los usuarios y quedando en su lugar un guijarro que para muchos bañistas, les parece más cómodo que la arena fina. Pero como nunca llueve a gusto de todos, hoy con las esterillas o las grandes toallas que se estilan, poca importancia tiene eso. Lo que si tiene importancia y mucha -dado que el dogma de esta web, es mantener siempre viva la historia de este nuestro pueblo antes que desaparezca olvidada en el tiempo-, es recordar  lo que fue ese maravilloso lugar, y así también, para que las generaciones venideras, cuando vean el empedrado en la foto del aquel arrabal de los pescadores, sepan que aquella piedra se extraía de allí mismo. En la zona colindante con el mirador. Aquel mirador que hoy no podemos disfrutar y que para mí, era el lugar predilecto, cuando los temporales arreciaban contra la costa de la bahía sur y el Espigón, como si de una proa se tratara, rompía las olas de forma que las dividía en dos y ninguna dañara a su protegido mirador de Ceuta.

                                  

Algeciras, 19 de enero de 2009

                                                           José María Fortes Castillo

 

 

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AQUELLAS CANCIONES

 

Como niño de la calle, los juegos infantiles me atraían en gran medida y disfruté al máximo de ellos. Pero pasado los años, también recuerdo con añoranza, lo feliz que me hacia escuchar aquellas niñas cuando cantaban en las plazoletas de mi barrio…

Como los niños son tan cobardes,
cogen las piedras, pa pelearse.
Y las mujeres valga me Dios…

Como es lógico, nosotros no podíamos encajar semejante humillación sin dar la respuesta  adecuada y de inmediato, como tocados por un resorte, cantábamos así:

Como las niñas son tan chivatas,
tienen la lengua, como una alpargata.

Así era como nos provocaban y como respondíamos nosotros, todo dentro de un muy buen ambiente. Ambiente que generaba algo, que desgraciadamente se está perdiendo en la sociedad moderna; LA AMISTAD.
Será muy difícil por no decir imposible, que la población infantil de hoy, de cualquier barrio, de cualquier ciudad, se reúna dentro de cincuenta años y sea capaz de generar el cariño, que se respiró los días 4, 5 y 6  de agosto de 2008 en nuestra Ceuta del alma.
Allí, aquellos cobardes y chivatas de la canción, exteriorizaron tanto cariño, que puedo asegurarles, que fue de los momentos más emocionante que he vivido. Ver y besar a Pilar y Custodia <<hijas de aquel viejo lobo marino llamado Rafael Pérez y apodado “El Boguita”>>, abrazar a Juan Fernández <<el Pachichu>>, o disfrutar de la presencia de la familia Vallejo, después de tantos años sin verlos y así, puedo seguir nombrando a unos y otros, porque éramos cien personas aproximadamente los que después de cincuenta años, nos reunimos aquel día cuatro en Plaza de África.
Aquel entrañable barrio del Asilo Viejo, de calles peatonales, casitas bajas y muchos patios, forzaba a una plena convivencia vecinal. De tal manera que los problemas de unos se vivían tan de cerca, que casi podíamos decir que éramos una familia. ¡¡Ojo!! Una familia bien avenida, como las de antes. Donde su clase humilde, no le permitía poseer bienes y ante la ausencia de estos, los hijos no tenían que pelear por las herencias, como ocurre actualmente entre muchos hermanos y primos de ésta interesada sociedad.
Hoy al revés que entonces, vivimos en grandes inmuebles, rodeados de muchos aparatos domésticos que nos hace la vida tan cómoda, que no nos apetece salir a la calle, o no, nos invade el aburrimiento como antaño donde solo disponíamos de lo más imprescindible para vivir. Estas limitaciones domésticas, nos empujaba a relacionarnos más con todos aquellos que nos rodeaban. Hoy el tiempo que pasamos viendo televisión, entonces lo invertíamos de charla con los vecinos, incrementando una unión que ya  no existe. La convivencia actual se limita al –-hola, buenos días--, si nos vemos en el ascensor y la mitad de los vecinos no se sabe ni como se llaman.
Retrocedo a través  del tiempo y añoro aquellos momentos que, sentado en los escalones del Colegio de la plazoleta del Asilo Viejo, oía como las niñas de mi barrio, con aquellas hermosas voces infantiles, cantaban en el ocaso de una hermosa tarde primaveral, aquella bonita canción que decía:

Dicen que van a quitar,
las bodegas y los borrachos
y el que quiera beber vino
que beba agua de gazpacho.
Que vengo del moro, que del moro vengo,
que de la barquilla que del barquillero.
Que de la corriente del agua serena,
que de mis amores, que se van con ella. Lerén.
Como los niños, son tan cobardes,
cogen las piedras pa pelearse
y las mujeres válgame Dios,
ella solita,  solita sola, vale un millón.
Chin pon.

Mi primo Manolo, en su libro titulado “MI niñez perdida”, recupera muchas de aquellas canciones infantiles que tan feliz hizo entonces a infinidad de niñas y hoy embargan de añoranza a los que entonces éramos niños y hoy peinamos canas algunos y a otros no les queda ni ese consuelo. Pero como el encargo que me dieron tanto Fini como Manolo, fue que explotara mi memoria y recuperara lo máximo de aquella niñez perdida, trataré con todo el cariño, que nuestra WEB, la de CEUTA EN EL CORAZÓN, contemple también una página, que nos haga recordar con aquellas hermosas canciones, que ¡¡sí!!, que una vez fuimos niños y disfrutábamos oyendo a aquellas hermosas voces de niñas ceutíes que decían

Como los niños son tan cobardes…

 

 

Algeciras, 31 de enero de 2009

 

 José María Fortes Castillo

                                                                                                                                  

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EL MIRADOR

 

    Siendo un niño, mi abuelo José acostumbraba a llevarme a la Carretera Nueva -hoy Martínez Catena-, donde se reunía con sus compañeros de profesión. Todos,  armadores de barcos. De allí podían ver salir las traíñas, rumbo al lugar elegido para realizar el lance de prima.  Esto  siempre se realizaba a la caída de la tarde. En múltiples ocasiones nos acompañaba mi tío Jesús y su lugar predilecto de observación era el mirador.
    El mirador es un patrimonio que perdimos  los ceutíes, a partir de instalarse allí el Club Natación Caballa. El restaurante allí ubicado, impide el paso a este lugar. Testigo mudo de tantas generaciones de ceutíes, que tuvieron la suerte de acceder a él y disfrutar la bella panorámica que desde él ofrece la Bahía Sur.
    Recuerdo que no era solo una bella panorámica lo que ofrecía aquel lugar. Donde se ubica hoy la piscina. Estaban entonces las ollas de cocción del atún, que capturaba la almadraba.  Tanto la almadraba como la fábrica eran propiedades de la familia Carranza.
    El aroma que allí se respiraba, con el cocido o en la sacada del atún, os lo podéis imaginar, sobre todo para el estómago de algunos, en aquellos tiempos tan difíciles y de tanta penuria. Sí es verdad, que era un olor muy rico, tanto que alimentaba y típico de aquella zona que desgraciadamente perdimos.
    El jefe de aquella fábrica se llamaba Alejandro Artola y su hijo Facio, encargado de cocción. Esta era una familia, muy de nuestro barrio, como otro hijo de Alejandro y su esposa Pepa que era el párroco de San José, Don Francisco Artola, conocido popularmente entre nosotros como  Paco “el cura”, al igual que  sus hermanas Mariqui y Pepa, un encanto de señora, casada con Juan Mateo y madre de Pepi, Mari Carmen, Loli y Cuchi.
    Cuando Facio localizaba al grupo de mi abuelo, compuesto generalmente por su cuñado Sebastián López, Joaquín León, José Giménez, etcétera, daba un grito de aviso y enseguida mi tío Jesús, corría presto a la muralla A esperar que este le lanzara una cuerda, a la que al final ataba un canastillo, donde depositaba un papel de estraza conteniendo buena cantidad de aquel manjar. Uno cualquiera de los componentes del grupo, salía de inmediato a toda prisa dirección al bar de “Pepe vinagre”, sito en la esquina de Plaza de África con la calle O`Donell. En este bar servían botellas de vino con un tapón de corcho atravesado por un carrizo. Elemento muy útil para la ocasión.
    Como de pequeño era enemigo de la comida, no me gustaba nada --quien cogiera un buen trozo ahora-- me dedicaba a corretear por el Mirador, parándome muy a menudo al final de él, donde quedaba fascinado por el grandioso espectáculo que contemplaban mis ojos.
      Los sobrantes de las conservas se arrojaban al mar, a través de una  pasarela de unos quince metros. Con un extremo fijado a la arena y el otro flotante por medio de varios bidones colocado en batería.    El hecho de arrojar tanto desecho de pescado en aquel lugar, tenia “enguado” en la zona tal cantidad de especímenes marino, que el espectáculo visto desde la atalaya del Mirador se podría definir como diría Jesulín de Ubríque, en dos palabras: EXTRA-ORDINARIO.          
    De verdad que el escenario tenía mucho de extraordinario. Contemplar los múltiples reflejos, que los plateados sargos hacían llegar a mis pupilas, cuando nadaban tranquilamente de piedra en piedra, mordisqueando entre las algas en busca de alguna lombriz, o huían espantados porque al lugar había llegado un visitante peligroso. Bien reclamando parte de los desechos, o en busca de algún otro pez descuidado, que le sirviera de merienda. 
    Ya un poco más mayor, cuando podía valerme solo y escaparme hacia aquel bonito lugar. Cogiéndole las vueltas a mi abuela o mi tía Isabelita. Coincidí en alguna ocasión con grandes temporales de levante. Entonces comprobaba que la pasarela la habían retirado y puesta a buen resguardo. Que la protegiera de aquella fuerza salvaje, capaz de destruirla en pocos minutos.
     Quizás fue la primera lección que recibí de la «Madre Naturaleza». El tremendo contraste del lugar, un día de calma. El silencio, cuando todo es belleza, armonía, contraste de colores, el embrujo de aquellas aguas trasparentes, que dejaban ver tan bonitas piedras llenas de algas, erizos o anémonas. Con el temido levante, tumultuoso, cruel, traicionero y asesino. Pero siempre, siempre bello, muy bello.

 

     Algeciras, 27 de mayo de 2008.

                                                                                         José María Fortes Castillo. 

 

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SUPERTICIONES MARINERAS

   
    A raíz del día que “el Realillo”, montó en cólera ante la presencia de Don Bernabé primero y Santiago <<el cojo>> después, algo me decía que tanto los curas como los cojos, tenían una mala reputación por parte de las gentes de la mar.
     Abuelo, le pregunté un día: ¿por qué, Manuel el patrón se enfadó tanto con don Bernabé y con Santiago?, hijo –me dijo mi abuelo--, los marineros somos gente muy supersticiosa, de manera que siempre creemos ver algo extraño en las cosas cotidianas. Explícame algo más claro eso, para que lo entienda –le respondí--, no has oído alguna vez a la abuela, no hagas eso Pepito, que trae mal fario. Sí –respondí yo—cuando abro el paraguas dentro de casa. Pues eso mismo es una superstición, creer, que si abres el paraguas dentro de casa trae, mala suerte.
    Cuéntame más cosas abuelito de los hombres de la mar. --aquel anciano bonachón, que cuanto más mayor me hago, más lo sigo queriendo--, me dijo:
      Antiguamente, los marineros que durante las horas de trabajo, se dormían o emborrachaban, recibían de castigo 24 latigazos. Los marineros más veteranos, recomendaban a los más nobeles, que se tatuaran un Cristo en la espalda. Esto tenía dos sentidos, primero, el Cristo velaría por él de forma que no se quedara dormido ni se emborrachara y segundo, ningún marinero encargado de dar los latigazos, se atrevería a golpear al Cristo. Por lo tanto el oficial que ordenara esa orden se vería en un problema.
      También había mucha superstición por los silbidos, de eso no hace mucho tiempo, por ejemplo en el Titanic, estaba totalmente prohibido. Los diarios de a bordo de muchos transatlánticos modernos, revelan, que se han castigado a muchos marineros por silbar. Esta es una superstición que viene de muy antiguo. Cuando los barcos navegaban a vela. Se creía que silbar,  provocaba la formación de temporales. En cambio, el  día de calma chicha o niebla, se obligaba a silbar a la tripulación, de manera que se levantara el viento y poder seguir el rumbo.
       También se pensaba, que los días de calma o niebla, esta desaparecía arrojando una moneda por la borda. E Incluso, cuando calamos el arte de pesca, el que cuenta las anillas por la que a través de ella pasa la jareta, nunca nombra el numero 13, porque se cree que es un número que trae mala suerte. Cuando se llega al 12 al nombrar el inmediato se dice, y uno más.
       Por lo que respecta a don Bernabé, siempre se ha creído por parte de los marineros, que los curas y las monjas traían mala suerte, de tal forma, que si un marinero, en el camino que lleva de su casa al muelle, se cruzaba con uno de ellos, daba la media vuelta y regresaba otra vez a su casa, por miedo a naufragar.
       Hay muchas más supersticiones, que te iré contando otro día.

 

                       Algeciras, 28 de octubre de 2008 
                                                                                                  José María Fortes Castillo

 

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EL RESULGIR DE CEUTA


     A principio del siglo XX, para Ceuta comienza una etapa que marca notablemente su futuro. Según el censo municipal de esa época, Ceuta poseía 13.843 habitantes lo que indica claramente, la poca atracción que poseía nuestra tierra en aquellos tiempos.
     El día 3 de mayo de 1904, S.M. Alfonso XIII nos visita. Observando, la importancia que Ceuta posee estratégicamente, dada su ubicación en la otra orilla del Estrecho y que hasta la fecha, solo fue aprovechada como base de desembarco en la guerra de África.
      Ceuta se halla a 22 kilómetros de Punta Europa y en el futuro, poseer la antigua Abyla, es disponer de las llaves de la puerta del Mediterráneo.
     En el año 1910, destina a Ceuta al Comandante General D. Felipe Alfau Mendoza, que años más tarde, el 2 de abril de 1913 sería nombrado el primer Alto Comisario de España en Marruecos. En estas fechas, comienza el auge de nuestra ciudad. En 1911, cuando se logra la supresión del penal, también se originan unos acontecimientos importantes para el futuro de la ciudad.
     Mi abuelo, que pescaba de temporada en estas aguas, toma la decisión de asentarse definitivamente en Ceuta, y se viene a vivir en el año 1911 y como es lógico, instala su residencia en la zona conocida por entonces como arrabal de los pescadores. Esta zona la componían las calles de la Brecha, Larga, Taona y Asilo Viejo.
     La población empieza a crecer por la tremenda demanda de mano de obra que originan las construcciones del Puerto, Palacio Municipal y Ferrocarril de Ceuta – Tetuán, de manera que en el periodo de diez años, pasa de tener 13.843 habitantes a 35.000. Ceuta poco a poco se va superpoblando, lo que conlleva construir más viviendas cada vez, con el objeto de dar cobijo a tantas personas venidas de diferentes lugares de la Península.
     La decisión de establecer la residencia en Ceuta tomada por mi abuelo, se debe a que antes, la poca demanda de pescados, obligaba a ir a vender a Algeciras, pero ahora con la gran avenida de nuevos ciudadanos, el mercado se ampliaba notablemente.
      Antes de 1910, era cuando los ceutíes no residentes entre los dos puentes, solían llamar a los pescadores "Caballas", y los marineros se defendían llamandoles "hijos de presos".  A partir de estas fechas, la llegada masiva de gente de la Península, desvirtuó un mucho la guerra entre caballas y resto de ceutíes. Los “caballas” no se ofendían con el apodo, pero no sucedía lo mismo con el resto. Esto nos llevó a la tendencia de llamar caballas y no lo otro, es por lo que un apodo tiende a desaparecer y el otro por el contrario, aún perdura. Pero debemos dejar constancia que el CABALLA, es el nacido entre PUENTE Y PUENTE. El nativo de aquel lugar que en su día fue arrabal de los pescadores.
      En 1927, con motivo de la segunda visita de sus majestades Alfonso XIII Y Doña Victoria Eugenia. Se inauguran el Puerto y el Ayuntamiento, dando testimonio los Monarcas de la nueva y buena dinámica que Ceuta inició dos décadas antes, cuando era la GRAN OLVIDADA, hasta hoy que se convierte en la GRAN DESCONOCIDA. Pero de las ciudades más bonitas y acogedoras de España.


    Algeciras, 21 de diciembre de 2008
                                                                        

José María Fortes Castillo

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RECUERDOS DE MI NIÑEZ

 

    Quiero recordar cómo se vivía en Ceuta en aquellos años de la posguerra. En mi calle o en mi barrio, los niños estaban faltos de lo más esencial como era ropa y alimentos. Algo muy lógico, dada la pobreza que asolaba a la gran mayoría de los españoles. Y todo porque los gobernantes quisieron jugar a la guerra y no les importó demasiado mandar a tantas criaturas a la muerte, con el fin de que sus ideales político se impusiera al de los contrarios. Con tan “glorioso” acontecimiento, España quedo asolada y la mayoría de sus habitantes en la miseria.
    La iglesia a través de asociaciones internacionales trataba de alguna manera paliar en parte tantas necesidades como entonces había. Recuerdo que don Bernabé Perpén, al objeto de que los niños fueran al “catecismo” -era como se conocía entonces “la catequesis”-, obsequiaba a cada asistente con un bollito de pan y una pastilla de chocolate. Como es lógico y ante semejante exquisitez, el templo se llenaba de chiquillos que acudían del callejón del Asilo Viejo, Patio Achuel, calle Larga,  Espíritu Santo, Ribera y Foso de San Felipe. Esto sólo era posible los sábados por la tarde, mientras que el resto de la semana, cada cual se buscaba la vida como buenamente podía. Pero el sábado, ese día por la tarde la plaza de África era un hervidero de chiquillos jugando y correteando de aquí para allá, donde se fomentaron muchas amistades que hoy aún perduran.
     Años más tarde, llegaron a la parroquia barricas con leche en polvo y queso holandés y más de una vez y por sugerencias de don Valentín Cabillas o nuestro querido párroco me tocó rellenar bolsas de papel con aquella leche o trocear aquellos gigantescos quesos en porciones, para luego entregarlas a los más necesitados.
    La asociación que presidía don Valentín, “San Vicente de Paúl”, estaba también encargada de auxiliar a los más necesitados, no solo de nuestra barriada sino de toda la ciudad. Siempre me gustó acompañar a los que se encargaban  de esta misión tan importante y ayudar en esta maravillosa tarea de repartir algo de felicidad entre aquella gente tan humilde. Aquellos grandes hombres, comandados por don Bernabé Perpén y don Valentín Cabilla eran don Andrés Maese, don Francisco Camacho, don Diego Sandoval y don Gabriel Sánchez. A todos los recuerdo con cariño y me siento orgulloso de haber contribuido y formado  parte de aquella misión.
    Con ellos pateé el Patio Centenero, Pasaje Recreo, Barrio de las Latas, la Ribera y el Foso. De todas aquellas barriadas, probablemente la que más me impactó por sus deficiencias fue el Foso, popularmente conocido como “el Barrio Chino”.
    En mi anterior escrito que titulo “El resurgir de Ceuta”, comento la  revolución urbana que se genera en nuestra ciudad entre los años 1910 y 1930. La demanda de mano de obra existente, conlleva, la arribada de mucha gente deseosa de ganarse el sustento, para lo que Ceuta no estaba preparada. Las Murallas Reales fueron cobijo de mucho de los llegados de la Península que convivían de la mejor forma posible entre paredes de madera u hoja lata. Salvo algunas excepciones, las viviendas no poseían  red de alcantarillado ni agua potable. Los desechos eran arrojados al talud que colindaba con la vía del tren y gracias al buen criterio de las autoridades locales, que se dieron cuenta de la situación, en la década de los sesenta, se les dio cobijo digno a todos aquellos vecinos e hicieron desaparecer la barriada.
    Aquella barriada era de trabajadores que se veían obligados a vivir así por la falta de viviendas en nuestra ciudad. La gran mayoría pescadores y el resto trabajadores de la construcción. Un gran amigo de la juventud, Antonio Candón, era vecino de ese lugar, se marchó con sus padres a Huelva, y ya, para mi pesar, no   he vuelto a saber más de aquel gran amigo.
    La verdad es que había viviendas en bastantes buenas condiciones y otras donde hacía gracia comprobar que las suelas de las alpargatas de goma eran utilizadas como bisagras, pero en definitiva, no eran las condiciones más lógicas para que vivieran aquellas buenas gentes.
    Hoy posiblemente de no haberse tomado la decisión de hacerla desaparecer y ante la entrada masiva de indocumentados. El lugar seria como una mini “favela” al estilo de Rio de Janeiro o las “bustees” de Bombay o por poner un ejemplo más cercano la “Cañada Real” de Madrid. Qué gran visión de futuro tuvo aquella corporación.

 

      Algeciras, l9 de marzo de 2009
                                                                                          José María Fortes Castillo

 

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¿AYER U HOY?

 

    Este pasado carnaval, estuve de visita en Cádiz invitado por mi primo Manolo. Íbamos caminando al encuentro del carrusel de coros y chirigotas, cuando mi primo me preguntó si consideraba la juventud actual mejor o peor que la nuestra. Al principio no supe que decir y sin pararme mucho en analizar ambas, respondí como se suele hacer cuando quieres quedar bien sin mojarte: «No es mejor ni peor, simplemente es distinta. en relación directa a los tiempos que a cada una le ha tocado vivir.»    De regreso  en Algeciras, recordé de nuevo la pregunta y trasladándome  a mi juventud, cotejé las distintas formas de vida, la actual y la de los años cincuenta.
    Para empezar, mi “modus vivendis” giraba alrededor de la Parroquia de Nuestra Señora de África -dada la cercanía de mi vivienda- y de alguna manera, no cabe dudas que sobre  aquellos niños que vivían cerca de allí, las influencias de don Bernabé Perpén y don Gabriel Díaz, se hacían notar. En los últimos años vividos en Ceuta, he comprobado que el nuevo párroco no actuaba de la misma manera que lo hacía don Bernabé. La distancia entre los parroquianos y el párroco en la actualidad es enorme. Todo lo contrario que ocurría antes. Yo recuerdo que don Bernabé, nos mandaba a sacar las alfombras a la puerta, o extenderla por el pasillo central y traer o llevar sillones al Ayuntamiento cuando había alguna misa solemne, con esa autoridad que da la confianza. Hay que entender, que a todos aquellos niños, él, fue quien casó a sus padres, a ellos los bautizó y con él hicieron la Primera Comunión. Si prácticamente desde que nacieron estuvieron merodeando por la sacristía, no es de extrañar el “entente cordiale” existente entre los chavales y su cura. Aquel barrio, era un barrio viejo, antiguo, donde moraban también viejos vecinos de muchos años. Todos nos conocíamos porque la relación venia de padres y abuelos y el párroco ejercía de patriarca de una gran familia. Él nos llamaba sus feligreses y en el trato se notaba el cariño que sentía hacia nosotros.
    Si cuando más mayorcitos, quien nos acoge en el Centro de Acción Católica es don Gabriel Díaz -un verdadero pastor de Cristo, que supo conducir aquel rebaño de chiquillos por el mejor de los caminos; generando unidad, concordia y una amistad que hoy aún perdura-,  no es de extrañar que fuéramos una juventud bien educada.
    De niños siempre ha existida la rivalidad, de unas calles con otras. Antes de la llegada de don Gabriel a la parroquia, las guerrillas contra los chiquillos de la Ribera, el Foso, o el Patio Hachuel, eran constantes –hoy las calles no se prestan a aquel tipo de actividad, y difícilmente se podría encontrar munición a mano-. Luego, cuando don Gabriel nos hace convivir en el Centro, bien los jueves cuando celebrábamos el Círculo, los sábados con las Sabatinas o las muchas excursiones que hacíamos, se crea  camaradería donde antes había rivalidad. 
    Al mismo tiempo y por diferencia de edad, crea cuatro equipos de fútbol, el juvenil - Abyla- y tres infantiles –Estrella de África, los Fenómenos y el Cruzado-, lo que hace que nos unamos aún más. Este número tan elevado de equipos, se debió a que la parroquia se vio desbordada de chiquillos de todas partes, que acudían donde podían sentir calor y convivir con algún aliciente.
    Los jóvenes entonces, no poseíamos las libertades que tienen hoy. Ni podíamos disponer del dinero que maneja la juventud actual. Antes estábamos menos preparados culturalmente, éramos una juventud más inocente. También tuvimos la suerte  al no disponer de dinero, que en los colegios no existiera la negativa influencia que hoy tienen los actuales: “los camellos”, que a un gran número les induce a la droga.
    Con la droga, todo el dinero que dispongan es poco, ello le lleva a robar y cuando la necesidad los enloquece se convierten en personas peligrosas. Lo mismo ocurre con “el botellón”, chavales jóvenes que beben más de la cuenta sin saber, ni estar preparados para ingerir tal cantidad de alcohol que los lleva a cometer disparates y entre ellos el más peligroso la adicción.
    Hoy la gente en general es más independiente. Se aísla más de sus semejantes, al mismo tiempo se vive más en autodefensa. No existe la confianza entre vecinos que había antes. Antiguamente se vivía en patios y calles de casas bajas que invitaba a relacionarse más con los vecinos y vivían juntos los grandes y malos momentos. Se era partícipe de las alegrías y penas. Las puertas nunca se cerraban, lo que era una invitación al vecino que precisaba de un poco de vinagre o azúcar que sabía que su solicitud seria satisfecha con agrado, porque dos días antes, fue la señora de esa casa la que precisó de ti y la atendiste amablemente.
    Hoy se vive en colmenas. Apenas se tiene contacto con el vecino, solo el preceptivo saludo cuando nos encontramos en el ascensor, del buenos días o buenas tarde no nos sacan y para mantener aún más las distancias y confirmar la autodefensa, no nos conformamos con cerrar solo la puerta de la vivienda, también lo hacemos con el portal, e instalamos el portero automático para no vernos en el compromiso de abrir a nadie.
    Con esta forma de vivir, es imposible repetir la broma que gastamos a un practicante hace muchos años y que os voy a relatar, aunque como es de justicia  pidiendo perdón a los agraviados: «A Ceuta llegaron unos mini automóviles que bautizaron como “el huevo duro” eran de color blanco y muy pequeños. Este señor lo estacionó en el Paseo de las Palmeras, justo en el portal donde vivía la entrañable y querida familia Llanzón. Este portal que es de grandes dimensiones, nos dio la idea de coger el coche entre varios amigos y meterlo dentro. De inmediato nos apoyamos en la muralla del paseo a esperar la llegada del propietario. El pobre hombre, cuando llegó y vio que no estaba su auto, se desesperó. Nos preguntó si habíamos visto un coche aparcado en ese lugar y le indicamos que no. El hombre se fue de inmediato al Ayuntamiento a denunciarlo y al poco rato estaba en el lugar con dos guardias. Los guardias hablaron algo de ir a comisaría y poner la denuncia, y, nosotros, como era tarde optamos por retirarnos. El resto nos lo figuramos, cuando por la mañana se levantaron los vecinos de aquel inmueble y comprobaron que su portal había servido de garaje. ¿Denunciarían al propietario del coche?»
    En definitiva, me quedo con aquellos tiempos. Prefiero dar vueltas por aquel balcón al mar que era el Paseo de las Palmeras, pasarela de la belleza ceutí, antes que caer en el botellón y otras cosas…


     
        Algeciras, 24 de marzo de 2009


                                                                                           José María Fortes Castillo

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MI ABUELA Y EL TÍO SEBASTIAN

 

    Siempre me atrajo el mar. En mi niñez, lo viví tan de cerca que el salitre y olor a alga, lo llevo mezclado siempre en la sangre. De ahí mi afición a las embarcaciones, a la pesca, al marisqueo y a la playa. Como es natural, de joven me reunía con chicos del barrio que tuvieran las mismas aficiones que yo, que prácticamente eran todos. Hay que tener presente, que todos procedíamos de aquel viejo arrabal de pescadores. Unos del callejón del Asilo, otros de la calle Larga, Brecha o Carretera Nueva, en definitiva entre Puente y Puente.
    También teníamos  obstáculos que salvar para disfrutar de la húmeda afición. Especialmente Quini y yo. Por parte de Quini era su padre -el tío Sabastián-y por parte mía lo era mi abuela. Los dos tenían los mismos genes y el mismo terror a que practicáramos nuestra gran afición, todo lo relacionado con el mar. Probablemente ese miedo les venía desde su infancia, siempre vinculada a la profesión de pescadores y el gran conocimiento que tenían del peligro que entraña el medio marino. Los dos poseían los mismos genes, porque eran primos al cuadrado, me explico: eran el resultado de dos hermanos casados con dos hermanas, por lo tanto, a pesar de ser sólo primos, los dos tenían los mismos apellidos, que eran López Sánchez.
    La primera excursión de pesca submarina que organizamos, nos trasladamos a Benzú, concretamente a la cala de las «lisas». Era nuestros primeros pasos en este deporte y la verdad que pasamos un día extraordinario. El tiempo era magnífico y nos acompañó durante todo el día, amén del escenario de aguas transparentes y rica en fauna. Nuestros medios económicos eran tan limitados, que excepto Quini -que ya trabajaba- todos llevábamos fusiles lanza-arpones hechos por nosotros mismos, de madera, con tirantas de cámaras de coche y arpón fabricado de una cabilla de ocho o diez milímetros de diámetro. Esto no fue obstáculo para que hiciéramos una decente pesca. Aquel día, logramos extraer del fondo del mar y con mucho esfuerzo, un ancla. Cuando veníamos de recogida trasladándolo junto a la pesca, nos sorprendió una pareja de «mehanis1»  La independencia de Marruecos era tan reciente y nosotros tan jóvenes, que no entendíamos bien aquello de que nos quitaran, lo que tanto trabajo nos costó recuperar del fondo del mar y como es lógico nos resistimos. Esto nos llevó a que nos condujeran a un cuartelillo en la zona de Beliones, donde después de mucho tiempo nos dejaron de ir, pero lógicamente sin el dichoso ancla.
    Cuando quisimos reaccionar, ya era bastante tarde y la familia estaba intranquila, dado que aún éramos muy jóvenes. Al llegar a Plaza de África y bajar del autobús, más de unos se llevó un cachete y el bonito fusil de Quini, el tío Sebastián lo destrozó golpeándolo contra un árbol. El resto del equipo con el fusil destrozado, lo revoleó desde la punta del muelle España y de ello nunca más se supo. Mi padre que era más flexible, pero sometido a más de tres horas de presión por su madre y tío, cuando me vio llegar, me largó dos «galletas2». Algo extraño en él, que no era violento con nosotros y sí muy cariñoso, pero fue poco tributo después del maravilloso día que pasé con mis amigos
    La verdad es que era un martirio la persecución a la que nos tenían sometidos. Cuando más tranquilos estábamos tomando el sol después de pescar, bien en el Chorrillo o la Ribera, aparecían los dos por lo alto de la muralla reclamando que nos subiéramos.
    Un día que estábamos con el bote de uno de los barcos del tío Sebastián, invitamos a dar un paseo a unas chicas  que habían venido de Tetuán y que para nosotros, como comprenderéis, era como alcanzar la luna. Todas nuestras ilusiones por enamorar a estas muchachas estuvieron a punto de irse al garete por mor de esta persecución frenetica que estuvo a punto de causar algún descalabro, y que a continuación os relato:  «Después de dar una vuelta por el foso, dos chicas y nosotros, nos fondeamos a unos cincuenta metros de la orilla. Cuando más acaramelados estábamos, empezaron a llover piedras desde tierra y por miedo a que nos hiriera, nos tiramos al agua por la parte contraria. Allí parapetados por el mismo bote y asomando entre pedrada y pedrada la cabeza por la borda, mirábamos asombrados el espectáculo. Aquellas dos chicas asustadas y sorprendidas, no paraban de preguntar quién era aquel señor de tan malas pulgas. La respuesta de Quini, era que no lo conocía. El tío Sebastián entre piedra y piedra, exclamaba: --¡¡Francisquito atraca el bote!!--, al mismo tiempo, desde lo alto de la muralla, mi abuela también agregaba su granito de arena, --Pepito hijo mío, salta a tierra--. Imaginándonos el ridículo que haríamos arribando a ella, decidimos alejarnos del lugar hasta que se calmaran los ánimos. Desde el agua logramos levantar la “potala” y nadando, arrastramos el bote fuera del campo de acción de los proyectiles hasta que por fin estuvimos a salvo.»
    Estas fueron las aventuras y desventuras que nos tocó vivir por nuestra gran afición, el mar y por el gran cariño que tanto el tío Sebastián como mi abuela María nos tenían.       
    Dios tenga en su gloria a aquellos dos queridos primos.

 

    Algeciras, 26 de marzo de 2009

                   José María Fortes Castillo

 

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1      Mehani: Policía marroquí
2    Galletas: Bofetadas, “guantas”, tortas.

 

 

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LAS PLAZOLETAS

 

    Mi barrio, tenía dos puntos de encuentro para la chiquillería, éstos eran las dos plazoletas. La plazoleta del “Asilo” y la del “Chato”. En la primera plazoleta se vivía el encanto de la actividad escolar. Allí acudían a diario chiquillos del barrio, además de la Tahona, calle Larga, Ribera y Foso.
    El tremendo ruido que originaban tanto niños como niñas, a la entrada y salida de clase, dejaba una impronta imborrable en aquel lugar. Más cuando Lucia -una señora que vivía en la casita de la plaza con anterioridad a Paco Pérez-, conocida como “la sorda” salía escoba en mano, sacudiendo a todo aquel que pillaba, en protesta del ruido ensordecedor que producían tantas gargantas gritando al unísono. Aún no he entendido como podía molestarle el ruido si era sorda.
    Algunos de aquellos niños nos volvimos a encontrar los días cuatro, cinco y seis del pasado mes de agosto. No con la misma algarabía de la niñez, pero si con una inmensa alegría después de tanto tiempo sin vernos. Así, al menos, dejar constancia, que aquel colegio, forjó valores en aquellos niños, que cincuenta o sesenta años después, aun mantuvieron vivo en sus corazones y les indujo a reunirse de nuevo, con el ansia de sentirse jóvenes otra vez, en lo que fueron unas jornadas preñadas de nostalgia.
    La otra plazoleta, denominada la del “Chato”, adquiría notabilidad tanto en las hogueras de San Juan, como  con en el día de la Resurrección de Nuestro Señor.
    De las hogueras de San Juan, es poco importante hablar, dado que aun se mantiene la tradición y a nivel nacional.
    Lo que sí quiero señalar, es una costumbre que teníamos  en mi barrio, como era la de arrastrar latas el Domingo  de Resurrección y al igual que el día de San Juan, hacer una hoguera, pero en ésta se quemaba un muñeco que alguien se encargaba de colocarle unos buenos atributos  y que representaba a Judas.
    El día anterior, sábado, los niños nos dedicábamos a buscar leña para la hoguera y latas para atadas con una cuerda, arrastrar por todo el barrio.
    El momento del encendido de la pira y del arrastrado, lo daban el repicar de las  campanas, tanto de la Catedral como el de Nuestra Patrona, que era a las diez en punto.
    Los barcos hacían sonar sus sirenas, el tañer de las campanas y lo escandalosos que eran los niños del Callejón del Asilo, convertían aquello en una mañana de locos. De locos encantadores, que disfrutábamos por la gran herencia que nos dieron nuestros padres: una hermosa tradición que nosotros no hemos sabido dar a nuestros hijos.
    La plazoleta del Chato no se quedaba ahí. Había otra fecha que los chiquillos esperábamos con ansiedad: El Corpus Cristi. Era costumbre por entonces, de cubrir el suelo por donde pasaba la procesión, con helechos. Esta planta la traían del Monte de Ingenieros, los camiones municipales.
    Terminada la procesión, los chiquillos, viaje tras viaje, acarreábamos -tratando de traer cada cual, la mayor cantidad posible de esta criptógama -una enorme montaña  de helechos, como si pretendiéramos competir con el Kilimanjaro  por la supremacía del punto más alto de África, haciendo del todo, la plazoleta, irreconocible…
    Luego, cada uno de nosotros, realizábamos en aquel monte de hierba, todo tipo de piruetas que nuestras facultades físicas nos permitían. Conveníamos en apresurarnos en el tiempo, porque no tardaban en aparecer los barrenderos, que soltando toda clase de improperios, se veían en la necesidad de devolver al lugar de origen, entre dos,  lo que allí habían llevado una veintena de chiquillos en múltiples viajes.
    ¡Qué felicidad!, sin juegos electrónicos ni televisión. Qué diferencia entre estos ingenios modernos -compañeros de juegos inseparables de la niñez actual-, de aquellos donde el único ingenio era la mente del niño. 
    Tendremos en otro escrito-recordatorio, que hacer balance de todos aquellos instrumentos que éramos capaces de fabricarnos, que fueron nuestros compañeros de juego y que tan felices nos hicieron.

    Algeciras, 2 de abril de 2009


                                                                       José María Fortes Castillo.

 

 

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LARIBERA

 

Como lugar emblemático de los pescadores e inseparable del «Callejon del Asilo Viejo»,  la Ribera, fue un rincón más de nuestra barriada. El maravilloso escenario de muchísimas vivencias de mi niñez. Mi vida de joven estuvo tan vinculada a ese rincón, que no recuerdo etapa de mi vida - tanto infantil como juvenil-, donde existiera un vacío de olvido.
            De hecho mi casa en Algeciras se llama “La Ribera” la llevo en mi corazón. Siendo muy pequeño recuerdo el miedo que me causaba bajar por aquel túnel y también los aires de suficiencia que me daba cuando por fin logre vencer aquel miedo. Nos encantaba en verano bajar a comprar agujetas secas ¡¡Dios!!, que daría por retornar a esos momentos, que por una perra gorda – diez céntimos-, te comprabas dos. Aquellas agujetas de sabor inconfundiblemente, impregnaban el aire del olor a resbalaje de bajamar, cuando el sol martiriza las algas y estas en una desesperada autodefensa tratan de confundirlo invadiendo el ambiente de ese aroma tan peculiar y único.
            Los niños de la Ribera como los del Foso iban al colegio del Asilo, por lo tanto la vinculación con nosotros era incuestionable. Si me preguntaran desde cuando es mi amigo Gabriel León, respondería que desde siempre. Siempre recordaré aquellos partidos que jugábamos utilizando como campo de fútbol, el lugar sito entre la Catedral y el antiguo Parque de Artillería. Era el sitio idóneo para jugar al fútbol, porque se daba el caso con bastante frecuencia, de la aparición de un guardia municipal. Entonces y a la voz de “agua”, la pelota era recogida por el jugador más cercano a ella y de inmediato salíamos huyendo por el túnel de la Ribera y tras llegar a ella, escalábamos la muralla del Mirador accediendo a la carretera nueva –hoy Martínez Catena-.
            Cuando la Ribera no era playa oficial, por el número de viviendas que allí se ubicaban, tanto mi padre como mi tío Jesús, acostumbraban a utilizarla como lugar de baño, en vez del Chorrillo. Mi padre siempre me decía que  él había aprendido a nadar allí  y para mí fue el aula en la que mi amigo, Pepe Torres, me dio las primeras lecciones de pesca submarina. Allí saludábamos a personas entrañables como eran el mismo Gabriel León, sus hermanos Ignacio y Paco, a Cayetano Mateo, el Levante, los Bocarando, y un largo etcétera que siento no recordar sus nombres.
            Allá por el año 1957, mi Ribera era el Paraíso Terrenal, tanto es así que jamás he visto centollos del tamaño de los que allí se daban. Allí me puse por primera vez una lente submarina y quedé maravillado por el mundo que se me ofrecía. Pensé que había dado el primer paso, para conocer un mundo diferente a todo lo conocido hasta aquel momento y que me había estado perdiendo, teniéndolo a pocos metros de  casa. Consideré de inmediato, que despreciar el disfrute de tanta belleza era un insulto a la Madre Naturaleza. Por lo tanto, me hice adicto a ese maravilloso rincón. De allí  sacamos varios meros, sargos y mi debilidad de principiante; aquellos hermosos y bellos bodiones tordos de múltiples colores.
            En uno de mis viajes a Ceuta, hace tres años fui a hacerle una visita. Lo que vi me llenó de tristeza y desolación: la Ribera, mi Ribera estaba desnaturalizada… De nuevo, la fatídica mano del hombre moderno, se encargaba de prostituir un bello lugar. Qué poco respeto tenemos a la naturaleza, que sin miramiento alguno, asolamos un día sí y otro también. ¿No pensamos que herencia dejaremos a nuestros nietos? Todo aquello que el Sumo Hacedor, con su infinito poder puso a nuestro alcance, lo destruimos o disfrazamos en aras de una mejora en nuestro “modus vivendis”; mejora  falsa y ficticia, pues,  ¿habrá algo más bello que lo natural? Uno de mis sueños, era enseñar a mis nietos las piedras en las que yo de joven pescaba buceando.
            Llegaron a preguntar a todos aquellos incondicionales de la Ribera, que diariamente los días de sol, invierno y verano alegraban con su presencia la playa, entre los que recuerdo a Paco Luque, Antonio Muñoz, Sotelo y otros que siento no recordar su nombre, ¿si estaban de acuerdo con semejante herejía? Lastimoso.  Ellos eran en unión de la fauna y flora del lugar sus verdaderos inquilinos y merecían un respeto.
            En la calle Independencia -¡que leche calle Independencia, en la Brecha!, no volverán a disfrutar con el olor aquel de resbalaje,  a algas martirizadas por los rayos de sol y …      

Algeciras, 2 de abril de 2009                                         
                                             

           
                                                                                  José María Fortes Castillo

 

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EL OBRADOR

 

     Una tarde de verano, cuatro amigos de aventuras, con muchas ganas de vivir y divertirse. El escenario es el de casi siempre, el Monumento a Los Caídos de la Guerra de Marruecos, en pleno centro de Plaza de África. Me reúno con Paco de León, Paco Benítez y los mellizos Federico y Jesús Gaona. Era el inicio de la década de los cincuenta.
    Cualquiera de los cinco hace una pregunta: ¿cogemos leña y se la llevamos al señor Miguel?
    El señor Miguel era un anciano, padre “del Canano” propietario de una barbería ubicada en la calle Larga, frente a la sastrería de Alcina y junto a la vivienda de doña Amalia Barrientos. Aquella bellísima casa, cuya entrada era protegida por una cancela tipo sevillano,  daba acceso a un bello patio de mármol blanquísimo  donde en el centro se ubicaba una fuente, que jamás la vi de echar agua, fabricada  también en mármol. Me desvío del tema, con una facilidad de espanto, pero es que los recuerdos me inducen a ello. Bueno, a lo que íbamos; decía, que el señor Miguel, era un entrañable anciano, que poseía un obrador ubicado en la calle Larga, junto al Hotel España y colindaba con la Brecha.
    Nosotros solíamos en algunas ocasiones, darnos una vuelta por la Ribera, el Agujero y bajos del Puente Almína, para  recoger trozos de madera que la dinámica del levante varaba en tierra. Esta madera se la llevábamos al señor Miguel y el a cambio nos daba algo de dinero -si la carga era importante- y  recortes de los ricos dulces que  fabricaba.
    El obrador del señor Miguel, poseía la entrada por la Brecha; y consistía en un mediano barracón, donde en un extremo, tenía un horno y cercano a él, una gran mesa con encimera de mármol, donde  elaboraba aquellos sabrosos y exquisitos dulces, que tan populares eran en los años cincuenta. ¿Qué niño de aquella época no recuerda los foyanquis y corrucos del señor Miguel? El foyanqui era como un bizcocho oscuro, en forma de dado y con la parte superior cubierta de una capa de finísima y blanca azúcar. El corruco era de forma oval y alargado, crujiente y con pedacitos de almendra en su parte superior. Dos manjares típicos de Ceuta y de nuestro barrio, que lastimosamente el bueno del señor Miguel, se llevó a la tumba sin que nadie fuera capaz de heredar aquella receta.
    No siempre, el Levante se mostraba generoso con nosotros, o no siempre, teníamos las mismas ganas o predisposición a ganarnos el sustento, con el sudor de nuestra frente. Por eso, cuando se daban esos últimos casos, surgía la picaresca infantil -siempre destaqué por mi gran agilidad para trepar por paredes y árboles- y aprovechándome de este don con el que me otorgó el Sumo Hacedor, trepaba por el muro de la calle Larga hasta el lugar donde aquel buen hombre guardaba su leña. De inmediato, me dedicaba a arrojar al otro lado del muro un buen “puñao” del vegetal combustible, para que mis cuatro amiguitos  los fueran amontonando, para más tarde, esa misma leña,  llevársela al señor Miguel -su legítimo propietario- y que  a cambio nos diera un “puñao” de  recortes de aquellos manjares.

    Algeciras, 25 de abril de 2009

                                                                                      José María Fortes Castillo

 

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AQUELLOS CARROS

 

    Observando la fotografía del Puente Almina que adorna nuestra WEB, me fijo y veo por el centro del puente un carro. Inmediatamente se me viene a la memoria el papel tan importante que desarrollaban en aquellos tiempos. Cuando tener un automóvil era un sueño, o una posibilidad que solo estaba al alcance de aquellos bienaventurados que poseían la dicha de que la diosa fortuna les bajara del cielo. Aun estaba lejos la posibilidad de tener un automóvil con la facilidad que se adquiere hoy.
    Los carros eran la dicha de muchos chiquillos -entre los que me incluyo-, pues dada su lentitud, facilitaba que nos agarráramos a él y de un salto sentarnos en su parte superior. Esto no era siempre bien visto por parte del “carrero”1. Como siempre los había más o menos condescendiente. Los chiquillos en nuestras mentes teníamos la selección muy clara. Yo, por ejemplo, sentía una gran alegría cuando el que pasaba por Plaza de África era el carro de Apolo. Este señor hacia los portes que precisaban por el Muelle del Comercio y a la tienda de Vicente “el valenciano”  y en muchas ocasiones participaba en las diarias “porronadas” 2  que casi todas las tardes se celebraban en aquella tienda de comestible y bebidas. Como yo también deambulaba por dicha zona, alrededor de mi abuelo -activo también de aquella entrañable costumbre-, el hombre me conocía y facilitaba que disfrutara de un paseo tan corto como gratificante.
    En el bando opuesto estaban los intolerantes donde destacaba uno en particular; “el mata burras”. Siento no conocer su verdadero nombre, lo conocían por el apodo y sus malas pulgas. Todos utilizaban el látigo, que consistía en una vara de un árbol donde en uno de sus extremos se ataba una fina correa de cuero con el que estimular a la bestia. Los había muy hábiles en su manejo y con un movimiento brusco de muñeca, los hacía sonar en el aire, sacándole un chasquido que invitaba al animal a acelerar el paso. Este señor tenía la costumbre, en vez de hacer restallar el látigo, con la vara le pinchaba en la tripa al pobre animal y los chiquillos le cantaban; «¡¡no pinche la burra criminal!!» y él contestaba echando mano al serón3 donde siempre llevaba piedras con las que atacar a quien lo insultara.
    El rechazo de los “carreros” a los niños y a otros no tan niños, venia dado por la gran escasez existente en aquellos tiempos. En el Muelle España, se desembarcaba gran cantidad de alimento para la ciudad, que era transportado por los carros a los almacenes del Mercado de Abasto. Entonces era obligatorio hacerlo por Plaza de África, donde esperaban los más mayorcitos con otras intenciones. He presenciado llevarse racimos de plátanos y algunas cajas que no sé que contenían. Una vez, nosotros, los más pequeños, asaltamos un carro cargado de sacos al que le habían hecho un boquete; y recuerdo, que metí la mano y extraje un puñado de algarrobas. Fue mi gran botín.
    “Apretandome los cascos4, quiero recordar dos coches de caballos, pero en especial uno al que llamaban “látigo atrás”. Le llamaban así, porque cuando algún niño se “reguinchaba” 5 -era la palabra que utilizábamos- en la parte posterior del coche, hacía restallar el látigo hacia atrás pegando en la capota con un sonido seco, pero tenía la medida tomada de tal forma que jamás llegó rozar a nadie. Pero aquel chasquido  invitaba a soltarse del coche y dejar el paseo para otro día.
    Así era Ceuta de entrañable; y así quisiera recordarla siempre, y de alguna manera, haceros partícipe de aquellas vivencias.

 

­________
1  Carrero:  Conductor de carros.
2  La porronada:  Se llamaba al uso de un porrón tan típico del levante español, para beber vino, con lo que se ahorraba el uso de vasos.
3  El serón:  Era una gran bolsa de esparto. Acostumbraban a llevarlas debajo del carro con cuerdas y demás útiles que precisaban.
Apretándome los cascos: Haciendo memoria.
5  Reguinchaba:  Cogerse, subirse o colgarse de alguna persona o de algún vehículo.

 

    Algeciras, 30 de abril de 2009


                                               
                                                                                    José María Fortes Castillo

 

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AQUELLOS VIEJOS PROFESORES

 

    ¡¡Sí!!, no están equivocados, me refiero a los profesores del Colegio Nacional del antiguo Callejón del Asilo Viejo. Colegio Nacional, era lo que indicaba el gran cartelón que pendía del balcón principal, ubicado por encima de la puerta de acceso.No fue mi primer colegio, yo venía de los parvulitos de la Inmaculada Concepción, donde coincidí con Ricardo Barranco y Pepe Pérez, propietario del bar Canarias. De aquel Colegio del Asilo Viejo, no les voy hablar de mis condiscípulos porque entonces tendría que nombrar a toda la chiquillería del Callejón, Tahona, Ribera y Foso de San Felipe. Pero sí de aquellos profesores de mi época, dado que ellos contribuyeron de forma notable en la historia de aquel barrio y los considero con el suficiente derecho de estar entre nosotros, en ara, a que ellos fueron los responsables de nuestra educación en unos tiempos muy difíciles y complicados.
    Haciendo memoria, de muy pequeño recuerdo a mi tío Jesús Fortes entrando en ese colegio por las tardes, para luego en casa ver unos escritos muy raros, que años más tarde supe que era taquigrafía. Pero como lo que pretendo es recordar aquellos viejos profesores, para que vean desde el Más Allá, que Ceuta en el Corazón y después de tantos años transcurridos, no los ha olvidado, y la muestra es este homenaje, que esta Web les ofrece en forma de recordatorio.
    Yo fui alumno de aquel centro los años 1946 y 1947, cuando tenía cinco y seis años. No poseo datos alguno que me puedan ayudar a construir un documento más completo, por lo tanto si cometo algún error u omisión, agradecería quien posea más conocimientos que quien subscribe, se pusiera en contacto con esta Web, de manera que entre todos, contribuyéramos en ofrecer a aquellos abnegados “maestros” el homenaje que se merecen.
    Los dos escalones que poseía la puerta, daban acceso a una gran sala, con una ancha escalera frontal que comunicaba con las clases de las niñas. Allí también se ubicaba la vivienda del señor director del centro que se llamaba don Antonio –daba clases particulares a mi primo Joaquín, que era dos años mayor que yo- y su señora, que daba clase a las niñas y era conocida como doña Castora.
    En la planta baja, nada más entrar a la izquierda, estaba el aula de don Francisco Piña. Un hombre mayor, bajo de cuerpo que era el encargado de la clase  primaria, la de los más neófitos, en ella recuerdo a los dos mellizos, Federico y Jesús Gaona. Todas las mañanas, nada más entrar, lo primero que se hacía, era cantar la tabla de multiplicar, que se iniciaba por el dos.
    Entrando a la derecha, era la clase de don Miguel Chico Vaello -mi clase- , este señor  alto y bien parecido, gustaba de vestir elegantemente, era hermano de un canónigo de la Catedral -don José Chico que era profesor de religión en el Instituto Hispano-marroquí de Ceuta, que así era como se llamaba por aquellos tiempos- y reitero, solía vestir de forma impecable. Como se estilaba en aquella época y anteriormente vimos con don Francisco Piña, cantar las lecciones toda la clase, era una costumbre muy arraigada. Recuerdo la cantinela de;  España limita al norte con el mar Cantábrico… o España está compuesta de quince regiones y cincuenta provincias, las regiones son…
    La verdad es que bastante tenían con manejar unos cuarenta alumnos y no volverse locos. Por eso y como los tiempos obligaban de alguna forma, cantar era la salida que encontraban para enseñar lo más elemental, aunque entre aquellas tablas de multiplicar y límites de España, se colaba con cierta frecuencia el ¡¡Viva España!! y el Cara al sol. Himnos que naturalmente en la época que narramos tenían el carácter  de obligatorio.
    Por otra parte y accediendo al patio ¡¡Oh!! aquel patio que utilizábamos de recreo... Cuantas vivencias ocurridas en aquel lugar se llevó la máquina excavadora cuando con sus destructoras uñetas, desgarró hasta hacer desaparecer lo que fue primero convento, más tarde asilo y finalizar como colegio público de la vieja Ceuta. Este añorado colegio tuvo la misión de departir las primeras enseñanzas a todos aquellos chiquillos. La mayoría hijos de pescadores y herederos directos del título del cual hoy se enorgullecen la totalidad de los ceutíes; ser Caballa. ¿Respetaría aquella dichosa máquina, las dos lápidas que tan solemnemente presidían aquel patio de colegio?. Siempre se dijo que eran de dos monjitas, pero la verdad, nunca supe a ciencia cierta a quien pertenecían.
    Y continuando con la descripción, en el  acceso al recreo, a la derecha, estaban los servicios, y en el mismo patio, la fuente. Aquella fuente encargada de paliar la sed a tantos niños, que durante tantas décadas, demandó que de su dorado grifo brotara al exterior con cantarín sonido su fresca y cristalina agua, para deleite de aquellos jóvenes sedientos.   A la izquierda al fondo, estaba el aula de don Pedro. Don Pedro era cura canónigo y se encargaba de los alumnos más mayores. Este señor era de Almería y tenía por costumbre comer higos secos. Durante el transcurso de las clases, daba buena cuenta de algunos de este nutriente fruto, dando a entender que le gustaban mucho, o que los tiempos no daban para más. La mesa la tenía sobre un entarimado y sobre ella, media docena de corchos que por aquellos entonces utilizaban las traíñas en sus artes de pesca. Los corchos le servían de armas arrojadizas sobre el alumno que gritaba demasiado o no prestaba la debida atención.
   Aquella planta baja, la componían estas tres clases al frente de estos tres profesores tan diferentes el uno del otro y empecinados en dar cultura a unos niños que solo deseaban que llegara la hora de salir, más que estar atentos a las enseñanzas.



    Algeciras, 11 de mayo de 2009


                                                       
                                                                                José María Fortes Castillo

 

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LOS BARES DE MI BARRIO

 

    Hoy quiero recordar aquellos bares que existían por mi barrio desde que era un niño. Casi todos fueron desapareciendo con el tiempo y el último en caer fue quizás el más entrañable de todos; “El Bar Sin Nombre”, que resistió hasta hace pocos años. El más antiguo que recuerdo, era el de Pepe Vinagre, que hacia esquina entre Plaza de África y la calle O`Donell. Lo recuerdo muy vagamente dado que desapareció siendo demasiado joven. En la calle Larga, junto a la ferretería Aragón, hubo también otro bar llamado “El Retiro”. Este tampoco tuve mucho tiempo de conocerlo muy a fondo, pues siendo muy joven, lo traspasaron y se trasladó allí, Juan Pecino que tenia la tienda-bar en el número cuatro de la calle Larga. Siguiendo por la misma calle, y dejando atrás la barbería de Luis, la carbonería de Manuel Rull –el gorrión--, el estanco de Emilio Barranco, “La única”, y otros conocidos comercios, llegamos a la bodega Fortes, lugar muy frecuentado por la gente de la mar y la construcción, con el ánimo de saborear buen vino acompañado de unos altramuces. Cuando Mariano, Salvador, Torres y yo, decidíamos comernos un pescado de los que cogíamos, siempre íbamos a abastecernos de vino a esta bodega, donde servían un “ligaíllo” que resucitaba a los muertos. Algo más adelante donde anteriormente estuvo casa Pepín, instalaron una cafetería estilo más moderno llamada “Florentino”. Esta ya me pilló más mayorcito y pude conocerla algo más a fondo. Siguiendo con el itinerario, por la calle Sagasta bajamos camino del Paseo de las Palmeras y antes de llegar a ella, teníamos la casa de Vicente “el valenciano”, tienda-bar, donde era típico el uso del porrón. Esta tienda-bar era atendida por nuestro entrañable amigo Andrevés, sobrino del dueño y hombre muy allegado a esta Web. Unos metros más abajo, estaba el bar “El Estrecho”. Este recordado bar, se hizo famoso porque allí era donde normalmente celebraban la parte los barcos de pesca. Era  propiedad de un señor llamado Miguel, tenia de barman a su hijo Manolo, muy querido en todo el barrio y cuñado de mi buen amigo Alfonso Morón.
    Más cerca del Puente Almina y pasado “El Barato” nos adentramos en la calle que más bares tuvo. Entrando en ella teníamos a la derecha la farmacia y frente a ella la mercería de Carmen Morón y junto a esta estaba el bar del “Joroba” muy peculiar por ser allí muy corriente la tapa de morena en adobo. Cuando freían la morena, el ambiente se cargaba de un aroma que se instalaba en toda la calle, a tal punto que hacía difícil que cualquiera que pasara cerca del lugar, pudiera superar la tentación de tomarse un tinto con la típica “tajá” de morena en adobo. Que nostalgia de aquellos manjares de mi vieja Ceuta. Continuando por la misma acera y en la misma esquina se encontraba “El Resbalón” lugar de encuentro de muchos pescadores, que allí trataban de ahogar sus penas y olvidar los muchos golpes de mar que llevaban sobre sus espaldas. En la esquina opuesta y accediendo a la calle de “La Tahona” se ubicaba el bar restaurante “Las Delicias” propiedad del señor Ferreiro. De verdad que hacía honor a su nombre, tapear en aquel lugar era una verdadera delicia. Siguiendo dirección al Puente y tras pasar por la puerta de la peluquería Polo --donde recuerdo a Picaso, que siempre fue mi peluquero hasta ya metidito en años--, llegamos a una de las tabernas más famosas que tuvo Ceuta; casa “Macario”, allí se bebía tinto y blanco a raudales y el típico aperitivo, eran cacahuetes.
    Doblando la esquina y en dirección a la parada de taxis, había un pequeño bar que desconozco el nombre, para de inmediato toparnos con “El Canarias”, que aun existe pero sin el caché y solera que tuvo. Seguimos subiendo la calle y tras dejar atrás la ferretería de Morón y la joyería de Luis Pérez, llegamos otro bar que fue famoso y conocido como “El Cante Escuchao”, donde mi abuelo Joaquín solía ir por las tardes a tomar café donde pasaba el rato de tertulia. Con dirección de nuevo a la calle Larga, dejándonos atrás la zapatería Vallejo y la tienda de Salas, en la esquina opuesta nos encontramos “Los Pellejos” conocido como el restaurante de los pobres pero que hacía unos callos de chuparse los dedos. Que le pregunten a mi amigo Quini que cada vez que reunía el dinero que valía la ración, allá que se iba con la tartera a comprarla para llevar a casa, donde posteriormente daba buena cuenta de ella. Este bar podría haber estado incluido en la calle Larga, pero dado que hacia esquina y tenia puerta en las dos calles, lo mismo da incluirlo en una calle que en otra. En el Puente Almina, por debajo de la ferretería Aragón estaba el bar “La Mezquita” propiedad de Francisco Amado –padre de mi esposa—y donde con posterioridad estuvo “Kilomet”.
    Quiero dedicar un recuerdo especial, al que fue nuestro casino, punto de encuentro de todos los del barrio, allí donde íbamos cuando no teníamos nada mejor que hacer, porque sabíamos que siempre encontraríamos a alguien con quien charlar o tomar algo; “El Bar Sin Nombre”, conocido mas popularmente como “Casa Lucas”, dado que así se llamaba el propietario hasta que lo heredó su hijo Servando.“Casa Lucas”, en realidad era la segunda casa de todos los del barrio. Aún tengo grabado en la memoria, el día que por primera vez, nos tomamos un tinto con gaseosa con su correspondiente tapa de patatas fritas y el trozo de pan con mortadela. Aquello nos costaba setenta céntimos de pesetas –siete perras gordas—y nos obligaban a tomarlo en la trastienda interior. Se llevaba muy “a raja tabla” aquello de la prohibición de vender bebidas a menores si no iban acompañados de un adulto.
    En aquellos tiempos teníamos la costumbre de tomar una “convidá” por cada unos de los que componíamos el grupo, que solían ser de tres o cuatro, lo cual y ante la falta de costumbre, nos ponía alegrete semejante dosis del caldo del dios Baco.
    Con el tiempo aquellos setenta sentimos, fueron aumentando hasta ciento veinte céntimos –una peseta y dos perras gordas--, pero ya con esta cantidad, había pasado el tiempo suficiente para ser adultos y nos permitíamos el lujo de tomarlos en la puerta. Aquella puerta, que probablemente en primavera, cuando los naranjos estaban en flor, impregnando el lugar con su aroma de azahar no existía escenario que se le pudiera igualar. Aquellos ocasos primaverales, en animada charla con Mariano, Torres, Quini, Pepín, Paco, Enrique o Juan José, acompañados por unos tintos con las sabrosas “papas” fritas y su tajadita de “pescao”, fueron incomparables. Cuanto daría por volver aunque fuera por un momento, a disfrutar de aquellos ratos tan maravillosos. Cuando Servando, llevando la bandeja con lo que previamente le habíamos pedido, nos servía unos “Jaimitos”. ¿Recuerdan aquellos 1/5 de cerveza de África Star que tan populares se hicieron en nuestra ciudad?, qué pena que desapareciera aquella fábrica de cerveza. La verdad es que no hemos sabido conservar casi nada de todo aquello que caracterizaba la vieja Ceuta.
    Al señor Lucas y su esposa doña Mercedes, como a sus hijos; Luquitas, Tere y Servando, como a Rafael y Loli, los tendré siempre presentes en mi corazón, porque son parte de mi pasado. A Servando lo saludé el día de la comida del ENCUENTRO del pasado agosto, en animada charla con Quini y sus hermanas Mari y Afriquita, Manolo Celaya y Pepita Ramírez Sánchez. Que gran cantidad de anécdotas se contarían entre todos aquellos comensales. Tengo unas ganas locas de coger a Manolo Celaya –enciclopedia viviente de aquellos tiempos—para que me cuente cosas. Porque él sabe mucho de aquella época y además siempre se caracterizo por ser un gran y simpático hablador.
    Bajando la calle “Hermanos Gómez Marcelo” y entrando de lleno en el Paseo de las Palmeras o calle La Muralla, antes de llegar a Casa Bentata, existió una tienda de comestible y ultramarinos que se llamaba “casa Ros”. Su propietario, Paco Ros, al que le faltaba una oreja, era muy popular y querido en la Parroquia de Nuestra Señora de África. Gran amigo de don Bernabé Perpén y de don Valentín Cabilla. Por aquellos tiempos, la cofradía del Santo Entierro, era nodriza de todos los “pasos” de la Parroquia y Paco Ros su hermano mayor, y con el pretexto de hablar temas de cofradías, todos los mediodías “Casa Ros” era punto de encuentro de cofrades como los antes mencionados don Bernabé y don Valentín además de Francisco Camacho, Diego Sandoval, Andrés Maese y un largo etcétera del que no recuerdo sus nombres. Los chatos de vino, eran aquí acompañado de los ricos embutidos de los que se abastecía su propietario y algo típico era el chorizo en manteca. Estoy recordando y escribiendo a las dos del medio-día y entre la morena del “Joroba”, los callos de los “Pellejos” y el chorizo en manteca de Paco Ros, me vienen al paladar, golpes de saliva o lo que se suele decir; la boca se me hace agua.
    En mi calle y junto a  casa estaba “casa de Narciso”, centro de reunión nocturna de varios vecinos de los alrededores, de los que recuerdo a don Francisco Artola, conocido familiarmente como Paco “el cura”, párroco de San José, Ángel Benítez, Ricardo de León, Manuel –el sacristán de la Catedral—Pepe el zapatero y mi padre. En aquel lugar, todas las noches y entre chato y chato que se jugaban al mus, pasaban las horas aquel grupo de vecinos. Una noche de verano, sentados en la puerta en animada charla, coincidió en pasar por allí el por entonces teniente general Gotarradona, que se paró a saludar y tomar un vino con un trozo de “volaó” seco que hizo su delicia.
Así se vivía en aquel barrio, barrio de la vieja Ceuta, que poseía una filosofía propia y forma de vivir diferente. Así eran los bares de ese trozo de mi alma, que tan cruelmente se encargó de eliminar el hombre moderno. Bares y calles que en su equivocada concepción de la modernidad no supo conservar como por ejemplo se hizo en Sevilla con el barrio de Santa Cruz o en Cádiz con el de la Viña. Faltó la sensibilidad y el amor por nuestro pasado, por nuestro tiempo, por nuestra identidad…Sin embargo, no todo está perdido, en nuestras palabras aún vivirá por mucho tiempo, algunas de aquellas plazoletas, calles y callejones  que a la mañana se vestían con el júbilo y la alegría de un nuevo día…


   
    Algeciras, 6 de mayo de 2009
                                                                                       José María Fortes Castillo

 

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AQUELLOS BARES DE CEUTA

 

    ¡¡¡Primera para tres!!! De inmediato, una voz en la cocina respondía; ¡¡¡marchando!!!  esa era la cantinela en la mayoría de bares de Ceuta. De alguna manera, dando a entender la cantidad y variedad de tapas que poseían, pues eran tapas diferentes en la primera con la segunda y… para deleite de los clientes.
    Si te paras a analizar la vida de aquellos tiempos, es hasta lógico, no solo en Ceuta sino en el resto del mundo, de que el ambiente callejero, fuera mucho más dinámico en aquellos años cincuenta o sesenta, que en la actualidad. La televisión invita o condena a pasar muchas horas en casa. Los partidos de fútbol, las series o las películas de los diferentes canales, conduce a la gente a llevar una vida más hogareña, que la que se acostumbraba a llevar cuando no existía la caja tonta. Por eso no es de extrañar que los bares en la actualidad, carezcan de aquella dinámica que poseían entonces. Por ese motivo, también desaparecieron la mayoría de los bares que por pura lógica, fueron reemplazados por otros con distinta filosofía. Pero no por eso, esta Web los va a olvidar. Estamos empecinados en hacer ver a las nuevas generaciones, como se alternaba en “La Perla del Mediterráneo” en aquellos años. En otro recordatorio, hablaremos de los restaurantes, pero en este, nos dedicaremos en exclusiva, a los bares que hoy llaman de copas.
    En nuestra ciudad, hubo un bar, que creó escuela. Supo marcar las diferencias entre una tasca y un bar de chateo y tapas, y este fue “Paco Bigote”. Ubicado en la plaza de Maestranza, aquel pequeño bar de Paco, fue el pionero en utilizar la plancha a la vista del cliente. Además el tapeo que utilizaba, en estos tiempos que vivimos sería difícil y costoso conseguir. El bueno de Paco, disfrutaba en su pequeñísimo bar, ofreciendo una carta de tapas, que de verdad fueron únicas y todas a la plancha. Filetillos de ternera, de aguja palá, de hígado, gambas, riñones y un etcétera corto pero exquisito. De verdad que creó escuela, porque a partir de Paco, se abrieron varios bares, copiando su famosa plancha.
    En la misma calle y frente al garaje Continental, “Las Siete Puertas” fue otro bar que tuvo también un gran éxito. Volviendo atrás y entrando en la calle Juan I de Portugal, poco antes del garaje de Baeza, estaba el bar “Los Corales” cuyo barman era un bético muy gracioso, que posteriormente abrió otro en la antigua “Casa Julián”, donde hoy está Blasco. El Bar “El Retiro”, ubicado pasado San Amaro era también un lugar muy acogedor y donde se freía el pescado maravillosamente bien. Hoy de verdad tampoco existe la riqueza de pescado que había entonces.
En el lado opuesto, en el Tarajal, estaba “Chiclana” que ya hablaremos de él, dado que se merece un capítulo aparte. En la Almadraba estaban “Los Pulpos” del primo Juan y “El Espigón”. Estos dos bares eran muy parecidos, pero “Los Pulpos” siempre tuvo más éxito.
    Frente al cuartel de Automovilismo,  pusieron un bar en lo que fue despacho de flores de Pelegrina hasta su fallecimiento, que se llamaba “Troyano”. Este pequeño bar, era especialista en las  gabardinas de boquerones que las hacía antológicamente.
    Al final del Recinto Sur, se encontraba “El Ahorcao” también experto en pescados que le llevaban de las pateras del Sarchál y hacía unos adobos de chuparte los dedos. En esa misma barriada, abajo en la playa estaba el bar “Caca”, donde he disfrutado más de una vez de sus sabrosas sardinas asadas.
    Para finalizar este recorrido por aquellos bares, que fueron tan populares y que hoy es solo el recuerdo de unos pocos abuelos, vamos a tomar la “penúltima” como se solía decir al final del recorrido, también llamada “la espuela” o la del “estribo” que eran los términos que se solía emplear en la época. Dicho y hecho, nos vamos a “Casa Ortega” en pleno corazón de la Plaza Vieja. Ortega empezó friendo pescado, recuerdo al principio celebrando un San José, donde pagábamos Pepe Torres y yo, que solo había jureles fritos. Aquel día nos pusimos de ellos hasta las cejas…¡¡¡Siiiiiii!!! y de vino también, pero eso no se cuenta. Más tarde, Ortega quitó la cocina y se dedico a tapas frías, pero ponía tal cantidad, que aquello siempre estaba lleno de noche o de día. Tenía pan de molde, pero no tan blando como el que se compra ahora, y ese cuadrado era la tapa con un trozo de melva en aceite –la cantidad que ponía es lo que trae hoy una latita pequeña-, o un buen trozo de queso de cerdo, un gran trozo de paté, un huevo duro, etc. Lo suficiente, para  luego de tomar tres tapas, ir a casa y no comer nada.
    Prácticamente ese era casi el recorrido, que hacíamos todos los domingos en las mañanas de invierno que no salíamos a pescar. Digo casi, porque como entenderéis unas veces íbamos a uno y otras cambiábamos. Ese recorrido de sagrarios, era muy grande como para recorrerlo entero y no caer en el intento. Lo que sí os digo, que nada había de congelados, ni las tonterías que se utilizan hoy. Todo aquello era natural, tan natural como era mi Ceuta.

 

    Algeciras, 17 de mayo de 2009

José Mará Fortes Castillo

 

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PLAYA DEL CHORRILLO

 

    La playa del Chorrillo que debe su nombre a un manantial existente donde antiguamente estaba la vía del tren, fue durante muchos años la única playa urbana con la que contaban los ceutíes.
    Es una playa de reciente aparición. Ni existía ni cabía la posibilidad de acceder a ella, hasta la construcción de la «Carretera Nueva». Con anterioridad, la zona era un talud que daba directamente con el medio marino. A raíz de la construcción de la carretera, que hace las veces de muro separador del monte, es cuando se forma la playa, también conocida como Playa Nueva, confirmando esta teoría. Antes de aparecer en escena este arenal, los pocos bañistas de aquellos tiempos, disfrutaban de la Playa de los Mártires o de la Sangre, que debe su nombre, a que en ese lugar decapitaron en octubre de 1227 a San Daniel y sus compañeros mártires, y se ubicaba desde el comienzo de la rampa de acceso al Muelle España, hasta aproximadamente donde hoy está el barrio de  «La Puntilla»,  y limitando con el desaparecido  barrio de  «Las Latas». La construcción de la antigua estación del ferrocarril Ceuta-Tetuán, hizo desaparecer la hermosa playa, de arena fina y rica en coquinas y navajas.
    La Playa del Chorrillo, estaba formada por guijarros y arena de pizarra, como la de Miramar. En las décadas de los cuarenta, cincuenta y sesenta del siglo pasado, la Ribera no era apta para el baño, dada la cantidad de viviendas de pescadores que allí se situaban; y la afluencia  de los bañistas, por tanto, tendía hacia el Chorrillo y algunos pocos, a Fuente Caballo.
    Aquel Chorrillo, estaba presidido por la caseta de Educación y Descanso, que regentaba Alejandro “El Chato” y su ayudante “El Tigre”. El chiringuito estuvo allí ubicado durante muchos años -al que le dediqué un capítulo referente a sus actividades nocturnas- y era también peculiar por el olor a sardinas asadas, que durante las mañanas de verano, emanaba de aquel lugar que te ponían el apetito al cien por cien. Eran tiempos que por una peseta, te tomabas un tinto con uno de aquellos plateados peces de tapa y oportunidad que no podías dejar escapar. Esa era la droga, a la que tan adicto éramos los ceutíes en aquellos tiempos. Una ración de aquellas sardinas de derecho, costaba un duro, con su bollito y por algo más, te tomabas dos tintos que unido al apetito que te origina la playa, te sabía a Gloria Bendita.
    En aquellos tiempos, no veías una sombrilla, ni sillas playeras, ni esterillas. Lo único que llevaba el bañista y no todos, era la toalla enrollada bajo el brazo y su bañador tipo pantalón –los bañadores cortos y ajustados, estaban prohibidos-, al menos que te expusieras a pagar una multa de cinco duros.
    En esa playa, los grandes usuarios que la disfrutaban en verano e invierno, eran un grupo de amigos a los que a bote pronto, me acuerdo del señor Cortés, propietario de una librería sita en la calle Real, un poco más arriba de donde hoy está Zara. El señor Gómez, que poseía una tienda de comestible en los bajos del reloj del Mercado de Abasto. Don Isidro Perpén, hermano del párroco de África y algunos más que siento no recordar los nombres. Otra estampa muy típica, era casi en la entrada, la gigantesca presencia de don Jaime Rigual –director del Instituto- y su traje colgado en la pared.
    La costumbre por entonces al acudir a la playa, era muy matutina. Por la tarde era escasa la gente que solía visitarla pero sí recuerdo que tenían esa costumbre la entrañable familia Llanzón. Esta familia vivía en el Paseo de las Palmeras, tenían –creo recordar, cinco hijas- y todas las tardes pasaba la señora con sus cinco bellas niñas por delante de mi ventana, camino del Chorrillo. Yo cuando no podía hacerlo por la mañana, también acudía por la tarde en compañía de mis dos primos Joaquín y de Quique Lozano, y allí veía a esta familia que sin hablar nunca con ninguna de ellas, no sé por qué, siempre les tuve en gran estima.
    Si cotejamos aquellos tiempos con estos, se dan anécdotas simpáticas, como por ejemplo: un día acudía por la Carretera Nueva camino del Chorrillo, cuando me fijo, que más allá de la caseta “del Chato” había mucha aglomeración de bañistas. Me imaginé que sería algún ahogado o algo por el estilo y aceleré el paso para no perderme el acontecimiento. Cuando llegué, comprobé que todo se debía a que en la playa había una chica en bikini ¡el primer bikini del Chorrillo y posiblemente de Ceuta! Era una chica joven –me reservo el nombre, ante la posibilidad de herir sensibilidades-, bonita y con un cuerpo agraciado, pero si lo comparas con las prendas de hoy, posiblemente con la tela de aquel, ahora se harían lo menos tres. Sujetador que le tapaba medio estómago y pantalón, corto pero pantalón. La verdad es que ninguna de las dos prendas dejaban  gran cosa que ver. Pero eso no era óbice para que la gente rebuznara a su alrededor. Los de ahora sí son bikinis. Aquello era un bañador normal dividido en dos partes.
    Volviendo al principio, la playa se fue formando tras la construcción de la carretera, con los arribazones de arena, que la dinámica marina acumulaba en aquella zona, pero cuando construyeron el muelle junto al foso, el aporte al principio de la playa de fue disminuyendo de tal modo, que antes de la regeneración de arena rubia que se hizo en la década de los ochenta, el árido de acceso a la playa había desaparecido; de tal manera,  que con marea llena, había que esperar el reflujo de las olas para pasar a todo correr si ibas calzado, dado que el agua llegaba hasta la misma la muralla.
    La verdad es que desde muy pequeños, los ceutíes estábamos inmunizados ante todo tipo de bacterias. El Chorrillo también poseía sus puntos negativos, aunque no lo notáramos. Eran los tres vertidos de aguas residuales que hasta hace poco años brillaban con todo su esplendor y mal olor a lo largo de la playa, pero como eso ya no existe, es mejor quedarnos con lo positivo de aquellos tiempos y de aquel lugar, antes que poner mal cuerpo a todo aquel que se digne a leerme a través de Ceuta en el corazón.

 

Algeciras, 16 de junio de 2009

José María Fortes Castillo

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FUENTE CABALLO

 

    Al inicio de la pendiente del Recinto Sur y en plena Glorieta del teniente Reinoso, tiene su acceso la pequeña barriada de Fuente Caballo, antesala de la antiguamente popular playa del mismo nombre.
    Fuente Caballo, debe su nombre al manantial de agua salobre que se ubica al final de la rampa de acceso a la playa. La primera vez que fui, era acompañando a Paco Benítez, con motivo de enseñarme unos cerdos propiedad de su padre, que allí tenían en el interior de una pocilga para su engorde.
    Más tarde y a consecuencia de la amistad que me unía a Enrique Blanco, vecino de ese bello lugar y su sobrino Paco de León y por la influencia de ambos,  mis visitas a esa zona de baño fueron frecuentes.
    Nunca ha sido una playa propiamente dicha. En realidad ha sido un roquedo bajo, con algunas alternancias de pequeños arenales, pero repito, nunca una playa. Tuvo su popularidad o mejor dicho, su afluencia de bañistas, por las décadas de los treinta, cuarenta y a principio de los cincuenta. Cuando no existía el Chorrillo y los únicos lugares para bañarse eran San Amaro, Los Corrales o los Mártires, que quedaban lejanas del centro de la ciudad. Por ser la playa más cercana al núcleo urbano y a pesar de los inconvenientes de su topografía, la gente, solía utilizarla como zona de baño. La Ribera no era apta y la playita del Tintero –posteriormente el CAS- tampoco era apropiada para el baño, aunque los chiquillos del callejón del Asilo y sus Aledaños, tenían licencia del propietario del tintero; Sebastián López Sánchez, y en aquel rincón se bañaban y mariscaban cruzando la corriente y accediendo a los Mártires.
    Fuente Caballo para mi gusto, es el paraíso. A mí me encanta ponerme las gafas, el tubo y las aletas y cuando las utilizo me gusta ver un fondo rocoso y bello. Ese escenario indudablemente lo tienes en Fuente Caballo. Ahora bien, a quien le guste darse un baño cómodo, sin riesgo de golpearte una rodilla con una roca o desollarse los tobillos con el canto rodado, para luego tumbarte al sol encima de una esterilla, si va a ese lugar, lo lleva claro. Le será difícil encontrar un sitio que posea dos metros lisos para ese menester. En cambio a quien le guste saltar al agua desde una piedra, allí encontrará el lugar idóneo. Mi amigo Enrique, nacido y criado en aquel lugar, era un artista saltando. Tanto el salto del ángel como de la carpa, lo hacía a la perfección. En fin, todo es cuestión de gusto.
    Cuando solía ir, al principio de los años cincuenta, ya el Chorrillo le había robado todo el protagonismo, pero existía un buen ambiente, generado principalmente por la juventud de la Glorieta y calle Velarde que tenían el lugar de baño, a tiro de piedra. Entre aquellos bañistas, quiero recordar a dos chicas muy bellas, conocidas como Kety y Mayoyi, a los antes citados Enrique y Paco para hacer especial mención a los grandes protagonistas como eran los hermanos Velásquez.
    Todo estos, se hicieron mayores y unos por un motivo y otros por otro, el caso es que Fuente Caballo dejó de tener atracción y fue perdiéndose en el olvido. Excepto para un señor que desde el final de la década de los cincuenta y principio de los años sesenta, comenzó a frecuentar la zona y extraerle gran parte de su riqueza. Me refiero a Francisco Luque, archiconocido como “Paco Lata” que si ahora lograra en una sola vez, todo el pescado que ha cogido, entre el Sarchal  y el Agujero del Boquete de la Sardina, se haría rico. 

   

Algeciras, 18 de junio de 2009

José María Fortes Castillo

 

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AQUELLOS 18 DE JULIO

 

    No penséis que os voy hablar del significado histórico de esta fecha. Nada más lejos de la realidad. Quién haya seguido mis escritos, sabrá que pienso que fue un deshonroso hecho, que sólo sirvió para manchar la historia de un pueblo y generar odios y rencores que aún no se han borrado. Una guerra entre hermanos, es una vergüenza para los dos bandos.
    Lo que voy a recordar, es mucho más alegre y divertido. Es la forma de vivir la fecha, que teníamos los ceutíes de entonces. Especialmente los niños, disfrutábamos el día porque lo pasábamos entero en la playa. La fecha era -no sé por qué- la elegida para que muchísimos ceutíes, pasara el día junto al mar.
    Desde por la mañana temprano, la gente, con bolsas con la comida y garrafas de vino, se congregaban en el Puente Almina con el fin de coger el autobús -entonces conocido como camioneta- que les llevara al lugar de destino. Las empresas de autobuses, ese día hacían su “agosto”. Entonces eran dos empresas; “Hadú-Almadraba” y “Benzú”, la primera pintada de verde y la segunda de rojo. Debo puntualizar, que años antes las dos iban de blanco. Los autobuses de verde que tenían su final de trayecto en la Almadraba, ese día ampliaban el servicio y hacían parada en El Tarajal -que entonces era una playa muy popular-, playa de los Alemanes, Puente Negrito y daba la vuelta en Castillejos.
    Los autobuses de rojo, que se encargaban del transporte público de la bahía norte, su fin de trayecto se ubicaba en la playa Benítez, frente a la antigua fábrica de jabones. Aunque siempre tuvo un servicio hasta la barriada de Benzú, ese día lo ampliaba notablemente, dada la demanda de los que iban de “jira”, entonces no se utilizaba la palabra excursión.
    Los que iban de “jira” por la bahía norte –solían ser los menos, por temor a la frialdad  de las aguas de esta costa- se repartían entre la más popular que era Benítez, después Cala Mocarro, Cala Blanca y finalmente las cuevas de Benzú.
    La verdad es que aquella fecha, en mi barrio nadie le daba tinte político, todo lo contrario. Considero que el mayor atractivo, era cobrar la paga extra. Los más mayores esperaban a dos días anteriores -día 16 de julio- que también se vivía intensamente en el muelle de Comercio, a que la Virgen del Carmen, bendijera las aguas de forma, que ya tenían carta blanca para ir a la playa. Dos días después, eran cientos de personas las que se daban el primer baño del año. Entonces tenían la obligación de bañarse diez días seguidos, que era la formula que se utilizaba para que no salieran granos y tener el cuerpo preparado para hacer frente a los resfriados del invierno. Aquellas entrañables creencias antiguas.
    Si ese día te dabas un paseo por cualquier playa de Ceuta, verías las garrafas o botellas de vino, en la orilla y cubierta por el agua, de manera que ésta le transmitiera su frescor. Lo mismo se hacía con sandias y melones. En aquellos tiempos no se conocía la nevera de playa. Se hacían muchas paellas o arroces guisados además de las ensaladas o la popular sardina asada, pero el bocado por excelencia era y sigue siendo la “tortilla a la española”, hasta el nombre lo tiene bonito.
    De alguna manera, el 18 de julio invitó a los ceutíes a disfrutar más de un día de playa completo. La costumbre entonces era ir por la mañana hasta medio día, volver a casa, comer y después la siesta, para por la tarde-noche, los más jóvenes irnos al Paseo de las Palmeras o Calle de la Muralla para los de mayor edad.
    Los tiempos han cambiado por completo, hoy la mayoría suele ir a la playa por la tarde, al contrario que en mi niñez que a excepción de la familia Llanzón –aquella señora no faltaba una tarde al Chorrillo, acompañada por sus cinco hijas- todos íbamos por la mañana.
    En la playa del Puente Negrito, se hizo muy popular durante unos años un chiringuito llamado “Molino Rojo”, lugar al que le gustaba acudir la familia Victory, hijos del que fue alcalde de nuestra ciudad y vecinos del inmueble donde yo vivía. Era un lugar que me gustaba porque combinaba calitas de arena, con zonas de roca, lo que me permitía mariscar que siempre fue mi gran hobby.
    El retorno del día de “jira”, era patético. Las señoras que no habían ido a la playa en todo el verano, traían brazos y piernas quemados por el sol, al igual que los niños. Después de un día de gran ajetreo y cargando con bolsos y mantas, la estampas que transmitían, no invitaba a ir de nuevo a los baños –como se solía decir-, dado que el cansancio se reflejaba en sus rostros.
    Hoy todos tenemos coche que nos hace la vida mucho más grata, pero en los años cuarenta y cincuenta, sólo disponíamos del autobús, haciendo el resto del camino hasta nuestro destino, andando y cargado, pero lo que era incuestionable, es que el día se disfrutaba al cien por cien.

 

Algeciras, 30 de agosto de 2009-08-31

José María Fortes Castillo

 

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LA ISLA DEL PEREJIL

 

     Era el 16 de julio de 1947 o 1948. Fecha que los marineros celebran con gran algarabía el día de su patrona; Nuestra Señora del Carmen. Aquel día estaba inmensamente feliz. Mi abuelo me había prometido, embarcarme en El Lobo Grande. La movida que se detectaba en casa, me hacía pensar que mi gran ilusión por fin se cumpliría.
     La noche anterior, me había costado dormir plácidamente como cualquier niño. Entre sueños, me vi a bordo del barco ciento de veces. En aquella ocasión, la familia al completo  embarcaríamos desde la mañana para disfrutar de aquel hermoso día.
     Llegamos al muelle España, junto a la primera escalinata que te encuentras bajando a la derecha. Allí estaba, limpio, hermoso, majestuoso; mi barco del alma. El Lobo Grande. Solo verlo, me fui corriendo hacia él, sin hacer caso de mi abuelo y mi padre que me gritaban temerosos de que cayera al agua. Me llevé la primera regañina del día.
     Una vez a bordo, fui de inmediato al motor. El resto del barco lo conocía tan perfectamente que, aun hoy sesenta años después, lo tengo grabado en mi mente. Siempre que había estado embarcado en él, estaba parado. Bien varado en la Almadraba o fondeado en las dársenas del Muelle Del Comercio, pero parado. Mi primo Antonio Fortes –en realidad era primo de mi padre y falleció en la tragedia del 13 de noviembre-, tenía los sopletes encendidos, dándole fuego al cabezal del motor, hasta que lo puso en marcha. Yo temblaba, por fin iba a navegar en el barco de mis amores.
    Cuando soltamos amarras y dimos “avante”, mi corazón me iba a saltar del pecho. Tanta era mi emoción, viendo hecho realidad aquello tan esperado, que creo que el momento aquel, solo es comparable al día de mi boda y al nacimiento de mis dos hijas.
    Recuerdo que al timón iba mi padre, pues estuve un rato en el puente con él, pero salí al comprobar que salíamos del puerto. ¡¡¡¡Dios que emoción tan inmensa!!!!, por primera vez en mi vida, salía del puerto.¡‘Qué suerte!. pensé, tenían los pescadores, que salían todos los días. Cogimos rumbo a la isla del Perejil y me senté en popa junto a mi abuelo. Algo dentro de mí me decía que junto a él estaría más protegido.
    Al momento. mi abuelo reclamó un jarrillo de lata -estos jarrillos se construían con los botes de leche condensada a los que se les soldaba un asa-, y dirigiéndose hacia la garrafa que había junto al puente, se echó una buena porción de vino tinto. Le gustaba el vino. Confirmaba aquello que decía: «No es buen lobo marino, quien no le guste el vino». Mi abuelo hacia bueno aquel  viejo refrán.
    Al momento llegamos a la Isla. La pasamos por fuera y cuando mi padre me dijo que aquello era la isla del perejil, me lleve una desilusión tremenda. Siempre tuve la idea de que una isla sería una porción de tierra, en medio del mar, y cubierta por palmeras y cocoteros. Donde poder bañarse en sus playas y correr por ellas.
Lo que vi, fue una piedra tremenda, de muy difícil acceso y por supuesto nada agradable. No, no es la idea que yo tenía de una isla. Me la imaginaba lejos de la costa y resulta que está a unos trescientos metros.
Luego nos fuimos a una playa, entre Punta Leona y Punta Cires. Donde a través del bote cabecero, fuimos desembarcando, para pasar allí un maravilloso momento.
    Luego de bañarnos y comer, cogimos el rumbo de regreso. Le pedí a mi abuelo que nos uniéramos a la procesión de La Virgen del Carmen, negándose en redondo y queriéndose justificar con que corríamos el riesgo de un trompazo-choque entre barcos-, algo que me extrañó enormemente, ya que mi abuelo no era muy dado a negarme nada.
    Antes de entrar en el puerto, viramos a babor y montamos La Almína. Antes de llegar a ella, mi abuelo me señaló una piedra que le llamaban “Piedra de la Sirena” y me dijo: cuando estemos un rato solo y me pidas que te narre algún cuento, recuerda que te cuente el de la “Sirena”.  Ese será mi próximo artículo.

 

    Algeciras, 6 de junio de 2008

José María Fortes Castillo

 

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EL GRAN “TORÓN”

 

     Bajo el título de “Mi viejo barrio I”, trato de hacer llegar a los que se dignan a leerme, una idea de como se vivía en la década de los cincuenta en “El Puente Almina”, hoy rebautizada como Plaza de la Constitución.
El Puente, como le llamábamos, era punto de encuentro de un gran número de ceutíes, que cuando finalizaban su jornada laboral, se concentraban en aquel lugar echados sobre la muralla, en animadas charlas u oyendo las canciones de moda que se emitía de una pequeña emisora ubicada en el Mercado Central.
    En aquellos años, sin ningún género de dudas, la gran atracción o el gran protagonista era ¨Torón”. Hoy olvidado por el ochenta por cien de todos los ceutíes, CEUTA EN EL CORAZÓN, quiere rescatarlo del olvido. Esa es nuestra filosofía y empeño. No solo a él,  también a todos aquellos que de alguna manera, tuvieron alguna relevancia en el devenir de nuestra querida Ceuta. Además aquel personaje, debe estar para siempre vinculado a  nuestra ciudad, porque hizo historia.
    “Torón”, llamado Rafael Cárdenas -todos estos datos, se los debo a la gentileza de mi amigo, Antonio Mira Cazorla-, era curiosamente conocido como Pepe. Pero en realidad todo Ceuta lo conocía como “Torón”. Hombre muy humilde, totalmente alcoholizado, que se ganaba unas pesetas llevando cajas de pescado desde la lonja hasta el Mercado. Su dormitorio era un barco apresado en la guerra civil, llamado “Caimán”, que estaba varado debajo del Puente Almina. Nunca salía de su entorno, muelle del Comercio y Puente,  teniendo como “hobby” favorito visitar a su viejo y gran amigo, Juan Sedenño. Juan era el propietario del entrañable bar “El Resbalón”, que solo verle bajar los dos escalones del bar, se apresuraba en llenar una copa de aguardiente. Este era el veneno que servía de alimento al pobre Rafael.
    Se decía de él, que a veces se mareaba solo con una copa de agua azucarada. --tal era su estado de alcoholismo-- Torón era conocido en Ceuta por su afición a los toros, y en su hermosa locura, le daba por torear los coches que pasaban por el Puente.
Es indudable que el parque móvil de Ceuta hace sesenta años, no es el de ahora y el trafico era mucho menos fluido. Por eso cuando un coche pasaba y era toreado, la gente esperaba impaciente, el paso de otro,  para jalear de nuevo con “olés” los capotazos o muletazos de Torón.
    Igual que aquel hidalgo caballero, que a lomos de “Rocinante” atacaba a los molinos de viento de la meseta manchega, Torón se enfrentaba a los astados que en formas de Chevrolet, Dodge, Ford y aquellos taxis que casi todos eran Plymoult, que embestían a la imaginada muleta, que en sus manos bordaba los naturales o pases de pecho.
Entre pase y pase, oíamos aquellas dos inolvidables frases, que con tanta gracia pronunciaba; ¡¡¡y es verdá ahí!!!, ¡¡¡y hasta el puño na más!!!.
Se le daba mejor los toros de la divisa CE. En aquellos años, por nuestras calles corrían también astados de la divisa marroquí ME y de la internacional tangerina, T.
Algunos de estos conductores, no estaban muy conformes con ser toreados por aquel único espada en el coso “Puente Almína” y paraban con ánimos alterados Pero su fiel afición, siempre esta dispuesta al quite. De manera que nunca sufriera ningún percance. Después de algunas explicaciones, todo volvía a la normalidad.
    La gente le achuchaba, Torón ahí viene otro bicho, y él, citándolo de lejos como los grandes, se disponía de nuevo a continuar la faena. Torón siempre tuvo especial predilección, por un coche; aquel Studebaker de color gris plomo, propiedad de Imosis. Este señor era el cónsul ingles. Muy caballa, muy alegre, simpático y mejor persona, que siempre, después de recibir el pase, se paraba a unos metros, esperando que Torón acudiera a recibir el duro de costumbre. En ese momento, finalizaba la tarde-noche de toros. Torón se dirigía de inmediato, a visitar de nuevo a su amigo Juan Sedenño, en su Resbalón de su alma, con el fin de ingerir más veneno en forma de aguardiente.
    Quién pudiera volver a aquellos tiempos y estudiarte mejor, saber más de ti. Fuístes durante muchos años, una celebridad en Ceuta, por tu simpatía e inocencia. Aún recuerdo un día por Navidades, que en la puerta del “Resbalón”, cantabas un villancico que decía así:

                                                          ♫ Los pastores son,
                                                              los pastores son;
                                                              amigos de Torón**. ♫

    No solo los imaginados pastores, eran tus amigos.  El Puente Almina al completo lo era. Amigos y admiradores nunca te faltaron, porque siendo alcohólico y el más humilde de los humildes, jamás tuviste un mal gesto con nadie. Hasta el más menesteroso, puede ser caballero, y ese fue tu caso.
    Se que existe una poesía* que te escribió tu amigo Juan Sedenño. Me ha prometido Antonio Mira, hacer por encontrarla. Si lo consigue, te prometo que será publicada.  Y tú, desde el cielo, recibe este pequeño recordatorio, de todos los ceutíes que no te han olvidado.

 

   Algeciras, 27 de abril de 2010

José María Fortes Castillo

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*     Ruego, que si alguien, posee una foto de aquel entrañable Torón, nos la facilite para escanearla y  quede presente para siempre entre nosotros. Prometemos devolverla de inmediato.

**   Y algunos niños añadían: "Con chaqueta y pantalón".

 

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EL DÍA DE SAN JOSÉ


    Hoy al contrario que en mis años de niñez y juventud, el aniversario del nacimiento es mucho más festivo que el día de la onomástica. Para mí, el día de mi santo siempre fue el mayor acontecimiento del año. Cuando me levantaba, lo primero que recibía era el regalo de mi padre y de inmediato el de mi vecina Teresa Celis, esposa de Narciso Bárcena. Luego llegaban el de los abuelos etcétera.
   Un dieciocho de marzo del año mil novecientos  cincuenta y siete, víspera de  san José, andábamos ya celebrando el acontecimiento varios amigos en la cafetería de Florentino*, sita en la calle Larga, entre el restaurante "Los Pellejos" y la Bodega Fortes. En aquellos momentos, los encargados de invitar éramos Pepe Torres, Pepín Gómez y yo, rodeados de los amigos de siempre. Estábamos bastante animados, cuando al punto, ¡en mala hora!, pasó por la puerta de la cafetería, Paco, nuestro entrañable y sufrido  Paco.
     Paco, un buen día apareció por plaza de África, sin saber nadie de donde venia ni quién era. Este pobre hombre padecía una notable insuficiencia mental. Su único objetivo era comer y comer. Tenía una boca enorme y dientes de caballo.
   Aquel viejo barrio ubicado entre puente y puente, tenía vecinos de tanta calidad y nobleza, que se compadecieron enseguida de Paco. A pesar que a nadie le sobraba nada y que corrían años difíciles, a Paco, nunca le faltó un plato de comida. En este caso quiero destacar a los vecinos de la calle O´Donell número once. Éste era el edificio que hacía esquina con la calle Independencia. Las familias López Amate y López Sánchez -la de mis amigos y parientes Quini y Juan José- se apiadaron de él de tal manera, que hasta le facilitaron una pequeña habitación en el hueco de la escalera de su portal, con cama incluida.
    Conocido, más o menos quien era Paco, volvemos de nuevo a la víspera de San José; le llamamos y este aceptó entrar aunque a regañadientes. Le quisimos invitar a un vaso de vino, rechazándolo de inmediato dado que era poco amigo del alcohol. Nos pidió un bocadillo y enseguida le fue servido, bien repleto de atún. Nosotros estábamos bebiendo cerveza y yo sabía que a él no le iba. Le pedí a Florentino una copita de mistela, la que le ofrecí y luego de mucho insistir, aceptó probarlo. Al bueno de Paco le gustó, de manera que después de probarlo, se tragó el resto de un solo trago. Le preguntamos si quería otro y contestó que sí. Entonces, le pedí a Florentino que le llenara un vaso de agua y se dejara de catavinos. Al final, Paco se comió el bocadillo y se bebió un gran vaso de vino mistela.
    Al momento decidimos ir a dar una vuelta por Hadú -como era costumbre en aquella época-. Paco se vino con nosotros y enseguida notamos que llevaba en su interior todo un temporal de levante. Los bandazos que daba de babor a estribor y de estribor a babor, aunque gracioso, mostraba el "mal de fondo" de su interior. El pobre nunca había bebido y no lo resistió. Cuando fuimos a coger el primer taxi de los dos que pretendíamos utilizar, el primero que se coló en su interior fue Paco. Con la cara pálida y los ojos muy abiertos, soltó por la gran boca que poseía, el bollo con atún, el gran vaso de mistela y algo más difícil de descifrar. Cuando exteriorizó las reservas de proteínas que conservaba en su interior, parte de ésta cayó sobre la nuca y el cuello del conductor, que estaba sentado delante de él.
   Nosotros ante semejante situación, optamos por salir huyendo,  dejando a Paco solo ante el peligro. En pocos segundos, dejamos atrás el Bar Canarias, la Ferreteria Morón, joyería de Luis Perez, Zapatería Vallejo y por último el estanco de Faustino y la tienda de accesorios de radio de Antonio Salas, que hacia esquina con la calle Larga. En tan corto recorrido, oí la relación de tacos más extensa y rica, que hasta la fecha había llegaron a mis oidos. No era para menos. Toda la camisa por la espalda empapada, el mal olor en el interior del taxi y a Paco que dejamos  en su interior. La situación no era para llamarnos bonitos y nos merecimos todo lo que nos dijo y tal vez algo más.
    Ante semejante situación, optamos ir a nuestro cuartel general: el Bar Sin Nombre -conocido por nosotros como "Casa Lucas"-. Allí pasamos un rato, hasta que decidimos darnos una vuelta por la parada de taxis y comprobar, en que situación habia quedado el bueno de Paco.
    Una vez presente en el escenário del suceso anterior, nos encontramos a nuestro amigo tumbado en la puerta de la Ferreteria Morón, profundamente dormido. Dada la situación, decidimos no dejarlo allí a la interperie y sí llevarlo al portal de Quini y Juan José que era su habitual residencia.
   El traslado de Paco hasta plaza de África, fue -salvando las distancias y con el mayor de los respetos- como potar un paso de Semana Santa. Pequeñas "chicotás" y parada, aunque sin música, aplausos ni saetas. Por fin, y una vez en Plaza de África, alguien dijo de llevarlo a la sacristía. Y éste, definitivamente,  fue el rumbo que tomamos.
     Llevábamos un rato allí, cuando a uno de nosotros se le ocurrió liarlo en una alfombra. Dicho y hecho, al momento el pobre Paco estaba envuelto en una de ellas como si fuera un flamenquín y en el lugar donde éstas se almacenaban, que estaba ubicado detrás del altar. Entre bromas, se nos fue pasando el tiempo, hasta que llegó el momento de regresar a casa, cosa que hicimos, olvidándonos del pobre Paco.  Y aquí, para nuestro descargo, si cabe,  se pudieron  mezclar las copitas de más y la poca responsabilidad e inconciencia de la juventud. O podríamos llamarla también maldad juvenil. En aquellas fechas, Mariano Marcos, aún no se habia incorporado a nuestro grupo de amigos. Si él hubiese estado presente,seguramente, este suceso no habría tenido lugar.
    Al día siguiente nos contaron, que en plena misa de ocho, que oficiaba aquel santo varón llamado don Martiriano Pastor, se oyeron unos lamentos que decian ¡¡¡sacadme de aquí!!!, ¡¡¡sacadme de aquí!!!, la misa se tuvo que suspender y todos los allí presentes se pusieron a buscar al desdichado Paco, encontrandolo donde lo habiamos dejado. Una vez efectuado el rescate y ante el  lamentable estado que se encontraba, orinado y lleno de vómitos, lo trasladaron al hospital, donde estuvo unas horas ingresado. Aquella fechoría no tuvo secuelas graves para el pobre Paco y para nosotros tampoco, dado que lo mantuvimos   en secreto, temiendo las consecuencias  que el escarnio  y la temerária broma nos podría  acarrear. Siempre que he recordado aquella malvada acción, he sentido cargo de conciencia, porque considero que jugamos con la vida de un pobre e inocente infeliz.

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*    Con anterioridad fue una tienda de comestible, llamada "Casa Pepín" cuyo propietario, Pepín Botmati la traspasó, cuando desde la casa Buades reclamaron su servicio, dada la condición de yerno del propietario y fundador de la empresa, don Agustín Buades Cuesta 
                            
    
     Algeciras, 3 de marzo de 2010

                                              
José María Fortes Castillo

 

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UN PASEO POR MI BARRIO EN LOS AÑOS 50

Capítulo I

 

     Tendría catorce o quince años, cuando una buena mañana, a falta de hacer otra cosa mejor, decido dar una vuelta por Ceuta, con el deseo de mantenerla en mi memoria tal como es, de manera que algún día, pasado cincuenta y cuatro años, la pueda recordar e implantarla en la página Web llamada, CEUTA EN EL CORAZÓN.
    Salgo de casa, ubicada en el número doce de la calle teniente Gómez Marcelo. Dirección Plaza de África. Subo una pequeña rampa de pocos metros, dejando a mi derecha la calle Malcampo y ahí comienza el edificio del Ayuntamiento, cuya acera estaba ornamentada por naranjos en todo su perímetro -¿quien sería el mala sombra que los mandó talar?- hasta colindar con “el bar sin nombre” conocido como “casa Lucas”.
     A la izquierda del Ayuntamiento, entre éste y los pabellones militares -donde en su planta baja vive mi amigo Feliciano Gil Remacho-, se encuentra un edificio con una “cúpula” en consonancia con la del Ayuntamiento. Toda la planta baja pertenece a una ferretería. En la primera vive y tiene la consulta el dentista Fatú -así es como lo conocíamos- con su Fiat de los años cuarenta, siempre aparcado en aquella calle. El edificio consta de cinco plantas. En el  vive también el señor Lanuza, jurista municipal, una familia de hindúes y en el ático la entrañable familia Artola.
    Al final de la calle, giro a la izquierda donde formando el vértice del edificio, está la puerta de acceso a la ferretería ya mencionada. De inmediato están las oficinas de don Vicente García Arrazola -este señor fue alcalde de Ceuta-, donde contratan a los pobres braceros de la carga y descarga de los barcos que arribaban al puerto. Recuerdo que con anterioridad, en este mismo lugar, estaba el bar “Castro”, popular porque hasta su desaparición, los barcos de pesca de la ciudad “partían” (*) en él. Por este motivo era muy frecuentado por pescadores, que entonces todos o casi todos, eran poseedores de  navajas que utilizaban como herramienta, para  el remiendo de las redes o confección de sus aparejos. Navajas que solían afilar en la fachada de piedra del pabellón militar colindante con el bar.
    El desgaste de la piedra, aún hoy mantiene la huella viva como reliquia de aquel nostálgico  pasado. A la derecha, en la misma esquina, hay un estudio de un pintor, donde a veces me a contemplar aquellos bellos cuadros. Da la coincidencia, que con anterioridad, en este mismo lugar hubo otro bar, cuyo propietario -creo que pariente del pintor-, se llama Pepe Martín  y era conocido como “el bar de Pepe vinagre”. Seguido del edificio al que llaman  como “casa de doña Esperanza”. Luego el inmueble y tienda de don Agustín Buades, y detrás una casa de dos plantas y la Catedral. La entrada a la Catedral, siempre me recuerda que hace pocos años, cuando estaba toda Plaza de África en obra y los escalones que ahora existen era solo un talud de tierra. Los chiquillos nos dedicábamos con un pequeño palo o cualquier otro útil, al macabro juego de desenterrar restos humanos que abundaban por todo el lugar, al igual que sucedía en la otra puerta de la sacristía de la calle O'Donell.
    Siguiendo la línea de pabellones militares, entro en la calle Jáudenes, conocida por todos los lugareños como calle Larga. A la derecha se encuentra la tienda de Juan Pecino -que gran persona- seguida de una casita baja, donde vive la novia de Serafín Becerra, hermano de mi amigo Emilio y el ídolo de todo el barrio, dado que a pesar de su condición de marinero del transbordador “Victoria”, también practicaba el noble arte del boxeo y venía acompañado con la aureola de ¡¡campeón de Cartagena!! Cuando boxeaba, en el barrio era todo un acontecimiento.
Sigo mis pasos y a la derecha, en un ensanche de la calle, se ubica el hotel España. Es un edificio alto y estrecho y por tal motivo le llamaban el “portaviandas”. Lo regentan dos hermanos, de distinto sexo. Ella era una hermosa mujer, que recién casada, enviudó desgraciadamente... Su marido “el Carioca” que era hijo de Manuel -el sacristán de la Catedral-, y futbolista del Ceutí, y un partido que se jugó en Motril, tuvo la mala suerte de morir.
    A continuación del hotel, existe un muro que separa de la calle, el obrador del señor Miguel Banano -el obrador tenia la entrada por la Brecha- que hacía unos dulces deliciosos. Al igual que don Rafael Gsibert nos narra en sus memorias, que allá por la década  de los años 1890, en la calle de la Muralla, Joselito el hebreo, era famoso, porque tenía el secreto de hacer los mejores bizcochos de huevo que se hacia en Ceuta. Sesenta años después, el señor Miguel también tuvo el secreto de hacer los mejores “follanquis” y corrucos en la misma ciudad. Además en mi barrio, el señor Miguel en la Brecha y Joselito en la calle La Muralla. Ceuta la vieja, entre Puente y Puente. Ser ceutí, además de una suerte, es un orgullo, pero ser caballa es un título.
    El ensanche mencionado con anterioridad, finalizan con el muro y en la acera opuesta, terminan los pabellones militares, que da paso a una pequeña plazoleta, de donde se accede a un patio y a la derecha un portal donde en el hueco de la escalera, tenía un taller un zapatero que se suicidó. Este  edificio, la planta baja la ocupa la ferretería “Aragón”. A continuación el bar “el Retiro” En la primera planta de este edificio -con un gran balcón- vive la familia Gómez y dos de sus hijos; Pepín y Alfonsín, son dos estimados amigos.
    De nuevo se estrecha la calle y a la derecha son todo viviendas hasta llegar al despacho y oficinas de Rafael Bentolila. Por la izquierda y terminado “el Retiro” se halla un callejón estrecho, donde al final en un patio, existen varias viviendas y el taller de carpintería de Antonio el “Clavellina”. De inmediato y ya de nuevo en la calle “Larga”, unos bajos donde el antes mencionado Rafael Bentolila almacena y vende los bidones de aceite de oliva. Colindante a este almacén, me encuentro con el garaje del hotel Atlante, donde siempre en sus quehaceres, nos encontramos al amigo Antonio Montoya, siempre predispuesto para hacer cualquier “cpu” que le reporte algunas pesetas. Este garaje, posee aún los conos metálicos giratorios que servían de protector para que los antiguos coches de caballos, al entrar y salir no deterioraran el acceso al lugar. Continuamos y llegamos a un portal, donde vive Pepe Varo, propietario de la churrería que hay en la fachada del Mercado de Abasto. En esta misma casa viven mis dos amigas Pili y Pachi Morales -dos hermanas encantadoras-.
    Pasando el portal, hay un pequeño ensanche de un metro, justo donde se encuentra la casa de dos plantas, donde viven los Ragel en el bajo y Cuellar el panadero arriba. Le sigue la barbería de Luis. En su interior, aparte de Luis “el barbero” y algún que otro cliente, veo a mi tío Fernando. Esta barbería es su casino. La amistad que le une con Luis y la posibilidad de leer como hacía a diario los periódicos; el Faro, Ya y Arriba, hacía que en sus ratos libres, siempre acudía a visitar a su amigo. Luis, a parte de barbero, era un gran árbitro de fútbol, En su establecimiento entre varias fotos, destacaba una de cuando “pitó” el partido: Sociedad Deportiva Ceuta contra el Atlético de Aviación -hoy Atl. Madrid-, esto acaeció a principio de la década de los años 1940.
    Con tantos detalles y observaciones, el paseo me está resultando corto en la distancia y largo en el tiempo. Salí de casa hace casi dos horas y aún estoy en la mitad de la calle “Larga”. En fin, todo se da por bueno, con tal que mis primos; Manolo y Fini amaguen una sonrisa, cuando en el transcurrir de los años y después de medio siglo, vean reflejado en un futuro escrito, lo que era su barrio. Cuando estas memorias vean la luz, a través de la página CEUTA EN EL CORAZÓN, a más de uno que nos lea, se sentirá lleno de nostalgia, pero más ellos que son los artífices de la página.
    Junto a la barbería, está la carbonería de Manuel Rull -el gorrión-, que en la puerta de su negocio, ajetreado está, pesando los sacos de carbón que los moros, les traen a lomos de sus animales de carga, de las cábilas del Biud, Beliones y el Fondal.
    La carbonería limitaba con un patio tipo sevillano, muy bonito, que servía de morada a Emilio Barranco, propietario del estanco que se ubicaba justamente enfrente. Entre el estanco y el ya mencionado despacho de Bentolila, donde tengo la costumbre de pararme y contemplar una chapa esmaltada -está se encuentra  clavada en la puerta, y representa al mítico Atlas sosteniendo sobre los hombros la esfera terrestre-, se accede a un patio que he visitado en muchas ocasiones, dado que en él, residen mis íntimos amigos Mariano y Salvador Marcos. En él, también vive Sebastián López Amate, hermano mayor de mi amigo Quini. Colinda con el estanco, una casa de vivienda y de inmediato, un garaje que es de Molina, seguido de la pensión “el diez”, la casa de los Calvos Pecino y el despacho de dulces de “el chochón”.
    La vivienda de Barranco, da de inmediato a la calle Obispo Barragán, que se merece un capítulo aparte. Pero hoy, voy a tratar al menos llegar a “los Pellejos”, posiblemente el restaurante más popular que ha existido en Ceuta.
    Continúo el recorrido y topamos con un inmueble también propiedad de  la familia Barranco y en cuyo portal está el despacho de pan y repostería de “María la panadera” -esposa del antes mencionado, señor Cuellar-. A continuación la “Única”. En este comercio, podías comprar, todos los cuentos, tebeos y revistas de la época, además de colonia en frascos o a granel, brillantina, tan popular entonces, tiras bordadas, trompos y chichimonas, mixtos cachondos y un sinfín de géneros que parecía imposible en un local tan pequeño. A continuación, la tienda de comestible de Emilio, padre de Alejandro y Casiano.  A continuación,  un taller donde se fabrican somieres, que años antes, era la tienda de muebles “Herrera”. Cruzando la calle que nos llevaría a casa Vicente “el valenciano” y al “Estrecho”, topamos con un gran portal y con la tienda de comestible de María Lladó, tía de Remedio Vallejo que vive con ella.
    De nuevo la calle Larga se estrecha teniendo a la izquierda un par de portales la calle Espíritu Santo conocida como “la Tahona” y la sastrería “Encina”. A esta la siguen un par de portales y de nuevo se ensancha y siguiendo a la izquierda, tenemos un muro que aísla un solar que según me cuentan, era una sastrería destruida por una bomba, en tiempos de la maldita guerra. De inmediato nos encontramos la churrería de María. Esta señora estaba casada con un taxista de la parada del Cervantes. Aquí me manda mi padre todos los domingos a comprar los sabrosos churros que degustamos después en casa, ante un buen tazón de café con leche. Sigue un portal, una tienda de tejidos y fin del lado izquierdo de la calle.
    Cuando la calle se estrecha, pasado el despacho de repostería del “Chochón” lo primero que encontramos es la carbonería de “la coja”, choca este nombre, dado que quien despacha carbón es un hombre y no cojo, pero como la mujer sí lo era, de ahí le viene.
    Seguimos con un par de viviendas y vemos el taller de zapatería “el Primitivo”. Este zapatero se llamaba Joaquín y era vecino del patio de “la Manini”. Seguido de uno de los patios, estilo sevillano más bonito de Ceuta; la casa de doña Amalia Barrientos. Esta señora según decían, se quedo viuda y además perdió dos hijos en la guerra.  Poseedora de una gran fortuna, se la cedió en su totalidad a la iglesia a su fallecimiento. El patio era una preciosidad. Un portalón que daba a la calle de madera con bellos clavos ornamentales. Tras el vestíbulo, una reja Sevillana, seguida de un patio de mármol blanco con una bella fuente en el centro del mismo material. En definitiva se detectaba que era una casa de gran lujo. A esta casa la seguían otras pocas sin el mismo porte y seguida de la barbería de Canano, también vecino del callejón del Asilo, pero este vivía en el patio “del chato” conocido después por el de los Aros.
    Otro portal donde viven los Raposos -fui amigo de su hijo, fallecido recientemente-.Seguido de la bodega Fortes -no me une a los propietarios ningún parentesco-. Casa Pepín, donde todas las tardes, finalizado el trabajo, acudía mi padre, en compañía de Germán -jefe de obras de la Junta Obras del Puerto- su yerno Vicente, Miguel y Antonio Durán Valencia, Falcó, Fraiz y su cuñado Armada, Paco Navas, Revilla y otros que siento no recordar. Allí acudían donde mantenían animadas charlas al mismo tiempo que saboreaban las delicias de los riojas o finos de Jerez o el Puerto.
    Dejando atrás casa Pepín, le sigue un portal y finalizamos la calle con la fachada y acceso al restaurante “los Pellejos” que posiblemente hablaremos de él en otra ocasión, dado que vuelvo a repetir, el recorrido ha sido corto en la distancia y largo en el tiempo.
    Giro a la derecha y una vez en la Brecha, la primera casa a la que llego, es la vivienda de un musulmán, propietario del bazar Hispano-Árabe, ubicado en los bajos del reloj del Mercado Central. A continuación hay un almacén le sigue, un gran muro, que finaliza colindando con el taller mecánico de Gamero, ya al final de la calle. Al principio del muro, tomo la decisión de cruzarme a la acera de enfrente. Una vez en ella, mira hacia abajo y veo unos grandes barracones, donde uno se dedica a la compra de trapos viejos -el típico trapero-, otro es una fábrica de conserva de Cabanillas y el tercero es de los Ragel, tíos de mis amigos Paco y Manolo Benítez. Estos señores, compraban y recogían trozos de cabos y betas viejas o rotas -de cáñamo o pita-, las deshacían y fabricaban nuevas. Con esas ruedas enormes que hacen girar una y otra vez, utilizando como campo de acción el largo pasillo existente entre los barracones y la muralla.
     Entre el muro y la estrecha calle, hay una zona de tierra, donde los viejos del lugar, dicen que es lo que queda del viejo barrio de pescadores, tras su destrucción. Hace poco, este lugar lo utilizábamos para jugar al fútbol, pero últimamente han trasladado aquí la parada de camiones, que colocados en batería, prácticamente, han ocupado todo el terreno. De regreso a casa, saludo a Rafael Benítez que al lado está de aquel camión Ford, tan famoso.
     Llego a la Ribera, pero este es un lugar que merece capítulo aparte para contar. No obstante, aún me da tiempo de echar una mirada al Cayetano López, barco que estuvo varado varios años, junto al barracón de los Bocarando. El propietario del barco que lleva el mismo nombre, es hermano de Sebastián, padre de Quini, que precisamente ahora, luego de cruzar la calle, camino de regreso a casa, estoy pasando por su puerta. De nuevo la calle Larga, el Ayuntamiento y a casa.
     Prometo que seguiremos paseando y recordando. De modo que mañana en nuestra Web, logremos tener un documento, que traslade nuestros corazones a un tiempo que vivimos y que luchamos por no olvidar.

 

    Algebraicas, 20 de junio de 2010

 

José María Fortes Castillo

 

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UN PASEO POR MI BARRIO  II

 

     En mi anterior escrito, olvidé detallar las viviendas que se ubicaban entre casa y Plaza de África. Algo lógico, después de medio siglo transcurrido. Como nunca es tarde si la memoria es buena. Tras cincuenta y cuatro años, vamos a detallar en la mejor medida que podamos, como era aquella calle. De nuevo me traslado al año 1.956.
    Mi casa que es el número doce de la calle teniente Gómez Marcelo, consta de dos plantas, como casi todas en aquella calle. En la planta baja donde nací y aún vivo en compañía de mis padres y hermana Juani, soy la persona más feliz del mundo. En el piso superior, vivía don Luis y doña Lola, y al morir él, se mudaron aquí su sobrina Elisea, que es viuda de don José Victori -alcalde que fue de nuestra ciudad-, acompañada de sus hijos, cuatro varones y una chica, que por orden de edad eran: José Luis -funcionario municipal-, Paco -empleado de Vicente García Arrazola y empresario, Loli -funcionario municipal-, Javier -también funcionario de arbitrios-, y el más pequeño Diego.  Saliendo de casa y girando a la izquierda en dirección al Ayuntamiento, nos encontramos con la vivienda número diez de la calle, donde reside uno de los hijos de “los boguitas”, Pepe con su esposa Mariquita y en el piso de arriba, Pepe “el rápido” -camarero del Vicentino-, su esposa Luisa y un sobrino de esta, llamado Juan Fernández. Uno de mis compañeros de juego de la infancia.
    A continuación Pepe “el manco” -le llaman así porque a su padre le faltaba un brazo- heredó el apodo de su progenitor... Él es subastador de pescado en la lonja, su esposa se llamaba África y  tiene dos hijos varones; Antonio y Paquirrini y una hija.
    A poco existe un portalón, como de un almacén, que sirve de vivienda a un matrimonio, que son conocidos como “los mutilaos”. El padre trabaja en la carga y descarga del puerto y tienen dos hijos, Paco y una niña que conocemos como “la Moña”. Le sigue un pequeño portal con una escalera donde vive un chaval de mi edad, al que llaman Antonio “el ratón”. A él no le gusta que le digan ese apodo, y yo lo respeto, dado que me cae muy bien. Le tengo un gran aprecio.
    Casi en el mismo vértice de la calle, una vivienda con una jaula siempre en el balcón del piso superior, donde vive María, su hijo Pepe López  -motorista del “Nuevo Lobo”-. Una hija suya, es la viuda de Miguel -patrón del Lobo Grande y fallecido en aquel desgraciado suceso del año 1949- Esta señora tiene fama de preparar el pescado como nadie, es una gran cocinera.
    Continúo siempre por el lado izquierdo, hasta dar con la casa de los Iyescas, donde la hija Isabelita, es de la edad de mi hermana y asidua compañera de juego en la calle. De inmediato la que conocemos como casa de los Celayas, hermanos muy populares en todo el barrio. El padre creo que trabaja en Zapico y de todos a quien más aprecio es a Manolo, que a pesar de la diferencia de edad, “peloteo” muy a menudo en la puerta de Narciso. Este es un portal grande y oscuro, donde al fondo se ve la claridad de un patio, donde existe una hermosa palmera. Dos vecinas de este patio son las famosas; “Chamba” y “la Chibiriaca”. “La Chamba” es natural de Tarifa y sé, que se llama Antonia. Su fama se debe a que es una anciana protestona y escandalosa incapaz de decir tres palabras sin soltar un taco.”La Chibiriaca”, aunque protestona también, es más recatada. Mi hermana con sus amigas y especialmente las hermanas Pili y Pachi Morales, les suelen cantar:

♫ La Chamba y la Chibiriaca
se fueron a confesar.
La Chamba perdió el rosario
y la Chibiriaca, se echó a llorar.♫

    La respuesta de “la Chamba” es mejor que no lo escriba para no herir sensibilidades, pero solo por oír la retahíla de tacos y maldiciones, merece la pena cantarle la canción.
    Para terminar, la calle finaliza con el número dos que es el pabellón militar, donde dije en mi anterior escrito, vive mi amigo Feliciano Gil. Aquí finalizamos con el lateral de los números pares.
    La calle nace por los números impares, con una vivienda  desahuciada y apuntalada. Antes vivían en  ella el matrimonio compuesto por Pepe y Ana, con dos hijos, Pedro y Pepe. Pedro trabaja con el dentista Fatú y Pepe es botones del Instituto Hispano Marroquí de Ceuta. Esta familia se fue a vivir a la  barriada del  Príncipe Alfonso.
    La casa próxima tiene la entrada, volviendo la esquina, donde en la planta baja de dos viviendas, viven  “el padre Manuel” -que es como conocemos al sacristán de la Catedral-, con su esposa Rosario. Este  matrimonio tiene una hija llamada Pepita casada con Bernal que a su vez tienen dos hijos Maria Elena y Rafalín. En mi anterior relato, cuando escribo sobre el hotel España, hago mención de que la propietaria que se llama Mercedes, es la viuda de un hijo de Manuel y Rosario, llamado Manolo, que falleció en Buadix en un partido de fútbol, al golpearse con el poste de la portería. En la otra, el matrimonio formado por Ricardo de León, su esposa Lola y sus hijos Paco y Mari Tere. Paco y yo somos uña y carne. Es mi gran amigo de la niñez. Más abajo un portal con una escalera y arriba la vivienda. En ella vive don Antonio,  maestro del Colegio Nacional de la barriada de la Almadraba, y más tarde del que se ubicaba en la calle Solís. Es un matrimonio con tres hijos, dos varones y una chica. El niño mayor  que conocemos como Joselín,  se ha hecho amigo nuestro y todos los domingos solemos ir al muelle del Comercio a coger centollos con salabares.
    Inmediatamente, está la casa de los Hormigos, en la planta baja. Esta familia la componían el matrimonio Paco y Carmen y los hijos; Paco, Juan, María Luisa y Manolo. Arriba una vivienda que utiliza Paco Victory, como almacén y oficina, dado que posee un negocio de representación de géneros de alimentación. El único empleado que tiene es Manolo Hormigo, que es el encargado de entregar los pedidos y como medio de transporte, utiliza una bicicleta que remolca un carrito.
    Más abajo nos encontramos un patio donde hay que subir dos escalones para acceder a él. Enfrente vive una señora que posee un carrillo de chucherías en el Puente Almina y tiene dos hijas, Ramoni -muy guapa- y Anita. A la derecha vive un empleado de la fabrica de Carranza en la Ribera y que a su vez, por las tardes, portando dos canastas, vende los buches de atún, corazones, huevas y lechas de bonito, morrillos, y todas esas delicias que una tarde sí y otra también, suelo cenar en casa de mi abuela, cliente fija de este señor. Las lechas y huevas fritas, son un verdadero manjar y los corazones de bonitos, con el refrito de tomates, pimientos, cebollas, ajos y demás especias están para que te chupes los dedos.
    Seguimos en la misma dirección y llegamos a la zapatería de Villatoro. El matrimonio está compuesto por Antonio y Pepa. Los hijos cinco varones y cuatro hembras son; Paco, Antolín, Rafael, Manolo y Fernando los hijos y Teresa, Mariqui, Josefina y Afriquita las hijas. De todos, Mariqui es la más popular y querida en el barrio. Siempre cargada con sus dos carteritas con productos de joyería, para vender. A pesar de que no son buenos tiempos para gastar el dinero en lujos y que la gente está más preocupada de llenar el estómago, Mariqui con su simpatía y bien hacer, consigue que se haga un esfuerzo económico y aunque sea a plazos, adquieren alguna que otra sortija, cadenas o medallas.
    Tras esta casa, hay un pequeño portal con una escalera que da acceso al piso superior de la vivienda de los Villatoro. Le sigue un portal grande, donde vive Francisco Trujillo propietario de la farmacia que se ubica en la calle Real, frente a “la Campana” y en la misma esquina, la tienda de repuestos de automóviles de Chavero. Aquí finaliza la calle por los números impares.
    De nuevo me remonto a mi casa y comienzo a bajar la calle, encontrándome con el número catorce. Aquí viven las hermanas Pacheco, doña Paz y doña Pilar. Además de un señor que posee una pescadería en el Mercado de Abasto. Mas abajo hay otra casa, donde vive un matrimonio compuesto por Pedro y Dolores. Él es pescador, como otros muchos vecinos de mi barrio. Toda esta zona fue de muy antiguo, el barrio de los pescadores
    Finalizando la calle tenemos la barbería de Ferrón, con dos puertas de acceso y tres peluqueros, Ferrón padre, su hijo Pepe y “el Topolino”. Y por último en la esquina “Casa Nari”, un bazar indio de los más antiguos de Ceuta. Nari el indio, tiene como empleado conductor, al hermano de Paz, el famoso futbolista que jugando en la Sociedad Deportiva Ceuta, llegó a fichar por el Real Madrid
Aquí termina mi calle, con Nari y Chavero. Ya estamos en la calle de la Muralla, aunque ahora la llaman Paseo de las Palmeras.
    Si tomo la dirección de Plaza de África, tras Chavero nos encontramos con “casa Bernet”, esta es una tienda de mercería y tejidos, con la particularidad, que tras la entrada y a la derecha, siempre encontramos a una señorita sentada delante de una pequeña mesa, en el centro de la cual, hay un pequeño cilindro colocado verticalmente de unos diez centímetros de alto y siete u ocho de diámetro. Esta señorita es la encargada de reparar las medias de nylon. Estas medias también llamadas de cristal por su transparencia, es un artículo de reciente aparición además de un lujo, y cuando se deterioran las traen a reparar aquí, Las mujeres tratan de sacarles el máximo resultado posible, dado que no siempre tienen la posibilidad de adquirir otras. Mi madre me hace venir a menudo, bien a recoger o a traer alguna. Se suele decir que a la media “se le ha hecho, una carrera” y esta señorita con un instrumento en forma de lápiz, al extremo de un cable y tensando la media en el cilindro que hace de bastidor, va reparando pacientemente la prenda dañada.
    Seguimos caminando y encontramos un piso donde vive don Patricio, delegado de la Compañía Trasmediterránea. Su hija llamada Pepita, es una de las señoritas más bellas de Ceuta y es novia de Pepín Baeza. En este mismo piso vive don Valentín Cabilla Cabas, con su señora madre y un hermano con su esposa. La planta baja es ocupada precisamente por la compañía antes mencionada. A continuación está la ferretería de “Azqueta & Torroba”, que limita con al mejor hotel de la ciudad; “el Atlante”, antes se llamaba “Magesty”. En la fachada del hotel, existen unas ventanas a pocos centímetros del suelo, que dan a la cocina. Algunos niños y yo entre ellos, cuando pasamos vociferamos: ¡¡¡Pepe!!!, échale de comer al gato, que está muerto de hambre. De inmediato hay que colocarse entre venta y ventana. El malhumorado Pepe -que es el cocinero- coge el cucharón y arroja caldo caliente hacia la que el considera que se le ha lanzado la petición
    Recorriendo la “ele” que forma la fachada del hotel, entramos de lleno en la calle O´Donell, pero antes de seguir, es obligado mirar a la derecha y ver el perfil de González Tablas. De cuantas batallas habrá sido testigo mudo. Cuando algo más joven solíamos jugar aquí. Hacíamos dos bandos, uno con la misión de defender el fuerte que él preside erguido y un segundo con la de conquistarlo. Supongo que se sentiría orgulloso, viendo como niños de ocho a diez años, se entrenaban en el arte de la guerra, por si algún día fuera necesario e hiciera falta luchar y hasta dar la vida defendiendo la vieja “Abyla”.
    Seguimos y lo primero que encontramos es el estanco de doña Manolita Cansino. Esta señora es la propietaria  y a la vez es la tía de Margarita Cansino. Un hermano de Manolita, emigró a los Estados Unidos, donde se casó y de este matrimonio, nació Margarita. Esta se dedicó al cine y adquirió el nombre artístico de Rita Hayworth. En estos momentos es una de las actrices más famosas del mundo, tras su reciente película “Gilda”, que en compañía de Glenn Ford ha sido un verdadero éxito.
    Este edificio, tras el estanco hay un patio con una escalera, donde vive la familia Alfón, propietarios del bazar “Alegría” que se halla en la calle Real, entre “la Campana” y el Banco Hispano Americano. La familia -de religión judía- la componen, el matrimonio tres hijas y un varón, la mayor que desconozco el nombre, está casada  con Rafael Bentolila -propietario de unos almacenes de venta al por mayor en calle Larga- Estrella y Alicia -de gran atractivo físico- y el varón y más joven, Alberto.
   Proseguimos  y topamos con el casino del barrio; “El Sin Nombre” o “casa Lucas” que así se llama el propietario. Continuamos de regreso a casa recorriendo la fachada  del palacio municipal cuya acera está ornamentada por bellos naranjos, a excepción del segundo, que posee un injerto de limonero y que en el bar se encargan de consumir.
    Volvemos al punto de partida y dejando el Ayuntamiento cruzamos la calle Malcampo, donde todas las viviendas están a la derecha y empezamos por un patio donde vive la hermana de mi amigo Juan Fernández, con su esposo que es capataz, de las brigadas de carga y descarga del puerto. En ella también vive el “Pachichu” que trabajaba de niño en la tienda de Narciso, con su hermano Rogelio que trabaja en la clínica de urgencias. Más adentro, se sitúa  un portal donde abajo vive Antonio Montoya, su esposa Rosita,  sus hijos Rafalín y Miguel y las hermanas de ella, Paquita y Mariquita. Arriba vive un matrimonio que los dos son funcionarios del Ayuntamiento y su hija Mari Trini.
    En el último portal, vive la familia de María Cortes. El no se como se llamaba, se que es marinero en la canoa del practico y tiene una hija que se llama Carmen. Una prima suya que la llamaban “Paniagua” siempre está cantando una canción que dice así:

♫ La novia de Pepe
se mea en la cama
y Pepe le dice;
cochina marrana.
Lávate esa cara,
échate polvitos,
y así tu Pepe.
Te dará besitos. ♫  

    Al fondo hay una puerta, que da acceso a un patio. En la planta baja, mora la familia Mateos. Él es guardia municipal, viudo y con un par de hijos; Paco y Ricardo. Primero Paco fue monaguillo y ahora lo es Ricardo. El padre tuvo un día un incidente grave el día del desfile de la Victoria, que ya algún día os contaré.
    En la frontal izquierda del patio, vive el matrimonio compuesto por Pedro y Vitoria. Sus hijos son: Toñi la mayor, los varones Pepe y Pedro -muy amigos mío-, Conchi, Vitori y Mari Dulce la mas pequeña. Esta familia goza de un gran aprecio por mi parte.
    De nuevo doy la vuelta, doblo a la izquierda y a los pocos pasos estoy de nuevo en casa. Saludo a Narciso que está en la puerta de la tienda y como todas las mañanas de agosto y septiembre, el burro del chato -musulmán chato y muy buena gente-, está atado en la verja de mi ventana, con dos serones llenos de higos chumbos y como siempre  pregonando ¡¡¡al rico chumbo, del hacho!!!, ¡¡¡dulce como el caramelo!!!, de verdad, los chumbos del hacho están un rato bueno.

               

   Algeciras, 10 de julio de 2010

 

José María Fortes Castillo

 

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                               UN PASEO POR MI BARRIO III

 

           
    Salgo de casa y giro a mi derecha. Lo primero que encuentro es la tienda de Narciso Bárcena, que al igual que mi vivienda, es el número 12 de la calle Teniente Gómez Marcelo. Tras la tienda, se halla la vivienda y al finalizar esta, existe un patio que es común de Narciso y su familia, la familia Victori y nosotros.
    La familia de Narciso, la componen su esposa Teresa Celis y sus hijas Tere y Caroli.
   De inmediato y colindante con la tienda, me topo con el número 2 de la calle  Sánchez Navarro. Entramos en el corazón del “Callejón del Asilo”. Este autentico epicentro del antiguo arrabal de pescadores de la vieja Ceuta, debe su nombre al antiguo asilo -con anterioridad fue casa de la Misericordia- que se ubicaba en el mismo edificio que hoy es Colegio Nacional
    Siguiendo con mi recorrido, el número 2 está ocupado por la familia Lozano-Perpén. Luis es el nombre del padre y Manolita la madre. Tienen cuatro hijos; Luis el mayor -conocido como “Guicha”, es un gran deportista y destaca en balonmano y submarinismo-, Rigoberto, Quique y Mari Afri. Por la edad, me una gran amistad con Quique, con el que juego muy a menudo, emocionantes partidos de fútbol con botones. 
    El número 1, es el domicilio de Francisco García -Paco “el barbero”- con su esposa Ceferina Bernardo y al igual que la familia Lozano, tienen tres barones y la más pequeña es una niña. El mayor es Paco, le sigue Carlos, Ceferino e Isabel -conocida como “Beli”-. También cohabitan dos hermanos de Ceferina: Juan Antonio y Sebastián. Paco y Carlos, además de amigos, son componentes del equipo de fútbol del barrio, que frecuentemente competimos con los niños de la Ribera.
    El número 3 se halla ubicado, en un recoveco que forma la calle hacia la izquierda y que sirve de morada a Juan Espinosa Mulero, con su esposa Andrea Mena y sus diez hijos: Antonio, Afrecha, Juan, Andrés, Armando, Teresa, Francisco, Josefa, Jesús y Alfonso. Este hombre, que es guardia civil, es un gran aficionado a la cacería con red, y es típico ver la fachada de su vivienda llena de jaulas con toda clase de pajarillos. Hasta hace pocos años, esta vivienda estaba ocupada por Cipriano Castillo Martines, su esposa María Pardo y los hijos Luis Miguel y Cipriano. Esta familia donde él es hermano de Solita, esposa de mi tío Miguel, emigraron a Barcelona.
    En el mismo recoveco y formando un ángulo recto con la fachada de los Muleros -así se conoce en el barrio a la familia de Juan- se ubica el número 5, donde vive Paco Jiménez y su esposa Teresa Mena. Él es maestro armero. Es un hombre que posee una gran simpatía y una enorme nariz. Su esposa es hermana de la mujer de Juan “el Mulero”.
    Por la derecha, donde se ubican los números pares, tras la casa de los Lozano, y con el número 4, hay un barracón que sirve de almacén a la ferretería que se halla junto al Ayuntamiento. Su fachada que forma una "L", da a la calle y a la plazoleta del "Chato”. Este almacén se caracteriza, por tener la fachada inferior de obra, hasta una altura que  va de un metro y medio a dos metros. A partir de esa altura, el almacén es de madera y cubierto de chapa ondulada. Lo que más guarda en su interior, son bidones de alquitrán. Alguna vez que otra, un señor que es el peón de la ferretería, abre la puerta para despachar al cliente de turno, la cantidad solicitada. Este producto se utiliza en las embarcaciones de madera. El alquitrán se da con brocha en el casco por el exterior, que es la parte que está en contacto con el agua. Siempre que previamente, se halla calentado al fuego lo suficiente como para licuarlo. De esta manera el alquitrán crea una capa aislante que protege la madera.
   En el interior de este almacén, existe un pozo al que fue a parar una pistola que poseía mi abuelo. Cierto día que se estaba abasteciendo de alquitrán para los barcos y dado que aquel arma ya no le era necesaria, obstó por arrojarla al interior del pozo.
    Antiguamente los barcos estaban desprotegidos y con alguna frecuencia los abordaban los piratas, es por eso que algunos marineros iban armados con el fin de defenderse de estos ataques. Al considerar, que los tiempos habían cambiado lo suficiente, lo mejor era arrojarla a aquel pozo.
    Finalizando la fachada del almacén, nos encontramos un patio con el número 6. Este patio conocido como del "Chato” es de los más populares del barrio. Ubicado en la plazoleta del mismo nombre, consta de dos plantas. A la planta baja, se accede a través de un pasillo que se encuentra a la derecha y a la izquierda tenemos una escalera que facilita el acceso a la planta superior. Penetrando por el pasillo de la derecha, accedemos a otro patio interior de forma cuadrada. Las viviendas se ubican en el perímetro del patio y en ella viven varias familias entre las que podemos citar a Rafael Borrego y su esposa Juana Paño, junto a sus hijos, Rafael, Juan, y Araceli.   Manuel Bernal, su esposa Teresa y sus hijos José y Teresa. Manolo “el Rarra”, es muy amigo de mi tío Jesús y trabajan junto en Borrás, Efectos Navales, S.L.
    Antonio de Aro Segura, su esposa María Navarro y sus hijos, María, José Antonio, Luisa y Francisco. Los dos varones son conocidos en el barrio como “los Aritos”. Antonio el padre, es propietario de una traíña llamada, Joven Antoñita y conocida como “La Liebre”, debido a su lentitud. Posee un motor que al navegar, por el tubo de escape iba expulsando unas circunferencias de humo, que siempre me llamaron la atención. Este barco es desde hace tiempo, el escenario donde se celebra  la quincana. El día de la Virgen del Carmen, se coloca un palo horizontal y al término de este, una banderita que hay que atrapar. Coger la banderita, trae consigo ganar cien pesetas. No es fácil, dado que el palo se unta previamente con un sebo resbaladizo y es más fácil acabar en el agua que atrapar la dichosa bandera.
    Otra vecina de este patio es la señora  Juana Barba Durán, sus hijos Carlos, Antonio, José y Ángel – el famoso tito Ángel-  que es como le conocemos.
     En el piso superior, tenemos una barandilla que bordea el inferior y es inquilino de una de las viviendas, Manuel Pérez Lara, su esposa África Mata y su hijo Manuel. Manuel, el hijo, tiene alguna deficiencia, pero en la calle juega como cualquier otro chiquillo, puesto que siempre es bien recibido, en cualquier reunión.
     Otro de los inquilinos es la hermana de África, Araceli Mata y su hijo Pedro Borrego. Además de José Rodríguez Viciedo, su esposa Dolores García y su hijo Rafael.
    Ricardo Mesa Triana, es otro de los inquilinos del patio. Su esposa es María Dolores Gaspar y su hijo Antonio. Ricardo es muy conocido tanto en el barrio como en el muelle del Comercio. Le conocen como “el malayo”. Es gitano y muy gracioso hablando “el caló” -como dice él-, pero si destaca en algo es en lo servicial y buena persona. Tiene algo que todo el que lo conoce le aprecia.
     Para finalizar con Federico Camúñez Mata y su esposa Consuelo Donda y sus hijos Rafael, José Luis, Federico y Luz. Aquí se da un nuevo caso de cuatro hermanos, siendo los tres mayores varones y la pequeña una chica.
      Como el paseo está resultando algo largo, vamos ha dejar aquí el tercer capítulo y para el cuarto entraremos a dar un repaso al patio de “la Manini”.
      Tengo que preocuparme de saber el nombre del "Chato de la luz”, como es conocido. Es el encargado de reparar cualquier avería eléctrica que se ocasione en todo el barrio dado su condición de electricista. Es un tío feo y simpático. Acostumbra a asombrar a la gente, metiéndose una cuchara por un agujero de la nariz y sacársela por el otro. Un vecino muy popular.

    Algeciras, 17 de agosto de 2010

       José María Fortes Castillo

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                                 UN PASEO POR MI BARRIO  IV

    Cuando salgo del número 6 de la calle Sánchez Navarro, siguiendo el recorrido correlativo de números, me topo con una pequeña puerta, que en verdad pertenece al número 8 que es la entrada al patio de “la Manini”. Solo que en la primera vivienda, accediendo a ella por la derecha, han abierto una puerta que accede directamente con el exterior, sin necesidad de penetrar a través del patio.
    En esta vivienda, reside Mercedes Rodríguez Viso, viuda del gran “Papabuelo”, que dirigía en Radio Dersa de Tetuán, el programa “El Mago Cacumen”. Este programa hizo furor al final de los años cuarenta y principio de los cincuenta, con aquella famosa frase: ¡¡no se apure!! Con ella vive su hija Encarnita. Seguramente una de las niñas más bonitas y educadas de Ceuta.
    Ubicados en el patio, la primera puerta a la izquierda, es la vivienda de Mariano Palomares Martín, su esposa Candelaria  Escarcena y sus hijos: Francisco, Mariano y Carmen;  además, con ellos viven  su suegra Candelaria y su cuñado Fernando, conocido en el barrio como “el Maquiqui”. Mariano adquirió cierta notoriedad en el barrio, cuando fue mordido por uno de aquellos burros que traían los serones repletos con sabrosos higos-chumbos moscatel los unos, y verdes y cárdenos los otros…
    Subimos un escalón y a la derecha tenemos la vivienda de Carlos Lara Pons. Carlos es empleado del Hospital Militar y es el practicante del barrio. Creo que muy pocas personas de las que por aquí residen, se habrán librado del pinchazo de este buen hombre. Es una familia a la que tengo gran estima. La esposa de Carlos, Ana Rodríguez y sus hijos Manolo -intimo amigo al que aprecio mucho- y Vicente.
    De inmediato y junto al acceso de la casa de mi amigo, se halla una escalera que al final de ella y a la derecha, una puerta, da entrada a la vivienda de Joaquín Rodríguez Viso, su esposa Encarnación González y su único hijo, Joaquín.
    Subimos dos escalones más a la izquierda y llegamos a un corrido balcón de varios metros, donde a la derecha existen cuatro viviendas y en el lado opuesto la barandilla y una panorámica del huerto de María Vera,
    Una de las viviendas, está ocupada por, Juan Roche Navarro, Francisca García Cano, como su esposa y los hijos de ambos, María y Francisco.
    Otra de las viviendas, está ocupada por la familia de José Gamero Reina, propietario del taller de reparaciones de vehículos, sito en la Carretera Nueva. Su esposa Francisca Gutiérrez y sus hijos, Antonio, José -Pepitín-, Francisca y Milagro.
    Otra familia es la de Carrilero. Lamento no conocer el nombre y apellidos de este señor tan popular en el barrio. El señor Carrilero, es un guardia local y tiene la misión de trasladar a los locos, al manicomio de Cádiz. Esto hace que sea tan popular y conocido, de tal manera, que en el barrio cuando se quiere decir a alguien que está loco o “majareta”, se le dice: estás para que te lleve Carrilero. El hijo mayor de este señor llamado Pepe, posee un taller de recauchutado junto al taller de los Gamero. Se llama, Pepe Carrilero y creo que está casado con una hija de José Gamero. No se si con Francisca o Milagro.
    Volviendo los pasos a atrás, si en vez de subir por la escalera, accedemos por un pasillo a la izquierda, nos ubicamos debajo exactamente del balcón del piso superior, solo que la panorámica del huerto la tapa un tabique que nos separa del mismo. Las viviendas están situadas debajo de las anteriores.
    Uno de los vecinos que aquí mora es Francisco León Ramón y sus hijos Juana León León, África, Diego, Purificación y una hermana de Francisco llamada María.
    De inmediato, dos viviendas ocupadas por dos hermanas de María Vera. La primera es la casa de Ana Vera Roche, casada con Antonio Gaitán Navarro y en la siguiente, vive Isabel, esposa de Juan Saameño Jorillo.
    Al final del pasillo se halla ubicada la vivienda de la señora que le da nombre al patio. El cabeza de familia se llama Manuel Lozano Flores y su esposa Guillermina Ramírez Martines, mas conocida como “la Manini”. Sus hijos, Pepe, Mercedes y Manolo, pero todos conocidos como “los Manini”. Guillermina es conocida por su tremenda simpatía. Siempre está alegre y jovial.
    Completado el patio y siguiendo el recorrido de la calle, damos a la izquierda con un portal, este es el número 9 de la calle. Con dos viviendas en la parte baja ocupadas por una familia de musulmanes, llamado él, Mahamed Hamed Said y ella, Arquía Mohamed Rahal. En la otra vivienda, es titular de ella, un hijo del popular “Boguita”, Luis Pérez Guerrero, casado con Ángeles Ortega Pacheco y sus hijos, Herminia, María, Rafael, Luis, Ricardo y Josefina. Subiendo una escalera, accedemos a la vivienda de una de las familias más queridas del barrio, formada por Miguel Ruiz Ariza y Malta Calderón Ruiz, con sus hijos, Malta, Miguel y Mari Afri.
    Quiero hacer mención sobre la calle. Está adoquinada, estos elementos de forma rectangular, en la parte superior, longitudinalmente están ubicados en perpendicular al eje de la calle. En este eje, otra hilera de los mismos adoquines, al contrario de los anteriores, están colocados de forma que en su mayor longitud, es paralelo a las paredes. Como formando un pequeño canal. Esta forma de colocar los bloques, sigue las antiguas normas ya corregidas, de cuando no existían las redes de saneamiento, Entonces el eje de la calle, se ubicaba a una cota inferir de unos diez o doce centímetros, para que las aguas inmundas, que entonces se solía tirar desde las puertas o ventanas, al grito de ¡¡agua va!!, circularan por esta canaleta.
     Como casi todas las ciudades andaluzas, las paredes están encaladas con esa blancura que  solo puede dar el producto que se explotaba en  la calera de la zona alta de la barriada del Sarchal. Algunas vecinas se ponen de acuerdo en blanquear las fachadas y el calero, que suele pasar con frecuencia por la calle, portando la piedra en vivo, a lomos de un mulo, era el que facilitaba el producto encargado de resplandecer, tanto el interior de las viviendas como las fachadas exteriores. En general son tres o cuatro mujeres las que suelen llevar a efecto esta tarea. Normalmente se suele elegir un domingo de verano, cuando ataviadas con pantalones viejos de sus esposos y escobilla de palma en mano, dan lustre a la calle. Para pintar el “sócalo”, se suele utilizar esta misma cal, agregándole unos polvos de color  marrón en un caso, o bien rojo obscuro en otro, de forma que este sea el color de las paredes desde el suelo hasta una altura más o menos de un metro*.
    Así es mi barrio, pobre, pero «limpio como los chorros del oro», que “pa” otra cosa no habrá  dinero, pero para tener las paredes resplandecientes, siempre se sabe buscar unas pesetas. La verdad es que existe hasta cierta competencia por tener la fachada más limpia.
    Doy unos pasos y a mi derecha me topo con la puerta de Luisa. Esta señora vive con su hermano, Francisco Gómez Pérez y su hijo Carlos, conocido como “Carlitos el del huerto”.
    La vivienda es propiedad de Luis Pérez Gómez -tío de los anteriores-, como el terreno posterior de una hectárea aproximada. La vivienda es amplia y Luis la dividió en dos, tras quedar viuda Luisa. Una parte para sus sobrinos y la otra de su uso, en compañía de su esposa María Vera y una sobrina de ésta llamada Maruja**. A la vivienda de Luis, se accede unos metros más adelante, en una plazoletilla junto a la entrada del patio donde me crié. Las dos viviendas que en realidad es una, poseen el mismo número, el 10. La parcela interior, está cultivada y a través de las dos viviendas, se accede a un gran patio y de este subiendo una ancha escalera, al famoso huerto de María Vera.
    Tras subir la escalera, a la izquierda es la zona de las flores. De esta zona se preocupa María. El resto es de cultivo y árboles frutales, donde el encargado de las labores propias, es un señor mayor, que a su vez, cuida el huerto del colegio de La Inmaculada Concepción.
    Siendo muy niño y ante una plaga de langostas -lo conocíamos en el barrio, como cigarrones-, que azotó Ceuta. Algunos vecinos del patio inmediato, accedimos al huerto solicitado por Luis, con el objetivo de destruir el mayor número de estos incestos tan dañinos. Recuerdo bien a mi tío Jesús, Juan Vallejo, Antonio Gaona y Paco Benítez, entre otros. Me facilitaron como arma un trozo de tabla de madera y mi misión era golpear al cigarrón y matarlo. Al final, llegó una nube de estos bichos que nubló el cielo y tuvimos que abandonar la lucha ante la impotencia. Aquel día vi llorar a María Vera, ante la dantesca imagen que daba lo que fue un hermoso huerto. Quedé impresionado por la capacidad de destrucción que poseía aquel infernal ejército.
   Justo enfrente a la puerta de Luisa, se accede a un patio que es el número 11 de la calle. Este patio es conocido como el de “Picazo”. Está formado por un pasillo con dos viviendas en cada lado y al fondo, hay una escalera a la izquierda que da acceso a dos viviendas más. Junto a esta escalera vive, Antonio Picazo Fernández, con su esposa Francisca Silva Cabeza. 
   Antonio es el encargado de pelar y afeitar a la gran mayoría de pescadores que suelen rondar los aledaños de “Casa Vicente” o “El Estrecho”. Vicente “El valenciano”, frente a la puerta de su tienda, posee un almacén y en el, Antonio Picasso “el barbero”, en un gran sillón y utilizando como posa pié, un madero clavado en el suelo, atiende a su clientela, rasurando y pelando, a cambio de un par de pesetas o un puñado de pescado.
   En la tertulia de mi abuelo José, he oído decir, que Antonio es primo hermano del gran Pablo Picasso. Se comenta como en secreto. Con temor de que alguien pueda oír la conversación y ello conlleve problemas. Desgraciadamente, me está tocando vivir una niñez donde el silencio es un arma defensiva. El secretismo es parte del aire que se respira.
   Otra vivienda en el interior del patio, está ocupada por el hijo del anterior también llamado Antonio Picasso Silva, casado con Ana Pestana García y su hija  Anita.
   Son vecinos de este patio, Dionisio  Alejo Serrano con su esposa, Dolores Aguilar Escoz y sus dos hijas, Teresa y Mari Nieves.
   Dolores Puyol Viso y María Aguilar Escoz -hermana de Dolores- y una nieta llamada María, también residen en una vivienda, como Javier Alcántara Correa casado con Jacinta Rubiales Zapata, con un sobrino de esta llamado Pedro Celaya Rubiales, perteneciente a la familia de los Celayas, que gozan de gran popularidad en el barrio.
    Siguiendo en el mismo patio, tenemos a dos señoras llamadas, Isabel Beneroso Arango y Dolores Lorente Cantero.
   Para finalizar este capítulo, nos ubicamos en el número 13, donde viven Pedro Cascaño Setié, casado con Ana Guillén Gómez y sus hijos Antonio, Escolástica y Pedro. El padre es calafate de la Compañía de Mar de Ceuta y aunque llevan poco tiempo en la calle, se han ganado el cariño de los vecinos. Es una familia muy servicial y sus componentes muy agradables.
   Con anterioridad, aquí vivía mi tía Juana Castillo Bravo, casada con Fernando Castillo Gerrú y sus hijos, Remedio, Joaquín y Lina. Esta vivienda, en su interior posee un hermoso patio.

 

Algeciras, 29 de agosto de 2010

                                                                             José María Fortes Castillo

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*    Los sócalos con los años fueron acortándose hasta llegar a la altura de una cuarta.

**  Esta mujer merece que le haga un apartado y hablaré de ella en el siguiente capítulo.
  

   

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                                        UN PASEO POR MI BARRIO V


   El número 12 de la calle Sánchez Navarro, corresponde al patio de “la Ramblilla”. Esta ramblilla que es más un ante-patio, tiene aproximadamente unos veinte metros de largo por tres y medio de ancho. El piso es empedrado de canto rodado, seguramente extraído de la playa de la Ribera, que fue la cantera donde se abastecían los que precisaban este material tan utilizado antiguamente. Accediendo a ella, a la izquierda, existe un trozo desnudo de estas piedras, de tres metros por uno y medio, que es el lugar idóneo para jugar al “cribi” y a tal fin es utilizado por los chiquillos. El piso tiene un pequeño desnivel ascendente de unos tres grados, hasta llegar a la altura de las dos primeras viviendas, tras subir dos escalones.
   A partir de aquí, el suelo está enlozado y totalmente horizontal. Estas son lozas de piedra, de tamaño y características desiguales, teniendo en ambas orillas una acera que al inicio, posee una altura de veinte centímetros, que va descendiendo a la vez que penetramos en el interior hasta acabar en solo cuatro o cinco centímetros. Estas aceras, enlosadas por tramos de diferentes tipos y colores de baldosas, permiten que los días de lluvia, no se formen charcos en las entradas de las viviendas.
    Cuando accedemos al patio, la vivienda número 1, que se encuentra a la derecha -los impares están a la derecha, y los pares como no puede ser de otra forma, a la izquierda-,  es la habitada por Sebastián López Sánchez y su esposa Ángela Andujar García. Sebastián que es hermano de mi abuela María, es propietario del barco “Pepita”. Ángela se hizo famosa en el barrio, porque según cuentan, cuando en la guerra, los aviones bombardeaban Ceuta, ella, con una silla en la cabeza, salía a la calle retándolos y soltándoles una retahíla de insulto y maldiciones. Sebastián y Ángela tienen dos hijas y un varón, pero casados y ya no residen en el patio.
    Frente al número 1, se halla el 2, vivienda de Juan Vallejo Lladó y su esposa África España Vergara. África es una mujer entrañable, y son de aquellas mujeres que parecieran que están hechas para el hogar, digamos:  para cocinar, para lavar, para tender, para coser…  y para cuidar hasta la extenuación de sus hijos. Ella ha dado  a luz a cuatro chiquillos,  y por la anatomía de África, hace pensar que viene de camino un quinto. Cuando nazca-Manólito, sus hermanos mayores serán Conchi, Dori, Juan Antonio y Africoli. Juan es funcionario militar, un gran pintor y un extraordinario nadador.
   La vivienda número 3, corresponde a mi abuelo José Fortes León -”el Chache”- y mi abuela María López Sánchez. En casa de mis abuelos, siempre vivió una sobrina de mi abuela llamada Isabelita  Andujar López. Para ellos, siempre fue la hija que nunca tuvieron, Sus dos hijos fueron varones. Mi padre Cayetano y mi tío Jesús. Tan arraigada estaba a mis abuelos que se casó y se quedó en casa. Su esposo, Sebastián Rull Villegas -por siempre mi tío Sebastián- es marinero y de la unión nacieron dos niños, Francisco José y Juan Jesús.
    Esta vivienda, se caracteriza porque ante la ventana de la cocina, pende un aro de madera que sirve de perímetro a un círculo tenso de red. Los días claro, a partir de media mañana, algunos peces abiertos, se orean en él, a la espera de la caída de la tarde donde el “Chache”, con su hogar portátil, construido de chapa y tierra refractaria, depositará esos peces con el fin de asarlo a la parrilla e invadir de rico aroma el lugar.
    Cuando yo, aún no tenía dos años, mi padre padeció una enfermedad ocular infecciosa, de poca importancia, pero para evitar contagios me trasladaron por unos días a casa de mis abuelos. De allí salí con nueve años. Por lo tanto, toda mi niñez transcurrió, en el escenario en el que ahora me encuentro.
    En este momento, el patio forma un ángulo de 90º y al fondo a la izquierda con el número 4, es donde viven los Gaonas. Esta familia cuyo cabeza es Rafael Gaona Arrabal, esposa, Josefina Roldán García, tienen en la actualidad en su vivienda seis hijos. Estos son, Emilio, Luis, Antonio, Federico, Jesús y Joaquín. Con anterioridad también vivieron Rafalín, Pepe, Manolo y Maruchi que una vez, que contrajeron matrimonio, buscaron otro domicilio. Poseen también otro hijo llamado Alfonso, que reside con una tía llamada Leonor.
    Posiblemente, no habrá otra familia en Ceuta, que sepan tantos villancicos como los Gaonas. En las Navidades, se reúnen todos, y bajo la batuta del patriarca Rafael, se pasan horas cantando, sin repetir un villancico.
    Él trabaja de patrón en la canoa del práctico y como casi todos los vecinos del barrio, es hombre de mar.
    Otro giro de los mismos grados, pero esta vez a la derecha, encontramos la vivienda número 5. Aquí reside mi tío Joaquín Luis Castillo Bravo y su bella esposa Fina Sempere Cerdá. Mis tíos tienen tres hijos, mis primos Joaquín Luis, Manolín y la guapísima Fini. .la “Yaya” Teresica y sus tres hijos, Roque, Manuel y Teresa.
      Esta vivienda se diferencia de las restantes, porque tiene la cocina separada del resto y además un pequeño patio interior en ella, que no poseen las otras. Mi tía, como buena valenciana, tiene la casa que parece un jardín. Las flores son su gran amor, después de su familia.
     Hasta hace pocos años, en esta misma vivienda, residían mis abuelos Joaquín Castillo Gómez y Juana Bravo Mendoza. Estos cambiaron de domicilio y se trasladaron al conocido reñidero de gallos, que se ubica en el  antiguo “Callejón del Obispo”. Anteriormente,  había estado habitada  por mi tío Paco, su esposa, y sus hijos, Joaquín y Juani; que de manera generosa  acogieron a   mis abuelos, a mi madre y a  mis tíos, cuando  en una triste madrugada, tuvieron que salir huyendo  de Cádiz…
     Mi niñez, la tuve junto a mis dos abuelos y dos tíos solteros, Joaquín Luis por parte materna y Jesús por la paterna, que me colmaron de atenciones. Mi tío Joaquín Luis, que fue siempre un gran atleta, me hacía correr más que un tonto, cuando el iba a entrenar al Ángulo, a coger fondo. Mi tío Jesús, me introdujo en el mundo del marisqueo y de los barcos. A los dos, los llevo siempre en mi corazón.
«Por unos párrafos, me voy a saltar las vivencias del los años cincuenta, y me trasladaré de nuevo al año 2010, porque si no lo suelto reviento. Si esta Web, vio la luz en la Noche Buena del año 2008, se debe a dos residentes en esta vivienda: Fini y Manolo. Manolo y Fini, corazón, alma y cerebros de esta página. Y como si estuviéramos en un imaginado túnel del tiempo, de nuevo retorno a aquella entrañable década de los cincuenta.»
    Hasta aquí el patio en sí, porque la casa de mis tíos es la frontera del patio propiamente dicho y el resto que conocemos como “el patio de arriba”.
      Dejando atrás la casa de mis tíos, subo dos escalones, dejando a la derecha una ventana que da a un dormitorio de mis tíos, subo de nuevo otro escalón y como antesala del “patio de arriba”, accedemos a otro pequeño, que conocemos como el de “Dorotea”.
      Dorotea Trujillo García, que es la que da nombre al patinillo, donde se ubica su vivienda, que corresponde al número 6. Vive con su hijo, Francisco Tenorio y la esposa de este, Olimpia Tenorio Sanca y su hijo Miguel, más tarde nacería  Carmelo.  
       Subimos tres escalones, y nos encontramos en el “patio de arriba”. El piso de este lugar, es de cemento teñido de color albero, lucido y picado con rodillo para evitar el deslizamiento. En la misma entrada a la derecha, se ubica el número 7. Esta vivienda es la morada de Miguel Campaña García y su esposa África Viso Ortega. Miguel estuvo muchos años de marinero en barcos extranjeros. Siempre embarcaba de marinero raso, pero los oficiales, cuando advierten las habilidades que posee este manita de los cabos, tanto de origen vegetal como cables de acero, lo ubican como marino de primera, dedicado a estos menesteres náuticos.  En la puerta de su casa, en los tiempos de desembarcado, también le he visto construir un par de pateras, es también un gran calafate. Este matrimonio solo tienen una hija llamada Luisa, que es una niña encantadora. Tanto Miguel como África, tienen fama de guapos, es por lo tanto normal, que su hija sea un encanto, siendo aún una niña.
        Penetrando unos tres metros, el patio se ensancha y a la izquierda, con el número 8, tenemos la vivienda de Rafael Benítez Domínguez y su esposa Victoria Ragel Benítez con sus tres hijos, Herminichi, Paco y Manolito.
       Rafael es camionero, Posee un Ford, con el que haciendo transportes se gana el sustento de los suyos. Es un hombre cabal, de una gran nobleza y a la vez posee una fuerza descomunal. Lo conocen como “el fuerza”. En una ocasión, cuando íbamos a cazar alcaudones Rafael, sus hijos Paco y Manolito muy pequeño y yo acompañándoles, se decidió ir a tomar antes un café, en el Delfín Verde. Era de madrugada y al entrar en el local, la barra estaba sola, a pesar de la presencia de clientes. El motivo era, que un gigantesco negro americano, que estaba bebido, no consentía que nadie se apoyara en la barra. Cuando entramos nosotros, ignorando el acontecimiento, el negro se vino a mí y cuando le vi la cara, puse metros de por medio, no recuerdo si tocó a Paco o a Manolito porque estaba de espalda, lo que sí presencié, es darle un trompazo Rafael al negro, que reculó varios metros, hasta chocar con la pared, cayendo al suelo inconsciente. En ese momento llegaba la policía y comentaron que menos mal, que estaba allí el “fuerza” y les había facilitado el trabajo, porque al negro cualquiera le llevaba la contraria.
       Su hija Herminichi -que así la conocemos- es una gran cantante, y participa en todos los acontecimientos artísticos que se celebran en la ciudad. Es una familia muy querida.
       Para terminar, ya solo nos quedan dos viviendas, a la derecha con el número 9 que es la de Mariano Cerdá Sempere con su esposa Pepa Peral Ruiz -la popular y querida “Pepa la mana”- y sus dos hijos, Vicentina y Mariano.
        Terminamos en el número 10. La casa de Pepa Blanca, que es como la llamamos en el patio. El cabeza de familia es Antonio Ruiz y Pepa Blanca Gallego su esposa. También vive con el matrimonio, la madre de Pepa, llamada Antonia Gallego Marín, una muy simpática anciana.
         Mariano Cerdá es patrón de cabotaje y Antonio Ruiz, se que trabaja en los almacenes del Puerto Franco. Estos dos señores, tienen el contacto mínimo, con los demás vecinos del patio. Solo se les ve, cuando entran o salen de sus domicilios, al contrario que sus esposas, especialmente Pepa Blanca, que adquirió cierta  fama entre los niños del patio, de tanto recomendar el uso del purgante de aceite de ricino que tanto odiábamos. Sin embargo del  lado bueno, también podemos contar, que todos los años, llegadas las navidades, era famoso aquel villancico que Pepa cantaba en la cocina de mi tía fina:

                                           ♫  Claveles, claveles rojos,
                                              tan rojos como la grana,
                                              madre cómprame  un manojo,
                                              que se va la “Valenciana”… ♫


    Algeciras, 1 de septiembre de 2010


                                                                                   José María Fortes Castillo

 




    

                                            UN PASEO POR MI BARRIO VI


    Bajamos de nuevo la “Ramblilla”, dejando atrás mi querido patio, y frente a la salida,  tenemos el número 15 de la calle. Esta vivienda es conocida como “casa de Juana “La “Mulera”. El cabeza de familia se llama, Antonio Espinosa Bermúdez, casado con Juana Mulero Ponce y la hija de ambos, llamada Pepita, casada con Justo Sánchez Herrero y que a su vez, tienen dos hijos, Juani y Pepito. Justo, trabaja en “La Casa Borrás, S.L.
    Doblamos a la derecha y a continuación de mi patio, topamos con otro con el número 14, conocido, como el patio de los “Boguitas”. Accedemos a él, teniendo en la misma entrada, a la derecha, la vivienda de Luis Pérez Lara, sobrino de Luis Pérez -joyero y propietario del huerto-, casado con Luz García Cobos y su sobrina, Pilar García Peregrina.
    Frente a esta vivienda, o entrando a la izquierda, vive José Arrabal López y Sebastiana García Cobos -hermana de Luz y conocida como “Chana”-, con la madre de él, llamada Sebastiana López Cantero.
    Penetrando hacia el interior del patio -el piso, igual que la “Ramblilla”, es empedrado-. A la derecha, tenemos un habitáculo que sirve de cocina a las dos viviendas anteriores, con una ventana interior que da a la “Ramblilla”. Unos metros más al interior, encontramos la vivienda de Rafael Pérez Ramos, “El Boguita”, viejo lobo marino, que en su día, tomó el mando de los vecinos del Callejón del Asilo, para hacer frente y vencer, a los socios y simpatizantes del Club Natación Caballa, como queda redactado en el escrito que en su día apuntamos: La batalla del espanto.
     Rafael, vive con su esposa, la entrañable Herminia Guerrero Pomar. A esta cariñosa y buenísima señora, siempre le tuve un gran cariño, por el trato tan especial que me otorgó desde niño. Junto a ellos, viven las dos encantadoras hijas que le quedan solteras, Pilar y Custodia.
     Girando a la izquierda y tras un frondoso árbol, hay otras dos viviendas, una habitada por Catalina Ortega Jiménez, Esta señora bajita y con cara de bondadosa, es la madre de África Viso. En la otra vivienda, moran, José García Guillén, su esposa Ana Moreno Gutiérrez y sus hijos, Jesús, Mari Luz, José, Antonio y Francisco.
      Volvemos los pasos atrás y de nuevo en la calle, a los pocos pasos, estamos en la plazoleta del “Asilo”. Siguiendo la hilera de casas de la izquierda, la de los números impares, al final, tenemos dos portalones, a los que se accede tras subir dos escalones, que es la entrada al colegio. Nos encontramos en el 17 de la calle Sánchez Navarro. El lugar que da nombre a todo un barrio.
      Penetramos en este santuario, que fue “Casa de la Misericordia” y hoy Colegio Nacional, y a la izquierda tenemos el aula de D. Francisco Piña, y frente a ésta la de D. Miguel Chico Vaello. Andamos unos pasos y a la izquierda, encontramos un corredor donde vive una de las familias más entrañable y queridas del barrio. Me refiero a la de Eduardo Fernández Fernández y su esposa Carmen Sánchez Sánchez, con sus tres hijos, Pepe, Mari Carmen y Aurora, en compañía de una sobrina de Carmen, llamada, Pepita Duarte Sánchez.
     Como estoy haciendo peritaje mercantil y preciso de practicas de mecanografía. Mi vecina Loli Victori, me ha facilitado hacer estas practicas en el Ayuntamiento, donde ella es funcionaria. Así que todas las mañanas, en el Negociado de Reclutamiento y Tráfico, me dedico a teclear y tengo la suerte, que en el mismo Negociado, presta su servicio, Eduardo Fernández y puedo asegurar que es un señor de los pies a la cabeza, al que aprecio y tengo en gran estima. La verdad es que en el Negociado, me han recibido con  tanta cordialidad, que estoy encantado con todos sus componentes, que son además de Eduardo y Loli, José García Cosío y Antonio Martos.
     También vive aquí, Juana Espinosa Ginés, en compañía de sus tres hijos, África, Antonio y Agustina.
     Al final, se accede a un patio y tenemos la vivienda de la portera del centro, llamada Encarna Berja  Acereto con sus hijos, Pepe, Manolo, Carmen, Emilio y Antonio. A Antonio, le llamamos en el barrio, el “Curita”, y es debido a que le dieron una pedrada en la cabeza, y ha tenido como resultado, una calva en el mismo lugar donde los curas se afeitan la coronilla.
     Volviendo a la entrada y girando un poco a la derecha donde antes menciono el aula de D. Miguel, a la izquierda tenemos una gran escalera de mármol y en el lado opuesto la entrada al patio que sirve de recreo a los alumnos, con una puerta al final del mismo, que accede al aula de don Pedro. Aunque este sacerdote ya se jubiló y fue sustituido por  don Antonio Cáceres.
      En el suelo del patio, hay dos lápidas de mármol blanco, con inscripciones en latín, que me imagino serán dos tumbas.
     Si retrocedemos y subimos por la escalera hasta acceder a la primera planta, tenemos dos aulas que son las de las niñas. Las dos profesoras, son madre e hija y a la vez, que residen en el colegio, en la segunda planta, son esposa e hija de D. Antonio Cáceres Rodríguez. La esposa se llama Julia Piquera Velásquez y sus hijos, Julia -también profesora- y Antoñito. Julita, es novia de Pepe Godino, alto cargo de la Caja de Ahorro de Ceuta.
     En esta segunda planta, reside la familia Meca, compuesta por Matilde Pujasón Fouquet y sus hijos, Matilde, Carmen, Mercedes, Alfredo y María Luisa Meca Pujasón. Además de una sobrina llamada, María Teresa García Serna.
     Esta vivienda, con anterioridad la ocupó don Pedro López Soriano, sacerdote y profesor del colegio, que vivía en compañía de su hermana Concepción y la conocían como  Purita.
     También vivieron aquí, el matrimonio formado por don Francisco García Sanz y doña Castora Salazar Urizola, ambos profesores, muy queridos en el barrio. Él era el director del centro.
     Otros vecinos que residen aquí, son Lolita Gallardo Morales con sus primos, José y Ana Alcántara Marín y María Teresa Alcántara de la Calle. Lolita se ofreció a iniciarme en la mecanografía y en el Ayuntamiento estaba considerada como la mejor mecanógrafa; aparte de otras muchas virtudes que la adornan.
     Otro Gallardo ocupa también una de las viviendas, Francisco Gallardo Lara, con su esposa Rosalía Gómez Sánchez y su hija Mari Carmen.
     Entre los vecinos que restan, tenemos a doña Clotilde Ramos Mayayo, tía del famoso médico don Arturo Más, y una SEÑORA que la cuida llamada África Seglar Ruiz, también residente aquí en compañía de su hija Ángeles Macario Seglar. Lo de señora con mayúscula,  viene, porque África cuida a doña Clotilde desinteresadamente. África es cocinera en el colegio de San Agustín y es popular por su buen corazón y simpatía. Una gran señora.
    Salgo de este santuario con el temor de haber olvidado a algún vecino, y al salir, tras bajar de nuevo los dos escalones de piedra negra, a la izquierda, una pequeña escalera de tres peldaños da acceso a la vivienda de Francisco Pérez Jiménez -casado con la hija de Encarna, portera del centro-, llamada Herminia Delgado Verja y sus hijos Ana Mari y Emilio. La barriguita de Herminia, exterioriza que un tercero viene de camino.
    Quiero tener un recuerdo, para una señora que vivió con anterioridad en este lugar, Lucía González Jiménez. La llamaban “la sorda”. Siempre me he preguntado, si era sorda, ¿cómo le molestaba que los niños jugáramos en la plazoleta? Salía gritando y con la escoba en la mano, repartía escobazos a todo el que pillaba.
     En esta misma plazoleta y en la pared de enfrente, abrieron una puerta, que daba acceso a una habitación de la vivienda de Pepe Arrabal, que durante algunos años fue tienda de comestible, que regenta su esposa Chana.
     Siguiendo el itinerario, a la derecha encontramos el número 16, otro pintoresco patio de mi barrio, aunque este más pequeño que los anteriores. Lo conocemos como “Patio de las Viudas”, de siete viviendas, cinco están ocupadas por viudas.
     Residen aquí los siguientes vecinos, Pepa Salas Obispo, señora mayor y llena de simpatía. Todos los años, es la encargada de confeccionar y colocar, los atributos masculinos del “Judas” que se quema el domingo de resurrección. Otra viuda es Leonor Gutiérrez Rodriguez. Ana Moreno Gutiérrez y sus hijos Antonio y Mari Luz Ruiz Moreno. Una adolescente de doce años muy bonita.
    También reside una hermana de Ana, llamada Pepa y casada con Pepe García Guillén -camarero del Vicentino-, con sus hijos Pepe, Antonio, Paco y Jesulito. Jesulito aunque un par de años mayor que yo, jugamos al fútbol, en el equipo de Acción Católica y siempre le he tenido gran estima.
     Aquí reside también otra familia popular en el barrio, “Los Barreras”, la tía, viuda, llamada Lola Barrera Lázaro y los sobrinos, Manuel -el calafate-, Juan -pescador y gran persona-, Salvador -el famoso “Chava”, quien mejor conoce el escollerado del muelle del Comercio, al que dediqué un escrito y Loli, ¿quién del barrio y sus aledaños, no conoce a Loli Barrera?
     Queda otra viuda llamada Teresa Gutiérrez Rodríguez y para finalizar, tenemos a José Rodríguez Escobar casado con Manuela Castillo Jesús y sus hijos África y Fernando.
    En el número 19, vive también una viuda llamada Luisa González Jiménez.
    Pasamos al número 21 donde reside Francisco Cepero Chávez, su esposa Lola Sánchez Chávez con una sobrina llamada, Trini Ruiz Sánchez. Además de Esperanza Gómez Arraez y sus hijos Fermín y Antonio Rebolledo Gómez.
     En el piso superior, las dos viviendas están ocupadas por Dolores Lacida Cuenca y su hijo Salvador Santo Lacida, a la vez con los hijos de este, llamados Loli, Juan y Pepi Santos Paneque.
     Para finalizar en el número 22, donde vive Arturo Aller Martín con su esposa Teresa Morgades Martín y su hija Flora. Hasta desembocar en la antigua calle Sagasta, donde finalizamos el recorrido, que iniciamos en la calle Gómez Marcelo o antigua calle La Gloria... 
     Este ha sido mi recorrido por la calle Sánchez Navarro o de la Misericordia, como era conocida con anterioridad. Pateando y jugando por estos adoquines me salieron los dientes y me hice hombre. Residí aquí, hasta cumplir las dos docenas de primaveras, pero nunca me alejé demasiado mientras residí en Ceuta. Cuando comenzaron a desahuciar algunas viviendas para su posterior derribo, nos tocó mudarnos a la calle Teniente Arrabal, a un nuevo edificio construido por el Ayuntamiento. Pero yo, soy Asileño. Lo llevo grabado a fuego en mi corazón y si encima, tenía aquí el amor de mi vida, residiendo en la calle Obispo Barragán cinco, a unos veinte metros de la entrada al “Asilo”, ya me diréis que me falta, para amar más a éste desaparecido rincón de Ceuta.

                               
    Algeciras, 12 de septiembre de 2010.


                                                                         José María Fortes Castillo
                                                                      

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                               UN PASEO POR MI BARRIO VII

 

    Frente a la puerta principal del Asilo Viejo, comienza una calle que se inicia en la plazoleta del colegio y finaliza en la calle Larga o Jáudenes. Esta calle se llama Obispo Barragán. Como en todo mi barrio, el piso es de adoquines a dos aguas con inclinación a eje de calle.
    Los números impares, están en el lado izquierdo y corresponde el número 1 a dos viviendas adjuntas, ocupadas una por Rosa Delgado García y la otra por Juan Toledo Mellado, con su esposa Dolores Gutiérrez Rodríguez y sus hijos llamados, José, Juan, Manuel, Rosa y Remedio.
    A continuación y con el número 3, un pequeño patio familiar de tres viviendas, ocupadas por José Martín Barrientos la primera. Mercedes García Marín y sus hijos Rafa, Ana y Pepe la segunda y la tercera por Emilio González García, con su esposa, María Socorro Campos García.
    También con el número 3, hay una pequeña vivienda construida recientemente, quitándole un trozo, a un viejo almacén adyacente. Esta vivienda, está ocupada por Luis Ordóñez Baro y su esposa Rosa Pérez Arrabal, en compañía un nieto llamado Luis Ordóñez Alemán. Luis -el nieto- es muy amigo mío y además es el defensa central del Cruzado. Equipo de fútbol perteneciente a Acción Católica de África, donde más de la mitad del equipo, somos vecinos del barrio.
    Antes de llegar a la vivienda inmediata, existe un almacén, donde se guarda los elementos con los que se instala, la caseta de feria “La Peña”. Esta es la caseta más popular, de las fiestas patronales de nuestra ciudad. Se caracteriza, porque el fondo de la misma, lo ocupa un gigantesco abanico, en cuyo centro se ubica el escenario. La totalidad de la caseta, es obra del artista ceutí, Pepe Garzón. 
    En el número 5, donde con anterioridad estaba la vivienda y tienda de Pepa “la Quintana”, vive Francisco Amado Casado y Rosa Ordóñez Pérez, hija de los anteriormente citados Luis Ordóñez y Rosa Pérez. Esta señora conocida como “Rosita la del kiosco”, es muy popular en el barrio y en la actualidad tienen cuatro hijos, Guillermo, José Luis, Rosi y Paquito.
    Igual que ocurrió en el patio de “la Ramblilla”, que tuve que volver en la máquina del tiempo, aquí ocurre lo mismo, dado que Rosi, esa chiquilla, canija, bonita e inquieta, de seis años de edad, ocho años después, me robó el corazón y se convertiría en mi prometida y el amor de mi vida, y tras pasar otros cinco años, mi esposa,  de la que aún me sigo enamorando cada día más.
    Volvemos de nuevo a nuestro paseo, y nos vamos al lado derecho donde en el número 2 reside Juan Bernal Figuera y Lola Pajares Sala y sus hijos Tomás y Encarna.
    En el número 4 también reside una familia muy popular en el barrio, conocida como los “Pompos”. El padre, un señor muy serio, se llama Alfonso Espinosa Mulero, casado con María Mesa Borrego y sus hijos, Luisa, Paco, Conchi, Pilar, Juana, Alfonsa, Elisa y los mellizos Manolo y Antonio.
    El número 6, corresponde a la familia de “los Calafates”. El padre y los dos hijos varones, profesan ésta bonita profesión, conocida también como “carpinteros de ribera”. Antonio Domingo Valle es el padre, la madre se llama María Ponce Fernández y sus hijos, Manuel -todos le conocen como Lolo-, Antonia, Isabel, Gabriel, María, Paca y Encarna.
    El número 7, es conocido como “el patio del Juani”. Esto se debe a que entre los vecinos, que ocupan las seis viviendas, un matrimonio formado por Juan Garrido Fernández y María del Carmen Rodríguez Castillo, tienen cinco hijos: Miguel, Juan- conocido como el ¨Juani”-, Antoñín, Ramoní e Isabel. “El Juani”, aunque lo intenta, no acierta a encontrar el camino que sólo presiente en los sueños; y aunque lleva varios años ausente del barrio, su fama dio nombre al patio donde tenía su residencia. Yo tengo buenas relaciones con su hermano Antoñín, que es un chaval extraordinario. Ramoní, dada las apariencias, parece que eligio un camino pedregoso y dificil de andar, esperemos que sepa alcanzar alguno otero que le levante la vista más allá horizonte...
    Son también vecinos, Alfonso Mesa Borrego y su esposa, Maruja Rodriguez Castillo, hermana de Maria del Carmen-, en compañía de su hijo Manolo.
    Otro matrimonio formado por Andrés Trovar Tovar, y su esposa África Mesa Borrego.
    En otra de las viviendas, reside Antonia Borrego Lladó.
   Juan Trillo Pérez y su esposa Isabel Rodríguez Gómez, forman uno de los matrimonios más querido del barrio. Si los padres son “buena gente”, los hijos no le van a la saga, dos chicas, María e Isabel y el varón -una de las personas más noble y buena de las que he conocido-, Juan Trillo Rodríguez.
    Finalizamos el patio, con la vivienda de África Mesa Trujillo, con sus hijos Manuel y Salvador Luque Mesa y con sus nietos llamados, Juan, María, Pepa y Antonio Medina Luque.
    Frente a este patio, en la acera de enfrente, encontramos el número 8, que para acceder al inmueble, precisamos subir dos escalones. Esta casa es propiedad de Manuela Gallego Mulé -doña Manolita-, conocida como Manolita Cansino. Esta señora, posee un estanco, en los bajos de la casa de los Alfón -frente a la sacristía de Ntra. Señora de África y junto al bar “Sin Nombre”. Hago referencia a ella en mi “Paseo por mi barrio – II”, cuando apunto que es tía de Rita Hayworth, la actriz norteamericana, más cotizada en la actualidad.
    Manolita vive sola y al poseer una casa con dos plantas y azotea -que asomándose a ella por la zona posterior, conecta con la parte del patio de “la Ramblilla”, precisamente en el lugar que vive mi tía Fina- suele alquilar el piso superior a familias que están en Ceuta, ciclos no muy duraderos. He conocido a varios inquilinos residentes aquí, como por ejemplo Arias y su familia. Arias, era defensa derecho maño, que jugó en la Sociedad Deportiva Ceuta, cuando mi padre era directivo de ella y sus compañeros de saga, eran Humanes y Pepín.
    En este momento, los inquilinos son, Bernardo Rivas Escodell y su esposa Antonia Vila Vila y sus hijos Bernardo y Catalina.
    En el número 9, que es una casa de dos viviendas. En la planta baja, reside la familia compuesta por, Manuela Sánchez Sánchez y sus hijas Carmen y Loli, en compañía de su madre, llamada Carmen Sánchez Lladó y una sobrina huérfana -sus padres, fallecieron en el bombardeo que padeció del Mercado de Abasto, en aquella vergonzosa guerra entre hermanos que sufrimos en el año treinta y seis-, llamada América Martínez Boy, y conocida por todo el barrio como Meri. Meri trabaja de primera oficiala en el taller de costura de mi tía Juana Castillo y además de bonita, es una encantadora chica.
    En las viviendas de la planta alta, viven; en una de ellas, la señora Carmen Sánchez Lladó y en la otra, la familia Gaitán, compuesta por el padre, llamado Ignacio Gaitán Navarro, sus hijos, Ignacio, Alberto, Enrique y Araceli Gaitán Cuella y una sobrina llamada Margarita Cubero Merino.    
    Frente a esta casa se halla ubicada la vivienda de una sola planta número 10. El cabeza de familia se llama Juan Carrasco Guillen y su esposa, Eduarda López González. Este matrimonio, posee tres hijos, llamados Miguel, Ana y Francisco. Juan también es un viejo lobo marino. Llegó de Málaga hace años -como tantos otros hombres de mar, que acudieron a ganarse el sustento durante la segunda  década del siglo XX-.Es propietario de una “barquilla almejera”. Esta clase de pesca, es probablemente de las más duras, que ya algún día y metido en este tema hablaremos. Las almejas, cuando se extraen se depositan en la pequeña bodega y al sacarla para su venta, algunas quedan escondidas entre las costillas y la “panamora” del casco. Este hombre, siempre que se ejecutaba esta faena, se empeñaba mucho en que la sacaran todas y con el tiempo, se hizo famoso en el muelle del Comercio, hasta tal punto que se quedó con el apodo del “Sacalastoa”, y así fue como era conocido en aquel ambiente y en el barrio.
    En el número 11, encontramos otro patio de cuatro viviendas que se accede a él, tras subir un escalón. Es un patio amplio lleno de flores y siempre muy limpio. Una de las viviendas está ocupada por Eulogio Álvarez García y su esposa María Estrada Sánchez.
    En otra de ellas un señor que vive solo llamado José Rosa Molina y junto a él, otra vivienda ocupada por Eduardo Figueredo Durán y su esposa, Remedio Molina Márquez.
    En la casa restante, vive Francisco Zamora Ortiz, Manuel Ragel Domingo, y los hijos de éste, llamados Rosario y Paco y también la hermana Manuel llamada María.
    El número 12, es la residencia de Antonio Fernández Pomar y Manuel Filloa Simón y los hijos de éste llamados Antonia, Manolo y Francisca.
    El inmueble número 13, es la casa más grande de toda la calle. Pose tres plantas y en ella habitan ocho familias. Entrando a la izquierda, vive Francisco León Campoy, casado con María Sánchez Amate y sus tres hijos, Mari, Anita y Paco. Se da el caso, de que esta familia, está muy emparentada con la mía paterna. El padre Francisco -conocido como Frasquito “el señorito”, dada su inclinación a vestir elegantemente- es primo de mi padre y su esposa también lo es. Él es maquinista del remolcador.
    Frente a ésta familia creo que vive Agustín Segura Campoy, casado con Francisca Roble Fernández, con sus hijas María y Francisca y con un nieto llamado Paco.
    En la primera planta, subiendo la escalera a la derecha, vive Antonio González Romano y Juana López Andujar -también prima de mi padre- y sus hijos Pili, Rosi, Marisol, Mercedes y Alberto.
    El resto no se ubicarlos, solo en la tercera planta a la izquierda que vive la familia formada por Juan Mejías Rodríguez y Bendición Molina Gómez y sus hijos Roque, Juan, María y Francisco -el famoso Kiko del barrio-.
    Son vecinos también; Felix Oró Lasús con su esposa Teresa Aranda Hernández y sus hijos; África, Manolo, Isabel, Felix, Luis, Teresa y Justo.
    Antonio Requena Sánchez casado con Carmen García Moreno y su hijo Antonio.
    Rafaela Ortiz Fores y por último en la vivienda restante, José Sánchez Urrea y Julia Oró Aranda y su hija Guillermina.
    El número 14, es la vivienda de Ramón Barrientos Eizaguirre, que reside con su esposa, Isabel Camúñez Mata, su hija Margarita y dos sobrinos de la esposa, llamados José Luis y Gloria Trujillo Camúñez.
    En el 16, mora Cristóbal González Vargas con sus tres hijos, Ana, Pepita y Pepe González Cámara. También conviven en este número, la hermana de Cristóbal, llamada Ana y su hija Pepi.
    El 18, es una casa muy popular en la calle, dado que es residencia y a la vez, tienda de comestibles, conocida como -casa de “Pepa la zapatera”. Esta gran señora, es la viuda de Francisco Molina Marihante. Con ella reside su hija Aurora Molina Pariente y hasta hace poco, también residía con ellas, la madre de Pepa, llamada Antonia Narváez Cortés.
    Pocos metros más adelante y de nuevo estamos en la calle “Larga”.
    Este recorrido, espero sirva algún día, como reliquia de un pasado que queremos no quede en el olvido. Y si pasado algunos años, alguien se digna a leerlo, que sepa que este barrio fue en su día, Ceuta la vieja, cuando la población ceutí, se limitaba a la distancia comprendida entre Puente y Puente y el resto era zona militarizada. Los auténticos “Caballas”                          

                       
      Algeciras, 8 de octubre de 2010                                 

                                                                                  José María Fortes Castillo
 

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                                 EL VICTORIA. TRANSBORDADOR DEL ESTRECHO



    Diseñado específicamente para el paso del estrecho, el transbordador Victoria, fue el barco que más impacto causó en la ciudad.  Previo a su arribada a Ceuta, el periódico local “El Faro”, se encargó de informar detalladamente al pueblo de las características técnicas del barco. Se decía que era el primer transbordador construido en astilleros españoles. Su construcción se llevó a efecto en Astilleros de la Unión Naval de Levante.
   El día de su arribada, el 14 de junio de 1952, el Muelle España estaba repleto de ceutíes, ansiosos   de ver aparecer su negra proa por la bocana. Fue un hecho extraordinario. Cuando su esbelta figura apareció majestuosa, virando a estribor por el morro de la Puntilla, un ¡¡¡Oooh!!! salio de las gargantas de los miles de ceutíes allí congregados. 
    Estábamos acostumbrados, a los barcos de chimeneas de forma cilíndrica y estrecha. Este barco la tenía plana por la parte superior y bajando a su base a través de dos líneas curvas.  En el centro de esta se podía leer: ENE, -siglas de la Empresa Nacional Elcano-, en el interior de un rombo.
    La verdad es que fue impactante. Era un barco precioso, que ilusionó al pueblo de Ceuta. Los ceutíes andaban un poco mosqueados cuando supieron, que cambiaron su nombre original de “5 de agosto”, por el de Victoria. Todos sabemos que el día 5 de agosto es una fecha muy especial, para todos los ceutíes. Posteriormente se “limaron asperezas”, cuando se supo, que su hermano gemelo, botado unos días antes -27 de mayo de 1952-, se llamaría “Virgen de África”.
    Los miles de ceutíes congregados en el muelle España, vivimos la incorporación de aquel barco, de forma especial. Ningún otro barco en la historia, tuvo aquel impacto. Los ocurrentes, comenzaron en llamarle el “Halcón”. Porque se comió a las “Palomas” *. Otros le llamaron “El mariquita”, porque atracaba por el culo.
    En esos años, hubo un personaje muy popular en la ciudad, conocido como don Lamberto Amador. Este señor de cuerpo gigantesco y mente algo infantil, quedo marcado para el resto de sus días, con la arribada del Victoria. Era poseedor de un gran torrente de voz y quedó tan impactado con el barco, que cualquiera que cariñosamente se le ocurriera hacer un comentario despectivo sobre el correo**, tenía que sufrir los gritos de don Lamberto llamándole: ¡¡insensato!! estás hablando del mejor barco de la marina mercante de España. 
    La mejor forma de sacarlo de sus casillas, era comentarle que por la calle Real, un niño llevaba el Victoria, tirando de una cuerda. Los gritos se oían en Algeciras. Tuvo hasta sus imitadores, siendo Paco Torres, el que consiguió la nota más alta, en ese menester. Su gesto más característico, era pasarse continuamente las palmas de las manos por el pecho. Un personaje muy popular y muy querido por todos los ceutíes.
    Es curioso que barcos posteriores al Victoria, ninguno tuvo el recibimiento del primero. Incluso su hermano gemelo el Virgen de África que se incorporó al servicio del Estrecho el 11 de abril de 1953 y que a pesar de llevar el nombre de la patrona de la ciudad, no tuvo aquel impacto. Y eso que el 24 de abril -trece días después de su incorporación al servicio-, tuvo lugar a bordo, un acto solemne, como la entronización de una imagen de la Virgen de África, que fue regalada por el pueblo de Ceuta.
    El año 1952, fue un gran año para el pueblo de Ceuta. La incorporación del correo Victoria y la desaparición de las cartillas de racionamiento. Que Dios mediante, será el tema que trate el próximo artículo.

    Algeciras, 3 de enero de 2011

                                                          José María Fortes Castillo

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*  “Las Palomas”, así eran conocidos popularmente el Ciudad de Ceuta y Ciudad de Algeciras. Ambos prestaban el servicio entre Algeciras y Ceuta. El Ciudad de Ceuta, fue rebautizado en la guerra civil, como “General Sanjurjo” y el Ciudad de Algeciras, como “General Primo de Rivera”. Una vez terminada la contienda, le fueron devuelto sus nombres originales.
**  A  los transbordadores también se le llamaban “correo”, porque estos buques traían y llevaban el correo de Ceuta. Posteriormente se fue generalizando la palabra inglesa “ferry”

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         CARTILLAS DE RACIONAMIENTO. EL HAMBRE DE LOS AÑOS CUARENTA



    He reiterado en muchos de mis escritos, el hambre que sufrieron la mayoría de mis vecinos, al igual que casi todos los españoles, tras el conflicto armado del treinta y seis. En los años cuarenta, como resultado de la fatídica guerra y al aislamiento internacional que se vio sometida España. E hambre fue fiel compañera de la mayoría de los hogares españoles.
    La falta de alimentos básicos, obligó al gobierno a controlar el consumo del poco  existente. A tal fin, se crearon las CARTILLAS DE RACIONAMIENTO. Esta iba acompañada de unos cupones, que había que entregar al tendero que atendía la solicitud de compra. Las tiendas para efectuar las compras, las designaba la Comisaría General de Abastos. Esta a su vez, era la encargada de entregar las cartillas con los cupones, a los consumidores, bajo previo pago. Su implantación se llevó a efecto, el 14 de mayo de 1939, y duró hasta el año 1952.Los alimentos básicos, como: pan, aceite, arroz, judías, garbanzos, tocino, bacalao, etcétera. Solo se podía adquirir con la cartilla.
    Con relación al nivel social, el racionamiento era de tres clases. Mayor poder de adquisición para los ricos, y mayor seguridad de pasar hambre, para los pobres. ¡¡Viva la equidad!! La carne, la leche o los huevos, solo era posible adquirirlos en el mercado negro. Siempre a precios desorbitados, prohibitivos para los pobres.
    Si poseías un cerdo, o cualquier tipo de animal comestible, precisabas de un permiso de la Comisaría General de Abastos, para su matanza, sabiendo de antemano, que se quedarían con la mayor parte. Lo mismo, debías declarar si poseías gallinas ponedoras, las cuales una vez declaradas, te serían requisadas.
    Estaba prohibido fabricar pan por tu cuenta. En algunos hogares, de noche y a escondida, hacían alguno, con el ánimo de evitar a los Agentes de la Comisaría General de Abastos. Casi siempre eran descubiertos al día siguiente por el olor. El único pan apto para el consumo, era el pan negro de racionamiento, que se fabricaba con harina de centeno.
    Las amas de casa, se las ideaban para lograr que sus hijos llenaran el estómago con algo agradable. De esa forma, fueron cogiendo fama los guisos de castaña o bellotas. Los gatos en aquellos tiempos, corrían un riesgo tremendo. Su caza y consumo, estaba a la orden del día.
    Se dice que el hambre agudiza el ingenio, y es una gran verdad. En aquella fatídica década, el ingenio del ama de casa, la llevó a preparar tortillas de patatas, sin huevos ni patatas. Las cortezas de naranjas -las que poseen mayor grosor-, se aprovechaba, raspando la parte amarilla, hasta dejar solo la blanca. Esta se troceaba y se metían en agua durante un buen rato. Posteriormente se troceaban y freían. Una vez fritas, se le añadía un compuesto de harina, agua, pimienta molida, sal, aceite, perejil y colorante -lo que conocemos como papelillos de azafrán-, el suficiente como para darle el color del huevo batido. Ingenioso pero triste.
    El café era sustituido por malta o achicoria. La malta era cebada tostada y la achicoria que es una planta herbácea, se utilizaba su raíz. Esta una vez tostada, en infusión, también se utilizaba como sucedáneo del café. Yo he presenciado en casa de un vecinito, como tomaban un vaso o un jarrillo de lata *, de malta sin leche ni azúcar -que por entonces era de color marrón-. La falta del producto básico para endulzar, era suplida por un caramelo de perra chica -cinco céntimos de peseta-. La maniobra a seguir era, absorber la malta y dejarla en la boca un tiempo. Se hacía como un enjuague bucal, de manera que el caramelo, transmitiera algo de dulzor al trago de infusión. Era preciso poseer cierta práctica y habilidad, sin ella, corría el riesgo de tragarte el caramelo al primer trago, y verse obligado a tomar el resto amargo.
    Ceuta no fue ajena a esta penuria. Pero su situación geográfica, hizo que la soportara sin tanta calamidad. La granja que la familia Baeza, poseía en Castillejos, abasteció notablemente de productos de la huerta a Ceuta. Principalmente boniatos. Esta raíz tuberosa calmó mucha hambre y el pescado, suplió con gran eficacia la falta de carne. Este hecho, hizo que los gatos ceutíes, gozaran de más seguridad que los peninsulares. Hasta para los gatos, ser ceutí, es una suerte.
    Ese tiempo, fue muy rico en pesca y los barcos de mi abuelo, tenían frecuentemente que “navegar” -desplazarse hasta Algeciras a vender el fruto de la pesca-. Una vez efectuada la venta, mi abuelo les hacía desplazarse hasta Gibraltar, con el fin de abastecerse de leche, café y azúcar, entre otros artículos. Los salabares llenos de pescados, que todas las mañanas llevaban los niños del barco al patio, sirvieron para calmar el hambre, durante muchos días. Lo peor venia cuando los temporales de levante azotaban el Estrecho y los barcos estaban varios días amarrados en el puerto. Esos eran días de ayuna. En el reparto del pescado, mis abuelos eran mucho más ecuánime que el Gobierno. A mayor número de hijos, mayor cantidad. Como debe ser.
    La patata escaseaba, pero en Ceuta existe una planta llamada “Gabón”, también conocida como “papa vieja”, que sustituyó con eficacia a la raíz americana. Este tubérculo muy abundante en García Aldave, son de un tamaño más pequeño que la patata común y fue muy utilizada en Europa, hasta que tras el descubrimiento de América, fuera remplazada por la patata.
    Otros alimentos utilizados, con tal de matar el hambre, fueron las algarrobas y el fruto del majuelo. Poseedor de gran número de proteínas y muy abundante en el monte ceutí.
    Hoy la juventud, tiene motivo de estar contenta. Han sido unos privilegiados, Desde su nacimiento no se han visto privados de nada. Hoy la media de altura de un chaval, suele ser de ciento ochenta centímetros. Yo hice la mili en el año 1963 -en la Compañía de Mar de Ceuta-, y poseyendo una altura de ciento setenta y tres centímetros, era “cabeza guía”. Hoy con esa altura, estaría entre el centro a la cola. La buena alimentación a sido básico para el desarrollo de la juventud y reitero, han sido unos privilegiados, por eso desde aquí, les hago un llamamiento y les ruego; no repitan la barbarie que cometieron mis antecesores. Los jinetes apocalípticos del hambre y la guerra, no debe volver a galopar por ningún rincón de España.
    Este escrito, no creo que nadie le vea ningún “tinte” político. Mi intención es dar a conocer a través de “CEUTA EN EL CORAZÓN”, los tiempos que me tocó vivir en mi niñez y hacer un recordatorio de ello. Es una parte importante  de la historia de nuestro país y del pueblo ceutí. Y que a pesar de tanta penuria, recuerdo con cariño aquel tiempo trascurrido en mi barrio y en mi Ceuta. A pesar del hambre, mi barrio nunca perdió la sonrisa. En el Patio de la Ramblilla, los vecinos poseían en sus puertas, alguna que otras jaulas, con el fin de criar pollos unos, o conejos otros, y así en las navidades, tenían la posibilidad de ingerir algún alimento extra.
    Que Dios nos libre de volver a aquellos tiempos de calamidades… 

 

     Algeciras, 6 de enero de 2011.   
                                                
                                                     José María Fortes Castillo
                               
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  * Los jarrillos de lata, era simplemente un bote de leche condensada, al que se le soldaba un asa. Se fabricaban, principalmente para los barcos, pero en aquellos tiempos, los vasos de vidrio o tazas de porcelana, eran un artículo de lujo. Lejos del alcance de la mayoría de la población. Los fabricaba Enrique Pato en un taller que poseía  en la calle Misericordia número 20. 

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                                     EL CIUDAD DE TOLEDO. ARRIBADA Y ESTANCIA



     Tratando de recordar otro acontecimiento en Ceuta, con la llegada de un barco, que se asemejara a la de aquel 14 de junio de 1952, con la arribada en su viaje inaugural del Victoria. He llegado a la conclusión, que sin llegar a aquello, la visita del Ciudad de Toledo, fue otro acontecimiento, digno de ser recordado en la Web de CEUTA EN EL CORAZÓN.
    Llegó a nuestra ciudad, procedente de Casablanca, la mañana del 15 de diciembre de 1956. El Ciudad de Toledo, era un barco mixto, de carga y pasaje. Botado el 14 de septiembre de 1954. Este hermoso barco de 148,50 metros de eslora, 19 de manga y 12,10 de puntal, fue construido en los astilleros Euskalduna de Bilbao. Fue encargada su construcción por la Empresa Nacional Elcano y adquirido antes de la botadura, por la Compañía Trasmediterránea.
     Su destino era cubrir el servicio de las colonias españolas: Guinea y Fernando Poo;  sin embargo,  antes de desempeñar esta misión, el Ministerio de Comercio, tuvo la feliz idea de adecuarlo como exposición flotante, de manera que el mundo conociera los productos españoles y fruto de esta misión, visitó casi toda América Latina además de otros países.
    El casco estaba pintado de color verde claro, el puente en blanco y la chimenea en rojo. Tonos elegidos por la Compañía Trasmediterránea, que no se parecen a los que habitualmente utiliza. Su primer atraque, se efectuó en el muelle de la Puntilla. Allí subieron a bordo, el alcalde don Vicente García Arrazola y el Delegado de Comercio Sr. Castro.
    Con el fin de facilitar el acceso a los visitantes, se decidió atracarlo en el muelle España, dado que así estaba más cerca del centro de la ciudad. Las primeras visitas fueron, del Teniente General Galera, por entonces Gobernador General de las ciudades españolas del Norte de África. Iba acompañado, por las máximas autoridades, de Tetuán, Tánger y Larache, entre otras.
    También se celebró una salve en la iglesia de Nuestra Señora de África y se bendijo un banderín, que la ciudad de Ceuta le regaló.
    Lo visité en compañía de mi padre. Aquella exposición flotante, fue algo inédito.  Nunca, ningún país, había llevado a la práctica algo semejante. Quiero recordar -después de 55 años-, los objetos expuestos. Me viene a la memoria, el automóvil “Pegaso”. Espadas toledanas, navajas albaceteñas, cavas catalanes, vinos de Jerez y Riojas. Y con los célebres “Vega Sicilia”. Quiero recordar también, las herramientas; “Bellota”, “Palmera”.
    En aquellos tiempos, Ceuta tendría una población cercana a los 50.000 habitantes. Si el barco fue visitado por 72.057, se pueden hacer una idea de aquel acontecimiento. Fueron miles, los visitantes venidos de Marruecos y de todo el Campo de Gibraltar.
    Dos días después de su llegada, el 17, el Ciudad de Toledo soltó amarras y puso rumbo a Melilla.  

   Algeciras, 14 de enero de 2011

                                                        José María Fortes Castillo

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                                    LOS  HERMANOS  LESMES

 

     Acabo de dar un repaso como es costumbre, por “Ceuta Wikipedia, la enciclopedia libre”  y nunca me había dado cuenta, que en los personajes célebres, nacidos en Ceuta y en la rama de deporte, no están los hermanos Lesmes. De pronto, me he sentido mal. Ignorar u olvidar a esos dos hermanos, es incomprensible. ¿En manos de quién está esa página?
     Como parte integrante de la WEB: CEUTA EN EL CORAZÓN, Me veo en la obligación de hacer un llamamiento a quién corresponda, a la vez que, desde esta página, iniciamos ahora mismo un recordatorio de los entrañables: Paco y Rafael Lesmes Bobed.
     He tenido la suerte y el orgullo, de conocerlos personalmente, dado que los dos por separado, me fueron presentados por mi padre.
     A Paco -Lesmes I-, le conocí en el bar de la Agrupación Deportiva Ceuta. Se ubicaba encima del restaurante “La Marina”. Un verano que visitó Ceuta, mi padre me llamó y dijo esta frase: Pepe, te voy a presentar al mejor defensa central que ha tenido España. Internacional -dos veces-, jugando en el Valladolid. Si llega a jugar en el Barcelona o el Madrid, se sale.
Estuve con la reunión de mi padre, más de dos horas. En ese tiempo pude comprobar la personalidad y simpatía que adornaban a Paco. Como “pelotero”, solo le vi jugar un partido amistoso en Ceuta. Pero como persona, me hizo sentirme orgulloso de ser su paisano.
 Luego supe, que seguía viviendo en Valladolid y representaba en aquella provincia, la casa de González Byas -el famoso “Tío Pepe”.
      Paco nació en Ceuta, el 4 de marzo de 1924; empezó a jugar al fútbol, en el equipo del Frente de Juventudes de su ciudad. Posteriormente lo hizo en el Imperio de Ceuta, Unión África Ceutí, Ceuta, Atlético de Tetuán, Granada y Real Valladolid.
      Fue un grandísimo defensa central, aunque su debut con España, lo hizo de defensa lateral derecho, contra Turquía. Esto fue debido a que Burham, extremo izquierdo turco, era su jugador más peligroso y el seleccionador nacional, consideró que el hombre idóneo para anularlo, era Paco Lesmes. El resultado final fue de España 4 – 1 Turquía.
     En la temporada 1955-56, le fue concedido el trofeo Monchín Triana. Este trofeo, lo otorgaban los periódicos Marca y Arriba. Se le concedía al futbolista más destacado durante toda la temporada. Hasta recibirlo él, les fue concedido a los jugadores siguientes: temporada 1952-53 a Puchades, 1953-54 a Basora, 1954-55 a Gainza y los galardonados después de nuestro paisano fueron: Pasieguito, Mañó, Gento, etcétera. Hasta que finalizó en la temporada 1967-68, que lo ganó Yarza. Como verán, el trofeo no era fácil de ganar, y solo estaba al alcance de las grandes figuras de la época. Época en la que Paco Lesmes o Lesmes I, brilló con luz propia.
      En el Real Valladolid, formó la gran defensa denominada “El muro del Pisuerga”, con Saso en la meta, Matito por la derecha y su hermano Rafael, como lateral izquierdo. También fue conocida como “la zaga mora”, dado que Matito era de Huelva y los dos Lesmes de Ceuta.
       Probablemente, no hay otro jugador que haya militado en las filas del Valladolid, que supere a Paco Lesmes en carisma. Fue durante muchos años, su buque insignia. La Web del equipo vallisoletano, dice del ceutí, que fue Santo y Seña del Club y ejemplo de pundonor, raza y amor por unos colores.
        El 11 de noviembre de 2003, en los actos conmemorativos del 75 aniversario del equipo pucelano, le fue impuesta la insignia de oro y brillantes del Club. Falleció el 11 de agosto 2005. Que Dios le conceda a aquel ceutí, lleno de honradez, caballerosidad, pundonor y simpatía, en su Reino, todo lo que también supo ganarse en la tierra.
      Su hermano Rafael, conocido como Lesmes II, al parecer, no llegó a los niveles futbolísticos de Paco, pero eso no impidió que el Madrid se fijara en él y lo fichara en la temporada 1952-53, donde estuvo hasta la 1960-61.
       Lesmes II, nació en Ceuta el nueve de noviembre de 1926. Sus inicios fueron en el África Ceutí, Ibarrola -donde jugó con su hermano Lorenzo-, Betis de Jadú, Atlético de Tetuán, Real Valladolid, Real Madrid y de nuevo Real Valladolid.
      En el Real Madrid, consiguió, 4 ligas: 1954, 56, 57 y 58. Además de 5 copas de Europa: 1956, 57. 58. 59 y 60.
     Con el equipo nacional, solo tiene una actuación, contra Irlanda del Norte, el día 15 de octubre de 1958. Aquel día España ganó por 6 goles a 2. Tuvo la mala suerte de coincidir con Seguer primero, Segarra después -ambos del F.C.Barcelona laterales izquierdos extraordinarios y Campanal que aún siendo central, en el Sevilla,F.C., con España lo hacía de lateral izquierdo.
     Con los datos que aporto, considero que tanto Paco como Rafael, acumulan los suficientes atributos, como para figurar por méritos propio, en el libro de honor de los deportistas ceutíes. Espero y ruego, que el responsable de la Web oficial de Ceuta, sepa reparar su olvido y mientras eso ocurre, CEUTA EN EL CORAZÓN, elevará al más alto de los podios, a estos dos ceutíes, forjados como hombres y como deportistas en las viejas calles de Ceuta.

   Algeciras, 3 de febrero de 2011

                                                                José María Fortes Castillo

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                                        MI EQUIPO DEL ALMA

 

   Dice el rico refranero español; una vez que el carro echa a andar, es difícil de parar. Esto me ha sucedido con los admirados y entrañables hermanos Lesmes.
   Finalizado mi escrito anterior, me paro a pensar si veo algún otro olvido sobre deportistas o entidades deportivas ceutíes. Me viene a la memoria la Sociedad Deportiva Ceuta. Mi equipo del alma.
    La S. D. Ceuta, proviene del cambio de nombre del Ceuta Sport. Este a su vez, debía su nombre a la fusión del Cultura Sport Ceutí y Ceuta Fútbol Club. Esta fusión se llevó a efecto; el 21 de diciembre de 1932. Así se llamó hasta enero de 1941, que un decreto Ley, prohibió la utilización de nombres extranjeros en los equipos de fútbol y pasó a llamarse Sociedad Deportiva Ceuta.
    Tras la independencia de Marruecos, la S. D. Ceuta, se fusiona a su vez con el Club Atlético de Tetuán y pasa a llamarse Club Atlético de Ceuta. Igualmente el Algeciras lo hizo con el España de Tánger, que estaba en segunda.
     La S. D. Ceuta que era presidida por don José Benoliel Bentata, tuvo una última reunión con los directivos, con el fin de que presentaran la dimisión en su totalidad para facilitar la gestión de la directiva entrante. El nuevo equipo, lo presidiría también don José Benoliel. No todos los directivos seguirían en su cargo. Uno de ellos que sabía que no contaban con él, tuvo la macabra idea de proponer quemar los archivos de la S. D. Ceuta. A lo que como es lógico, se negaron los restantes. Este “señor” -prefiero omitir su nombre-, era conocido como el “manteca” por su gordura y al ser poseedor de las llaves del Club, llevó acabo su idea. De esta triste manera, los archivos del Cultura S. C., Ceuta F. C., Ceuta Sport y S. D. Ceuta fueron devorados por las llamas. Triste y patético el personaje. Así acabó la historia de un glorioso club, que se las tuvo tensas durante muchos años, con todo un Atlético de Tetuán, a pesar de las diferencias económicas.
    Mi padre fue durante años, directivo de la S. D. Ceuta e influenciado por él, este equipo fue el que más he amado en mi vida y aún lo llevo en mi corazón. Con frecuencia viajaba como delegado y aprovechando esto, yo le acompañaba en el mismo autocar. Esto me valió la confianza que llegué a tener con algunos jugadores y que al verlos por la calle me saludaban. Eso, me llenaba de emoción y más aún si iba acompañado por algún amigo.
    El Ceuta -que así era conocido-, jugó siete temporadas en segunda división y en la temporada 42/43, quedó campeón de su grupo -entonces la segunda la componían tres grupos-. Quedó campeón seguido del Jerez y ambos jugaron la liguilla de ascenso a primera. Los rivales por orden de clasificación fueron los siguientes: Sabadell y Real Sociedad, los que ascendieron a primera. Valladolid y Gijón, que jugaron la promoción y la perdieron contra: Español y Granada. Por último quedaron Ceuta y Jerez.
    El Ceuta asciende por primera vez a segunda división, la temporada 41/42. El mismo año que adquiere su nuevo nombre. Juega la temporada 42/43 y como ya anticipamos, queda primero de su grupo. La temporada 43/44, queda el noveno, en una liga ganada por el Gijón, seguido por el Murcia, que ascienden a primera. En la siguiente 44/45, cerró la clasificación bajando de nuevo a tercera.
    No vuelve a ascender, hasta la temporada 50/51, cuando desde el año anterior, la segunda la componían dos grupo de quince equipos; el Norte y el Sur, que es donde le corresponde jugar. Ese año queda penúltimo y desciende y no vuelve a subir de nuevo hasta la fusión con el atlético tetuaní.
     La verdad es que yo lo disfrutaba más en tercera, dado que los desplazamientos  se realizaban el mismo día. La tercera entonces estaba compuesta por equipos de Marruecos como: en Tetuán habían tres equipos llamados el Atlético y el Español y el Magret. En Tánger estaban el España y la Sevillana, y otros rivales eran: Larache, Alcazarquivir, Alcazarseguer, Melilla, etcétera. Otro rival de postín era la Unión África Ceutí.
    Grandes jugadores han pasado por este equipo, podemos citar: Alfonso Murube, Manuel Méndez -capitán-, Gómez -Bacalao-, Foncuberta, Morales y Botella, desde el Cultura. Más recientes Pepe Bravo, Paco Lesmes, Gonzalvo II, Gil, Guerrero, Oramas, Martínez, Domínguez, Juncosa y con los que tuve la suerte de viajar: Taula Biedma, Rigaud, Pilín, Santín, Duo, Arias, Bordonoba, Irazoqui, Barranco, Jiménez, Andreus, Teo, Anta,  etcétera. Para final dejo los más entrañables que son: Zamorita -que grandísima persona-, Pepín -mi estimado Pepín Botmati, el que dejó KO. al Chicha en Tetuán de un puñetazo-, Paz -el “chuli”, y el mejor delantero centro que ha tenido el Ceuta en todos los tiempos: Natalio -”el Calvo”; Pedrín -la mejor pierna izquierda-; y mi gran ídolo: mi primo Cayetano Cuesta.
   No puedo dejar en el tintero a otros señores que sin pisar el terreno de juego, también contribuyeron con su trabajo a engrandecer aquel equipo, como don Julio Gallardo, el doctor Cruz y el señor Claro, el masajista.
    Al no existir archivos, todos estos nombres son los que recuerdo de mi niñez, pido perdón si olvido a alguien y ruego desde esta página que cuidemos nuestra historia. Que no se vuelvan a cometer atropellos como el que he narrado.
 

   Algeciras, 16 de febrero de 2011

                                                       José María Fortes Castillo

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                                   RECUERDOS DE CEUTA I

   
   M
i niñez transcurrió en una Ceuta muy distinta a la de hoy. El tiempo ha ido borrando costumbres y formas de vivir, que entonces, fueron una realidad, y hoy,  un lejano recuerdo. Mi primo Manolo en su bello libro que titula “Mi niñez perdida”, nos ha hecho vivir momentos inolvidables, como las Navidades de la familia Gaona, donde bajo la gran batuta de aquel gran patriarca llamado Rafael, cantaban horas y horas, sin repetir un villancico.
     
       Los ceutíes siempre fuimos nostálgicos. Una coplilla del carnaval ceutí  dice así:

                 ♫... por no irse nunca a Cai
                        por no irse nunca
                        ese pito de caña tuvo la culpa ♫

    Si un insignificante pito de caña, fue tema de una canción del viejo carnaval. Después de setenta años de mi existencia, cuantos pitos y cañas me vinieron a la mente, aquel día de la presentación del libro. Ese momento imborrable, fue para mí un reto y me hizo ver, que no podemos volver la espalda a personajes, comercio o hecho que tenga que ver con el pretérito ceutí. Igual que Rafael Gaona, pasará a la eternidad gracias a Manolo, queremos que también sean parte del recuerdo, todo aquello, que de alguna manera, tuviera alguna relevancia en el pasado ceutí.
           
     Desde que nací, hasta cumplir los veinticuatro años, los viví en mi barrio. Este lugar ubicado entre el Puente Cristo y Puente Almina. Desde mis primeros días, el tin-tan de las campanas fueron mis fieles compañeras. Mi casa, formaba un triangulo equilátero con la Santa Catedral y el Santuario de Nuestra Virgen de África y si estas sacras campanas, no eran bastante, también el Ayuntamiento hacía sonar las suyas del reloj, que además sonaban las medias y los cuartos.
           
     Es triste y extraño, que se pierdan estas costumbres, y que queden solo en el recuerdo. Triste porque es algo que has perdido, y extraño, porque si hace setenta años, era posible que el reloj del ayuntamiento funcionara, hoy con tanta tecnología sería mucho más fácil. Solo falta quererlo hacer.
     
     No pido que recuperen la sirena del Parque de Artillería -sería casi imposible-. Aquella simpática sirena, a todos los lugareños, nos indicaba que eran las cinco de la tarde. Tan fiel y puntual todos los días, hasta que aquel Parque, fue trasladado a las Heras. Pero las campanas de la Casa Consistorial y el reloj siguen en su lugar, solo falta la decisión del responsable de gestión interna para recuperar algo tan entrañable.
          
     Aquellas campanas de la Casa Consistorial, como la sirena del Parque de Artillería, estaban tan arraigada a mi barrio, como el cañonazo, que, desde la fortaleza del Monte Hacho. Nos hace saber a todos los ceutíes, que son las doce del medio día.
           
     Algo también muy entrañable y perdido, en el transcurrir de los años, eran las pitadas del correo, antes de soltar amarras y partir hacia Algeciras. Creo recordar, que la primera se efectuaba media hora antes y consistía en una sola pitada de tres o cuatro segundos de duración. La segunda eran dos pitadas, quince minutos antes de la salida y la última consistía en tres pitadas momentos antes de soltar amarras.
        
    Eran tiempos diferentes. Primero “La Paloma” y luego “El Victoria”, con sus sirenas, nos hacía llegar a todos los ceutíes su despedida. Aquellas pitadas, nos indicaba, que partía hacia la ciudad hermana en la otra orilla del Estrecho.
           
    De nuevo lo volveríamos a ver a las cinco de la tarde, que es cuando arribaba de nuevo a Ceuta, para desembarcar pasajeros y pasaje, pernoctar y estar listo para al día siguiente a las nueve horas, poner de nuevo proa a Algeciras, no antes de hacer las tres llamadas de costumbre.
        
    Solo se hacía un viaje de ida y otro de vuelta y a veces venía casi vacío. No cabe duda, que eran otros tiempos.
           
                      
     Algeciras, 14 de septiembre de 2011.
                                                  

                                                                    José María Fortes Castillo

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                                         LA MOCHILA III

     El próximo día uno de noviembre, como es costumbre, se celebra en Ceuta el día de “La   Mochila”.
     Desde tiempo inmemorial, celebramos esta festividad, tan arraigada al pueble ceutí. Cuando aun era muy niño, allá por la década de los cuarenta, el día transcurría felizmente y de forma muy sencilla. Mi madre se había encargado de fabricarme una “talega”, que rellenaba con frutos secos como castañas, nueces, almendras y avellanas. Además no faltaba la pieza de manzana, pera, naranja y el sabroso higo, que relleno de trocitos de nuez, es un bocado exquisito.
     Desde muy temprano, en el patio de la Ramblilla -donde vivía-, nos reuníamos los amiguítos y recorriendo el patio de arriba a abajo, no parábamos de cantar:

                                ♫ Mi mochila, no se la come el gallo,
                                    ni la gallina.
                                    Nada más que mi barriga.♫

           
     Cansados de cantar y de recorrer el patio, en cualquier lugar, nos sentábamos para consumir algo de nuestra mochila; para recuperar fuerzas y seguir de nuevo con la misma historia.
     Pasado algunos años, el recorrido era más largo y llegábamos hasta Plaza de África y sentados en los escalones del Monumento a los Caídos en la Guerra de África, dábamos buena cuenta de parte de lo que aquella entrañable “talega” poseía en su interior.
     De más mayorcito, abandonábamos aquella bolsa que tantos años fue nuestra inseparable compañera. Todos los unos de noviembre, nos solíamos escapar al Parque de San Amaro y subir por el bello camino que conduce a San Antonio. Pero siempre acompañado de algunos frutos secos, que simbolizaban de alguna manera a la “mochila”, compañera de nuestra infancia.
      Con los años, la mejor calidad de vida y mayor poder adquisitivo, ademas de facilitarnos la adquisición de medios de transporte, hizo que también variara la vieja tradición. Ahora la gran mayoría de ceutíes,  se desplazan a los Montes de García Aldave. Se olvidó totalmente la vieja mochila y se pasa un feliz día de campo acompañado generalmente de la barbacoa.
      El “Día de Todos los Santos”, se celebra en Toda España. Desde Galicia a Cataluña y desde Cantabria a Andalucía, pasando por Castilla y León o Extremadura, el uno noviembre, festividad de Todos los Santos, es motivo de celebración en toda la piel de toro.
     El origen de esta fiesta viene dado por las costumbres de visitar a nuestros antepasados en los cementerios. Ese día se suele asear los nichos y adornarlos con flores -en España es el día que mayor cantidad de flores se consume en el año-, y posteriormente consumir los frutos secos que se suele llevar.
    En Asturias,  desde antaño, grupos de amigos o familiares, se reúnen en el campo para celebrar la fiesta de la castaña. Se asan toneladas de este fruto en todos los rincones del principado, acompañados de sidra y música de gaitas.
    En Galicia, se celebra el “Magosto”. Se sale al campo y se preparan diferentes guisos, cuyo producto principal es la castaña.
     En Cataluña, desde muy antiguo se celebra la “Castanyada”.
     En algunos pueblos de la Comunidad de Madrid, en la “Noche de Difuntos”, se hace una hoguera en el campo y se consume “Puches”, que es un postre elaborado con harina, canela, azúcar, aceite y limón.
    La fiesta de la castaña en la Alpujarra, es una vieja costumbre de aquella cultura. Desde la antigüedad, los alpujarreños  celebraban la recogida de la cosecha, como muestra de agradecimientoa los frutos recibidos de la naturaleza.
    Pueblos y aldeas de la serranía de Ronda, también celebraban en la festividad de Todos los Santos, salidas al campo, el consumo de frutos secos, teniendo como reina a la castaña.
    En casi toda la provincia de Málaga, los pueblos de la comarca, celebran el día de la castaña, asando este fruto que consumen acompañados de anís en unos lugares y por vino dulce en otros. No faltando el baile.
    Dios quiera que esta tradición, no nos sea robada por la cada vez mayor influencia anglo-americana. ¡¡Si!!, la misma que pretende cambiarnos los Reyes Magos por Papá Noé y nuestro tradicional “Belén” por el árbol de Navidad. La que poco a poco, va introduciendo y cada vez con mayor influencia, “La noche de Halloween”.
    Aunque la palabra Halloween significa “All hallow's eve” que traducido al inglés antiguo, viene a decir: “víspera de Todos los Santos” y se refiere a la noche del 31 de octubre. La antigua costumbre anglosajona, le ha ido robando su viejo sentido religioso, convirtiéndola en una noche de terror, fantasmas y brujas. Un claro retorno al antiguo paganismo.
           
                  
      Algeciras, 20 de octubre de 2011

                                                                José María Fortes Castillo

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                                           LAS DORADAS

      

     Una soleada mañana de verano,  a principio de la década de los sesenta del siglo pasado. Salimos de pesca como era costumbre, embarcados en la “Ayola”. Íbamos a bordo, los de siempre; Mariano Marcos, Pepe Torres y un servidor. Aquel día nos acompañaba nuestro estimado amigo, José Luis Aguilera. Navegábamos a remo rumbo al “roqueo” de Arcos Quebrados. A la altura de la piedra del “Pineo”, se nos arrimó el barco de don José Canas, al que acompañaban Pepe Ferrón y Juanito -el trepanao-, el bueno de don José Canas, nos preguntó, que si le acompañábamos a la laja del Caballo. Él iba a coger unos mejillones y mientras nosotros nos dedicamos a la pesca submarina. Aceptamos y de inmediato nos echó un cabo por popa que amarramos a nuestra bita de proa. El barco del señor Canas, poseía buena máquina y no tardamos en fondear en nuestro punto de destino, frente al antiguo acuartelamiento de la Legión en la Condesa.
   Era un día ideal de pesca. Las aguas claras, nos permitía ver el fondo a unos dieciséis metros con toda nitidez. A excepción del señor cana, que equipado con una herramienta a propósito, en un rato llenó dos cubos del rico bivalvo. Luego utilizó el “chambel”, cuando todos nosotros, llevábamos un rato en el agua.
  Al pié de la laja del Caballo, un gran banco de tachernos, rodeaban la piedra. Cada vez que hacíamos una inmersión con la intención de acercarnos a alguno, estos se alejaban a una distancia, siempre fuera del alcance de nuestros arpones. En aquellos tiempos, no se disponía de los fusiles lanza arpones tan sofisticados como hoy.
  El final fue, que nos dimos una paliza sin resultado positivo alguno.  Uno de los aparejos del señor Canas lo cogí y desde la superficie, le puse el anzuelo cebado con una hermosa sardina, a un tacherno en la misma boca y no le hizo ni caso.
  Hoy no es nuestro día, dijo alguien de nosotros, y con el fin de comernos el bocadillo, pusimos rumbo a la playa.
  Torres dijo: “Yo me voy a tirar desde el resbalaje a ver si pillo algo para llevar a casa”. Se lanzó al agua, al momento nos llamó  y blandiendo el arpón al aire, nos enseña dos doradas capturadas con un solo tiro. ¡¡Esto está lleno de doradas!!, exclamó Torres. Nuestra reacción no se hizo esperar, dejando los bocadillos, todos nos apresuramos a equiparnos, lanzándonos al mar de inmediato.
  En la misma orilla, a un fondo de tres o cuatro metros, piedra que bajabas a mirar, estaba llena del hermoso espárido. La primera piedra a la que bajé, era enorme y totalmente hueca. Estaba llena de doradas y por mi ambición de pescar al menos dos de un tiro, dejé pasar el tiempo y al final fueron marchándose todas muy tranquilamente. Yo quedé con un palmo de narices.
  En la próxima piedra no me pasa esto -dije para mí-. Bajé y la primera que se presentó a tiro, la arponeé y la enganche en el portapeces. Así hasta un total de cinco. En una ocasión, traía dos pero una de ellas se despescó.
  En total fueron más de veinte las que pescamos y lo que parecía iba ser un triste día de pesca, terminó felizmente. 
   Cuando arribamos a la playa del CAS, e iniciamos el desembarco del pescado, los compañeros de club, nos preguntaban con insistencia donde habíamos hecho esa pesca. Nosotros nos limitábamos a responder que habíamos hallado un pesquero nuevo, que era el paraíso de las doradas.
  Preguntamos al señor Canas, que le parecía ir de nuevo al día siguiente, dado que se daba el caso de ser festivo. Don José respondió que su afición era otra, la pesca con aparejos y a más altura. Al final nos regresamos todos a casa, sin saber que haríamos al día siguiente.
  Por la tarde, como era costumbre, nos reunimos Mariano, Pepe y yo, para dar nuestra idas y venidas por el Paseo de las Palmeras y mas tarde decidimos ir al cine, a la última función, que era desde las once hora, hasta la una.
  A la salida del cine y de regreso a casa, pasamos por el Paseo de las Palmeras. Echado en la muralla, frente al bazar de su propiedad, probablemente tomando el fresco, nos encontramos al señor García Escarcena. Lo saludamos, deseándole buenas noches y nos llamó, comentándonos que se había enterado de la buena pesca que habíamos hecho. Entre los comentarios, nos pregunta a que fondo estaban las doradas y nuestra respuesta fue sincera; entre tres y cuatro metros. El señor García nos respondió, que a ese fondo el pescaba bien y que le hubiera gustado haber estado allí con nosotros. También nos preguntó, si íbamos al día siguiente y le respondimos que no por la lejanía del pesquero y que nosotros nos desplazábamos  a remos. Él loco de alegría nos ofreció llevarnos en su barco y además se ocupaba de los bocadillos y llevaría algunas cervezas.
  Quedamos al día siguiente el la playa del CAS, a las diez menos cuartos de la mañana. Cuando llegamos, ya tenia el bote preparado y comentando con todos los allí presentes, con quienes y a donde iban ese día a pescar.
  De inmediato partimos rumbo a la Laja del Caballo. Lo que no sabíamos, era que varias embarcaciones nos estaban esperando, escondidos tras las escolleras del muelle del Comercio, para seguirnos.
  Al rato de fondear en el pesquero, aquello se llenó de barcos y de desengaños. En el mismo sitio y recorriendo las mismas piedras, no vimos ninguna. Había en el agua más de veinte pescadores y nadie vio ni una sola.
  Es incuestionable lo que ocurrió. El día anterior, coincidimos en el día y la hora, que un cardumen de doradas, arribó a la orilla. Pero el siguiente día habían  desaparecido, decepcionando a todos aquello que acudimos con la ilusión de lograr una pesca similar veinticuatro horas antes.
  El señor García fue el más desilusionado de todos. Mientras navegábamos, le llenamos la cabeza de esperanza, haciéndole hincapié en el poco fondo que existía donde las vimos.  
  Personalmente lo sentí por él, porque quise detectar en él alguna sospecha de que le habíamos engañado y no lo llevamos al lugar exacto. 
  El señor García Escarcena, era ya mayor. El deporte de la pesca, le llegó con muchos años, pero su afición era inmensa. Corrían unos tiempos -finales de la década de los cincuenta-, donde la pesca era abundante. Al principio de sus andanzas submarinista, se hizo de una patera con motor fueraborda. Era muy dado a pescar en la playa de la Ribera y frente al Agujero, donde aún no arribaban bañistas. Toda esa zona, era rica en rascacios, pulpos y bellos bodiones de múltiples colores. Estos especimenes se localizaban a escaso fondo y nos sirvió a todos los principiantes, para iniciarnos en el mundo de la pesca submarina. Este era su mundo, que a veces alternaba pescando en el Fosillo. Al arpón de su “Champion” de dos gomas, le adaptó un amplio tridente y con este equipo se dedicaba a los salmonetes. Llevaba  una bolsa de red como portapeces y lo he visto aparecer algunas ocasiones con un hermoso rancho digno de una buena fritada.
  Él a su aire se lo pasaba bien. En aquellos tiempos aun era posible. Hoy no se hubiera divertido tanto. Los lechos marinos que él visitaba, están masacrados. Han desaparecido los pulpos, rascacios, bodiones y hasta las morenas, que en alguna ocasión he pescado para él porque el respeto que le causaba el murénido anguiliforme, era mayor que la pasión que sentía al degustarla en adobo.   
 
   Algeciras, 14 de enero de 2012

                                                           José María Fortes Castillo

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                                                           EUROPA PRÉSS

 
     Para todos aquellos que cumplimos los setenta años, no podemos evitar que nuestros recuerdos asomen a nuestras mentes con cierta frecuencia. Los tiempos de nuestra niñez o juventud, fueron tan intensos y tan llenos de vivencias -como es mi caso-, que es imposible que en los momentos de reflexión, no se introduzcan en nuestras mentes, obligándonos a revivirlos de nuevo.
   Últimamente me vino a la memoria, una simpática anécdota acaecida en nuestra tierra, que retrata de manera real, lo que fue Ceuta a finales de los años cincuenta.
   Se celebraba el día de la Victoria, la visita de un ministro o algo por el estilo. Como era preceptivo en estas ocasiones, los diferentes cuerpos  de la ciudad desfilaban por nuestras calles.
   El guardia municipal Juan Mateo López, que vivía en la calle Malcampo, número 6, fue ubicado en la Carretera Nueva frente a la calle O' Donnell, para evitar el acceso a Plaza de África, de ningún vehículo. Como el desfile se iniciaba en el muelle del Cañonero Dato y continuaba por el Paseo de las Palmeras, toda esa zona estaba  imposibilitada para el tráfico rodado.
   Por la Carretera Nueva, entre los vehículos que solicitaron acceder a Plaza de África, uno, se identificó como representante de Europa Préss. Juan -poco acostumbrado a tanto alboroto-, le contestó así:
   -“A mí no me importa que sea usted representante de ollas exprés. Yo tengo la orden de que por aquí no pase ningún coche y no pasa…”
    La olla exprés, se inició su comercialización en USA, en el año 1939 y en Europa en 1952. Por lo tanto, la olla a presión estaba de moda y eso fue lo que entendió Juan. Probablemente, Juan Mateo, no oyó pronunciar en su vida el nombre de la Agencia Europa Préss.
   Como es lógico, el periodista al verse imposibilitado de cumplir con su misión, presentó la correspondiente denuncia. De inmediato, algunos periódicos nacionales y europeos, se hicieron eco de la noticia y hasta el cónsul inglés en Ceuta, fue requerido por la prensa británica para que le ampliara los hechos. El cónsul -el señor Imosis, más caballa que el periódico “El Faro”-, gran conocedor de Juan Mateo, entre risas, dio toda suerte de detalles, siempre presentando a Juan Mateo, como un hombre sencillo, humilde y cumplidor de su deber, haciéndoles ver también su desconocimiento de tal Agencia.
  El señor Imosis, fue el gran valedor de Juan Mateo, amparándose en la amistad y el reconocimiento  que tenía de su persona. Vivía y tenía el consulado, en la calle Queipo de Llano, 2 -antigua calle Sagasta. Este edificio, fue el antiguo Hotel Hispano-marroquí-. Era socio y directivo de la Unión África Ceutí y como es lógico, asiduo de Plaza de África y el  Bar “Sin Nombre”. Este bar conocido como “Casa Lucas”, era el casino del barrio, de ahí el conocimiento de Imosis y Juan Mateo. En mi recuerdo a Torón, también hago mención de este súbdito inglés, que fue una gran persona y gran amante de Ceuta.
   Hoy sería difícil que se diera un caso semejante. El policía local tiene un nivel que antes no poseía. De hecho, antiguamente se le llamaba guardia municipal. A nadie se le ocurría llamarle policía. La verdad es que el cuerpo, se ha dignificado en gran medida, y hoy no es tan fácil acceder a él como antes. Las oposiciones, exigen una gran preparación cultural y física y el aspirante debe poseer un gran nivel.
   Pero desde aquí quiero mandar un recuerdo a todos aquellos humildes grandes guardias y mejores personas, como lo fueron: Juan Mateo López, Juan Mateo Navarro -tocayo y vecino-, Martos, Astudillo, Carrilero, Márquez, el inolvidable Andrés -”el Pipa” y a tantos otros que no conozco sus nombres.
 

                   Algeciras, 11 de febrero de 2012

                                                                                  José María Fortes Castillo

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                                 LOS DOMINGOS DE MI NIÑEZ

 

     Cuando se aproximaban las fiestas navideñas, en casa solían aparecer los nuevos almanaques del año venidero. Lo primero que hacíamos, era ver cuantas fechas coincidían anteriores o posteriores a un domingo. Tener dos días de fiesta, tanto para los niños como mayores era un lujo.
  Los sábados -no como hoy- era un día laboral normal. A principio de la década de los setenta, comenzamos a disfrutar lo que llamábamos “semana inglesa”, es decir, los sábados se trabajaba cinco horas por la mañana y no se volvía a la tarea hasta el lunes. Años más tarde, también se eliminaron las horas del sábado, convirtiendo este día en no laborable, a excepción de los convenios a que llegan algunas empresas con los sindicatos.
  A lo que íbamos. Al ser los sábados día laboral, solo teníamos el domingo como día de ocio y lo esperábamos durante toda la semana, como agua de mayo.
  Ese domingo, en mis primeros tiempos, lo iniciaba; oyendo misa de ocho y media, en la Iglesia de África. A la salida, me dirigía a casa e iba a por churros a la calle Larga. De regreso  y tras el desayuno, nos preparábamos para ir a la playa, si estábamos en verano. El resto del año, solíamos ir a ver la película del matinal en el cine África. Aquellas mañanas eran increíbles, niños de ambos sexos desde las edades comprendidas entre cuatro o cinco años hasta catorce o quince -algunos acompañados de sus padres-, nos congregábamos en la puerta del cine, a la espera que abrieran las puertas para acceder unos a club, otros a butacas y otros a gallinero. En este cine se daba la circunstancia que de gallinero se veía mejor que de ningún otro sitio. La función daba inicio a las doce horas y a las dos, ya estábamos todos saliendo a la calle, comentando lo acaecido en la película.
  Las primeras películas que se emitieron, se basaban en las más antiguas del mundo cinematográfico hablado. De esta manera, los padres invitaban a sus hijos a presenciarlas, comentándonos que ese era el cine que ellos veían en su juventud. Efectivamente, tuvimos la suerte de presenciar varias películas de los inolvidables Oliver Hardy y Stan Laurel, popularmente conocidos como el gordo y el flaco. También eran frecuentes las de “Charlot” protagonizado por Charles Chaplin. Otras eran las aventuras de Rin Tin Tin, aquel perro de la raza “pastor alemán”, que prestaba tan buenos servicios a la caballería USA. Películas como “Capitanes intrépidos” con Spencer Tracy y Freddie Bartholomew, otras más modernas, como “Robín de los bosques”, protagonizada por Errol Flynn y Olivia de Havilland o “Campeones”, la primera película española basada en ambiente deportivo donde el equipo “Locomotor” hacía las delicias de más de media España. Luego del cine, a casa a comer y toda la tarde la dedicábamos al juego.
  En mi último viaje a Ceuta, cuando fui a visitar a mi tía Fina, que vive junto al cine África, vi con tristeza, que aquella Meca del cine, era solo un solar, destinado a aparcamiento de vehículos. Cuantas vivencias me vinieron a la mente. En él, acomodados en aquellas butacas de club, color burdeos, di el primer beso  correspondido, a una preciosa niña, que hoy es mi esposa. Aquel derribo, hizo que me sintiera mal. Con el cine África, se fueron muchos recuerdos. No solo mío. Muchos de aquellos niños que asistíamos al matinal, dentro de nuestros corazones, notaremos un vacío, al comprobar que aquel lugar de encuentro los domingos de nuestra infancia, nos lo han arrebatado.   
  Años más tarde, prescindo del matinal -la edad lo exigía así-. Me había llegado el tiempo del “Barón Dandy” y “Lucky Strike”, e ir alguna vez, a casa de mi tío Luis, que poseía el nuevo invento de la maquinilla de afeitar eléctrica y hacer desaparecer los cuatro pelos que me salían en el bigote. El Paseo de las Palmeras ejercía una atracción mágica sobre aquellos que empezábamos a fijarnos en las bonitas niñas ceutíes. Siempre lo he dicho, aquel paseo, era un balcón al mar. Una pasarela gigante por donde desfilaban las niñas más guapas del mundo.
 Lo benigno del clima de Ceuta en época no estival, invitaba al paseo, y en la antigua calle de la Muralla, se congregaba la mayoría de la juventud. La gran concentración no era exclusiva de la noche. Los domingos y días festivos al medio día -si el día era soleado más-, también abundaban las chicas y chicos. Además ampliábamos el paseo hasta el muelle España.
  Tengo en mis recuerdos, un domingo que a bordo de un bote de los barcos de Quini, en la parte de levante del muelle España, descubrimos un pato -era primavera- como casi siempre que cogíamos un bote, íbamos en bañador nos tiramos al agua para atraparlo. Al principio nos fue imposible, pero en el agua éramos cinco y el animal poco a poco se fue fatigando, hasta que Paco León lo pudo coger. Nosotros atentos al pato, no nos dimos cuenta, hasta que la gente comenzó a aplaudir. El muelle España estaba, que parecía el día de la Virgen del Carmen. Aquello fue tan sonado que hasta lo publicó el periódico local “El Faro”.
   En aquellos tiempos, era frecuente ver patos en el interior del puerto. Yo los he visto hasta en el fosillo. Y no solo patos, en el puerto de Ceuta he visto varios delfines. También cuando ibas al campo, podías ver culebras, la bastarda y la de escalera que son las más comunes en nuestro campo. También eran abundantes los lagartos. Hoy no ves nada, han desaparecido los patos y en el campo, la facilidad que tiene el hombre moderno de desplazarse, unido a nuestro instinto predador, han hecho desaparecer especies que antes era frecuente ver.
  Volviendo al cine derribado, me hace pensar, que es curiosa la facilidad que tenemos los ceutíes, de complicarnos la vida. Resulta que nos pasábamos años tras años, lamentándonos por no tener un teatro como Cádiz -que posee el “Gran Teatro Falla”-, donde celebrar los carnavales. Pero convertimos el cine “Cervantes”, en discoteca y cafetería y el “Teatro Apolo” también en locales comerciales y completamos la obra, derribando el cine”África”, a la vez que se construye un teatro nuevo.
  ¡¡¡Ole los gestores de mi tierra!!!

           Algeciras, 9 de enero de 2012

                                                          José María Fortes Castillo

 

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                                        PEQUEÑA HISTORIA DE LOS CORREOS -I-

   
    Al inicio del siglo XX, el censo municipal de Ceuta, lo componían 13843 habitantes. En algo menos de veinte años, este mismo censo aumenta a 35000. ¿Que ha ocurrido para este notable aumento en la población?
    En el año 1911, la ciudad deja de ser un penal. A partir de aquí, se originan importantes acontecimientos como; el Protectorado de Marruecos, la construcción de la carretera que une Ceuta con Tetuán, construcción del Puerto, construcción del Palacio Municipal y de la red de ferrocarril entre las mismas ciudades.
    La demanda de mano de obra es tan brutal, como la necesidad de un puesto de trabajo para miles de obreros del sur de Andalucía. Por las provincias de Almería, Málaga, Cádiz, Campo de Gibraltar y Huelva, se corre la noticia de la necesidad de mano de obra en Ceuta.
    Como lugar más cercano, los obreros acuden a Algeciras con la intención de buscar la forma de embarcar hacia Ceuta.
     Para detallar datos que a continuación facilito a los lectores, me veo obligado a recurrir a “La Compañía Trasmediterránea a través de sus buques”, magnífico documento que dignifica a esta gran compañía naviera.
    Por esas fechas, la travesía del Estrecho no estaba regulada. Se aprovechaba que los barcos de cabotaje que a la vez llevaban pasaje, hicieran escala en Ceuta y embarcar en ellos. Era la formula que se solía utilizar. Ante esta perspectiva y la de saber que Francia iba tomando posiciones en Marruecos y sabedores de que España en un próximo futuro se vería obligada a participar -así fue, el régimen de protectorado se firmó con Francia el 27 de noviembre de 1912-, el Estado Español, a través del Ministerio de Fomento, se vio obligado a dictar un Real Decreto del 8 de abril de 1910, donde se convocaba un concurso con el fin de cubrir las líneas oficiales de los correos de África.
    La empresa adjudicataria resultó ser la naviera valenciana La Roda Hermanos. Esta empresa se fusionó con la Compañía Valenciana de Navegación y de esta unión nació La Compañía Valenciana de Correos de África.
    Para tal fin, la empresa adquiere tres barcos que cubran estas rutas y estos serían el J.B. Lloveras, General Fernández Silvestre y Teodoro Llorente.
    Años después, el 25 de noviembre de 1916 y con la fusión de las navieras; Compañía Valenciana de Vapores de correos de África, Sociedad Línea de Vapores Tintoré, Ferrer Pesset Hermanos y Sociedad Anónima de Navegación e Industria, nace la Compañía Trasmediterránea.
    Estos tres buques, pasan a pertenecer a la nueva compañía, prestando el mismo servicio que venían haciendo. Los tres en realidad fueron construidos como barcos de recreo, es decir yates.
    El General Fernández Silvestre, fue botado en enero de 1890 en Glasgow y poseía una eslora total de 54'78 metros. manga de 8'26 y puntal de 4'63.  Poseía una máquina de vapor a carbón y alcanzaba la velocidad de 8'5 nudos.
    El Teodoro Llorente fue botado el 2 de abril de 1885 en Glasgow y su eslora total medía 67'45 metros la manga de 8'56  y el puntal de 5'42. Maquina de vapor a carbón y alcanzaba la velocidad de 9 nudos.
   El J.B. Lloveras se botó el día 26 de mayo de 1880. Su eslora total era de 57'15 metros, la manga de 8'35 y el puntal de 6'10. Como sus dos hermanos, también era propulsado por máquina de vapor a carbón y alcanzaba la velocidad de 12 nudos.
    Este último barco, el J.B. Lloveras, el 22 de septiembre de 1926, partió de Tánger rumbo a Algeciras. La espesa niebla que aquel día reinaba en el Estrecho, fue causante que abordara por babor al A. Cola. Éste partió de Ceuta rumbo a Larache. La colisión se produjo a cinco millas al este de Punta Malabata. El J.B. Lloveras se hundió en pocos minutos. El A. Cola que también pertenecía  a Trasmediterránea, no sufrió grandes averías, recogió la totalidad de tripulantes y pasajeros del buque siniestrado y puso rumbo a Algeciras donde llegó sin novedad.
   Por estas fechas, la Compañía Trasmediterránea gestionaba la sustitución, de estos tres antiguos y esbeltos yates de vapor, y dos meses antes del accidente, en Valencia se botaba el 28 de julio de 1926 el Miguel Primo de Rivera y dos años después lo hizo el General Sanjurjo.
   Estas dos modernas y rápidas motonaves, serían las encargadas de sustituir a los antiguos vapores  General Fernández Silvestre, Teodoro Llorente y el malogrado J.B. Lloveras.
   Construidos en los mismos astilleros -Unión Naval de Levante de Valencia-, eran hermanos gemelos. Poseían una eslora de 62'00 metros, manga de 9'65 y puntal de 5'18. Dos motores diésel de potencia 2X800 BHP y con una velocidad de 16'2 nudos.
   Buques mixtos de pasaje y carga. Para 124 pasajeros y un desplazamiento en máxima carga de 1095 Tm. Se hicieron muy populares en Ceuta y pronto fueron conocidos como la Paloma -me imagino que por su blancura-, y también por el Correo, probablemente por ser los encargados de traernos toda la correspondencia desde Algeciras
    De origen fueron destinados al Estrecho de Gibraltar efectuando servicio diario de Algeciras, Ceuta y Tánger de manera que mantenían las tres ciudades unidas. 
    Con la proclamación de la Segunda República, el 14 de abril de 1931, el Miguel Primo de Rivera y General Sanjurjo, pasaron a llamarse Ciudad de Algeciras y Ciudad de Ceuta respectivamente.
   El 5 de agosto de 1936, participaron en el paso del “Convoy de la victoria”, con la escolta del cañonero Dato y los guardacostas; Benot y Uad Kert. Cruzaron el Estrecho desde Ceuta a Algeciras, transportando tropa y material bélico. Dando  inicio la mayor vergüenza que puede tener un pueblo; la guerra entre hermanos.
    El Ciudad de Ceuta, estuvo cruzando el Estrecho hasta que en 1953, entra en servicio el nuevo transbordador Victoria y fue destinado al servicio interinsular en Canarias.
    En 1957 se le encarga la línea del “piojo” entre Ceuta y Melilla, con arribada a los dos Peñones de Alhucema y Vélez de la Gomera. Cuando el Ciudad de Algeciras tenía que reparar, le sustituía en el servicio interinsular en las Baleares,
    El 21 de noviembre de 1958, después de salir del Peñón de Vélez de la Gomera, quedó varado en la playa al sufrir una avería en uno de sus motores. Desde Algeciras acudió en su auxilio el Victoria y desde Málaga el V. Puchol. Un cabo que le “tiró” el Victoria, fue suficiente para ponerlo de nuevo a flote.
     En 1975 fue adquirido por la Asociación Vizcaína de Capitanes de la Marina Mercante siendo remodelado como sede de la entidad. Renombrado como Consulado de Bilbao, permaneció anclado en los muelles Uribiatarte, en la ría de Nervión, frente al Ayuntamiento de Bilbao.
    En 1983 una gota fría azotó las costa vizcaínas y las lluvias fueron tan intensas, que el nivel del agua sobrepasó el muelle donde esta amarrado. El buque sufrió tanto daño que hizo imposible su reparación y fue vendido para desguace.
    Fue un triste día para Bilbao, que tras mas de una década fondeado en la ría, paso a ser parte del paisaje bilbaíno.
     Con aquel histórico barco, se fue parte del corazón de muchos ceutíes. No en balde prestó  servicio a Ceuta durante 45 años. 25 en la travesía Ceuta a Algeciras y 2o años como melillero.
    En 1990 el Ayuntamiento de Bilbao, donó una de sus anclas al Museo de Anclas Philippe Cousteau, en la ciudad de Salinas en el Principado de Asturias.
    El Ciudad de Algeciras -hermano gemelo del Ciudad de Ceuta-, el 18 de julio de 1936, se encontraba atracado en el Muelle España y tuvo que suspender su viaje a Algeciras. En estas fechas, los barcos solo hacían una salida a la ciudad hermana. Partían de Ceuta a las nueve de la mañana y retornaban a las cinco de la tarde. Esa noche, 18 de julio de 1936, puso rumbo a Cádiz escoltado por el destructor Churruca. Entre los dos barcos, transportaron el primer Tabor del Grupo de Regulares Indígena de Ceuta número 3. Arribando a Cádiz sin novedad.
    Algunos de los lectores que desconozcan la historia, se sorprenderán de la presencia del Churruca, escoltando al Ciudad de Algeciras, dado, que todos sabemos, que el destructor formaba parte de la Armada Republicana. Es un caso curioso que detalla el sentimiento tan repartido, de los hombres que les tocó vivir aquellos tristes momentos.
   Como expongo con anterioridad, el Churruca escoltó a la Paloma hasta Cádiz, pero de regreso a Ceuta, el día 19 de julio, la marinería, que en su totalidad eran fieles al régimen constituido, se amotinó, arrestaron a los mandos y se incorporaron a la causa republicana.
    La Paloma regresó a Ceuta y como su hermano gemelo, también participó el día cinco de agosto en el paso del Convoy de la victoria. Teniendo ya como enemigo al Churruca. 
    En enero de 1937, en el arsenal de La Carraca, se le dotó de armamento ligero y pasó a realizar funciones de patrullero en el Estrecho.
    Las dos Palomas, finalizada la guerra española, volvieron a sus funciones y retomaron de nuevo la travesía del Estrecho.
    En 1953, con la llegada del Victoria, pasó a realizar funciones interinsulares en Canarias.
    Posteriormente prestó servicio entre la Guinea Española y las diferentes islas españolas del golfo de Guinea.
    En el año 1957 se le destinó a Baleares y allí permaneció 18 años.
    Un año después, es decir, el 25 de febrero de 1976, fue subastado y adjudicado a la  Asociación Asturiana de Capitanes de la Marina Mercante, con el fin de ser utilizado como sede social, biblioteca y museo.
     Finalmente ante las carentes ayudas económicas, la Sociedad tuvo que recurrir a utilizarlo como hotel, restaurante, cafetería y discoteca. En Gijón era popular como “el barco cafetería”. Al cabo de pocos años fue desguazado.
    Aquí termina la primera parte, de la pequeña historia que trata de los correos, que diariamente unen las dos orillas españolas del Estrecho de Gibraltar. Ceuta y Algeciras.

 

            Algeciras, 18 de febrero de 2012

                                                                                             José María Fortes Castillo

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                              PEQUEÑA HISTORIA DE LOS CORREOS – II

   
     Retirados del servicio del Estrecho aquellos dos entrañables barcos, conocidos como “Las Palomas” que así era como popularmente conocían al Ciudad de Ceuta y Ciudad de Algeciras, En Ceuta esperaban con curiosidad el barco encargado de sustituir a los dos viejos correos. El diario local “Faro de Ceuta”, durante días, se había encargado de poner a sus lectores, al corriente de las grandes características técnicas del nuevo y hermoso buque, encargado de unir las dos ciudades ribereñas, a ambos lados de las puertas del Mediterráneo. El día de la arribada, el 14 de junio de 1952, el muelle España, estaba repleto de ceutíes, ansiosos de verlo aparecer. Fue extraordinario cuando su negra proa asomó por la bocana. Aquel esbelto buque apareció para de inmediato virar a estribor, bordeando el morro del muelle de la Puntilla. Un ¡¡¡Oooh!!!, brotó de las gargantas de miles de ceutíes allí congregados.   
   El momento fue impactante, no creo que haya existido ningún otro buque, que llegara tan hondo en el corazón de los ceutíes, que tuvimos la suerte de vivir aquellos tiempos.    
  El Victoria tenía el honor de ser el primer barco transbordador español, construido en astilleros españoles. Encargado por la Empresa Nacional Elcano, a los astilleros de la Unión Naval de Levante.   
  Su casco era de acero y fue botado el 14 de julio de 1951. Poseía una eslora de 103'63 metros, manga de 16'00 y puntal de 7'29 metros. Con capacidad para 808 pasajeros y un garaje que permitía el transporte de 100 coches.    
  Sus dos motores diésel le daban una potencia de 5300 BHP  y su velocidad de crucero era de 17 nudos.   
   El día de su botadura, fue amadrinado por doña María Dolores Molina, esposa del Alto Comisario de España en Marruecos, don Rafael García Valiño.    
   Como dato curioso, recuerdo que por entonces, a Marruecos Español le llamaban el cortijo de los Rafaeles. Se consideraba que los tres personajes más ilustres, más populares o con más poder en esas fechas; eran Rafael García Valiño, Rafael Benet y Rafael Álvarez Claro.   
   El barco fue botado con el nombre de 5 de agosto. Estando aún en construcción, le cambiaron el nombre y pasó a llamarse Victoria.   
   La Empresa Nacional Elcano, cedió el Victoria en arrendamiento a la Compañía Trasmediterránea y casi un año después de su botadura, hacía su viaje inaugural, el 14 de junio de 1952.
   El 3 de agosto de 1955, es adquirido en propiedad por la Compañía Trasmediterránea, pasando su negro casco, al blanco característico de esta naviera. Otro de los cambios se efectuó en la chimenea  que pasó del rojo con rombo blanco en cuyo interior se leía: ENE siglas de la empresa, a los colores tan españoles del rojo y amarillo de la Trasmediterránea. La diferencia es que la compañía tiene el color rojo en el centro.
   Inauguró la línea Málaga a Tánger el 17 de diciembre de 1964.
  Fue muy comentada en Ceuta, en el año 1970, la colisión que tuvo con un barco holandés, saliendo del puerto de Ceuta. El Victoria sufrió daños de consideración pero por suerte todos los pasajeros salieron ilesos. Se decía que el buque holandés, quiso entrar en el puerto, sin esperar que embarcara el práctico.
  Un año después, en julio de 1971, forzado a hacer una maniobra brusca para esquivar en bote pesquero, colisionó con el rompeolas del muelle de Isla Verde. Sufrió daños menores.
  Navegando de Algeciras a Ceuta el 9 de diciembre de 1974, un día cerrado en niebla -día de gran tarolá, como dicen los marineros de Ceuta-, colisionó con un petrolero fondeado en la bahía. Esta vez, ambos buques sufrieron notables daños.
  Fue vendido para el desguace el 13 de julio de 1982. Con él, desapareció una estampa típica del Estrecho, no en balde, estuvo -salvo servicios especiales- cruzando sus dos orillas, cerca de 30 años.
En su primer viaje a Ceuta, le llamaron “el halcón” porque se comió a la “paloma” y también el mariquita, porque atracaba por popa.
  La verdad es que fue un barco entrañable. Al poco de arribar a Ceuta, todos los estancos y papelerías, se llenaron de postales del inolvidable Victoria.
Igual que el Ciudad de Ceuta, tuvo su hermano gemelo en el Ciudad de Algeciras, el Victoria lo tuvo en el virgen de África. Exactamente igual, solo que el Virgen de África fue el primer buque español dotado de sistema de hélices de paso variable y se podía maniobrar directamente desde el puente de mando.
   Otro dato que lo diferenciaba de su gemelo, era el escudo de Ceuta que con tanto orgullo lucía en su proa.
   Fue botado el 27 de mayo de 1952 y amadrinado por doña Carmen Polo de Franco. Asistieron a la botadura; el Jefe de Estado y los ministros de Marina, Obras Públicas e Industria. Tras la ceremonia el Jefe de Estado y su séquito, embarcaron a bordo del Victoria y por el Golfo de Valencia, dieron un paseo de dos horas.
   Como gemelo del Victoria, es obvio que poseía las mismas medidas y potencia de motores.
El día 24 de abril de 1953, tuvo lugar la entrega por parte del Ayuntamiento de Ceuta, de una imagen de la Virgen de África, que fue entronizada a bordo.
   En este barco, se celebró una de las bodas mas sonadas de aquella época en la ciudad. El enlace matrimonial entre la señorita Pepita García -hija de don Patricio García Rodríguez, delegado en Ceuta de la Compañía Trasmediterránea- con don José María Baeza Herrazti. A esta boda asistieron como invitados mis padres.
  En una ocasión que el Atl. De Ceuta, jugaba un partido de segunda división en Málaga con el titular de la provincia andaluza, el Virgen de África se desplazó al puerto malagueño lleno de ceutíes. Tras el partido y después de haber ganado el Ceuta por 0-1, una vez embarcados para regresar, un grupo de malagueños se acercaron al puerto para despedirnos con insultos y toda clase de improperios. Un malagueño sentaba cátedra en esto del insulto, alzando los brazos hacia arriba. En esto, de la segunda o tercera planta del barco, surgió una hermosa chirimoya, que fue a impactar en plena cara del alterado malagueño. Si alterado esta antes del chirimoyazo, os podéis imaginar lo que vino luego. Fue todo un espectáculo. Yo le oía perfectamente porque estaba en la primera planta del barco y aún tengo grabado en la memoria su reacción quitándose las pepitas del rostro. Nos gritaba diciendo que de proa a popa éramos todos unos hijos de... La risa de todos los presentes le exasperaba más. En definitiva, todo un espectáculo. 
  El 18 de enero de 1984, arribando al puerto de Algeciras procedente de Ceuta, debido a un fallo mecánico, embistió el Muelle de la Estación Marítima. Sufrió grandes daños y tuvo que ser reparado en la Factoría de Astilleros de Cádiz.
  Por espacio de 32 años, surcó las aguas del Estrecho, uniendo las dos orillas, hasta que un triste 4 de enero de 1986 efectuó su último viaje entre Ceuta y Algeciras. Este entrañable y bello barco, dejó un vacío en el pueblo ceutí, que ningún otro buque posterior ha sabido llenar. Siempre fue y será nuestro barco.
Puesto en venta y adquirido por una empresa de Alicante, con el fin de utilizarlo como casino, pasó unos meses amarrado en un muelle de la ciudad alicantina, rebautizado como África. Al final terminó desguazado en 1989.
  Otro buque de la época, pero adscrito a la línea Algeciras y Tánger y que sustituía al Virgen de África cuando éste pasaba las revisiones, era el Ciudad de Tarifa. Muy parecido a los anteriores pero con una notable diferencia. El garaje contaba con dos plantas. En la planta principal cabían 150 coches y en la superior otros 50. A la planta superior se accedía, a través de una rampa interior, que podía ser recogida.
   Una fatídica tarde de 23 de enero de 1963, zarpó de Tánger rumbo a Algeciras. El fuerte temporal que azotaba al Estrecho, hizo que pasaran una penosa travesía. Arribando al puerto de Algeciras, se toma la decisión de fondear dado que el fortísimo viento reinante, hacía imposible llegar al muelle de atraque.
   El temporal de mar y viento, hizo que el ancla garreara y el buque fue arribando a la costa, donde quedó encallado en el “Bajillo del Cementerio”. Los 122 pasajeros tuvieron que pasar la noche a bordo, hasta el día siguiente que con el temporal algo amainado, fueron rescatados. En el rescate participaron tres barcos de pesca, una lancha de la Comandancia de Marina y varios pescadores de Algeciras, que prestos acudieron voluntario, como no se puede esperar menos de la gente de la mar.
Para poderlo reflotar, fue preciso volar con dinamita, varias piedras que se interponían entre la mar y el barco. Se logró ponerlo a flote el 23 de marzo, dos meses después.
  La Compañía Trasmediterránea acordó su venta el 9 de marzo de 1984 siendo adquirido por una naviera griega con sede en El Pireo. Fue rebautizado con el nombre de Apollón.
  Años mas tarde volvió a cambiar de nombre y un fatídico 20 de mayo de 1986, en el puerto de Perana, unas planchas de acero mal estibadas, lo hizo escorar y caer del dique flotante donde se hallaba reparando. Solo se pudo rescatar parte del barco, permaneciendo el resto hundido.
  El Isla de Menorca fue otro ferry muy popular y querido en nuestra tierra. Este popular buque construido en Holanda, poseía el casco reforzado para navegar por aguas heladas.
   Medía 78`90 metros de eslora, manga de 14`51 y puntal de 4`40 metros.
   Su capacidad era de 700 pasajeros y 70 automóviles.
   Sus dos motores diésel poseían la potencia de 4000 BHP y navegaba a la velocidad de 14 nudos.
   Su botadura se produjo el 26 de julio de 1960, llamado por entonces Linda Scarlett, en los astilleros de Groot-Ammers -Holanda-.
   Adquirido por la Compañía Trasmediterránea el año 1971, pasando a llamarse Isla de Menorca e incorporado de inmediato a reforzar la línea Algeciras-Ceuta, donde fue conocido popularmente como “El Chumbo”.
   Prestó su servicio cruzando el Estrecho, hasta 1978, que fue destinado a Santa Cruz de Tenerife para cubrir la linea Tenerife-El Hierro.
   En 1984 se llevó a cabo su venta a una naviera de Honduras, donde adquirió el nombre de Anna.
   Finalmente fue vendido para el desguace en el año 2004.
   Tras el Chumbo, no recuerdo ningún otro barco que haya impactado en el corazón de los ceutíes.         
   He hasta aquí, la pequeña historia de los barcos que de una manera u otra, han impactado en el corazón de los ceutíes. Cuando desde el Paseo de las Palmeras, nos acercábamos para ver de atracar aquellos entrañables correos de la Compañía Trasmediterránea.
   Puesto a cambiar, han cambiado hasta el nombre de la Compañía. Ahora se llama Acciona. Valla acierto que han tenido.
    Los viejos del lugar, la seguiremos llamando como siempre: “La Transmediterránea”.
    Posteriormente se agregaron otras navieras y otros barcos, pero ninguno ha calado tan hondo como los que aquí hemos recordado. 
    El Virgen de África, atracado al inicio del muelle España -por la banda de levante-, era una estampa más del paisaje de la ciudad. Luego construyeron la Estación Marítima que, reconociendo su belleza, su comodidad y confort, siempre me hace recordar, aquella pequeña Estación del Muelle España. ¡¡Sí!!, a pesar de todos los inconvenientes. Tenía forma rectangular y media entre seis por tres metros. Formada por cinco arcos abiertos al oeste totalmente, salvo los cuatro pilares centrales donde se apoyaban los cinco arcos que formaban la fachada. Poseía dos entradas laterales.
Solo era utilizable como refugio en verano. Te daba sombra y la espera era más apacible que estando a pleno sol. En invierno era terrible. Cuando llovía y dado que en Ceuta las precipitaciones casi siempre son con tiempo de vendaval, la lluvia penetraba hasta los dos bancos de madera que había en su fondo interior. También se mojaban los pasajeros embarcando y desembarcando a cielo abierto, por aquella pasarela hecha de hierro y madera.
   Hoy todo eso se ha corregido y embarcar o desembarcar se hace con todas las comodidades y sin temer a la inclemencia del tiempo, pero está muy distante, en metros y en sentimientos.

     
         Algeciras, 29 de febrero de 2012
 
                                                 José María Fortes Castillo.

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                            PEQUEÑA HISTORIA DE LOS CORREOS – III

 

         En los últimos años, los barcos que han desempeñado la misión de unir los puertos de Algeciras y Ceuta, dejando al margen los relatados en los anteriores dos capítulos, han sido entre otros; el fast ferry “Alcántara”, incorporado al Estrecho el año 1997, al igual que su hermano gemelo “Almudaina”. Años más tarde lo hizo el ferry “Ciudad de Málaga”, en el 2005, siguiendo prestando servicio hasta hoy.
   A mi primo Manolo y a quien suscribe, nos encanta hacer la travesía en este barco. Como facilita el acceso a la cubierta, nos permite disfrutar más el corto viaje. La última vez que viajamos juntos lo hicimos en él y ocurrió una anécdota.  Un señor que nos dijo que: llevaba veinte años cruzando el Estrecho y no había logrado ver la Mujer Muerta. Le respondimos que en ese viaje la vería por fin, dicho y hecho, al entrar en la Bahía de Ceuta, le hicimos las indicaciones necesarias y el buen señor quedó asombrado. Exclamó un ¡¡impresionante!! que le salió del alma. Se infló de hacerle fotos.
   En 1989 se incorporó al servicio del Estrecho el hidro-foil “Marrajo”. Solo duró hasta 1995, la incorporación a la flota de Trasmediterránea de los ferrys rápidos, lo hicieron innecesarios. El caso es que tardaban poquísimo y fue una grata novedad en Ceuta. Volaba por encima del agua.
   Trasmediterránea sea posiblemente, la empresa de mayor rango, vinculada a la vida de Ceuta en toda la historia.
   De siempre sus oficinas centrales estuvieron el  Paseo de las Palmeras, a cien metros de casa. Esto ha servido para considerar, a todos sus empleados como vecinos del barrio. Desde don Patricio o don Valentín, pasando por Ernesto,  Cazorla, Vicente Álvarez, Vallejo, Mata y un largo etcétera que siento ahora no recordar. El trato tan cercano que he mantenido con esa compañía, ha hecho que le tenga un cariño especial.
   Su integración al “Grupo Acciona” en el año 2005, pasando a denominarse “Acciona Trasmediterránea”, pone fin a 89 años de historia. Pone fin a la chimenea de los colores de la Bandera Nacional invertidos. Estandarte o contraseña que siempre hemos visto surcando el Estrecho, como gaviota indecisa entre posarse en Algeciras o Ceuta. Pone también fin  a una relación sentimental que durante casi un siglo, Trasmediterránea ha mantenido con Ceuta y los ceutíes.
   Algo se nos va con  ella, al menos yo siento que he perdido algo de mi vida. Desde que por primera vez, siendo un niño, embarqué en la Paloma, para ir a la feria de Algeciras, hasta mi ultima travesía en el “Milenium Dos”,  han sido tantos los años de vivencias transcurridos que no puedo por menos que sentir un vacío en mi interior.
   Lejos quedan los tiempos del J.B. Llovera, General Fernández Silvestre o Teodoro Llorente, que cuando arribaban a Ceuta, lo hacían fondeando en la Bahía Norte y tanto los pasajeros como la carga, eran desembarcados en botes. Entonces el único muelle existente en Ceuta era unos pocos metros del muelle del Comercio.
   Otras navieras han desempeñado también la misión de llevarnos y traernos a Algeciras, durante algún tiempo. Recuerdo a Euroferrys, Balearia, FRS, Isnasa y alguna otra que he olvidado, pero ninguna ha llegado tan profundamente al corazón de los ceutíes, como la vieja Trasmediterránea.
   Sirvan los tres capítulos, como sentido homenaje particular a la tan querida Compañía, que les aseguro llevaré siempre en el corazón.

                               Algeciras, 6 de marzo de 2012.

                                                      José María Fortes Castillo

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               MIS RECUERDOS IV. REYES-AZCARATE (ACERA DCHA)

    
    I
niciamos de nuevo mis recuerdos por la calle Real, sólo que por la acera contraria al recorrido anterior. Dejamos atrás  la plaza de los Reyes, verdadera encrucijada de viandantes, que suben y bajan la calle; y en esta plaza ajardinada se detienen unos para conversar y leer los periódicos; otros para que jueguen sus niños liberados, al fin, de sus  manos y de la hayas,   entre el laberinto vegetal  de los crecidos setos y los deseados y esperados saltos sobre los bancos. Es una plaza para que la tarde se vaya yendo despacio, casi sin sentir, traspasado el crepúsculo de rojo y cárdeno… Como si se musitara una vieja canción en que cada paseante recitara y guardara unos segundos:  juegos, lectura, deseos, palabras…Y algún beso familiar, caritativo, pero que también pudiera ser un beso, un beso  de enamorado…
    En el frontal este de la plaza, donde luego estuvo la “Meca de los Pantalones”, existía un famoso bar llamado “Bar Vinícola” y en el mismo vértice del ángulo que forma la fachada del piso de Marañés estaba y está la puerta por la que se accede a “Calzados Cutillas”. En aquellos años, esta zapatería era famosa por poseer la exclusiva de los zapatos “Gorila”. Al adquirir unos zapatos, te obsequiaban con una pequeña pelotita de color verde que traía grabada en alto relieve, la cabeza de un primate que daba nombre a la marca.
    A continuación estaba la heladería más importante de la ciudad, “Los Valencianos”. Al fondo estaba el mostrador y el gran salón estaba cubierto de mesas y sillas, para uso de la clientela. La hija de los propietarios, estaba casada con Lucas, hijo mayor  del dueño del bar “Sin Nombre”. Tras la heladería, un inmueble de reciente construcción,   en cuyos bajos se alinean  una gran galería con varios comercios populares, donde al fondo se encontraba la cafetería “Rex”, posiblemente la más concurrida por la juventud del momento. Como empleada en este local, recuerdo a Juani. Esta era una bonita niña de mi barrio, hija de Pepita y nieta de Juana “la Mulera”. Otro comercio importante en la galería era propiedad de Rafael Rivera, donde tenía expuesto siempre en el escaparate, un pequeño acuario, con un barco hundido. También estaba en su interior, una joyería del señor Borras.
    Borras era un catalán que llegó a Ceuta para cumplir con el servicio militar y se quedó aquí después de licenciado. Sin saber nadar, estuvo trabajando de submarinista en una empresa catalana, que durante algunos años se dedicó a la recuperación de barcos hundidos. Cuando estos se marcharon, el se dedicó a la pesca de coral, posteriormente se desplazó a Barcelona para aprender la talla y manipulación, montando al final esta joyería. 
    Seguimos adelante y llegábamos al bar “Pecino”, famoso por sus futbolines. Seguimos y por la misma acera estaba la “Central Ferretera”. En esta ferretería ejercía de encargado Paco Moreno.
  El resto, son pequeños comercios hasta llegar al segundo hotel importante de la ciudad “Hotel La Alhambra” que hacía esquina con la calle Sargento Coriat.
  A continuación la calle se estrechaba y recuerdo la existencia de varios comercios, como “Casa Sola”, “Bazar Kimatray” y electricidad Martínez. Así llegábamos a un pequeño ensanche de la calle,  donde encontrábamos la exposición oriental del “Bazar Indio”. Se accedía a través de unos escalones y formaba esquina con la calle Echegaray. También quiero recordar que posteriormente se instalaron a este local las hermanas Pilar, también conocidas, como “las de Mori” que poseían más adelante un comercio de mercería. En la calle Echegaray, subiendo unas decenas de metros, teníamos el cine de verano; Terraza B -”El Cortijo”-, perteneciente al Cine África. En el mismo inmueble donde hoy está la joyería de Pedro, en el sótano, estaba la ferretería de Marteache.
  En la esquina contraria de la misma calle, se ubicaba “La Glacial”, su propietario era conocido como “El Chato Machuca”. Esta heladería se caracterizaba por sus famosos refrescos espumosos. Contaba con cuatro variedades, limón, naranja, fresa y zarzaparrilla. Unas botellas contenían el jarabe o néctar. En un vaso vertían una pequeña cantidad y completaban la totalidad del vaso con agua de seltz o soda a través de un grifo que había en el mostrador al estilo de los existente en los bares para verter cerveza. Yo era un asiduo cliente. Me encantaban.
  Siguiendo la misma acera, encontrábamos la mercería Pilar, antes mencionada, y sin que llegue a mis recuerdos nada importante, llegamos a la calle Duarte, donde destacaba el estudio fotográfico de Arbona.
  A partir de aquí, es de destacar la anchura de la acera que no sobrepasaba el medio metro. Por esta acera, frente al la Iglesia de Nuestra Señora de los Remedios, existía una academia de mecanografía que a la vez, vendía instrumentos musicales. Este local comercial era propiedad de don Luis Fernández de Castro. Este señor con fama de buena persona y que pesaba mas de doscientos kilos, era conocido como “El gordo de la música”. Le era imposible andar por esta acera y se veía obligado a cruzar a la de enfrente, que aunque no fuera muy amplia, al menos cabía su cuerpo. Eso sí, los que se cruzaban en su camino, se veían obligados a bajar a la calzada. Por encima de la entrada a su local, un cartel perpendicular a la fachada, mostraba una radio gramola y un perro, donde decía “La voz de su amo”. Seguimos y en un pequeño ensanche, antes de llegar a la calle Martín Cebollino, se hallaba “Casa Cabello”.
   La esquina contraria la ocupaba la tienda de comestible del señor Pérez y así llegamos a otro ensanche donde estaba y aún perdura, la confitería “La Africana” que era propiedad del señor Fernández. Su hijo Fidel, se casó con mi prima Alicia Castillo.
  Para finalizar y antes de llegar con nuestro recorrido a la plaza Azcarate, encontrábamos la funeraria de Paco Curado, la sastrería Aranda, el bar Nieto y el colegio Lope de Vega.
  Termino mi recorrido, esperando que a todos aquellos que conocieron estas personas y comercios y me lean, sepan que es posible me haya olvidado de algunos; pero después de más de medio siglo, esto es todo lo que he podido recordar; con el único interés que las personas que he nombrado no sean totalmente olvidadas y perduren en el  “corazón de Ceuta”… Por hoy hemos terminado el paseo, mañana, con nuevos ánimos,  continuaremos desde otra pintoresca plaza, la Plaza  Azcarate…. 

              
      Algeciras, 6 de enero de 2012

                                                                          José María Fortes Castillo

 

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